zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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domingo, 31 de mayo de 2020

Vacío mis zapatos (por Mark Strand)


Me vacío de los nombres de los otros. Vacío mis bolsillos.
Vacío mis zapatos y los dejo al lado de la ruta.
Cuando se hace de noche arraso los relojes.
Abro el álbum de fotos familiares y me miro de pequeño.

¿De qué sirve? Las horas hicieron su trabajo.
Digo mi propio nombre. Me despido.
A las palabras se las lleva el viento, volando una tras otra.
Amo a mi esposa pero la envío lejos.

Mis padres se levantan de sus tronos, y suben
a las lácteas estancias de las nubes. ¿Cómo voy a cantar?
El tiempo me revela lo que soy, y cambio y soy el mismo.
Me vacío de mi vida y aún me queda mi vida.


sábado, 30 de mayo de 2020

Lo no hecho (por Robert Rivas)


no, ese festival a orillas del río sagrado
la lectura en griego de Safo, no
pasé por New Hampshire tampoco
no exploré el cante jondo
conozco a medias la historia de Ofelia
la foto que Nadar hizo de Sarah Bernhardt- no la vi
cristales de roca en las cuevas de Psicia
las calles de Jerusalén para otra vida
en trineo por los hielos de Labrador
las palabras justas para describir el peso de sus manos
no he probado el tautófono
los pisos de vidrio negro en el lupanar chino
no he visto al atún arremolinándose al final de mi línea
jugo de palma entre las moscas de Colombe-Bechar
no he sido enano, ni albino, ni obeso
no estuve en la masacre de Retif
ni me asfixié en el naufragio del RMS Lancastria
no era yo quien jugaba en las calles de Belfast
ni pasé mis mejores años en la fábrica de hojalata de Chenstochowa
no era yo ése que bailaba con los árboles
el que marchaba con Malcolm X y Stokely Carmichael
el chico descalzo de la estación Lao Cai
el que pintaba con rayos de sol distraídos
el que saltaba de la escollera al mar de noche
el que contrapuso a Terencio con Propercio y a Tácito con Ovidio
el que era amigo de Yü mei jen
o discípulo del profesor jubilado Stefan Szuman
el que aprendió a dominar el didgeridú
el que comió Lüfer azul con las manos en las calles de Antioquía
no
el que se aprendió de memoria los poemas de Kazimiera Illakowiczowna
no
el que tuvo ocho hijos
el que partió de las tinieblas del 'tiempo-de-ahora' (honyn kairós)
no
el que vivió en la Fondamenta delle Zattere con una santa
el que recorrió los anales judiciales de Viena y escarbó en los casos Riehl y Hervay
el que esbozó no una sino varias cosmovisiones
el que murió por otro
el que se emborrachó con raki en una taberna de Cluj
no era yo
el que aprendió a tejer con las lanzaderas
el que se inició en la ardua lengua finesa
el que recorrió la estepa desde Pedynivka
el que nadó entre el apareamiento de las ballenas frente a la costa de Manabí
el que pasó por conventos dominicos y basilianos
el que cambió de sexo
el que escribió "¿Qué importa quién habla?"
no estuve
no volé los planeadores Waco ni los Hadrian
ni desentrañé la espiritualidad de toda materia
ni estuve en la gran migración de la partición de la India
ni aprendí a leer la columna de Trajano
ni compuse mi sinfonía en el cuerpo de la mujer de la media luna
no fui selknam, ni cayuga, ni onondaga
no estudié los cielos
ni escalé el Fitz Roy
ni amé a una gitana albanesa en las orillas del río Shkumbin
ni vi pasar la Marcia su Roma de Mussolini
ni soñé con Pound en su cárcel de hierros en Pisa
ni trabajé en la Puszta
ni sembré cebada lino centeno
ni alcé las velas de un dhow o de una falúa
ni navegué el mar de Célebes o el golfo de Siam
nada de eso

Y a veces me pregunto qué es lo que he hecho
y cómo es que no hice lo no hecho,
y me digo,
así como una broma o un secreto:
¿Será tan sólo que no habré tenido tiempo?


viernes, 29 de mayo de 2020

El pasto (por Carl Sandburg)


Amontonen los cuerpos en Austerlitz y Waterloo.
Remuévanlos con una pala y déjenme trabajar —
Yo soy el pasto. Todo lo cubro.

Amontonen los cuerpos en Gettysburg, Ypres y Verdún.
Remuévanlos con una pala y déjenme trabajar.

Pasarán dos o diez años y los pasajeros
preguntarán al conductor:

¿Qué lugar es éste?
¿Dónde estamos?

Yo soy el pasto.
Déjenme trabajar.


jueves, 28 de mayo de 2020

De mí brotaban ramas (por Irena Klepfisz)


anoche soñé que era
un demacrado árbol sin vida
y tú trepabas hasta mi nido.
estabas calma tan seria
mientras envolvías tus piernas
en mi tronco y presionabas
tu cuerpo contra el mío. y
dondequiera que tu humana piel
tocara mi dura corteza de mí
brotaban ramas hasta que
exuberante de hojas me volví
toda verde y plateada frágil
como plumas sosteniéndote
dormida en mis brazos de madera


miércoles, 27 de mayo de 2020

Río corriente y ahora madre (por Eavan Boland)


Mi madre murió un verano—
el más húmedo según los registros del estado.
Las cosechas se pudrían en el oeste.
Los manteles a cuadros se disolvían en los jardines traseros.
Las reposeras vacías acumulaban agua de lluvia.
Mientras iba hacia ella
a través del tráfico, a través de las lilas que goteaban turbias
detrás de las casas
y en las veredas, para brindarle
el último homenaje de una hija, pensé en algo
que recordé
haber oído una vez, que el cuerpo es, o
dicen que es, casi todo
agua y mientras giraba hacia el sur, que la nuestra es
una ciudad de eso,
una en la que
cada día los elementos comienzan
un viaje hacia otro que jamás,
debido al clima,
falla—
el océano visible en los bordes que lo delimitan,
color de nube alcanzando el aire,
con el Liffey almacenando uno y emplazando al otro,
la sal recibiendo en el North Wall la falta de aquello y,
como si esto no fuera suficiente, todo ello
terminando casi todas las tardes
en nuestro discurso—
costa canal océano río corriente y ahora
madre y seguí conduciendo y aunque
la mente no es fiable cuando sufre, en
el próximo aguacero casi parecías
que podían ser las sombras uno del otro,
el modo en que el cuerpo es
de cada uno de ellos y ahora
estaban otra vez en marcha —niebla en neblina,
neblina en bruma de mar y ambas en el esmalte aceitoso
que reposa en las barandas de
la casa donde ella se moría
a medida que yo entraba


martes, 26 de mayo de 2020

Si lo hubieran sabido (por Sebastián Riestra)


Los muertos, según creemos,
han dejado para siempre
de saber. Pero si lo hubieran
sabido antes, ¿qué hubieran
hecho? ¿Habrían peleado
como pelearon? ¿Hubieran dado
sus vidas, las de sus mujeres
y amigos, padres y hasta hijos
como lo hicieron, luminosos
y feroces? ¿O se hubieran dedicado
(en vez de a hacer la revolución)
a la literatura, el cine, la docencia,
la pesca? Si los muertos, digo, hubieran
conocido el futuro: ¿habrían hecho
lo que hicieron? ¿O se hubieran quedado
tomando vino, fumando
y conversando a la luz de las estrellas
acerca del destino del país,
este terrible país que amaron
incluso hasta la muerte?


lunes, 25 de mayo de 2020

Tanta luz, tanta vida (por José Hierro)


Amanece. Descalzo he salido a pisar los caminos,

a sentir en la carne desnuda la escarcha.

¡Tanta luz, tanta vida, tan verde cantar de la hierba!

¡Tan feliz creación elevada a la cima más alta!

Siento el tiempo pasar y perderse y tan solo por fuera de mí se

detiene.

Y parece que está el universo encantado, tocado de gracia.

¡Tanta luz, tanta vida, tan frágil silencio!

¡Tantas cosas eternas que mellan al tiempo su trágica espada!

¡Tanta luz, tan abiertos caminos!

¡Tanta vida que evita los siglos y ordena en el día su magia!


Si la flor, si la piedra, si el árbol, si el pájaro;

si su olor, su dureza, su verde jadeo, su vuelo entre el cielo

y la rama.

Si todos me deben su vida, si a costa de mí de mi muerte

es posible su vida,

a costa de mí, de mi muerte diaria...

¡Tanta luz, tan remoto latir de la hierba...!

(Descalzo he salido a sentir en la carne desnuda la escarcha.)

¡Tanta luz, tan oscura pregunta!

¡Tan oscura y difícil palabra!

¡Tan confuso y difícil buscar, pretender comprender y aceptar,

y parar lo que nunca se para...!


domingo, 24 de mayo de 2020

Es del miedo (por Alicia Suskin Ostriker)


Pero en realidad es del miedo de lo que quieres hablar
y no encuentras las palabras
entonces te burlas de ti misma

te tratas de cobarde
te despiertas a las 2 de la mañana pensando tonta,
fracaso, incapaz de dormir, incapaz de dormir

zumbando en tu colchón con dos almohadas,
y un cubrecama al que le dicen comforter,
lo que implica que el consuelo puede comprarse

y pagarse, para colaborar con el miedo, con el fracaso
tus dos cómodas de nogal se ríen, las bibliotecas se lamentan
los cuadros en las paredes te compadecen, el hombre que duerme

a tu lado con un olor como a musgo y hongos consuela
pero nunca bastante, nunca, lo oscuro del plafón en el techo
los pliegues de terciopelo ocultan la ventana

y el ruido del tráfico como un animal vicioso
que anda suelto ahí afuera-
fanfarroneas con los amigos que la muerte no te molesta, tan solo la agonía

qué mentirosa-
todos los demás miedos, al rechazo, al dolor físico,
a perder el juicio, la vista

¡son todos parte de este!
¡huellas de este! Tu pelo gruñe en el peine
ese reloj encendido la única luz de la habitación


sábado, 23 de mayo de 2020

Reposos en su vida (por Jorge Urrutia)


Echando la vista atrás
ha habido reposos en su vida,
lentos atardeceres, serenas tardes prietas
de amor y mansedumbre,
sonrisas y caricias, besos, manos cogidas
como se coge el agua, como se ahoga
el corazón nervioso, emocionado.
La pluma recorría delicada el papel,
surgía la palabra lamiendo la garganta.
Que la inquietud es bella si aquieta los recuerdos
dolorosos. Recuerdos.


viernes, 22 de mayo de 2020

Solo esa rama de mirto (por Pedro Ignacio Vicuña)


Al final
todas las tintas
las manchas y las trazas
que uno deja en el papel
todos los diarios que uno escribe
todas las señas
las marcas en el muro
los pasos en silencio
son diarios de muerte.

La fatigosa lucha se desgasta
el insistente martillo
la duda impenitente
dejan su sombra en las cuartillas
en el garabato inane
en la raya absurda.

Solo esa rama de mirto
que juguetea airosa
y el pelo cayendo por la espalda
el eco de una voz en Sardes
caminando sobre el agua
aquello que uno ama
permanecen en el aire
en su rodar puro
sin propósito ni afán
en el tiempo
ignorando la sombra
la boca negra
de las sombras.


jueves, 21 de mayo de 2020

Gacela del amor desesperado (por Federico García Lorca)


La noche no quiere venir

para que tú no vengas

ni yo pueda ir.


Pero yo iré

aunque un sol de alacranes me coma la sien.

Pero tú vendrás

con la lengua quemada por la lluvia de sal.


El día no quiere venir

para que tú no vengas

ni yo pueda ir.


Pero yo iré

entregando a los sapos mi mordido clavel.

Pero tú vendrás

por las turbias cloacas de la oscuridad.


Ni la noche ni el día quieren venir

para que por ti muera

y tú mueras por mí.


miércoles, 20 de mayo de 2020

Mi alma encontró a mi corazón (por Roberto Bolaño)


En el camino de los perros mi alma encontró
a mi corazón. Destrozado, pero vivo,
sucio, mal vestido y lleno de amor.
En el camino de los perros, allí donde no quiere ir nadie.
Un camino que sólo recorren los poetas
cuando ya no les queda nada por hacer.
¡Pero yo tenía tantas cosas que hacer todavía!
Y sin embargo allí estaba: haciéndome matar
por las hormigas rojas y también
por las hormigas negras, recorriendo las aldeas
vacías: el espanto que se elevaba
hasta tocar las estrellas.
Un chileno educado en México lo puede soportar todo,
pensaba, pero no era verdad.
Por las noches mi corazón lloraba. El río del ser, decían
unos labios afiebrados que luego descubrí eran los míos,
el río del ser, el río del ser, el éxtasis
que se pliega en la ribera de estas aldeas abandonadas.
Sumulistas y teólogos, adivinadores
y salteadores de caminos emergieron
como realidades acuáticas en medio de una realidad metálica.
Sólo la fiebre y la poesía provocan visiones.
Sólo el amor y la memoria.
No estos caminos ni estas llanuras.
No estos laberintos.
Hasta que por fin mi alma encontró a mi corazón.
Estaba enfermo, es cierto, pero estaba vivo.
Soñé con detectives helados en el gran
refrigerador de Los Ángeles
en el gran refrigerador de México D.F.


martes, 19 de mayo de 2020

Cansada de ser mujer (por Anne Sexton)


Estaba cansada de ser mujer
cansada de ollas y cucharas,
cansada de mi boca y de mis senos,
cansada de afeites y cansada de sedas.
Aún había hombres sentados a mi mesa,
en círculo ante el cáliz que yo les ofrecía.
El cáliz rebosante de uvas moradas
y moscas que zumbaban atraídas por el olor.
Aún mi padre vino, trajo su hueso blanco.
Pero estaba cansada del género en las cosas.

Anoche tuve un sueño
y le dije...
“Tú eres la respuesta.
Vivirás más que mi esposo, vivirás más que mi padre.”
Veía en este sueño la ciudad encadenada
donde se ejecutó a Juana de Arco vestida de varón.
La naturaleza de los ángeles seguía siendo un enigma
ya que no hay dos siquiera de igual condición,
uno tiene nariz, aquel lleva en la mano su oreja,
otro mastica el astro, por dar cuenta de su órbita
cada cual una línea, se obedece a sí mismo
cumpliendo las funciones de Dios,
aquella persona aparte.

“Tú eres la respuesta”,
así dije y entré,
me tendí a las puertas de aquella ciudad.
Sujetaron, mi cuerpo rodeado de eslabones,
perdí género común, perdí apariencia final.
Adán se colocó a mi izquierda
y a mi derecha Eva,
ambos del todo incongruentes con el mundo racional,
trenzamos nuestros brazos,
cabalgamos bajo el sol
y no era ya mujer,
tampoco esto ni aquello.

Oh, hijas de Jerusalem,
el rey me trajo a su aposento.
Soy morena y soy hermosa.
Me han abierto y desnudado.
No tengo brazos ni piernas.
Como el pez, soy una sola piel.
Y no soy más mujer
de lo que Cristo fue varón.


lunes, 18 de mayo de 2020

Hay un hermanamiento (por Basilio Sánchez)


La luz del mediodía,
como un pájaro ciego,
se sostiene en lo más alto del aire.
Las raíces del mosto sacan agua
de las profundidades de la tierra.

Hay un hermanamiento,
una especie de familiaridad entre las cosas
que conforman el mundo,
como si cada una cuidara de la otra,
como si la alegría en la que viven inmersas
fuera un logro de todas,
la conquista de una comunidad.

Acercarnos con afecto a las cosas
nos permite intimar con lo sagrado
que permanece en ellas.

La mañana está en deuda con la cosecha de las flores.
El que entiende de pájaros entiende de narcisos.


domingo, 17 de mayo de 2020

Pero debemos ir (por Charlotte Mew)


Desde nuestro lugar junto al fuego
donde dormimos, soñamos y observamos el resplandor
o rastrillamos las cenizas, deteniéndonos
para que apenas veamos el sol o la lluvia arriba,
o mucho más alto
que este mismo fuego rojo o apagado.
Esta noche escuchamos una llamada,
un traqueteo en el cristal de la ventana,
una voz en el aire afilado,
y sentimos un aliento moviéndose en nuestros cabellos,
una llama dentro de nosotros:
algo rápido y alto que entró y salió, y eso fue todo.
¿Era un ángel brillante u oscuro? ¿Quién puede saberlo?
No dejó ninguna marca en la nieve,
pero de repente rompió la cadena,
abrió de par en par la puerta
que no volverá a cerrarse;
y ya no podemos sentarnos más aquí.
Debemos levantarnos y partir:
el mundo es frío y oscuro,
y está cubierto de misterio, enemistad y duda,
pero debemos ir, aunque no sepamos
quién llamó ni qué huellas dejaremos en la nieve.


sábado, 16 de mayo de 2020

Al día siguiente (por Vicente Huidobro)


Al día siguiente del día siguiente
el ocaso era tan familiar como un susurro de cabellos desesperados
era tan tibio como una corbata
frente a la tierra que no sabe encerrarse
y que nunca ha podido desprenderse de sus ruidos
ni aun en la noche que se suspende como el aliento
ni en ese minuto de la tarde ese minuto de cuatro metros
semejante a un anciano que de repente se llena de infinito

Al día siguiente de la paloma siguiente
te dije que eras una lluvia para apresurar el tiempo
te dije que tenías una sonrisa de viento oscurecido
también sé que estás entregada en manos de ciertos astros
con el agrado de los ojos que te rodean
pero cuando venga el día de la distancia y de su propio fondo
entonces hablaremos
Yo sé que el mar te distingue y te prefiere
que ves tus lámparas tranquilas bajo la piel y tus fuentes de mirajes
ese estanque dormido que crea tu persona
y hasta esas hierbas que haces nacer en mi corazón

Al día siguiente del color siguiente
hallaste cosas de árbol y de emblemas de vidrio con luces guardadas
seguramente lejanas como la pequeña arena en los pies de los niños
mordiste el vacío enamorado de sus actitudes
más grande que nuestros dos fantasmas juntos
más poderosos que mis ojos concentrados en tu cuerpo
y aun que el día preocupado de tus manos
de tu color que crece como una campanada
de tus palabras rodeadas de palomas de tu luz de carne y hueso tu luz
en sus anhelos de saber andar y de poder morirse
para angustiar al tiempo ajeno a las estrellas

Al día siguiente del año siguiente
te entregaste al olvido como un río que divisa su agonía
que ve venir la muerte y le sale al encuentro
cerrando los párpados para no arrepentirse a tiempo


viernes, 15 de mayo de 2020

El abuelo me mira (por Juan Gelman)


El abuelo me mira desde
la foto de siempre, me mira
desde el fondo de Rusia y otras desgracias.
Desde el ghetto me mira. Dicen que
escribió una carta a Dios para
que inundara las casas de trigo,
de vino y de pan ázimo en Pascua,
y ató la carta a la pata de un pájaro
que voló de país en país buscando el cielo.
Me mira con las ojeras lentas
de quien veló el espanto. Nunca
me levantó en sus brazos. Nunca
lo tuve, nunca
me tuvo, nunca
es la palabra entre los dos. Quiso
que la verdad paseara por la calle
y la cubrió con una máscara
para que la quisieran.
Esa máscara es su rostro en la foto.
Le habrá pedido a Dios que no
borre ni escriba nada porque
todo podía ser peor. La foto
está enferma, levanta
una humareda de brazos que no se encontrarán.
Empoza su linaje y
me sigue como un perro.


jueves, 14 de mayo de 2020

Hay otro lenguaje (por Roberto Juarroz)


Hay palabras que sólo pueden decirse
en algunos lenguajes.
En los demás hay que dejar sus huecos
para que los ocupen los reflejos del azar.

¿Habrá alguna palabra
que no pueda decirse en ningún lenguaje?
¿Qué reflejo vendrá a ocupar su hueco?
¿Será suficiente ese reflejo
para fundar el lenguaje que falta?

Paralelo a las palabras de un lenguaje
hay otro lenguaje de los reflejos detenidos
en los huecos de las palabras que faltan.
No sería raro que ocurriese lo mismo
paralelamente a los lenguajes
y las palabras que no existen.


miércoles, 13 de mayo de 2020

Tú eras el viento (por Olav H. Hauge)



Tú eras el viento.

Yo una barca 

sin viento.

Tú eras el viento.

¿Cuál era el rumbo que tenía?

¡Quién pide rumbo

cuando uno tiene un viento así!


martes, 12 de mayo de 2020

Con la mirada fija en el anochecer (por Philip Larkin)


Confecciono cuidadosamente un cigarrillo, y busco
lumbre en la estufa. Con el pulmón lleno de humo
me reúno contigo en la ventana sin cortinas;
Nos reclinamos en el marco, mirando la plaza
ahí abajo. Un hombre pasa caminando
entre los despojos del naufragio. Y nosotros,
con la mirada fija en el anochecer,
compartimos un cigarro.

Al fondo del cuarto, nuestro amigo
bosteza y apila las barajas. El montón no es muy grande.
Y repartir una y otra vez de aquí a que amanezca no garantiza
las mejores manos. Además, la oscuridad ya no deja ver.
Entonces, patea la estufa y sobre sus piernas pone la guitarra,
toca esta nota, aquella.

Estoy temblando:
de pronto me veo cargado de un lenguaje de seis cuerdas.
De pronto me doy cuenta de que no pueden expresar
más que armonía, y no logran moverse
sin un feliz erizamiento de aire
que edifica en esta habitación otra distinta;
y la habitual contención del dolor aprieta,
porque juntos o en soledad no podemos
delinear aquella habitación; y es porque
no es una habitación ni un mundo, sino sólo
una figura girando en el aire erizado,
y por tanto, carente de verdad.

Entonces miro aquella plaza,
vacía una vez más, como el hambre después de una comida.
Me ofreces el cigarro y te digo Quédatelo,
pues me gusta ver el resplandor ir y venir
sobre tu rostro. ¡Qué pobreza habita nuestras manos
cuando sinceramente nos miramos a los ojos! Y de nuevo la guitarra
me esparce por la tarde como una nube a la deriva,
oscureciendo todo, incapaz de hacer llover.



lunes, 11 de mayo de 2020

En nuestra ausencia (por Eloy Sánchez Rosillo)


¿Sucede la belleza sin nosotros

o la crean los ojos al mirarla?

El ojo es solo parte de lo bello,

cristal vivo en sus trémulas urdimbres,

al igual que los astros. Pero no

es él quien dilucida, sino el alma,

y ésta puede observar desde muy lejos,

porque ya ha visto, y sabe, y ella misma

es también lo mirado. Hay en el mundo

muchos sitios secretos en los que arde

la belleza a esta hora y yo no estoy

ni existe otra conciencia —trepa el puma

por un árbol sin nombre en la recóndita

selva cifrada; en la montaña surge,

muy alto y a trasmano, inverosímil,

un lirio, hijo del alba, que en la tarde

se desvanece cuando el sol declina;

cae la lluvia en el claro de algún bosque

y la luna la pulsa como un arpa

en mitad de la noche—; sí, transcurre

a solas la hermosura en nuestra ausencia,

aunque no en vano late, pues el alma

la considera y la comprende. Y no hay

en lo que digo soledad, derroche

de lo creado. Hay abundancia fértil,

continuidad de un todo inacabable,

honda misericordia de la vida.


domingo, 10 de mayo de 2020

Y por eso baila (por Martín Bezanilla)


Mi padre, por ejemplo.

Cuarenta años suspirando en una fábrica.
Y por eso baila.
Por el Movimiento Obrero, baila.
A las cinco de la mañana, abandonando a su familia, baila.

Con la máquina de su vida.

En sus huertos libres, por el pan de unos hijos
que hoy le dicen ‘abuelo’, baila.

Baila porque se dio cuenta tarde:
el mundo es un lugar que se repite
como una mala canción de radiofórmula.

Y por eso baila.

Con el ritmo de otra vida, pero baila.

También mi madre, con decisión, a su lado baila.

Al abrir su negocio, mientras calienta la sopa,
riega con fe sus flores, los suegros o su nieto,
baila.

Para que no se enfríe el amor de aquel verano;
por el sueño de una familia, contra el tiempo,
contra el eco del nido vacío, baila.

Porque la música es toda la responsabilidad del mundo
ella baila.

Hasta volar exhausta, cada día, (nos) baila.

Y bailan mis hermanos para cambiar el ritmo del poema.

Alzando sus brazos al cielo, ¡bailan!

Para que el mundo tenga otro estribillo.

Detrás, mi abuela, ya no quiere bailar pero nos marca el paso.

Con su bastón, camino del cementerio, marca el paso.

Cuando visita a su marido y tararea algún ayer,
cuando nos habla del hambre, del hambre que es morirse,
nos muestra el paso.

Contra la vida. Por la muerte.

Bailando sin querer.

Con su bastón
mi sangre
marca el paso.


sábado, 9 de mayo de 2020

De otra manera (por Jane Kenyon)


Me levanté de la cama
con dos piernas fuertes.
Podría haber sido
de otra manera. Comí
cereal, leche
dulce, un melocotón
maduro, perfecto. Podría
haber sido de otra manera.
Llevé al perro cuesta arriba
al bosque de abedules.
Toda la mañana hice
el trabajo que me gusta.
A mediodía me acosté
con mi compañero. Podría
haber sido de otra manera.
Cenamos juntos
en una mesa con candelabros
de plata. Podría
haber sido de otra manera.
Dormí en una cama
en una alcoba con cuadros
en la pared
y planeé otro día
exactamente igual a éste.
Pero un día, lo sé,
será de otra manera.


viernes, 8 de mayo de 2020

De una belleza a otra (por Robinson Jeffers)


Belleza intensa y terrible, ¿cómo pudo la estirpe humana, con leves
nervios desnudos,
guiar aguas abajo su nave pequeña desde aquel varadero lejano?
Ahora, sólo porque sopla el nordeste y ondula, densa, la hierba,
y al oeste mellan los grandes mares y sobre el granito
se emblanquecen, rebosa la nave, y tiene pasión excesiva la danza
del mundo.
Si una borrasca de abril tanto llena el espíritu,
¿quién osaría vivir, aunque, como en la Tierra, tuviera recios
los huesos, arcos de un monte?
Aunque fuese su sangre como los ríos y tuviese férrea carne,
¿cómo osaría vivir? Fuerte ha nacido uno, ¿cómo aguantan
los débiles?

Se reclinan los fuertes sobre la muerte como sobre una roca:
ochenta años, y luego se encuentra cobijo y cubre los nervios desnudos
un hondo sosiego.
¡Sigue, sigue, oh belleza del mundo! ¡Oh tortura
de intenso alborozo! Ya he pasado con creces mi tiempo;
a Dios le he dado las gracias y mi labor ha acabado,
en la tiniebla me envuelven milenarias raíces de árboles;
el viento del noroeste agita sus cimas, pero no llega, no, a las raíces,
y me he trasladado
de una belleza a otra belleza: a la paz, al esplendor de la noche.


jueves, 7 de mayo de 2020

Una araña tejerá su nido (por Carl Sandburg)


Colgaremos en la pared un rifle oxidado, corazón,
con ranuras onduladas y escamitas de óxido.
Durante la oscuridad una araña tejerá su nido plateado
en el hueco más tibio de ese rifle.
También habrá óxido en el gatillo y en la mira.
Ninguna mano pulirá ese rifle colgado en la pared.
Los dedos índices y pulgares, distraídamente,
apuntarán, por pura casualidad, cerca del rifle.
Se hablará de las cosas medio olvidadas en el deseo de olvidar.
Le dirán a la araña: sigue, sigue, estás haciendo
muy buen trabajo.


miércoles, 6 de mayo de 2020

En la casa otra casa (por Beppe Salvia)


Ahora tengo una nueva casa, bonita
aunque no me he instalado en ella
todavía. Toda gris y destartalada,
las ventanas rotas, los vidrios hechos
añicos, los marcos podridos. Pero bonita
por el sol que recibe y la terraza
que aún está toda ella llena de chatarra,
y porque desde aquí puede verse casi
toda la ciudad. Y a la tarde, al crepúsculo
la ciudad parece una batalla lejana.
Amo mi casa porque es bonita
y silenciosa y fuerte. Parece haber
aquí en la casa otra casa, de sombra,
y en la vida otra vida, eterna.


martes, 5 de mayo de 2020

Nunca sales (por Rafael Baldaya)


No sales nunca de tu inocencia niña.
No sales nunca del dolor que sentiste.
No sales nunca del miedo en que temblabas.
No sales nunca del amor que habitaste.
No sales nunca de la desolación.
No sales nunca de la deriva,
de la zozobra, 

del naufragio.
No sales nunca de dormirte abrazando.

No sales nunca del puerto al que arribaste.
No sales nunca de la alegría de entonces.
No sales nunca del barro en que te hundiste.
No sales nunca de aquello en que creías.
No sales nunca de la culpa, 
del arrepentimiento.
No sales nunca de la ingenua ilusión que te movía.
No sales nunca de la vieja extrañeza.
De lo cruzado y de lo atravesado
-lo que cruzó por ti,
lo que te atravesó- no sales nunca.
Del todo-todo-todo nunca sales de nada.


lunes, 4 de mayo de 2020

Hasta olvidar que yo quería irme a otra parte (por Diana Bellessi)


Así de pronto
y sin que nadie las llamara
las dos cabritas aparecen
correteando al fondo
de la casa con una gracia
imposible de esquivar

una negra y otra blanca
en manchas marrón rojizo
se paran frente a la ventana
y me miran con sus ojos dulces
sus cuernitos

como un retablo medieval
sacado de mi infancia
y me derrito

es de lo único
que quiero hablar

dónde se ha visto
¿cabras en el monte del delta?
¡si ustedes andan
por otros montes carajo!

me peleo así
aunque no puedo
dejar de mirarlas
y balamos juntas entre risas
hasta olvidar que yo quería

irme a otra parte
en la poesía

algún corral cerrado
frente al cual la audiencia
me tomara en serio
como toma a los jóvenes
y a los maestros y no

andar topándonos
y cayendo sobre el pasto
en vueltas de carnero
con estas cabritas jóvenes
y hermosas mientras sale el sol y trinan

las ranas en la zanja
como trinan pájaros palabras
llevados por el viento sur
que despeja las nubes
mientras todo baila


domingo, 3 de mayo de 2020

Para evitar morir de doble muerte (por Carlos J. Aldazábal)


No es fácil perder tantas peleas,
remontar las tareas cotidianas,
decidirse a vivir con la náusea en la nuca.

Resucitar por día, por minuto,
reencarnado en helecho o en hormiga,
resucitar contrarreloj en la caída
para evitar morir de doble muerte.

No es posible aflojar: así es el juego,
esta sutil condena de continuar naciendo a pesar de los otros.

Por eso es que persisto en mi disfraz de circo,
porque la risa y el amor son escaleras
que trepamos sin miedo mientras nos resbalamos

Quiero decir:
tus ojos me han mirado,
y así vale la pena tanto esfuerzo.



sábado, 2 de mayo de 2020

Es hora de que te enteres (por A. E. Stallings)


No puedes hacer que lo quemado deje de estarlo.
Aunque rasques la arruinada tostada,
no puedes volver atrás. Es hora de que te enteres.

La manteca no puede no haber sido batida,
no puedes no haber enviado el correo enviado por la mañana,
no puedes hacer que lo quemado deje de estarlo.

Los amantes que en tu juventud rechazaste,
los puentes carbonizados que más necesitaste,
no puedes volver atrás. Es hora de que te enteres.

El humo tiene una bien merecida reputación,
no sólo como acre, vana jactancia:
no puedes hacer que lo quemado deje de estarlo.

Echabas de menos tu hogar, pero mientras añorabas,
los negros barcos ardían en la costa;
no puedes volver atrás. Es hora de que te enteres.

Aun cuando hubieras regresado,
sólo serías una especie de fantasma,
no puedes volver atrás. Es hora de que te enteres
de que lo quemado está quemado está quemado.


viernes, 1 de mayo de 2020

Nos enseña (por Antonio Moro)


Los senderos de la hormiga.
El descanso en la rama de la urraca.
Le hiedra del pensamiento que cubre el árbol.
Los gorriones jugando
en esa enredadera de tiempos.
Las estaciones del día, del año, sucediéndonos.
Los hechos que creemos haber decidido.
El deseo en las manos tímidas.
La alegría de una mirada con horizonte.
El recuerdo de un peñasco sobre el abismo.
La sombra del nogal para un ojo ávido.

Nos enseña
a descubrir con el silencio
las palabras que vendrán,
a decirnos:
"He olvidado las mordeduras del tiempo,
he olvidado las monedas de lo oportuno,
olvidé la casa vacía de tu espalda."