zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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jueves, 30 de abril de 2020

¿Por qué no acudes? (por Sören Kierkegaard)


¡Maldito azar! Jamás maldije de ti cuando aparecías y te maldigo ahora que te ocultas. ¿O se trata de una nueva invención tuya, inconcebible ser, estéril fuente de todo, único superviviente de aquel tiempo en que la necesidad dio a luz la libertad y la libertad fue tan insensata que volvió al seno materno?

¡Maldito azar! ¡Tú, mi único amigo íntimo, único ser al que creía digno de confianza, de mi alianza y de mi enemistad, siempre inestable y siempre igual a ti mismo, siempre incomprensible, eterno enigma!

Tú, al que quiero con toda la simpatía de mi alma, sobre cuya imagen me he formado y he ido perfeccionándome a mí mismo, ¿por qué no te muestras? Yo no mendigo, no te suplico humildemente, para que te manifiestes de una y otra manera, porque en semejante adoración ibas a encontrar una forma de idolatría y no te gusta a ti la idolatría; en cambio, yo te invito a la lucha. ¿Por qué no acudes? ¿O es que se ha aplacado la inquietud del universo, se resolvió acaso el enigma o es que te precipitaste en el abismo de la eternidad? ¡Terrible pensamiento! En tal caso, el mundo del aburrimiento debería detenerse...

¡Maldito azar! Te aguardo. No deseo vencer con máximas ni con lo que los locos llaman carácter. No, yo deseo poetizarte. No deseo ser poeta para los demás; descúbrete y yo seré tu poeta... Luego, podré nutrirme de mi propia poesía, que será mi único alimento.

¿O es que me juzgas indigno? Voy a consagrarme a tu servicio, igual que las bayaderas bailan en honor de su dios. Ligero, con mínima vestimenta, desarmado, renuncio a todo. Nada poseo y nada quiero poseer, nada amo y por eso nada tengo que perder y así me hice más digno de ti, de ti que tanto te cansaste, en el dilatado tiempo, de robar a los seres humanos aquello que aman, harto de sus cobardes suspiros, de sus rezos interesados. Sorpréndeme, pues estoy preparado...

Pero haz que la vea, muéstrame una posibilidad que ya me parece imposible, indícamela aunque sea entre sombras del Averno, que yo la sacaré hasta aquí arriba; haz, si quieres, que me odie, que me desprecie, que sea indiferente para conmigo, que ame a otro... Yo no temo. Pero agita las aguas estancadas, quiebra la quietud; dejarme morir de inanición de esta manera es algo miserable, que cometes tú al que creía más fuerte que yo...


miércoles, 29 de abril de 2020

Por tu piel (por Rodolfo Reyes Macaya)


Más allá de estas colinas
nada crece por el viento
pero en estos pagos de bandurrias
el sol cabe en los morrales
vi aserraderos adictos a la lluvia
queda harina negra, azúcar con percán
arboleda enterrada entre pestañas
vadeamos lumbreras oscuras
machetes y mercachifles
deja contártelo como si deslizara
otra lengua por tu piel


martes, 28 de abril de 2020

Esto y mi corazón (por Emily Dickinson)


Es todo lo que tengo hoy para traer
esto, junto con mi corazón
esto, y mi corazón y todos los campos
y toda la amplitud de los prados
Haz bien la cuenta -no sea que alguien
pueda decir que me olvidé de algo-
Esto, y mi corazón, y todas las abejas
que habitan en los tréboles



lunes, 27 de abril de 2020

Yo tengo unos amigos (por Felipe Benítez Reyes)


Los amigos que tengo hacen vida de barra,
distraen a las perdidas, salen sólo de noche.
Los amigos que tengo maldicen a la vida
apoyados en barras, meciendo copas frías,
perdidos en la noche.
A menudo, de noche,
mis amigos dan fiestas y beben vino amargo,
pues saben que la vida exige tales gestos
a la guardia más joven que vela sus castillos,
su leyenda dorada.
Los amigos que tuve
acosaban de noche a las niñas perdidas,
castigando las barras de los bares siniestros,
castigando las barras.

Los amigos que tuve, si los tuve,
ya no son mis amigos,
que la noche es de nadie y luchamos por ella.
Mis amigos van solos cuando sale la luna
y nos vemos esquivos y a veces nos hablamos.
Alardea cada cual de sus heridas.

Los amigos que tengo, si los tengo,
llevan luz de la luna en sus ojos cansados.
Yo tengo unos amigos que no sé si los tengo,
cometas que van errantes, gente ociosa que esconde
un corazón helado quemándole en el pecho.


domingo, 26 de abril de 2020

La que fue tu sombra (por Valeria Tentoni)


En la sombra total
de la habitación que era tuya
ahora mismo, por ejemplo,
que debe estar cerrada con llave,
se guarda la que fue tu sombra
entre toda la sombra.

Los sacones, los pullóveres,
las polleras, los delantales,
el pijama, las bufandas,
toda la ropa
y sus colores
desparramados sobre la cama.

Yo elegí una cuchara, un plato
que colgabas de la pared
y ahora uso para comer en los días suaves.

Estábamos en el verbo


Vos solamente cruzabas
la sombra del limonero, volvías
de la cocina, criabas
jazmines en un florero, dejabas al olivo del fondo
en el fondo.

Avestruces

¿Qué hace el avestruz después de sacar la cabeza del hoyo,
qué es lo primero que olvidan los avestruces
de esa oscuridad en la que estuvieron
mientras afuera todo brillaba?



sábado, 25 de abril de 2020

También ustedes pasan (por Silvio Mattoni)


Pasan de a miles por el puente blanco
que cruza el río menor, no navegable,
de esta ciudad imprecisa: sin un mar
a menos de mil kilómetros de acá.
¿Los pueden ver? También ustedes pasan
como puntos de una línea imaginaria
que se construye en la ilusión de fechas
y en el vacío mágico de nombres.
No nombro la ciudad ni los recuerdo
más que por lo que hicieron: gestos, notas,
afectos, versos, deseos de marcar
un punto en esa hilera parpadeante.
Pero no hay líneas, todo se extingue
y estas estrellas sudamericanas
ya se apagaron cuando nos alumbran.
“¿Y cuántos son entonces, cómo suman
la gracia de escribirse en el momento
de disolverse? ¿Y el arte de enterrarlos
y negarlos y ahora convertirlos
en parlamentos?” Querrás decir relatos
de un teatro perverso, que no niega
los nombres, las imágenes, los rictus,
guiños perdidos de una luz que pasa.
Miro el puente que los está esperando
y pienso que tal vez nunca los vuelva
a escuchar. Ahora empieza mi propia
bajada al río. Hay una sombra, tinta
que mancha el tiempo de la hoja escrita
con todos los momentos de este día.
Palabras y palabras, les hago una promesa
que es sólo para mí: no dejaré
pasar el viento fresco de noviembre
sobre la casa, el campus o la cámara
teatral de papeles que se arrumban.
Y en lo que sopla escucharé una risa
que vuelve tarde del patio o del pasto
en la vieja casa o en la universidad,
los brazos llenos de libros, ¿la ven?,
y yo que todavía no podía escribir,
me fallaba la vista y no estaba
vivo ni muerto y no sabía nada
mirando el foco de luz, el silencio.



viernes, 24 de abril de 2020

Equilibrio inestable de la tinta y la sangre (por Enrique Lihn)


Si se ha de escribir correctamente poesía
no basta con sentirse desfallecer en el jardín
bajo el peso concertado del alma o lo que fuere
y del célebre crepúsculo o lo que fuere.
El corazón es pobre de vocabulario.
Su laberinto: un juego para atrasados mentales
en que da risa verlo moverse como un buey
un lector integral de novelas por entrega.
Desde el momento en que coge el violín
ni siquiera el Vals triste de Sibelius,
permanece en la sala que se llena de tango.

Salvo honrosas excepciones las poetisas uruguayas
todavía confunden la poesía con el baile
en una mórbida quinta de recreo,
o la confunden con el sexo o la confunden con la muerte.

Si se ha de escribir correctamente poesía
en cualquier caso hay que tomarlo con calma.
Lo primero de todo: sentarse y madurar.
El odio prematuro a la literatura
puede ser de utilidad para no pasar en el ejército
por maricón, pero el mismo Rimbaud
que probó que la odiaba fue un ratón de biblioteca,
y esa náusea gloriosa le vino de roerla.

Se juega al ajedrez
con las palabras hasta para aullar.
Equilibrio inestable de la tinta y la sangre
que debes mantener de un verso a otro
so pena de romperte los papeles del alma.
Muerte, locura y sueño son otras tantas piezas
de marfil y de cuerno o lo que fuere;
lo importante es moverlas en el jardín a cuadros
de manera que el peón que baila con la reina
no le perdone el menor paso en falso.

Quienes insisten en llamar a las cosas por sus nombres
como si fueran claras y sencillas
las llenan simplemente de nuevos ornamentos.
No las expresan, giran en torno al diccionario,
inutilizan más y más el lenguaje,
las llaman por sus nombres y ellas responden por sus nombres
pero se nos desnudan en los parajes oscuros.
Discursos, oraciones, juegos de sobremesa,
todas estas cositas por las que vamos tirando.

Si se ha de escribir correctamente poesía
no estaría de más bajar un poco el tono
sin adoptar por ello un silencio monolítico
ni decidirse por la murmuración.
Es un pez o algo así lo que esperamos pescar,
algo de vida, rápido, que se confunde con la sombra
y no la sombra misma ni el Leviatán entero.
Es algo que merezca recordarse
por alguna razón parecida a la nada
pero que no es la nada ni el Leviatán entero
ni exactamente un zapato ni una dentadura postiza.


jueves, 23 de abril de 2020

Y así sangró tu viejo compañero (por Juan Gelman)


Después de haber mirado tu retrato
y haberlo dado vuelta, no, después
de haberte visto el saco solitario,
los bolsillos, el taco taciturno,
después de verte el pelo y la mejilla,
has dicho sí señor por los relojes,
has callado un minuto por ti mismo.

Te has vuelto luego por la espalda, así,
mirándote la nuca, el imposible
que allí arranca hacia el aire, te quedaste
duro de frente y al costado hondo
por si sangraba el viejo corazón,
el viejo compañero, el viejo todo.

Te has quedado, don luis, como te digo,
preguntándote el tiempo en que jugabas
a la escondida con el negro, a la
pelota con los otros en el barrio,
preguntándote el tiempo en que solías
gritar, llorar a pulmón pleno, andar
bajo la lluvia, loco de sonrisas,
como si todo comenzase y nada
fuera a acabar de golpe con la muerte.

Te has quedado un minuto como digo,
menos solo que nunca, entre recuerdos,
entre tu vida y luego entre pañuelos,
voces y frases, tangos, cigarrillos,
esa muchacha y luego entre ti mismo.

¡Qué de sueños, don luis y qué de cosas!

Con el revólver fuiste hasta el espejo,
duro de frente y al costado hondo,
y así sangró tu viejo compañero,
tu viejo corazón, tu viejo todo.

Eran las diez de la mañana. Afuera,
bajo el sol, copulaban los gorriones.



miércoles, 22 de abril de 2020

Nunca te separes de mí (por Roberto Bolaño)


Era más hermosa que el sol

y yo aún no tenía 16 años.

24 han pasado

y sigue a mi lado.


A veces la veo caminar

sobre las montañas: es el ángel guardián

de nuestras plegarias.

Es el sueño que regresa


con la promesa y el silbido.

El silbido que nos llama

y que nos pierde.

En sus ojos veo los rostros


de todos mis amores perdidos.

Ah, musa, protégeme,

le digo, en los días terribles

de la aventura incesante.


Nunca te separes de mí.

Cuida mis pasos y los pasos

de mi hijo Lautaro.

Déjame sentir la punta de tus dedos


otra vez sobre mi espalda,

empujándome, cuando todo esté oscuro,

cuando todo esté perdido.

Déjame oír nuevamente el silbido.


Soy tu fiel amante

aunque a veces el sueño

me separe de ti.

También tú eres la reina de los sueños.


Mi amistad la tienes cada día

y algún día

tu amistad me recogerá

del erial del olvido.


Pues aunque tú vengas

cuando yo vaya

en el fondo somos amigos

inseparables.


Musa, a donde quiera

que yo vaya

tú vas.

Te vi en los hospitales


y en la fila

de los presos políticos.

Te vi en los ojos terribles

de Edna Lieberman


y en los callejones

de los pistoleros.

¡Y siempre me protegiste!

En la derrota y en la rayadura.


En las relaciones enfermizas

y en la crueldad,

siempre estuviste conmigo.

Y aunque pasen los años


y el Roberto Bolaño de la Alameda

y la Librería de Cristal

se transforme,

se paralice,


se haga más tonto y más viejo

tú permanecerás igual de hermosa.

Más que el sol

y que las estrellas.


Musa, a donde quiera

que tú vayas

yo voy.

Sigo tu estela radiante


a través de la larga noche.

Sin importarme los años

o la enfermedad.

Sin importarme el dolor


o el esfuerzo que he de hacer

para seguirte.

Porque contigo puedo atravesar

los grandes espacios desolados


y siempre encontraré la puerta

que me devuelva

a la Quimera,

porque tú estás conmigo.


Musa,

más hermosa que el sol

y más hermosa

que las estrellas.


martes, 21 de abril de 2020

A falta de (por Rafael Baldaya)



a falta de un Dios hacendoso

a falta de un Dios que decida

a falta de un Dios vigilante,
que eche a quien no cumpla las reglas

a falta de un Dios que organice, que ponga orden aquí


a falta de un Dios que no se inhiba

a falta de un Dios que se muestre, que haga acto de presencia y comparezca

a falta de un Dios que ejerza el mando,
que sea como el alcalde de la global comarca

a falta de un Dios abarcable con nuestra entendedera,
nuestra lógica,
nuestro pobre cerebro terrícola

a falta de un Dios que sobre lo justo
tenga un sentido parecido al nuestro

a falta de un Dios que despliegue una ética amable y bonita

a falta de un Dios que se exprese, que lo divino diga
en nuestro idioma, que con palabras claras,
con humana gramática,
se dirija a nosotros

a falta de un Dios visible, audible

a falta de un Dios de ese modo, 

estamos como estamos

a falta de un Dios que así fuese, 

tenemos esto


lunes, 20 de abril de 2020

Inconfeso (por Isidro Saiz de Marco)



Igual que cuando te hacen una radiografía

te preguntas

(perplejo, sorprendido)

“¿Todo eso tengo adentro?”,

asoma algunas veces

entre bruma

algo que no creías dentro de ti.



No se muestra del todo:

solamente insinúa su silueta

o su sombra.


No es “tu” secreto:



es el hueco que llevas

recóndito,

inconfeso

y guardado de ti;



el cajón interior que nunca habías abierto;


el secreto infranqueable

que no se te ha confiado

y está dudando ahora

entre permanecer callado



o revelársete.


domingo, 19 de abril de 2020

Poema en octubre (por Dylan Thomas)


Cumplía treinta años, mi aniversario despertó hacia el cielo
cuando oí cómo hacía señales la mañana
con la oración del agua y el grito de cornejas y gaviotas
y el roce de las barcas en el muro trenzado por las redes
desde el puerto y los bosques vecinos
y los mejillones en sus charcas y la playa con garzas clericales
para que en un segundo me pusiera de pie
y echara a andar en el pueblo aún dormido.

Mi cumpleaños empezó con los pájaros acuáticos
y con pájaros de árboles alados que volaban mi nombre
sobre las granjas y los blancos caballos
y yo me levanté en el lluvioso otoño
y eché a andar en el chaparrón de todos mis días.
Era en la pleamar y las garzas buceaban cuando tomé el camino fronterizo
y aún estaban cerrados los portales del pueblo
mientras el pueblo se iba despertando.

Toda una primavera de alondras en una nube rodante
y las matas a orillas del camino desbordaban de mirlos silbadores
y el sol de octubre a la manera del verano
sobre el hombro del cerro
fueron climas amigos y hubo dulces cantores
que llegaron de pronto en aquella mañana por la que yo vagaba
y escuchaba cómo se escurría la lluvia;
frío, el viento soplaba
en el bosque, muy lejos, a mis pies.

Pálida lluvia en el puerto encogido
sobre la iglesia mojada por el mar, tan pequeña
que semejaba un caracol con sus cuernos a través de la niebla
y del castillo pardo como los búhos;
pero todos los jardines de primavera y de verano
florecían en los cuentos fantásticos
detrás de la frontera y debajo de la nube invadida de alondras.
Allí podía yo maravillarme,
mi cumpleaños iba yéndose pero el tiempo giraba alrededor.

Girando me apartaba del país jubiloso,
bajaba por el aire cambiado y por el cielo alterado de azul
fluía de nuevo una maravilla de verano
con manzanas y peras y grosellas rojas:
y vi tan claro en el rodar del tiempo
aquellas olvidadas mañanas cuando un niño paseaba con su madre
por entre las parábolas del sol
y las leyendas de las verdes capillas

y por los campos de la infancia ya dos veces contados
porque sus lágrimas quemaron mis mejillas y su corazón se conmovió en el mío.
Estos eran los bosques y era el río y el mar
allí donde un muchacho
en el verano atento de los muertos
murmuraba la verdad de su gozo
a los árboles, las piedras y el pez en la marea.
Y el misterio cantó vivo
en el agua y en el gorjeo de los pájaros.

Y allí podía yo maravillarme
mientras mi cumpleaños se alejaba aunque el clima diera la vuelta en redondo
y el gozo verdadero del niño muerto hace tanto tiempo
cantaba ardiendo bajo el sol.
Cumplía treinta años hacia el cielo y en el mediodía del verano
aunque la villa al fondo se cubriera de hojas por la sangre de octubre.
Oh, que en este alto cerro
a la vuelta de un año
la verdad de mi corazón sea cantada todavía.



sábado, 18 de abril de 2020

Hablándole al dolor (por Denise Levertov)


Ah, dolor, no debería tratarte como a un perro de la calle
que viene hasta la puerta de atrás
buscado unas cáscaras, un hueso pelado.
Debería confiar en ti.

Debería persuadirte
de que entres en casa y asignarte
tu propio rincón,
una alfombra vieja para que te eches,
un cuenco de agua.

Crees que no sé que estuviste viviendo
bajo el porche.
Deseas que tu verdadero lugar esté listo
antes de que llegue el invierno. Necesitas
un nombre,
un collar y una placa. Necesitas
el derecho a advertir a los intrusos,
a considerar
mi casa como tuya,
mi persona como tuya
y a ti mismo, mi perro.



viernes, 17 de abril de 2020

Vuelvo a arrojar la red (por César Bandin Ron)


Soy pescador,
arrojo la red y luego
la recojo, una y otra vez;
aunque lo que trae la red
nunca se sabe.
Si es alegría seguiré
de pie, si es tristeza
seguiré de pie;
de todos modos, vuelvo
a arrojar la red al mar
y a recogerla luego.
Así una y otra vez;
aunque lo que trae la red
nunca se sabe.


jueves, 16 de abril de 2020

En tu mudanza (por Diego Medina Poveda)


En todas las mudanzas se nace y resucita,

cuántos recuerdos van a la basura,

nos llevan de la mano a otros momentos,

pero un impulso misterioso logra

-en un alarde estoico

o simplemente por desidia-

borrar las huellas de unos pasos firmes

que creímos perpetuos, pero nada

permanece…


y es en estos instantes

de hipótesis de espacios, de cintas métricas,

de imaginar cocinas donde antes

solo había un salón

con sus estanterías de escayola,

cuando emergen desnudos por la puerta

los nuevos inquilinos:

da igual si el hombre quiso demasiado

o si una vez el miedo inundó sus retinas,

o si ella recorrió medio mundo y ahora

quiere vivir en veintisiete metros cuadrados.

No importa -como digo-,

abunda en paradojas la mudanza,

porque mover un mueble -un simple acto- revela

un éxtasis doméstico:

en un segundo, estando de cuclillas,

levantando la cómoda en volandas,

puede ante ti pasar toda la vida,

y en ese grito interno que callamos con fuerza

hay dioses, sinestesias, melodías,

que transportan el cuerpo a otros lugares.

Imagina si ya, descalzo penitente,

evitas con tus pies mortificados

que un cajón sin soporte toque el suelo…

(No quiero ni pensar el alarido,

pero yo así –recuerdo-

también creí en Dios y en Jesucristo).


No morirás, prometo, en tu mudanza,

aunque simule el ciclo de los días,

aunque una cicatriz dibuje por tus dedos

las horas que pasaste

arrastrando lo antiguo con lo nuevo,

bautizando un olor que era de nadie

para así darle un nombre,

para que exista un mundo,

que sea vuestro mundo y se haga carne.


Después vendrán amigos, no estáis solos.

No olvidéis adquirir aquel felpudo

que da la bienvenida –es importante-,

y que al entrar se quiten los zapatos.


miércoles, 15 de abril de 2020

Aunque sea ceniza (por José Ángel Valente)


Cruzo un desierto y su secreta
desolación sin nombre.
El corazón
tiene la sequedad de la piedra
y los estallidos nocturnos
de su materia o de su nada.

Hay una luz remota, sin embargo,
y sé que no estoy solo;
aunque después de tanto y tanto no haya
ni un solo pensamiento
capaz contra la muerte,
no estoy solo.

Toco esta mano al fin que comparte mi vida
y en ella me confirmo
y tiento cuanto amo,
lo levanto hacia el cielo
y aunque sea ceniza lo proclamo: ceniza.

Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora,
cuanto se me ha tendido a modo de esperanza.


martes, 14 de abril de 2020

Y así acaba esta historia (por Raquel Jaduszliwer)


Sí, era como escuchar voces en la antesala del hospicio
o en el jardín desnudo donde podría haber estado el paraíso
allá donde los árboles prefieren no haber nacido árboles
ni morir como árboles
y todo se ve mal hecho, como de agua enrarecida
mientras tanto
una piedra rodaba con esfuerzo
cargaba los pecados del mundo:
ah, helo aquí, este es el núcleo del dolor atómico
todo el peso rodando sobre la tierra ignota
todo el peso del mundo concentrado en una gota de arena

y así acaba esta historia, se aviene a ser contada
entre los numerosos pliegues
de una noche tardía.
Se oye decir que la mañana es limpia y se llevará la bruma
y las horas que vendrán serán propicias; ilusionado
a las puertas del día el hablante parte de la idea
de que el tiempo es pródigo
y que la duración tiene la misma extensión que el horizonte
curvado en sus extremidades sobre la tierra plana

de eso se trata el aire de la narración:
el magnetismo de un presente continuo
su ondulación hipnótica
la distracción que puede ser fatal.

Demasiado ese hielo donde jamás estuve
me ceñían tus ojos como una venda oscura
y era tanto ese blanco
el viento se perdía como un viajero ciego

ahora
por la planicie de la tarde avanzo
ya sé cuánto de plomo se esconde en el doblez de la mañana
cuánto de inabarcable lo que la noche vuelca en su deceso

sin embargo
quiero pensar en algo incierto
indicios de un tesoro
algo que brille.

Por el declive de la noche
siguiendo sin saberlo la dirección de lo ausentado
de pronto me sorprende el caracol del tiempo, sus desvíos
allá voy al encuentro de la rosa volcada

la verdad es flagrante, como una flor se abre
la rosa está inundada, excedida de abismo.

Tomarás un manojo de ceniza
lo arrojarás al aire como un ramo de novia
será tu gesto grávido, tu señal de la cruz

cada gramo de nada que se eleva y se cae
será de tu semilla
simiente dispersada de lo que creías tuyo
y no será de nadie

oscurece
todo aquello descenderá en tu nombre


lunes, 13 de abril de 2020

¿Cómo podría saber ella? (por Liu Yong)


Llueve y llueve
la tarde desde el cielo,
cayendo sobre el río,
bañando de frío el aire de este otoño.
Poco a poco la escarcha cae y sopla el viento helado
sobre las pocas personas que cruzan el arroyo o la colina,
mientras se desvanece la luz del sol que se ahogaba en mi habitación.
En todas partes, el rojo y el verde se marchitan:
no hay más esplendor que un día soleado.
Solo las olas del Río Largo
fluyen en silencio hacia el este.

No puedo soportar
ir tan alto y mirar hacia lo lejos, para ver donde
mi tierra natal se pierde en una niebla tan espesa
que carga de nostalgia mi corazón solitario.
Suspiro por todos los años que vagué.
¿Por qué debería demorarme sin ninguna esperanza?
Desde su habitación, mi amor
miraba con ojos de anhelo.
¿Cuántas veces ha confundido velas errantes
en el horizonte con aquellas velas que fueron mías?
¿Cómo podría saber ella que,
caminando junto a los rieles,
con esta fría tristeza en la cara, aún la sigo extrañando?


domingo, 12 de abril de 2020

Árdeme (por Juan Gelman)


Habítame, penétrame.
Sea tu sangre una con mi sangre.
Tu boca entre mi boca.
Tu corazón agrande el mío hasta estallar…

Desgárrame.
Caigas entera en mis entrañas.
Anden tus manos en mis manos.
Tus pies caminen en mis pies, tus pies.

Árdeme, árdeme.
Cólmeme tu dulzura.
Báñeme tu saliva el paladar.
Estés en mí como está la madera en el palito.

Que ya no puedo así, con esta sed
quemándome.
Con esta sed quemándome.
La soledad, sus cuervos, sus perros, sus pedazos.


sábado, 11 de abril de 2020

Si alguien me preguntase por qué (por Emily Dickinson)


El murmullo de una abeja
un hechizo que me puede
Si alguien me preguntase por qué
sería más fácil morir
que decirlo

El rojo sobre la colina
hace suyo mi deseo
Y si alguno se burla
que se cuide -porque Dios está aquí-
eso es todo

El despuntar del día
eleva mi altura
Si alguien me pregunta cómo lo hace
el Artista que así me diseñó
debería decirlo



viernes, 10 de abril de 2020

Sauce (por Anna Ajmátova)


Crecí en un silencio de arabescos,
en una estancia fresca, de niños a primeros de siglo.
No me interesaban las voces humanas,
pero comprendía bien la voz del viento.
Amaba a los cardos y a las ortigas,
y sobre todo a mi sauce de plata.
Buen compañero toda la vida,
sus ramas llorosas
abanicaban mi insomnio con sueños.
Y, quién lo dijera, le he sobrevivido.
Ahí queda su tronco, y con voces extrañas
hablan otros sauces
bajo nuestro cielo. Y yo callo...
Como si hubiera muerto un hermano.


jueves, 9 de abril de 2020

Cuando vienes (por Yvan Goll)


Yo era un árbol tupido
con una barba de musgo y orugas
en el corazón del bosque
con piel de elefante
que no se dobla por crímenes ni tormentas
sino que con mil brazos desafía a los vientos los dioses
con los pies torcidos araño la tierra sorda
¡negra y sola y grande!
Cuando vienes
bailando
por la cuerda de mi corazón
sobre una rama sin esperanza
con tu pecho rosado
y despiertas las tristes madrugadas
mis párpados laten de repente
como hojas nuevas
y frente a ti, pájaro, sombra de pájaro
mi tronco al que ninguna tormenta ha encorvado
tiembla.


miércoles, 8 de abril de 2020

Si mi flor me llamara… (por Juvencio Valle)


(Allá iría arrastrando azadas y regaderas,
jardinero celoso iría con mis botánicas,
todas mis herramientas de sueño y bolsillo:
mis cúpulas invernales para su débil talle,
y mis mojadas basílicas para que su frente
hallara como en un templo su reclinatorio.

Si hoy mismo me solicitara iría volando,
tomaría el tren del Sur para ir en su ayuda;
sé que el hacha se ha alzado contra su tienda,
aguijaría el caballo, llegaría como desvelado
con las manos en alto, antes que el huracán
se me adelantara apagándome su dulce llama.)


martes, 7 de abril de 2020

Amor en el manicomio (por Dylan Thomas)


Apareció una extraña
a compartir mi cuarto en la casa que está mal de la cabeza,
y loca como los pájaros

cierra el pestillo de la noche con su brazo su pluma.
Sujeta al caos de la cama
burla la casa anticielo con nubes furtivas

pero en sus rondas burla la habitación de pesadilla,
a sus anchas como los muertos,
o monta el mar soñado de los pabellones de hombres.

Ha venido poseída
la que atraviesa con luz las paredes que rebotan,
poseída por los cielos

duerme en la estrecha acequia pero transita el polvo
pero delira a gusto
sobre las tablas del manicomio transidas por mis lágrimas.

Y llevado por la luz en sus brazos de una ansiada vez por todas
podré ya sin excusas
sufrir la primera visión que incendió las estrellas.


lunes, 6 de abril de 2020

Terredad (por Eugenio Montejo)


Estar aquí por años en la tierra,
con las nubes que lleguen, con los pájaros,
suspensos de horas frágiles.
A bordo, casi a la deriva,
más cerca de Saturno, más lejanos,
mientras el sol da vuelta y nos arrastra
y la sangre recorre su profundo universo
más sagrado que todos los astros.

Estar aquí en la tierra: no más lejos
que un árbol, no más inexplicables;
livianos con otoño, henchidos en verano,
con lo que somos o no somos, con la sombra,
la memoria, el deseo, hasta el fin
(si hay un fin) voz a voz,
casa por casa,
sea quien lleve la tierra, si la llevan,
o quien la espere, si la aguardan,
partiendo juntos cada vez el pan
en dos, en tres, en cuatro,
sin olvidar las sobras de la hormiga
que siempre viaja de remotas estrellas
para estar a la hora en nuestra cena
aunque las migas sean amargas.



domingo, 5 de abril de 2020

Para entrar en tus sueños (por Margaret Atwood)


Me gustaría verte dormir,
aunque podría no suceder.
Me gustaría mirarte
durmiendo. Me gustaría dormir
contigo, para entrar
en tus sueños mientras su suave ola oscura
se desliza por mi cabeza,

y para caminar contigo a través de ese resplandeciente
bosque tembloroso de hojas azules y verdes
con su sol diluido y sus tres lunas
hacia la cueva donde debes descender,
hacia el peor de tus miedos,

me gustaría darte la rama
de plata, la pequeña flor blanca, la única
palabra que va a protegerte
de la aflicción en el centro
de tus sueños, de la aflicción
en el centro. Me gustaría seguirte
otra vez por las largas
escaleras y convertirme
en el bote que te lleve remando con cuidado
de vuelta, una llama
en dos manos ahuecadas
hasta donde tu cuerpo descansa
junto al mío, y entras
en él tan fácilmente como en un respiro,

me gustaría ser el aire
que te habita solo por
un momento. Me gustaría pasar así de inadvertida
y ser así de necesaria.


sábado, 4 de abril de 2020

Aquí, Madrid 1954 (por Ángel González)


Un hombre lleno de febrero,
ávido de domingos luminosos,
caminando hacia marzo paso a paso,
hacia el marzo del viento y de los rojos
horizontes —y la reciente primavera
ya en la frontera del abril lluvioso...—.

Aquí, Madrid, entre tranvías
y reflejos, un hombre: un hombre solo.

—Más tarde vendrá mayo y luego junio,
y después julio y, al final, agosto—.

Un hombre con un año para nada
delante de su hastío para todo.



viernes, 3 de abril de 2020

La ausencia de mi persona se dirigió a la salida (por Wislawa Szymborska)


Mi no llegada a la ciudad de N
tuvo lugar puntualmente.

Fuiste avisado
con una carta no enviada.

Lograste no llegar
a la hora prevista.

El tren llegó al andén número tres.
Bajó mucha gente.

Entre la muchedumbre la ausencia de mi persona
se dirigió a la salida

Varias mujeres me sustituyeron
rápidamente
en aquella rapidez.

A una de ellas se le acercó corriendo
alguien para mí desconocido,

pero ella lo reconoció
inmediatamente.

Intercambiaron ambos
un beso no nuestro,
durante el cual se perdió
no mi maleta.

La estación de la ciudad de N
superó el examen
de la existencia objetiva.

La totalidad estaba en su sitio.
Los detalles se movían
por las vías marcadas.

Incluso se produjo
la cita convenida.

Fuera del alcance
de nuestra presencia.

En el perdido paraíso
de la probabilidad.

En otra parte.
En otra parte.
Cómo suenan estas palabras.


jueves, 2 de abril de 2020

Simulacro (por Rafael Berrio)


Temo haber vivido mi vida como si ello fuera un simulacro,
como si yo tuviera el don de vivir por mí dos veces,
de haber dejado a un lado la que importa 
en prenda de una vez futura,
y haber malgastado en borradores la presente.

De no saber que la vida sucede a medida que sucede,
y que no hay una vida en serio y otra vida de licencia.
Que cada ensayo, cada error, en suma, forman
las constantes y variables del álgebra de la existencia.

Y en esa ecuación que es cosa resuelta estamos,
esbozada débilmente en el margen de un folio en blanco.
Siento no haber sido tan audaz, 
de un trazo algo más firme,
haber perdido un tiempo de oro 
en pruebas y ensayos.

Y ahora es tarde,
algo tarde,
pues temo ir ya malherido.
Temo haberme consumido
como si yo tuviera el don
de vivir dos veces.

Temo haber vivido mi vida como si ello fuera un simulacro
y he sido un mal actor confiando en la noche del estreno.
Pero qué vida será la que prolongue o dé segundas funciones,
si en ella todo es rol improvisado y relleno.

Temo haberme pasado la vida reuniendo el valor que me falta
y declarando intenciones solemnes frente a un espejo,
dejando las cosas para una mejor ocasión que no llega.
En el fondo he estado siempre en babia y con la mente muy lejos.

Temo haber vivido mi vida como si ello fuera un simulacro,
como si yo tuviera el don de vivir por mí dos veces,
de haber dejado a un lado la que importa en prenda de una vez futura,
y haber malgastado en borradores la presente.


miércoles, 1 de abril de 2020

Acróbatas (por Isidro Saiz de Marco)



acróbatas guardando el equilibrio



con un pie en lo real

otro en el sueño



sin inclinarse mucho de un solo lado



para no caer del todo en el delirio

para no derrumbarse en la aridez


buscando el punto justo

en cuerdas

en aleros

en alféizares


una ráfaga de aire

un estornudo

una tos

un calambre

podría abatirlos


tanteando el sitio idóneo


un pie en la sequedad

del suelo firme y áspero


el otro pie en las nubes

de lo amado y sentido y vaporoso


diariamente el afán

erguidos pese a todo

probando el contrapeso

ayudándose de los brazos extendidos


alzándose

encogiéndose

contorsionándose


un pie puesto en las cosas de aquí abajo

el otro en la inmateria por ellas segregada


cambiando de postura cada vez que

un temblor

o un roce

o un retumbar

los descompensa


cada pie en una zona tan distinta

cada pie en un lugar tan alejado


trémulos

inestables

a un paso de

c

a

e

r

agarrándose entonces al alambre

colgándose de él

encaramándose


y todo el tiempo así

equilibristas

del gran circo

del gran teatro del mundo


curtidos ya en todas las

acrobacias