zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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sábado, 30 de noviembre de 2019

Un boomerang (por Paul Celan)


Por las vías del aliento,
así va errante, lo en alas
poderoso, lo
verdadero. Por
estelares
órbitas, por astillas
de mundos besado, por granos
de tiempo graneado, por polvo de tiempo, con-
huerfanándose
con vosotros,
piedrecitas, de-
crecido,
disminuido, destruido,
disipado y dislocado,
rima de sí mismo,
así viene
volando, así vuelve
de nuevo y al hogar,
para detenerse el tiempo
de un latido de corazón, de un milenio como
única aguja en el redondel
que un alma,
que su alma
describió,
que cifra un alma.



viernes, 29 de noviembre de 2019

En nuestra sangre (por Mary Elizabeth Counselman)


Hay un sonido metálico, de gongs, en mis oídos,
un toque de loto en la punta de mis dedos.
Ojos oscuros y sesgados miran tras de mí;
y acentos desconocidos tiemblan en mis labios.
Los latidos de mi corazón se aceleran
al son de una música extraña, quejumbrosa, sin melodía.
A veces anhelo los campos de arroz,
ver el maíz familiar debajo de la luna.
¿Qué eco pagano hay en nuestra sangre?
¿Qué padre olvidado me legó el recuerdo
de puentes arqueados sobre un arroyo cansado
con flores de cerezo?
La sangre del hombre blanco fluye rojiza en mis venas;
mis padres sajones conocían este lugar sajón.
Sin embargo, ¿qué es esta indefinida forma que veo?
Una brizna de humo oscurece el rostro.


jueves, 28 de noviembre de 2019

Hay ganas de no tener ganas (por César Vallejo)


Hay ganas de volver, de amar, de no ausentarse,

y hay ganas de morir, combatido por dos

aguas encontradas que jamás han de istmarse.


Hay ganas: de un gran beso que amortaje a la Vida,

que acaba en el áfrica de una agonía ardiente,

suicida!


Hay ganas de... no tener ganas. Señor;

a ti yo te señalo. con el dedo deicida:

hay ganas de no haber tenido corazón.


La primavera vuelve, vuelve y se irá. Y Dios,

curvado en tiempo, se repite, y pasa: pasa:

a cuestas con la espina dorsal del Universo.


Cuando las sienes tocan su lúgubre tambor,

cuando me duele el sueño grabado en un puñal,

¡hay ganas de quedarse plantado en este verso!


miércoles, 27 de noviembre de 2019

Esta vida que nunca llegué a interpretar (por Pere Gimferrer)


Morir serenamente como nunca he vivido
y ver pasar los coches como en una pantalla
y las canciones lentas de Nat King Cole
un saxofón un piano los atardeceres en las terrazas bajo los
parasoles
esta vida que nunca llegué a interpretar
el viento en los pasillos las ventanas abiertas todo es blanco
como en una clínica
todo disuelto como una cápsula de cianuro en la oscuridad
Se proyectan diapositivas con mi historia
entre el pesado olor del cloroformo
Bajo la niebla del quirófano extrañas aves de colores anidan


martes, 26 de noviembre de 2019

Y se convierte en otro (por Jaime Augusto Shelley)


Uno es lo que es

a partir de lo que siente, piensa y hace.

Pero uno hace, sin sentir, lo que cree, es y vive.

Uno se equivoca, miente

y destruye el amor, por fuerza.


Por miedo, uno deja de ser y se convierte en otro.

Y muere en el trayecto

por no dejar de seguir siendo.


Se asesina, en ocasiones, con gestos y miradas.

También, en el esfuerzo acumulado,

la simple negación

de un saludo, tono de voz

o ayuno de la piel

y peor, de la saliva.


Uno deja de ser de muchos modos.

La mayor de las veces, por miedo

a encontrarse o a perderse.

Puro y exacto, nunca se es.


Hay principios fortuitos, miríadas de tiempo

y polen de impulsos que abren caminos.


Senderos atrás y avenidas que desembocan

en dos, tres, el mundo y la vida.


Antes de llegar a donde iba,

uno es y no es, de muchos modos.



lunes, 25 de noviembre de 2019

El otro sol (por Óscar Hahn)


En el invierno de Iowa
todos los árboles son almendros

hasta que sale el sol
y derrite sus pétalos de nieve

Entonces sueñan con la primavera
que cubrirá de flores sus ramas

Olvidan que detrás de los montes
se esconde el otro sol

que derrite las flores los árboles los pájaros
y las cuatro estaciones


domingo, 24 de noviembre de 2019

El perro de nadie (por Charles Bukowski)


Anoche vi a un vagabundo.

la forma en que caminaba el viejo perro

moteado y despeluchado

por el callejón de nadie

el perro de nadie...

entre botellas de vodka vacías

entre botes de crema de cacahuete

entre cables cargados de electricidad

y los pájaros durmiendo en cualquier parte,

callejón abajo iba él.

el perro de nadie

sorteando todo aquello,

valiente como un ejército.


sábado, 23 de noviembre de 2019

Se ha engañado (por Joan Margarit)


Ha apoyado la frente en el cristal
frío, empañado, con trasluz de invierno.
Escribe el nombre de ella y, a través
de las líneas que traza con el dedo,
la ha visto en un paraje solitario
con el mar y las rocas en la noche.
Al fondo, las estrellas: de pronto, las gaviotas
alzan el vuelo como un resplandor
al paso de un falucho. Se ha engañado:
detrás de la ventana hay una calle
que el alba hace más triste, sin un alma,
con coches aparcados.
Tras las líneas comienza a amanecer:
el sol naciente borrará ese nombre
en la escarcha rosada del cristal.



viernes, 22 de noviembre de 2019

Soy tu propio dolor (por Luis Rosales)


La tarde va a morir; en los caminos
se ciega triste o se detiene un aire
bajo y sin luz; entre las ramas altas,
mortal, casi vibrante,
queda el último sol; la tierra huele,
empieza a oler; las aves
van rompiendo un espejo con su vuelo;
la sombra es el silencio de la tarde.
Te he sentido llorar: no sé a quién lloras.
Hay un humo distante,
un tren, que acaso vuelve, mientras dices:
Soy tu propio dolor, déjame amarte.


jueves, 21 de noviembre de 2019

En el camino (por Walt Whitman)


La tierra se extiende a izquierda y derecha,

el retrato viviente, cada parte bajo su mejor luz,

la música cerniéndose allí donde es querida, y acallándose donde no,

la voz alegre del camino abierto, el fresco y gozoso sentimiento del camino.


Oh, calzada que recorro, ¿me dices “no me dejes”?

¿Dices “no te aventures, si me dejas estarás perdido”?

¿Dices “estoy preparado, bien apisonado y sin ninguna tacha, únete a mí”?


Oh, camino abierto –te respondo–: no me asusta dejarte, aunque te quiera,

tú me expresas mejor de lo que yo puedo expresarme,

tú serás para mí más que mi poema.


Creo que todos los actos heroicos fueron concebidos a cielo abierto, y también todos los poemas libres,

creo que podría pararme aquí y obrar milagros,

creo que me gustará cualquier cosa que pueda conocer en el camino, y a quienquiera que me observe le gustaré,

creo que aquellos a quienes mire serán felices.


A partir de ahora, me proclamo exento de límites y de líneas imaginarias,

voy donde me apetezca, soy absolutamente mi propio amo.

Escuchando a otros, sopesando bien lo que digan,

deteniéndome, investigando, aceptando, contemplando,

tranquilamente, pero con voluntad incuestionable, despojándome de cuantas ataduras me sujeten.


Inhalo bocanadas de espacio,

son míos el este y el oeste, y el norte y el sur son míos.


Soy mayor, soy mejor de lo que pensaba,

no sabía que guardaba en mí tanta bondad.


Todo me parece hermoso,

puedo repetirlo una y otra vez a los hombres y las mujeres: me habéis hecho tanto bien, que yo os haré lo mismo,

haré acopio para mí y para vosotros mientras viajo,

me dispersaré entre hombres y mujeres mientras viajo,

lanzaré entre ellos un nuevo júbilo y un nuevo vigor,

quienquiera que me niegue no me perturbará,

quienquiera que me acepte -él o ella- será bendecido y me bendecirá.


Diez años después...


HOY 

21 de NOVIEMBRE de 2019 

ZuMo De PoEsÍa 

CUMPLE 




DIEZ AÑOS



¡¡¡ GRACIAS A TOD@S !!!





miércoles, 20 de noviembre de 2019

En tus manitas cruzadas (por Mervyn Peake)


Si fuera granjero te llamaría plaga
pues serías el villano de mi siembra
y roerías mis ganancias, pero no soy granjero
sino el que cruza sus campos
y cuando me encontré tu cuerpo tieso
yaciendo solo y escarchado, las bolas de tus ojos
vidriosos y tus patitas delanteras así suplicantes
cruzadas en tu pecho y rosadas como dedos humanos,
y cuando vi tu mortandad en la congelada
luz de una mañana de invierno, yo, deshumanamente,
desgranjeramente, y sobre todo, imprácticamente,
sentí que también las ratas tienen derecho a vivir
y supe que había belleza en tu cuerpo
espolvoreado con resplandecientes perlas de una escarcha luminosa
y belleza en tus manitas cruzadas
sobre tu pecho antes de morir esta mañana.


martes, 19 de noviembre de 2019

Por sostenerme (por Isidro Saiz de Marco)


doy gracias a la espuma, doy gracias a las olas que trae y lleva el viento, a las corrientes, doy gracias a su choque y a su fuerza, doy gracias a sus golpes, sus embates que obligan a nadar y resistir

el agua arremetiendo contra el pecho, la cara, haciéndonos mover los brazos y las piernas

(¿cómo sería sin ellas, cómo habría sido todo sin su impacto y vaivén, en un mar mortecino, en aguas siempre planas y estancadas?)

no moverte es ahogarte

por sujetarme, por mantenerme a flote, a brazo, a nado, por impedir que me hunda y me sumerja, por llevarme, por no dejar que caiga quietamente hasta el fondo, por sostenerme

a las olas, la espuma, el viento ingobernable, las corrientes doy gracias



lunes, 18 de noviembre de 2019

En lo profundo de una brusca guitarra (por Jorge Luis Borges)


He mirado la Pampa
desde el traspatio de una casa de Buenos Aires.

Cuando entré no la vi.

Estaba acurrucada
en lo profundo de una brusca guitarra.

Sólo se desmelenó
al entreverar la diestra las cuerdas.

No sé lo que azuzaban;
a lo mejor fue un aire del Norte
pero yo vi la Pampa.

Vi muchas brazadas de cielo
sobre un manojito de pasto.

Vi una loma que arrinconan
quietas distancias
mientras leguas y leguas
caen desde lo alto.

Vi el campo donde cabe
Dios sin haber de inclinarse,
vi el único lugar de la tierra
donde puede caminar Dios a sus anchas.

Vi la Pampa cansada
que antes horrorizaban los malones
y hoy apaciguan en quietud maciza las parvas.

De un tirón vi todo eso
mientras se desesperaban las cuerdas
en un compás tan zarandeado como éste.

(La vi también a ella,
cuyo recuerdo aguarda en toda música).

Hasta que en brusco cataclismo
se apagó la guitarra apasionada
y me cercó el silencio

y hurañamente tornó el vivir a estancarse.


domingo, 17 de noviembre de 2019

La hora última (por Sharon Olds)


En medio de la noche, me hice una cama
en el suelo, alineándola fielmente a mi madre,
la cabecera hacia las colinas, los pies hacia la Bahía donde
los pájaros vadean para buscar moluscos —me acosté,
y el primer cascabel de la muerte sonó
con su autoridad de desierto. Ella tenía ese aspecto de
niño cantor en un ventarrón,
pero su cara se había vuelto más material,
como si los tejidos, almacenados con su vida,
estuvieran siendo reemplazados desde algún suministro general
de jaleas y resinas. Su cuerpo la respiraba,
crujidos y chasquidos de mucosidad, y después
ella no respiraba. A veces parecía
que no era mi madre, como si hubiera sido sustituida
por un ser más adecuado a esa tarea,
una criatura más simple y más calma, y sin embargo
saturada del anhelo de mi madre.
La palma de mi mano le rodeaba la coronilla
donde latía su corazón feroz, la otra mano sobre su
hombro pequeño, me mantuve a la par de ella,
y entonces empezó a apresurarse,
a adelantarse, después se quedó quieta y su
lengua, manchada con motas de maná,
se levantó, y un jadeo se formó en su boca,
como si lo hubieran forzado a entrar, después la calma.
Después otro suspiro, como de alivio, y después
la paz. Esto siguió durante un rato, como si estuviera
expresando, sin prisa,
sus sentimientos sobre este lugar, su tierna
y apesadumbrada conclusión, y después, contra
la palma de mi mano puesta en su cabeza, el regalo de no
sufrir, ningún latido;
por momentos, sus labios parecían curvarse—
y después sentí que ella no estaba ahí,
sentí como si ella siempre hubiera querido
escaparse y ahora se hubiera escapado.
Entonces se convirtió,
despacio, en una cosa de hueso,
que marcaba el lugar donde ella había estado.


sábado, 16 de noviembre de 2019

Cuatro pinturas (por Kiri Piahana-Wong)



Por la mañana

la luz toca las paredes

como una pintura

el sol matinal cae en finas pinceladas

el cabello de ella es un enredo oscuro

la cara de él se empaña con sueño


Pintura #1: Cómo ella se enamoró de él


En esta pintura, ella usa

el vestido rojo con que le gusta dormir

y éste ha caído hasta su cintura


Él está desnudo

sus brazos se curvan rodeándola

su boca se presiona contra el cuello

en el lugar donde a ella le gusta

que él la bese


Pintura #2: Su primera pelea

En esta pintura, ella está sentada

afuera de un bar

con un vestido negro de encaje.

Tras ella, la noche es un sólido bloque

de oscuridad.


Él está sentado a su lado con

una camisa verde pálido, el cabello

despeinado, de espaldas, inclinado

ligeramente hacia ella.


Los coches vierten el pasado con golpes

de luces brillantes.


Pintura #3: Lo que haya dicho, no lo dije en serio


En esta pintura él permanece solo

en una playa vacía.


El cielo se extiende a lo lejos en un resplandor.


Pintura #4: La reunión


En la pintura anterior él está

mirando hacia un camino


Ella usa un vestido lila con dorado

y el cabello echado hacia atrás

lejos de su rostro.


Empieza a atardecer. Sobre ella

el cielo dorado, abierto

y vacío.


viernes, 15 de noviembre de 2019

Abres la puerta, salgo, cierras (por Paloma Palao)


Son importantes tantas cosas
-madre-. El olor
de naftalina, los baúles
en los que vamos destripando
sueños, años pasados
bajo la misma sombra. Sin embargo,
preparo con prisa mis maletas, vacío
los cajones rencorosa
de una alegría que no pudiste
darme, y es todo tuyo
-madre-. Las maderas
que rechinan vengativas, los cuadros
de dudosa
firma, las bandejas de plata que transportaron
turrones navidades
pasadas y nunca perseguidas.
Hago el inventario
-cruel siempre- que me anuncia
tu presente
concepción de silencios. Hago
y olvido, varias
docenas
de bordadas enaguas y colchas
con mi nombre. Las mantas
-madre- quedan con su olor a naftalina
enmohecida, quedan
los pares de zapatos viejos, mi primer
par de medias, el bolso
que estrené una mañana, cuando tuve
que esconder mi pañuelo
demasiado grande para una sola
lágrima. Mi estatura
se parte -frente a ti- y solo
queda un murmullo
de alas vencidas por la vida. Me olvido
de las cosas importantes. Del vaso
de mis fiebres, de las horas
pasadas sobre mí como en la muerte. Me llevo
todo -madre-. Hasta esa lágrima
dormida entre mis ojos. Dejo
a cambio el inventario -firmado y rubricado-
de mis sueños. Abres la puerta, salgo,
cierras. Vuelves
por el largo pasillo de la casa. Enderezas
ese cuadro
torcido, que yo moví al pasar, y quizá
pienses en pintar las paredes
de mi cuarto, en cambiar las cortinas,
en recoger pisadas que aún
nos viven,
que nos pueblan de adioses
presurosos, como alargados trenes
que no paran. Que no te importe
nada, madre, madre. Que no te importe
la sangre -madre mía- que en río
de silencios nos separa. Que no te importen
las llaves que perdiste
para impedir mi marcha.


jueves, 14 de noviembre de 2019

Y pensé en todas las campanas (por H.P. Lovecraft)


Año a año había oído el débil, distante
tañido de las campanas en el negro viento de medianoche;
cuyas notas no repicaban desde ningún campanario,
sino pareciendo flotar desde un raro vacío.

Escudriñé mis sueños y recuerdos buscando una clave,
y pensé en todas las campanas que me trajeron visiones
de la tranquila Innsmouth, donde las blancas gaviotas
se demoraban alrededor de un viejo chapitel que una vez vi.

Oí, perplejo, derramarse aquellas notas lejanas,
hasta una noche de marzo, en que una lluvia fría y desapacible
me indicó que las siguiera por entre las puertas del recuerdo,
hacia torres antiguas donde los locos badajos tañían.


Y tañeron, pero desde las corrientes sin sol que se esparcían
por valles sumergidos en el fondo yermo del mar.


miércoles, 13 de noviembre de 2019

Cruzar a la otra orilla (por José Verón Gormaz)


Si a cruzar te dispones,
si vas a transitar la misteriosa longitud del puente,
piensa en las aguas del río que atraviesa,
piensa en las aguas como en tu propia sangre,
piensa en ellas, que fluyen incesantes
bajo las piedras prisioneras del arco,
sin pensar qué principio fue el suyo
ni a qué final deslizan su presura.

Si deseas cruzar a la otra orilla,
imprégnate primero del lugar que abandonas,
siente dentro de ti
el puñado de tierra que pisan tus zapatos,
contempla la arboleda que te prestó su sombra
y que quizá no vuelvas a mirar.

Cuando con decisión atravieses el puente,
camino de la orilla venidera,
sospecha de tus pasos,
tus propios pasos que al avanzar escuchas
con sonido de pasos que se alejan.

Y cuando la otra orilla pises,
hazlo como si de un suelo sagrado se tratara;
el lugar te recibe con todos tus recuerdos,
con todas las sombras miserables
que al otro lado creíste abandonar.


martes, 12 de noviembre de 2019

Para ver si el tiempo aún estaba allí (por Emily Dickinson)


Se oía como que las calles corrían,
y después como si las calles se parasen.
Tan sólo se sentía pavor
y en la ventana no había más que eclipse.
Poco a poco los más osados se asomaron,
para ver si el tiempo aún estaba allí.
La naturaleza, con delantal de roca,
removía el aire.


lunes, 11 de noviembre de 2019

Su estarsiempre ha cesado (por Rafael Baldaya)


Lo que parece no estar,
lo que no has percibido

porque está cada día,
porque no falta, nunca falta...

de pronto ya no está,
su estarsiempre ha cesado.

Y es entonces cuando

descubres que

lo que un día tras otro
calladamente estaba,

estaba.


domingo, 10 de noviembre de 2019

Estas costillas cumplieron su ciclo (por Emilio Basso)


Entré el esqueleto
al mecánico, un día
de lluvia como hoy
el hombre se puso de
pie y luego de acomodar
los tiradores del mameluco
dijo con voz de avalancha:
este modelo no sirve más
maestro, no alcanza con
cambiarle el aceite, no sirve
tener tres hijos para pintar
la felicidad del velocímetro,
no podrá ganar una beca
al silencio ni esos premios
que dan unos mangos le
recomiendo que lo venda
y si se anima le prenda fuego
con un trapo con kerosene
así creó mi padre el fuego y
si está encariñado con el fierro
espero se lo roben y jamás lo
encuentre, será fácil vea esta
abolladura de amor no tiene
arreglo: alguna vez vio morir
un animal sarnoso? parece
una momia, y es que los muertos
vuelven como metáfora o poema
en un chocolate que encuentra
no se desanime si el radiador está
lleno de bichos, tiene poco kilometraje,
por qué no se animó a andar más?
cuando uno se queda quieto el
oxígeno es implacable, aconsejo
la forma del agua que se adapta
al recipiente. Estas costillas
cumplieron su ciclo y la piel no
amortigua más, parece un mantel viejo
tómese unos días lo piensa y
cuando pueda, salga de sí


sábado, 9 de noviembre de 2019

O un triángulo que se diluye (por Pablo de Rokha)


Lo fabricó el hombre, lo fabricó a su imagen y semejanza, 

y es una gran congoja y un hombre inmenso que continúa a todos los hombres
con todos los hombres muy hombres hacia lo infinito, un sueño, todo un sueño
o un triángulo que se diluye en las estrellas claras.
¡Cuánto dolor necesitó la tierra para crearte, Dios, para crearte!
—¡cuánto dolor!—. ¡Gesto de la angustia del mundo, enfermedad de la materia y enorme — enorme manía de enormidades!
Aquella gran caricatura humana, Dios, llena los cielos vacíos, las tristes conciencias y las congojas grandes y su voz de cadáver neutro resume
y suma, para el hombre, todos los gemidos de las cosas y, además, lo otro lejano, en su actitud corriente y desconcertante como palabras de mujer
o niño ingenuo. Dios malo, Dios bueno. Dios sabio, Dios necio; y Dios que
tiene pasiones y gestos, virtudes y vicios, mancebas o hijastros adulterinos
y oficina como un boticario, como un peluquero cualquiera.
Por él, sólo por él la tierra escupió los cándidos frutos de la tierra, 

y el hombre negó al mundo enorme, cuando negó al mundo; ¿quién fue, quién fue jamás, quién fue más amado que él? ¡Él y sólo él fue lo más amado
y no era nada, nadie, nunca, nunca, nunca fue, nunca, nunca, nunca!...
Tragedia de Dios por Dios y la mayor infamia de los siglos, la mentira y la patada fenomenal a los derechos de la vida.
Dios contestó sonriendo, contestó Dios en Dios las más tremendas,
las más oscuras, las más funestas interrogaciones y la gran pregunta de las cosas; 
pero las más tremendas, las más oscuras, las más funestas interrogaciones y la gran pregunta de las cosas aún, aún no han sido contestadas,
todavía, todavía no han sido contestadas; Dios aplastó la tierra (¡oh hipopótamo sagrado!) con las patas inmundas y hoy las huellas perduran sobre los caminos y la panza trágica de los mundos.
Ennegreció y emputeció la vida con la pintura negra de los sueños y orinó la dignidad del hombre.
Dios, por lo único que te admiro es porque no existes... "¡Dios!,
¡Dios!...,", aúllan los pueblos y las viejas, las viejas y los pueblos por las llanuras teológicas... ¡Callad!..., idiotas, callad..., callad... Dios sois
vosotros.
Gran ala absurda, Dios se extiende sobre la nada.


viernes, 8 de noviembre de 2019

El ángel del pasado (por Juan Ramón Jiménez)


¡Hora morada y profunda,
áurea y roja de cálidos luceros!

—Altas, profusas, lejanas,
multiplican, oscuras, las campanas
sus sones pregoneros—.

El ambiente se inunda
de un viento ardiente de pureza,
y un cielo no pintado
se va extendiendo entre las nubes granas
y redondas.
El ángel del pasado lo ha cruzado,
resplandeciendo belleza.

—Altas, profusas, lejanas,
multiplican, oscuras, las campanas
sus sones vesperales—.

La cabeza febril se me ha doblado
sobre los tibios cristales
del jardín verdeazul en la penumbra,
rosado de los últimos rosales.
Mi corazón se alumbra
de oro blanco por dentro
súbitamente.
... ¡Ahora sí que encuentro
en mí tu porvenir, puro pasado!


miércoles, 6 de noviembre de 2019

Fábula de las madres doctoradas en química (por Antonio Gamoneda)


En los laboratorios, sobre las máquinas inmóviles, hay óxido y sombras. No hay ácidos ni hombres; apenas permanece la química de la ira.

Sucede a causa de la infección general de la atmósfera, es decir, de la vida. Sucede también a causa de grandes codicilos infecciosos.

Tú, es decir, yo, entra a los laboratorios. Pon temperatura. Primero en los instrumentos más tristes. Reduce el óxido, dispersa las sombras.

Madres. Madres tuyas y mías suelen venir a las válvulas. Abre las válvulas. Busca, no sé, gritos, quizá. Sí, busca los gritos de las parturientas gozosas, busca los cabellos aceitados por la tristeza, los imperdibles perdidos.

O su llanto.

Sí, su llanto insurgente. Induce tú la sedición llorando. Pon la obra magnética.

Ya llegan las madres.

Ya visten los grandes mandiles, ya tienden la ropa más blanca, ya cantan y lloran, ya lavan los ácidos.

¿Qué hacen las madres?

Ellas saben. Restauran la química
cantando, tendiendo, lavando, llorando.


martes, 5 de noviembre de 2019

Cómo consiguió la belleza aislar las rosas (por Joaquín Giannuzzi)


Escuchando en el laúd la nota antigua
uno ve poetas en el pasado pero no asesinos.
Ve la ingrávida sustancia incorporada
a la calamitosa energía de la historia
y esta confusión no termina de aclararse.
Increíbles poetas entre nubes de sangre
salvando a medias la verdad, dejando el resto
a la convicción del crimen general
como un error que debe soslayarse. Cómo
consiguió la belleza aislar las rosas,
construir un recluso jardín incorrupto
y dar materia a este cantor eterno.
Pero la estúpida crueldad y el martirio
no fueron cosas transitorias ni objetos irreales
que pueden apartarse como una falla terrestre,
una fractura en la roca, un paso en falso en el mundo.
Aquí están todavía, no en el mito,
y a su manera se empeñan en dar música.
Las cuerdas siguen sonando en medio de la masacre;
la vida corporal de esta madera finamente curvada
es aceptada como un triste conocimiento.
El laúd rescata un engaño hasta el fin de los tiempos.


lunes, 4 de noviembre de 2019

La realidad me inventa (por Jorge Guillén)


(El alma vuelve al cuerpo,
se dirige a los ojos
y choca.) —¡Luz! Me invade
todo mi ser. ¡Asombro!

Intacto aún, enorme,
rodea el tiempo. Ruidos
irrumpen. ¡Cómo saltan
sobre los amarillos

todavía no agudos
de un sol hecho ternura
de rayo alboreado
para estancia difusa,

mientras van presentándose
todas las consistencias
que al disponerse en cosas
me limitan, me centran!

¿Hubo un caos? Muy lejos
de su origen, me brinda
por entre hervor de luz
frescura en chispas. ¡Día!

Una seguridad
se extiende, cunde, manda.
El esplendor aploma
la insinuada mañana.

Y la mañana pesa.
Vibra sobre mis ojos,
que volverán a ver
lo extraordinario: todo.

Todo está concentrado
por siglos de raíz
dentro de este minuto,
eterno y para mí.

Y sobre los instantes
que pasan de continuo
voy salvando el presente,
eternidad en vilo.

Corre la sangre, corre
con fatal avidez.
A ciegas acumulo
destino: quiero ser.

Ser, nada más. Y basta.
Es la absoluta dicha.
¡Con la esencia en silencio
tanto se identifica!

¡Al azar de las suertes
únicas de un tropel
surgir entre los siglos,
alzarse con el ser,

y a la fuerza fundirse
con la sonoridad
más tenaz: sí, sí, sí,
la palabra del mar!

Todo me comunica,
vencedor, hecho mundo,
su brío para ser
de veras real, en triunfo.

Soy, más, estoy. Respiro.
Lo profundo es el aire.
La realidad me inventa,
soy su leyenda. ¡Salve!


domingo, 3 de noviembre de 2019

Un paseo (por Raymond Carver)


Fui a dar un paseo por la vía del tren.

La seguí durante un rato

y me salí en el cementerio del pueblo.

Allí descansa un hombre entre

sus dos esposas. Emily van der Zee

está a la derecha de John van der Zee.

Mary, la segunda señora van der Zee,

amantísima esposa también, a su izquierda.

Primero se fue Emily, después Mary.

Al cabo de unos años, el propio John van der Zee.

Once hijos nacieron de esas uniones.

También están muertos a estas alturas.

Éste es un lugar silencioso. Un lugar tan bueno como

cualquier otro para descansar del paseo, sentarme y

pensar en mi propia muerte, que se acerca.

Pero no entiendo, no lo entiendo.

Todo lo que sé de esta delicada y sudorosa vida,

de la mía y de la de los demás,

es que dentro de poco me levantaré

y dejaré este extraño lugar

que ofrece amparo a los muertos. Este cementerio.

Me iré. Andando primero sobre un raíl

y luego sobre el otro.


sábado, 2 de noviembre de 2019

Tal vez podamos re-imaginar la otra mitad (por John Ashbery)


Hace mucho que entonces empezaba a aparecer como ahora,

pero ahora no es sino la salida a un camino nuevo aunque todavía

indefinido. Aquel ahora, el visto una vez

desde lejos, es nuestro destino

no importa lo que pase. Es

el pasado presente del que están hechas las facciones de nuestra cara,

nuestras opiniones. Somos a medias eso y no

nos interesa la otra mitad. Vemos

lo suficiente hacia delante para que el resto de nosotros

resulte implícito en los alrededores en penumbra.

Sabemos que esta parte del día llega cada día

y nos parece que, si tiene algunos derechos, igual

nosotros tenemos derecho a considerarnos nosotros mismos en la medida

en que somos en él y no en otro día u

otro lugar. El tiempo nos favorece

al tiempo que se favorece, pero sólo

mientras no hayamos cedido esos pocos centímetros, espectro

del devenir antes que el devenir pueda ser visto,

o venga a significar todas las cosas que parece querer decir ahora.


Las cosas de las que iba a hablarse

ya llegaron y se fueron, pero son recordadas aún

como recientes. Hay un grano de curiosidad

en la base de cada una, que desenrolla

un signo de interrogación como otra ola en la arena.

Cuando llega para otorgar, para arruinar lo que teníamos,

nos damos cuenta de que hemos ganado o hemos sido ganados

por lo que pasaba por allí, luminoso con el aura

de las cosas apenas olvidadas y revividas.

Cada imagen encuentra su sitio con la calma

de quien no tiene mucho, justo lo que necesita.

Vivimos en el suspiro de nuestro presente.


Si esto es todo lo que vamos a recibir

tal vez podamos re-imaginar la otra mitad, deduciéndola

de la forma de lo que es visto, insertándola

en su idea de cómo deberíamos

proceder. De todos modos sería trágico encajar justo

en el espacio creado por nuestro no llegar todavía,

pronunciar el discurso que corresponde allí,

porque el progreso ocurre al reinventar

esas palabras a partir de nuestra pálida memoria de ellas,

violando ese espacio para

dejarlo intacto. Así y todo

somos de por aquí, y nos hemos movido una distancia

considerable; nuestro pasar es una fachada.

Pero nuestra comprensión de él se justifica.




viernes, 1 de noviembre de 2019

Así no será culpa tuya (por Philip Larkin)


No, todavía no he encontrado
el lugar del que pueda decir
Este es mi sitio,
aquí me quedo;
y tampoco esa persona especial
que enseguida reclame
todo lo que tengo,
incluso mi apellido;

encontrar eso parece demostrar
que no quieres decidir
dónde construir, ni a quién amar;
les pides que te rechacen
de manera irrevocable,
así no será culpa tuya
si la ciudad te aburre
o la chica te harta.

Y sin embargo al no encontrarlos
te obligas a actuar
como si lo que tienes
en verdad te gustara;
y te niegas a pensar
que aún podrías descubrir
los hasta ahora no llamados
tu lugar, tu persona.