zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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viernes, 31 de enero de 2014

No basta un solo cuerpo (por Eugenio Montejo)


Ningún amor cabe en un cuerpo solamente,
aunque abarquen sus venas el tamaño del mundo;
siempre un deseo se queda fuera,
otro solloza pero falta.

Lo sabe el mar en su lamento solitario
y la tierra que busca los restos de su estatua;
no basta un solo cuerpo para albergar sus noches,
quedan estrellas fuera de la sangre.

Ningún amor cabe en un cuerpo solamente,
aunque el alma se aparte y ceda espacio
y el tiempo nos entregue la hora que retiene.
Dos manos no nos bastan para alcanzar la sombra;
dos ojos ven apenas pocas nubes
pero no saben dónde van, de dónde vienen,
qué país musical las une y las dispersa.
Ningún amor, ni el más huidizo, el más fugaz,
nace en un cuerpo que está solo;
ninguno cabe en el tamaño de su muerte.

jueves, 30 de enero de 2014

Qué grande por siempre, Félix Grande



Amigos: ¿Qué clase de racha macabra es ésta? En un par de semanas se nos han ido Juan Gelman, José Emilio Pacheco… y ahora Félix Grande. ¿Qué especie de conjura se ha desatado contra nuestra gente? No hay que darle muchas vueltas: “A menudo los dioses se llevan para sí, antes de tiempo, a aquéllos a quienes más aman”.

Pero Félix Grande es más félix y, sobre todo, más grande que la muerte. Así que al menos su poesía se queda con nosotros. En su recuerdo, este poema suyo:
 



Pero te tengo (por Félix Grande)


Palabra, dulce y triste persona pequeñita,
dulce y triste querida vieja, yo te acaricio,
anciano como tú, con la lengua marchita,
y con vejez y amor aclamo nuestro vicio.

Palabra, me acompañas, me das la mano, eres
maroma en la cintura cada vez que me hundo;
cuando te llamo veo que vienes, que me quieres,
que intentas construirme un mundo en este mundo.

Hormiguita, me sirvo de ti para vivir;
sin ti, mi vida yo no sé lo que sería,
algo como un sonido que no se puede oír
o una caja de fósforos requemada y vacía.

Eres una cerilla para mí, como ésa
que enciendo por la noche y con la luz que vierte
alcanzo a ir a la cama viendo un poco, como ésa;
sin ti, sería tan duro llegar hasta la muerte.

Pero te tengo, y cruzo contigo el dormitorio
desde la puerta niña hasta la cama anciana;
y, así, tiene algo de pálpito mi puro velatorio
y mi noche algo tiene de tarde y de mañana.

Gracias sean para ti, gracias sean, mi hormiga,
ahora que a la mitad de la alcoba va el río.
Después, el mar; tú y yo ahogando la fatiga,
alcanzando abrazados la fama del vacío.

Un salto como un incendio (por Roberto Juarroz)


Todo salto vuelve a apoyarse.
pero en algún lugar es posible
un salto como un incendio,
un salto que consuma el espacio
donde debería terminar.

He llegado a mis inseguridades definitivas.
Aquí comienza el territorio
donde es posible quemar todos los finales
y crear el propio abismo,
para desaparecer hacia adentro.

miércoles, 29 de enero de 2014

La habéis abandonado (por Ada Salas)



La casa que abrigó tu corazón

será una ruina. Furtivos

en la noche

la habéis abandonado.

Oscura en el jardín la tierra removida.

Quise

decir traición


y dije llanto.

martes, 28 de enero de 2014

Hasta siempre, José Emilio

Amigos: No paramos de sufrir mellas y amputaciones. Hace unos días se nos fue Juan Gelman y hoy sabemos que acaba de dejarnos José Emilio Pacheco. Pero, como ya hemos escrito, los poetas no mueren del todo. Nos queda su obra, siempre más grande que ellos mismos (porque si no, no serían poetas; porque si no, no sería poesía). La casualidad quiso que ayer, sin saber aún la noticia de su muerte, publicáramos un poema suyo. Hoy, conocedores ya de su adiós carnal, le decimos “hasta siempre” a José Emilio y en su homenaje nos quedamos con otro de sus poemas:



Brizna de luz (por José Emilio Pacheco)


La gota es un modelo de concisión:
todo el universo
encerrado en un punto de agua.

La gota representa el diluvio y la sed.
Es el vasto Amazonas y el gran Océano.

La gota estuvo allí en el principio del mundo.
Es el espejo, el abismo,
la casa de la vida y la fluidez de la muerte.

Para abreviar, la gota está poblada de seres
que se combaten, se exterminan, se acoplan.
No pueden salir de ella,
gritan en vano.

Preguntan como todos:
¿de qué se trata,
hasta cuándo,
qué mal hicimos
para estar prisioneros de nuestra gota?

Y nadie escucha.
Sombra y silencio en torno de la gota,
brizna de luz entre la noche cósmica
en donde no hay respuesta.

Nada y luz (por Antonio Gamoneda)


Retrocede, combate

hacia atrás, corazón mío.

Cíñete al amor, queda

activo en cuerpos, en

materiales amantes.

Olvida la nieve, vive

con los tuyos, desciende

a la ternura. Este

es tu país.

¡Oh la sed, oh la sed!

¿Por qué este mismo fuego

me empuja hacia la nieve?

Subir, subir al agua

eterna donde viven

la claridad y el frío.

Un sueño: cumbre inmóvil.

Nada y luz. Nadie, nadie.

Oh Dios, si sólo un pájaro

me visitase en esta

región de libertad.

Atrás, puros espacios,

belleza inhabitable.

vuelva la sed a su

origen en el fuego.


lunes, 27 de enero de 2014

Este variar (por José Emilio Pacheco)


Mi único tema es lo que ya no está
y mi obsesión se llama lo perdido
Mi punzante estribillo es nunca más
Y sin embargo amo este cambio perpetuo
este variar segundo tras segundo
porque sin él lo que llamamos vida
sería de piedra.

domingo, 26 de enero de 2014

Ya no hay más jugadas (por Rafael Cadenas)


Es recio haber sido

sin saberlo, un jugador

y encontrarse

tocando

como una carta

el destino.

Ya no hay más jugadas sino un ponerse

en manos desconocidas.

sábado, 25 de enero de 2014

Para nunca pisarla (por José Ángel Valente)


Hay una leve luz caída

entre las hojas de la tarde.

Dame

tu mano y cruza

de puntillas conmigo

para nunca pisarla,

para no arder tan tenue

en sus dormidas brasas

y consumirte lenta

en el perfil del aire.

viernes, 24 de enero de 2014

Hasta que sólo queda abierta una (por Josefina Plá)

Un cerrarse de puertas,
a derecha e izquierda;
un cerrarse de puertas silenciosas,
siempre a destiempo,
siempre un poco antes
o un momento demasiado tarde;
hasta que sólo queda abierta una,
la única puntual,
la única oscura,
la única sin paisaje y sin mirada.

jueves, 23 de enero de 2014

Descargándose contra la roca (por Gioconda Belli)


Lento,

violento,

rumoroso

temblor

de hojas

en la intrincada selva de mis espinas.

Invasión de ternura en los huesos.

Ola dulce de agua

reventándome en el fondo del pecho,

encrespándose

y volviendo a extenderse

espuma

sobre mi corazón.


Es el amor con su viento cálido,

lamiendo insistente la playa sola de mi noche.

Es el amor con su largo ropaje de algas,

enredándome el nombre, el juicio, los imposibles.

Es el amor salitre, húmedo,

descargándose contra la roca de mi ayer impávida dureza.

Es la marea subiendo lentamente

las esquinas de piedra de mis manos.

Es el espacio con su frío

y el vientre de mi madre palpitando su vida en el silencio.

Es el grupo de árboles en el atardecer,

el ocaso rojo de azul,

la luna colgada como fruta en el cielo.

Es el miedo terrible,

el pavor de abrir la puerta

y unirse a la caravana

de estrellas persiguiendo la luz

como nocturnas, erráticas mariposas.

Es la tiniebla absoluta

o la más terrible y blanca nova del Universo.

Es tu voz como soplo

o el ruido de días ignorando los rumbos de tu existencia.

Es esa palabra conjuro de todas las magias,

látigo sobre mi espalda tendida al filo del sol,

desencajando el tiempo con sus letras recónditas,

desprendida del azar y de la lógica,

loca palabra, espada,

torbellino revolviéndome tibias memorias

apaciblemente guardadas en el desván de los sueños,

estatuas que de pronto se levantan y hablan,

duendes morados saliendo de todas las flores,

silbando música de tambor de guerra,

terribles con sus largos zapatos puntudos,

burlándose de mí

que, inútilmente,

cavo tenaz, enfurecida, incapaz,

llorando en mi espanto,

esta última trinchera.

miércoles, 22 de enero de 2014

Para que no te cierres (por Saiz de Marco)


Herida

cada día

arrancaré tu costra

metódica, disciplinadamente

para que no te cierres

para que nunca acabes

para sentir en mí

tu escozor, tu dulzor

cada día de mi vida

arrancaré tu costra

para que aflores siempre

para que no te borres

y sigas así, abierta

herida ácida y cálida

conmigo

cada día

y no me cicatrices

ni restañes

martes, 21 de enero de 2014

Cuando la oscuridad (por Joan Margarit)


La abadía de piedra se levanta

bajo el sol de un mediodía de verano.

Visitantes en grupos respetuosos

exploran los espacios enormes y perdidos,

reconstruidos y bien iluminados.

Pero es un cadáver. Aquí sólo hubo vida

cuando la oscuridad, desde las bóvedas,

se iba deslizando hacia los muros.

Monjes encapuchados convertidos

en tierra roja bajo algún viñedo,

alzaban otras estructuras

en su mente, lo hacían con el lujo

de una idea de Dios ya desaparecida.


Restaurar significa embalsamar

un cadáver de piedra con las noches de agosto,

veraneantes, pantalones blancos,

focos iluminando muros con luz rasante.

Soy viejo y no deseo que se me reconstruya.

Conozco bien mi oscuridad,

las brasas, las antorchas:

no hay otra claridad que la del propio fuego.

Monjes encapuchados lo sabían.

lunes, 20 de enero de 2014

La berlina detenida en la noche (por Czesław Miłosz)


A la espera de las llaves

-él las busca sin duda

entre las ropas

de Tecla, muerta hace treinta años-

escuchad, señora, escuchad el viejo, el sordo rumor

nocturno de la alameda...

Tan pequeñuela y débil, envuelta dos veces en mi capa,

yo te llevaré a través de las zarzas y de la ortiga de las ruinas

hasta la alta y negra puerta

del castillo.

Así el abuelo, antaño, regresó

de Vercelli con la muerta.

¡Qué recelosa y muda, y negra mansión

para mi criatura!

Ya lo sabéis, señora, es una triste historia.

Ellos duermen dispersos en países lejanos.

Desde hace cien años

un lugar señalado los aguarda

en el corazón de la colina.

Conmigo su raza se extingue.

¡Oh Dama de estas ruinas!

Visitemos el bello aposento de la infancia: allí

la hondura sobrenatural del silencio

es la voz de los retratos oscuros.

Arrebujado en mi lecho

como en el hueco de una armadura,

yo escuchaba por la noche latir sus corazones

en el ruido del deshielo, detrás de los muros.

¡Para mi criatura temerosa, qué patria salvaje!

La linterna se apaga, la luna se ha velado;

llama el alucón a su cría en el boscaje.

A la espera de las llaves

dormid un poco, señora. duérmete, mi pobre criatura, duérmete,

paliducha, apoyando sobre mi hombro tu cabeza.

Verás qué bello es el bosque ansioso

en sus insomnios de junio, ataviado

de flores -¡Oh criatura mía!-, como la hija predilecta

de la reina loca.

Envolveos en mi capa de viaje:

la espesa nieve de otoño se funde sobre vuestro rostro

y tenéis sueño.

(En el haz de luz de la linterna ella gira, gira con el viento,

como giraba en mis sueños de niño

la vieja -¿recordáis

la vieja hechicera?-.)

No, señora, nada escucho.

Él es muy anciano,

su cabeza está trastornada;

apostaría a que ha ido a beber.

¡Para mi criatura temerosa, una mansión tan negra,

en lo hondo, en lo hondo del país lituano!

No, señora, nada escucho.

Mansión negra, negra.

Cerraduras mohosas,

enredadera muerta,

puertas aherrojadas,

postigos clausurados,

hojas sobre hojas desde hace cien años en las alamedas.

Todos los servidores han muerto.

Yo he perdido la memoria.

Para mi criatura confiada, ¡qué mansión más negra!

Ya no recuerdo sino el naranjal

del tatarabuelo y el teatro:

los pichones del búho comían allí en mi mano.

La luna miraba a través del jazminero.

Eso era antaño.

Oigo un paso en el fondo de la alameda.

Sombra. Aquí llega Witold con las llaves.

domingo, 19 de enero de 2014

Para guarecerme del frío (por Alejandra Pizarnik)


Entonces llegas tú, con ojos, con miradas, contemplándome hasta quemar mi edad y mi historia. Me regresas, me trasladas al tiempo sin números, me zambulles en el mar de sangre y cielo. Yo duermo y oficio de contemplada. Mis ojos arrojan fuego verde por los párpados cerrados. Sonrío como un pájaro que muere en medio de su canto. Me deshago en tu mirada: en tus ojos hay la seguridad y el orden, hay la creación, hay la poesía seria como una invocación a la lluvia. Habito tus ojos para guarecerme del frío y del peligro conocido. En tus ojos hay aventuras que siempre finalizan con manos entrelazadas. Llega a mí.

Entonces la Gran Sombra encarnó y me abrazó.

-Mi niña –dijo-, ¿hace cuánto que me esperas?

Yo lloré y me dejé abrazar.

-¿No sabes hablar? –dijo.

Yo la miré confundida. ¿Cómo se habla a una sombra?

-Tengo miedo –dije-. Tengo tanto miedo.

La Sombra me abrazó más fuerte como si yo fuese una viajera asfixiada. Yo lloré más: sentía piedad por mí, como si yo no fuera yo.

sábado, 18 de enero de 2014

Hay una grieta (por Tomas Tranströmer)


Mi ropa irradia

un resplandor azul.

Solsticio de invierno.

Tintineantes panderetas de hielo.

Cierro los ojos.

Hay un mundo sordo,

hay una grieta

por la que los muertos

traspasan la frontera.

viernes, 17 de enero de 2014

Verte desnuda (por Federico García Lorca)


Verte desnuda es recordar la Tierra,

la Tierra lisa, limpia de caballos,

la Tierra sin un junco, forma pura,

cerrada al porvenir; confín de plata.


Verte desnuda es comprender el ansia

de la lluvia que busca débil talle,

o la fiebre del mar de inmenso rostro

sin encontrar la luz de su mejilla.


La sangre sonará por las alcobas

y vendrá con espadas fulgurantes,

pero tú no sabrás dónde se ocultan

el corazón de sapo o la violeta.


Tu vientre es una lucha de raíces.

Tus labios son un alba sin contorno.

Bajo las rosas tibias de la cama

los muertos gimen esperando turno.

jueves, 16 de enero de 2014

Pero esta noche (por Agustín Guambo)


el cielo se inundó de venas digitales no éramos felices no éramos felices corríamos esperando ancianas estrellas –corríamos- eso era la hermosura ver tu cabello perderse esconderse de mis manos no éramos felices pero nos queríamos Bajo del cielo de Lima un perro nos indicaba el fin de la noche y aun mirábamos nuestras pieles como queriendo mutar el abandono mirábamos nuestras pieles de tierra que poco a poco se erosionaban era el olvido [Comenzamos a caminar] Lima refulgía descuartizada y hermosa seguíamos buscándonos nadie nos dijo cómo olvidarnos nadie nos dijo cómo amarnos nunca más estaremos solos La noche es un bisturí para nuestros cuerpos Qué triste es Lima después de amar Qué triste es Lima después de Lima algún día seremos eternos pero esta noche nos es permitido ser mortales Fuimos parte el uno del otro si alguien me preguntara dónde está ella donde habitan sus heridas diré huele mi aliento Un día volverás absoluta, entrarás por esa puerta que tantas veces te despidió y un ruido blanco te dirá ha muerto es ahora -por fin- su propia identidad Si te preguntaran por mí muéstrales las uñas quemadas Leo que moriré en octubre y eso me llena de satisfacción La otra noche conocí a una chica eras tú o quizás solo un ave con una revelación en el plumaje Moriré en octubre como un perro asmático leo Una oración palpita en el centro de las estrellas ayer conocí a una chica que me dijo no me conoces y ya me has matado, una oración palpita en el centro del viento, aún no me conoces y no quieres olvidarme Largas horas [veo moscas en una fruta que se aman] bajo la luna acariciando la piel de las rocas porque nos dijeron que eso -también- era la felicidad Gaviotas quemadas eran los cromosomas de un árbol que usamos para impregnar nuestra derrota éramos pequeños éramos tristes éramos nada así conocí la locura de las hormigas la necesidad de las babosas una hoguera incendiaba mi infancia mientras Lima refulgía descuartizada y hermosa eso fue nuestro cariño…

Hijo, vos que tanto nacés (por Juan Gelman)



Amigos: Se nos fue Juan Gelman. Pero se queda. (Los verdaderos poetas, como los viejos rockeros, nunca mueren.) Siempre anduvo en busca de la Señora (como él llamaba a la poesía): persiguiéndola. Creemos que muchas veces la alcanzó.


En su homenaje, este poema suyo:



un niño hunde la mano en su fiebre y saca astros que tira al aire / y ninguno ve /

yo tampoco los veo /

yo sólo veo un niño con fiebre que tiene los ojos cerrados y ve

animalitos que pasan por el cielo / pacen en su temblor /

yo no veo esos animalitos /

yo veo al niño que ve animalitos /

y me pregunto por qué esto pasa hoy /

¿pasaría otra cosa ayer? / ¿se sacaría el niño mucha pena

del alma ayer? / yo sólo sé que el niño tiene fiebre /

tiene el alma cerrada y la hunde

en las cenizas que dejará porque ardió /

pero ¿es así? / ¿hunde su alma en las cenizas de sí? / un árbol

mira detrás de la ventana al sol /

hay sol /

detrás de la ventana hay un árbol en la calle /

ahora por la calle pasa un niño con una mano en el bolsillo del pantalón /

está contento y saca la mano del bolsillo /

abre la mano y suelta fiebres que ninguno ve /

yo tampoco las veo /

yo sólo veo su palma abierta a la luz /

y él / ¿qué ve? /

¿ve bueyes que tiran del sol? /

yo no sé nada /

no sé qué ve el niño de la mano en el pantalón /

ni el niño que tiene fiebre y ve los huesos del atlántico

y los huesos de todos los mares revueltos en su corazón /

yo no veo nada / no sé nada /

ni sé en qué día nací /

conozco la fecha pero no el día en que nací /

¿o ese día es este día en que muero por enésima vez? /

¿es este día en que todos los que han muerto

se vuelven a morir conmigo? / ¿o yo con ellos? /

¿en esta luz dulcísima y abierta? /

¿y qué hace el niño con esta luz en su palma? /

¿mientras todos trabajan para hacer dinero fuera de esta luz? /

¿encerrados afuera de esta luz que es imposible mirar sin una luz adentro? /

¿sin un amor con pena adentro? /

ahora pasan las cartas que nunca me escribiste /

hijo / vos /que tanto nacés de esta luz /

tus cartas tienen fiebres de las que no sé nada /

y nunca sabré nada /

parecen pajaritos que vuelan con tu serenidad /

astros que tiraste al aire y ninguno ve /

yo no los veo ni los ve mi dolor inseguro /

pensabas en una vida más limpia que ésta /

una vida que se podía lavar /

tender al sol de tu bondad /

una vida llena de rostros como viajes /

¿dónde están esos rostros / esos viajes? /

la vida está desnuda como un mar sin orillas /

y no puedo volver la vida atrás /

llevarla hasta tu cuna /

ni llevarla adelante /

yo soy menos real que la mesa donde como /

yo como para ser real como el árbol detrás de la ventana /

ahora un niño se le paró al lado /

saca la mano del bolsillo del pantalón /

abre su palma a la luz

y piensa que la muerte es la muerte

y no más que eso /

miércoles, 15 de enero de 2014

Hablamos el silencio (por Andrés Trapiello)


Se podría argüir otros mil años

en contra o a favor sobre si el mundo

está bien hecho o no, pero yo quiero

decir aquí otra cosa: por lo mismo

que en las grandes ciudades es difícil

hallar un solo justo, aquí, a unos metros,

en el viejo laurel, un ruiseñor,

poco más que una nuez,

lanzó su canto melodioso al aire

sin el menor esfuerzo y sin temor

a que caudal tan alto le rompiera

su pequeño pulmón.

Todo quedó encantado.

Que los golpes funéreos de la azada

no le asustaran, tuvo un no sé qué

de santo y prodigioso y de candor.

Después de unos minutos, y aunque no lo veía,

tan escondido estaba, pregunté

sin levantar la voz

qué quería decirme.

Dejó por un momento su canción

y pudimos oír los pensamientos

como el huso sutil del tejedor.

Hablamos el silencio, nuestra lengua,

pues él no sabe azada y yo no ruiseñor,

y nos contamos cosas

que han de quedar entre él y yo.

Y si ahora me dijeran, en la cena,

que han pasado diez siglos

desde que esta mañana salió el sol,

lo daría por bueno, sin importarme mucho

si el mundo está bien hecho o no.

martes, 14 de enero de 2014

Habrá poesía (por Blas de Otero)

Mientras la Argentinita canta con voz de calandria acompañada
al piano por Federico,
y caminan poco a poco las estrellas llevándose la mano al pelo al pasar por sobre el pozo.
Mientras Elisa tome un helado y yo sienta frío en la espalda
y continúe trayendo y llevando maletas, jabas, cestos, escapularios
y demás chirimías.
Mientras escribo a mi madre una de mis últimas cartas, ignoro si
por la proximidad de mi muerte o el tiempo que le reste de vida.
Mientras Fernanda no se serene y vista de hermosura y luz del Caribe
y tú me esperes vestida de blanco con una cinta me atrevo a decir que malva,
mientras haya en el mundo primavera,
habrá caminos, y barricadas, y grandes nubes luminosas, y aquí termino.

lunes, 13 de enero de 2014

Y el pasado se aproxima (por Joan Margarit)


Intento seducirte en el pasado.
Las manos al volante y esta luz
de club nocturno del tablier me dejan
-fantasía invernal- bailar contigo.

Detrás de mí, igual que un gran camión,
el mañana hace ráfagas de luces.
No lo conduce nadie y me adelanta,
pero ahora tú y yo viajamos juntos
y el coche puede ser el dos caballos
de los años sesenta hacia París.
"Je ne regrette rien" canta Edith Piaf.
Bajo la ventanilla, entra la noche
fría de la autopista, y el pasado
se aproxima de cara, velozmente:
cruza y me ciega sin bajar las luces.

domingo, 12 de enero de 2014

Costas ficticias (por Emily Dickinson)


Muchas veces pensé que la paz había llegado
cuando la paz estaba muy lejos
como los náufragos creen que ven la tierra
en el centro del mar

y débiles luchan más sólo para probar
tan desahuciadamente como yo
cuántas costas ficticias hay
antes de llegar al puerto

sábado, 11 de enero de 2014

Sobrevivientes (por Cristina Peri Rossi)


Salimos del amor
como de una catástrofe aérea
Habíamos perdido la ropa
los papeles
a mí me faltaba un diente
y a ti la noción del tiempo
¿Era un año largo como un siglo
o un siglo corto como un día?
Por los muebles
por la casa
despojos rotos:
vasos fotos libros deshojados
Éramos los sobrevivientes
de un derrumbe
de un volcán
de las aguas arrebatadas
y nos despedimos con la vaga sensación
de haber sobrevivido
aunque no sabíamos para qué.

viernes, 10 de enero de 2014

En medio de las cosas irracionales (por Walt Whitman)


Yo, tranquilo, serenamente plantado ante la naturaleza,
amo de todo o señor de todo, sereno en medio de las cosas irracionales.
Imbuido como ellas, pasivo, receptivo, y silencioso, también como ellas,
conocedor de que mi ocupación, mi pobreza, mi notoriedad
y mis debilidades son menos importantes de lo que creía,
hacia el mar mexicano, en el Manhattan o en el Tennessee, o lejos en el norte o tierra adentro,
hombre de río u hombre de montes o de granjas de estos estados, ribereño del mar o de los lagos de Canadá.
Yo, dondequiera que viva mi vida, quiero hacer frente a las contingencias
y encarar la noche, las tormentas, el hambre, el ridículo, los accidentes
y los rechazos como lo hace el animal.

jueves, 9 de enero de 2014

Despierto en la oscuridad (por Tomas Tranströmer)


De pronto, el caminante encuentra aquí el viejo,

enorme roble, como un alce petrificado con su interminable

cornamenta, frente a la fortaleza verdinegra del mar de

septiembre.


Tormenta nórdica. Es el tiempo en que

los racimos de serbas maduran. Despierto en la oscuridad,

oigo a las constelaciones piafar en sus establos, en las alturas,

sobre los árboles.

miércoles, 8 de enero de 2014

Déjame naufragar (por Josefina Plá)


Deja llevarme mi última aventura.
Déjame ser mi propio testimonio,
y dar fe de mi propia
desmemoria.
Déjame diseñar mi último rostro,
apretar en mi oído los pasos de la lluvia
borrándome el adiós definitivo.

Déjame naufragar asida
a un paisaje, una nube,
al vuelo humilde de un gorrión,
a un brote renaciente,
o siquiera al relámpago
que abra en dos mi último cielo.

Sujétame los brazos.
engrilla mis tobillos,
empareda mis párpados.
Pero tatuada una flor en la pupila,
crucificada un alba debajo de la frente,
acurrucado un beso en la raíz de la lengua,
déjame ser mi propio testimonio.

martes, 7 de enero de 2014

Una lluvia que no puede mojarnos (por Fina García Marruz)


Uno vuelve a subir las escaleras
de su casa perdida (ya no llevan
a ningún sitio), alguien nos llama
con una voz querida, familiar.
Pero ya no hace falta contestarle.
La voz sola nos llama, suficiente,
cual si nada pudiera hacerle daño,
en el pasillo inmenso. Una lluvia
que no puede mojarnos, no se cansa
de rodear un día preferido.
Uno toca la puerta de la casa
que le fue deparada a nuestras manos
mortales, como un tímido consuelo.

lunes, 6 de enero de 2014

Rendijas (por Susana Benet)


Después de un largo sueño
puedo ver, a través de la persiana,
esa ropa tendida en los balcones,
bajo el radiante sol del mediodía.
No se distingue un alma
ni se oyen voces,
sólo el canto de un pájaro enjaulado
que me anuncia con ímpetu la vida
en esta extraña calma solitaria.
La gente debe andar
en sus quehaceres,
mientras yo me demoro unos instantes
más en el tedio de otro día idéntico,
sin deseos de unirme
al absurdo trajín del mundo,
incapaz de volar, muda en la sombra,
contemplando, a través de las rendijas,
la luz del cielo.



domingo, 5 de enero de 2014

Chillan las tablas (por Zvonimir Balog)

Pongo orden a mi cabeza,
limpio el polvo, quito las telarañas,
ubico cada cosa en su lugar,
hay tantas y todas las habitaciones están llenas,
chillan las tablas bajo el peso de los objetos,
rechinan los peces misteriosos en pesados armarios
escondidos de la luz y las miradas,
pongo cada cosa en su lugar,
de vez en cuando encuentro
difícilmente
un sitio para cualquier cosa,
encuentro difícil cualquier cosa para un sitio,
pongo orden en mi cabeza llevando las gavetas
hasta una repisa que no se desajuste y los cajones vuelen
y todo se venga abajo y se confunda febrilmente
se entrelace y rompa.
Entonces, por un momento, espero hasta que se calme el polvo
para ver dónde está. ¿Qué?

sábado, 4 de enero de 2014

Y fui capaz (por Erika Martínez)


Aterricé en Etiopía y fui a hacerme la pedicura. Me lo ofrecieron y acepté. Para que nadie se ofendiera. Permitiría cosas atroces con tal de que nadie se ofendiera.

Permití que Betty se arrodillara, ese era su nombre, me dijo. Quién se llama así en Etiopía. Permití que Betty se arrodillara y me limpiara el talón y el tobillo y la planta del pie y los dedos y también las uñas, permití que limase todo lo feo que había en mí, que se arrodillara.

Detesto pintarme las uñas. Pero no le pedí que lo dejara: le pedí que escogiera un color. Ponme tu favorito. Como si ceder la iniciativa rompiera algo, la relación de Betty conmigo. Eligió el rosa chicle de mi camisa.

Acepto que me sirvan cerveza, que cultiven lo que como y cosan lo que visto: acepté que me hicieran la pedicura. Tan solo hay una diferencia simbólica. Eso pensé, simbólica. Y fui capaz. Dejé a Betty que siguiera.

viernes, 3 de enero de 2014

Nada de cuanto vengas a llevarte (por Andrés Trapiello)


Hubo primero extremos movimientos

de tropas en el cielo.

Legiones apretadas de vencejos

y ansiosas golondrinas parecían,

entre gritos de júbilo, estar

preparando su anábasis.

De ayer a hoy el aire

se vació de vuelos. Qué extraña

su partida. El silencio que han dejado

cubre los negros árboles y montes

como cubren de sábanas los muebles,

fantasmales y blancas, de un palacio.

Incluso se diría que los últimos

en partir se olvidaron de cerrar

la puerta de los campos,

y ruedan por el suelo, como papeles rotos

en un final de fiesta, desoladas

hojas secas y abrojos.

Siguen sin cosechar algunas uvas

maduras en la parra y el perfume

opulento del nardo

se pierde entre las zarzas. Lo llamamos

otoño. Alguien aquí

tenía que quedarse y rendir cuentas

de momentos tan frágiles,

alquien también que cuando llegue el día

de salir al encuentro del invierno

y rendirle la plaza de la vida,

le diga con voz firme:

“Nada de cuanto vengas a llevarte

es en verdad valioso;

la alegría la dimos a los pájaros,

y está a salvo”.

jueves, 2 de enero de 2014

Yo lo vi (por Edith Södergran)


Una vez creció un árbol en el bosque, era bellísimo y fuerte:

yo lo vi ...

Se levantaba sobre las nieblas más profundas hasta las cimas de la tierra en solitario relucir.

Y ahora me dicen que el rayo lo taló ...

¿Qué hacer

contra el trueno devastador y el rayo mortal?

Pero yo había visto ese árbol en el bosque,

y lo recordaré

mientras tengan raíz las canciones.

miércoles, 1 de enero de 2014

Continuarán los gestos (por Cintio Vitier)


Pienso en la santidad de los lugares
que nos han recibido y que dejamos
quién sabe a qué parejas o a cuáles solitarios
tan distantes de nosotros como astros
y que sin saberlo continuarán los gestos
que entre las cosas quedaron inconclusos, 

y pienso en las costumbres de las cosas, criaturas
de este mundo pequeño, interminable,
que no acabamos nunca de palpar, a tientas
bajo el sol deslumbrante o la callada luna,
desconocidas lámparas de lo desconocido
con nuestras huellas dactilares: jarras,
libros, esquinas, nubarrones, árboles,
el mar, el sillón, el espejo, la noche,
todo lo que llamamos la vida sin saber
qué significa siquiera la palabra
que no es una palabra sino música
oída sólo en sueños, o un instante
de ese llamado amor que nos sorprende y cae,
roto en risa entre las piedras.