zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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miércoles, 31 de octubre de 2018

Historia (por Esteban Moore)



Qué decir de los repetidos monumentos ecuestres 

Qué
de esos hombres siempre bien montados

que con arrogancia ocupan parques y paseos de la ciudad


Ambicionando qué

desde su afectada postura en trabajado metal

Qué decir de esas inalterables figuras de bronce

triunfo de aquellos que con ardiente empeño anhelan evocar jornadas de incierta gloria

Qué decir de esos jinetes envarados

cabalgando siempre corceles de brío

-congelado metal en el tiempo- que en vana pretensión levantan una de sus patas

o ensayan un suave corcovo o se aferran con todas sus extremidades a ilusorios campos de batalla

Qué decir

de ese general uniformado a la europea

comandante de gauchos desarrapados

quien con altiva insolencia levanta su brazo derecho

la mano abierta

los dedos extendidos en señal de qué

-carga o retirada-

sujetando decidido las riendas de una bestia majestuosa

– fabuloso semental

de parada indómita

allí en las alturas de un imponente pedestal

recubierto en granito rosado

erigido sobre un basamento escalonado -de proporciones descomunales

delante del cual los jóvenes que pasan

rinden su mirada ante los pechos conmovedores de esa muchacha que sentada allí con la blusa desabrochada

se aprovecha de la tibieza de este sol de septiembre que precoz anuncia el verano


martes, 30 de octubre de 2018

Tú, mar, y tú, amor (por Juan Ramón Jiménez)


Verdad, sí, sí; ya habéis los dos sanado
mi locura.

El mundo me ha mostrado, abierta
y blanca, con vosotros,
la palma de su mano, que escondiera
tanto, antes, a mis ojos
abiertos, ¡tan abiertos
que estaban ciegos!

¡Tú, mar, y tú, amor, míos,
cual la tierra y el cielo fueron antes!
¡Todo es ya mío, todo, digo, nada
es ya mío, nada!



lunes, 29 de octubre de 2018

Qué mundo de mentiras construimos (por Claudio Portiglia)


Leo
"Las redes sociales son virtuales pero el daño es real"
leo
acoso grooming hostigamiento amenazas persecución ensañamiento suicidio
leo
"¿Qué es la realidad?"
leo
"Los chicos recurren a estas redes cuando no encuentran referentes de carne y hueso"
me pregunto
qué son la carne y los huesos
qué son los referentes
qué sin la conciencia y sin los límites
leo
"Lo ideal sería que no hubiese consumidores de espacios"
me pregunto
se puede distinguir entre consumos
qué difiere entre consumir espacios consumir sustancias consumir materia consumir recetas consumir ideas
qué sería por lo tanto "lo ideal"
leo
"Lo que pasa en Internet es tan real como lo que ocurre en el espacio físico"
leo
"Las consecuencias pueden ser muy graves"
me pregunto
qué son las consecuencias
ideas o efectos materiales
"¿Qué es la realidad?" esta vez se preguntaban Oliveira y los miembros de "el club" mientras Rocamadour yacía muerto en la cama desde hacía varias horas
ficción realidad rayuela
qué mundo de mentiras construimos con el único propósito de llegar al cielo



domingo, 28 de octubre de 2018

Aquí no tengo primos ni fantasmas (por Álvaro Pombo)


Yo no soy de esta ciudad ni de ninguna
he venido por casualidad y me iré por la noche
aquí no tengo primos ni fantasmas.

Ahora veré los árboles despacio
la calle entre dos casas neutras
que conduce a un parque vacío.

He visto ya en otros sitios cómo el viento
hace huir un papel de periódico
y sé que la lluvia será hermosa desde esta taberna
de provincia desierta.

Cenaré temprano y antes de que salgan del cine las parejas de novios
habré dejado de ser en la mirada enumerativa
de la estanquera.

Y habrán fregado ya mi taza de café
y mi tenedor y mi cuchillo y mi plato
en la Fonda sustituible.


sábado, 27 de octubre de 2018

El lago de la pesadilla (por H.P. Lovecraft)


Hay un lago en la distante Zan,
más allá de las regiones visitadas por el hombre,
donde se consume, solitario, en un espantoso estado,
un espíritu inerte y desolado;
un espíritu viejo y atroz,
atormentado por una terrible melancolía,
que respira los vapores saturados de pestilencia
emanados por las aguas espesas y estancadas.
Sobre los bajíos, de cieno arcilloso,
retozan criaturas que repugnan por su degeneración,
y los extraños pájaros que merodean por sus orillas
nunca han sido vistos por ojos mortales.
Durante el día luce un sol crepuscular
sobre áreas cristalinas que nadie ha contemplado,
y por la noche los pálidos rayos de la luna penetran
hasta los abismos que se abren en su sima.
Sólo las pesadillas han podido revelar
qué escenas tienen lugar bajo estos rayos,
qué visiones, demasiado ancestrales para la mirada humana,
yacen sumergidas en su noche sin fin;
pues en aquellas profundidades sólo deambulan
las sombras de una raza silenciosa.
Una noche, saturada de olores malsanos,
llegué a ver, dormido e inerte, aquel lago,
mientras en el rojo firmamento flotaba
una luna creciente que brillaba y brillaba.
Pude contemplar la extensión pantanosa de las márgenes
y las criaturas ponzoñosas deslizándose en las ciénagas;
lagartos y serpientes convulsos y agonizantes;
cuervos y vampiros descomponiéndose;
y también, volando sobre los cadáveres,
necrófagos que se alimentaban de sus restos.
Y mientras la terrible luna se elevaba en lo alto,
ahuyentando a las estrellas de los confines del cielo,
vi que las oscuras aguas del lago se iluminaban
hasta que aparecieron en el fondo las criaturas del abismo.
Más abajo, a una profundidad inconcebible,
brillaron las torres de una ciudad olvidada;
vi domos opacos y paredes musgosas;
agujas cubiertas de algas y salones desiertos;
vi templos desolados, bóvedas de espanto,
y calles que habían perdido su esplendor.
Y en medio de aquel escenario vi aparecer
una horda ambulante de sombras informes;
una horda maligna que se agitaba
ejecutando lo que parecía ser una danza siniestra
en torno a unos sepulcros viscosos
cerca de un sendero jamás hollado.
Un remolino surgió de aquellas tumbas
quebrando el reposo de las aguas dormidas
mientras las sombras letales de la superficie
aullaban al rostro sardónico de la luna.
Entonces el lago se hundió en su propio lecho,
tragado por los abismos cavernosos de la muerte,
y de la nueva y humeante tierra desnuda
se elevó una espiral de fétidos vapores, malsanos.
Sobre la ciudad, casi al descubierto,
revoloteaban las monstruosas sombras danzantes,
cuando, de pronto, abrieron con repentino estruendo
las lápidas de los sepulcros.
Ningún oído ha escuchado, ninguna lengua ha contado,
el horror innombrable que a continuación sobrevino.
Vi ese lago, esa luna retorcida,
esa ciudad y las criaturas que moraban en ella.
Y, al despertarme, rogué que en aquella orilla
nunca más volviera a hundirse el lago de la pesadilla.



viernes, 26 de octubre de 2018

Saltas entre tus muertes (por Ocean Vuong)


Estás en el campo minado otra vez.

Alguien que ahora está muerto


te dijo que es aquí donde aprenderás

a bailar. Nieve sobre los labios como una herida


con sal, saltas entre tus muertes, negro como la menstruación

de un dios. Tus brazos abren pequeñas heridas


en el viento. Eres algo hecho. Y luego

te hicieron sobrevivir, lo cual quiere decir que eres


hijo de alguien. Lo cual quiere decir que si abres los ojos habrás vuelto

a esa casa, estarás bajo una cobija estampada con veleros amarillos.


El novio de tu madre, su calva anillada de pelo rojo

como un planeta incendiado, se hinca


de nuevo junto a tu cama. Olor de whisky y Oreo

molido. La nieve entra por la ventana: cenizas que retornan


de una fábula fallida. Su mano con tinta derramada

sobre tu pecho. Y sigues bailando dentro del campo minado


sin moverte. Las cortinas aletean. La luz ambarina

bajo la puerta. Su respiración. Su cara azul y húmeda: la tierra


girando en la órbita de nadie. Y tú quieres que alguien diga Oye… Oye…

creo que bailas muy bien. Me muero por un poco de vals,


querido. Quieres que alguien diga que todo esto

sucedió hace mucho. Que una noche, muy pronto, empacarás


tu libro de bolsillo favorito y la .45 de tu madre,

que el refugio más seguro siempre fue el pensamiento


sobre tu cabeza. Que es justo (tiene que serlo)

cómo nuestras manos nos lastiman y luego nos dan


el mundo. Cómo puedes amar el mundo

hasta que no quede nada por amar


más que uno mismo. Y luego puedes detenerte.

Luego puedes alejarte de nuevo, de vuelta a la niebla


que empareda el campo minado, donde la arteria en tu cuello

te adora hasta cero. Puedes alejarte. Puedes ser nada


y seguir respirando. Créeme.



jueves, 25 de octubre de 2018

El éxtasis (por Paul Eluard)


Estoy ante este paisaje femenino
como un niño ante el fuego
sonriendo vagamente con lágrimas en los ojos
ante este paisaje en que todo me emociona
donde espejos se empañan donde espejos se limpian
reflejando dos cuerpos desnudos estación a estación

Tengo tantas razones para perderme
en esta tierra sin caminos bajo este cielo sin horizonte
hermosas razones que ayer ignoraba
y que ya nunca olvidaré
hermosas llaves de miradas claves hijas de sí mismas
ante este paisaje donde la naturaleza es mía

Ante el fuego el primer fuego
buena razón maestra

Estrella identificada
y en la tierra y bajo el cielo fuera de mi corazón y en él
segundo brote primera hoja verde
que el mar cubre con sus alas
y el sol al fondo de todo que viene de nosotros

Estoy ante este paisaje femenino
como rama en el fuego.



miércoles, 24 de octubre de 2018

Las pequeñas eternidades (por Roberto Juarroz)


Desperté demasiado temprano
y comencé a pensar en lo eterno,
pero no en la gran eternidad de los rezos
sino en las pequeñas eternidades olvidadas.


La parte que no fluye del río,
aquello de la ciudad que siempre calla,
el lugar que no duerme en tu cuerpo dormido,
aquello que no despierta en mi cuerpo despierto.

Sentí entonces que las pequeñas eternidades
son preferibles a la gran eternidad.

Y no pude volver a dormirme.


martes, 23 de octubre de 2018

Qué te hace sufrir (por René Char)


¿Qué te hace sufrir

como si se despertara en la casa sin ruido el ascendiente de un rostro al que parecía haber fijado un agrio espejo

como si, bajadas la alta lámpara y su resplandor encima de un plato ciego, levantaras hacia tu garganta oprimida la mesa antigua con sus frutos

como si revivieras tus fugas entre la bruma matinal al encuentro de la rebelión tan querida, que supo socorrerte y alzarte mejor que cualquier ternura

como si condenases, mientras tu amor está dormido, el pórtico soberano y el camino que lleva a él?

¿Qué te hace sufrir?


Lo irreal intacto en lo real devastado.

Sus rodeos aventurados cercados de llamadas y de sangre.

Lo que fue elegido y no fue tocado, 
la orilla del salto hasta la ribera alcanzada, 
el presente irreflexivo que desaparece.

Una estrella que se ha acercado, la muy loca, y va a morir antes que yo.


lunes, 22 de octubre de 2018

Con trocitos (por C. K. Stead)


Bajo el alero de mi tejado, incansablemente,
todo el día primaveral, dos gorriones han recolectado
los tallos de las hojas caídas,
mientras yo he estado sentado lamentando tu ausencia.
Todo el día, los gorriones han urdido con trocitos
de paja y palitos finos un nido para protegerse
de las acometidas del viento,
y tal vez han introducido en su diseño
un hilito de la ropa que usaste, y una hebra de tu pelo,
ya que en todo lo que hacen se muestran apasionados
por la línea, la medida, la resistencia, y toman
lo que está cerca, y les es útil.
Todo el día he estado sentado recordando tu rostro,
y mirando cómo los pálidos tallos, entrelazados
por un misterioso proceso, han adquirido
de pronto un don natural.


domingo, 21 de octubre de 2018

Entre nubes se despiden (por Mario Campaña)


esos trotes que resuenan en el cielo
esos nuevos compañeros que entre nubes se despiden
continuando sin fin el viaje

adiós muchachos

sin respuesta aquí en los límites
entre riberas desaparecidas
entre pueblos extintos
esta herencia
tiernos osarios de pájaro y serpientes

ardan ya casa y ciudad
cielo
corazón y memoria
todo puede cambiar



sábado, 20 de octubre de 2018

Cómo (por Saiz de Marco)


Sin cuerpo funcionante en este sitio,

¿cómo voy a ocuparme de todos mis deberes,
responsabilidades,
tareas aún pendientes, a medias, inconclusas?;

¿cómo voy a atender
los hechos que me afectan,
cuanto de mí depende,

a quienes aún querrían que conteste al teléfono,
a los que quizá puedan necesitarme?

Sin cuerpo activo,

¿con qué ojos leeré los libros nuevos?,
¿en qué cine veré lo que se estrene?,
¿cómo podré escribir mis ocurrencias?

Sin un cuerpo de carne,

¿cómo voy a saber
de la vida de aquellos
que de algún modo traen causa de mí?;

si algo urgente me llama;

los cabos que tendí ¿cómo se anudan?;
los nudos que enlacé ¿cómo se sueltan?

Sin cuerpo residente,

¿cómo estaré con quien pudiera desear
mi compañía?

Sin cuerpo presencial,

¿cómo conoceré
lo que aquí ocurre,
las nuevas invenciones, las propuestas futuras,
los pasos y los saltos en el humano andar?

¿Cómo intervendré,
¡cómo!,
con mi pequeña fuerza
para defender aquello en que creo,
para aportar siquiera mi palabra o mis manos...

cuando no tenga ya un soporte vivo,
un cuerpo en que habitar
sobre la tierra?


viernes, 19 de octubre de 2018

Si falláis a la fe (por John McCrae)


En los campos de Flandes
crecen las amapolas.
Fila tras fila
entre las cruces que señalan nuestras tumbas.
Y en el cielo aún vuela y canta la valiente alondra,
apenas audible por el ruido de los cañones.


Somos los muertos.
Hace pocos días vivíamos,
cantábamos, amábamos y éramos amados.
Ahora yacemos en los campos de Flandes.

Retomad la disputa que fue nuestra,
tomad la antorcha que os arrojan nuestras manos agotadas.
Mantenerla en alto.
Si falláis a la fe de nosotros los muertos,
jamás descansaremos,
aunque florezcan las amapolas
en los campos de Flandes.


jueves, 18 de octubre de 2018

Y también nosotros (por Tristan Tzara)


las campanas doblan sin motivo y también nosotros
los ojos de las frutas nos miran atentamente
y todos nuestros actos se controlan no hay nada escondido
el agua del arroyo tanto lavó su lecho
se lleva los hilillos de las miradas que arrastraron
al pie de las paredes en los bares lamieron vidas
incitaron a los tibios abrieron tentaciones avalaron éxtasis
cavaron a fondo antiguas variantes
y soltaron las fuentes de las lágrimas prisioneras
las fuentes sujetas a los diarios sofocos
las miradas que cogen con secas manos
la claridad que trajo el día o la recelosa aparición
que dan la cuidadosa riqueza de la sonrisa
atornillada como una flor al ojal de la mañana

las campanas doblan sin motivo y también nosotros
nos vamos para huir del hormigueo de las carreteras
con un frasco de paisaje una enfermedad una sola
una sola enfermedad que cultivamos la muerte
sé que llevo conmigo la melodía en mí y eso no me da miedo



miércoles, 17 de octubre de 2018

Pureza negra (por Juan Ramón Jiménez)


Me puso sus dos ojos sobre
mis dos ojos. Y todo
lo vi ya negro… Las estrellas
enlutaron, con el jazmín de agosto,
en un fondo infinito de Sevilla,
Giraldas, con crespones alegóricos.
¡Sombra que encandilaste
mi corazón! ¡Serenos, negros ojos
que, en un tranquilo juego de osadías
y dulzuras, trocasteis el tesoro
mejor del mundo!
¡Ojos, lo puro
es ahora negro, por vosotros!



martes, 16 de octubre de 2018

Acuérdate (por Álvaro Pombo)


Nos enredó la opacidad de tu corazón las montañas disimuladas tras lirios
y las letras implícitas iluminando ilícitas melancolías absurdos documentados
copiosísimamente

Nos enredó la dulce mortandad de los infieles rostros que son ahora y no son
lo mismo que eran entonces y no eran y las selvas pensadas
por donde como gríseos ratoncitos de campo iba la suerte abriéndose camino

Ten piedad de mí porque en la muerte hay salvas que a victorias parecen
referirse a la vez que a derrotas ten piedad de mí porque los niños tienen miedo
y frágiles azules de la ternura quiebran en sus ojos

Acuérdate por mí de la sencillez lluviosa de un otoño cualquiera
Acuérdate de la sencillez del invierno sin pájaros y los árboles labios
que pronuncian a secas la primavera próxima

Acuérdate de los hilos de la luz y los postes de la luz que unen pueblo con pueblo
en las comarcas secas de tu tierra y la mía acuérdate de la grandeza inerme
de los sembrados que dependen del cielo y de los dioses

Acuérdate del tren que silba silbos y cuya lejanía imita la lejanía del mundo
Acuérdate de mí como recuerdas barcas fondeadas tamarindos ligeras sobre el agua
dársena de lo implícito



lunes, 15 de octubre de 2018

Por fin caminan juntos (por José Luis Parra)


Con qué dulzura expira este verano
de corteses tormentas y turbias claridades,
y qué melancolía
no haber sabido aprovechar su regalada plenitud,
aunque el otoño, con pausada cadencia,
no menos pleno y sosegado se presiente.


En el confín de la orfandad,
cimas y abismos, que tanto me elevaron
y me hundieron,
por fin caminan juntos
en una extraña e inquietante calma.

Ah concordia tardía,
la alegría y la desesperación
son ya casi lo mismo.



domingo, 14 de octubre de 2018

Y los trescientos escalones (por Francisca Aguirre)


Papá, perdimos tantas cosas
además de la infancia y los trescientos escalones que tú pintaste
nunca he sabido si para decirnos que había que subirlos o bajarlos.
Y ahora pienso, desde tu mano que me ayudaba a recorrerlos,

que tal vez me dijiste entonces
que había que subirlos y bajarlos
y para eso los pintaste
y para eso pasaste días enteros
pintando una escalera interminable,
una hermosa escalera rodeada de árboles y árboles,
llena de luz y amor,
una escalera para mí,
una escalera para que pudiera subir,
vivir,
y una escalera para descender,
callar,
y sentarme a tu lado como entonces.



sábado, 13 de octubre de 2018

A través de los ojos de mi enemigo (por Maurizio Medo)


No puedo ver a través de los ojos de mi enemigo
y examinar la naturaleza real de ciertos eventos
considerados virtuosos por su desenlace. Quisiera,
aunque es mejor cuanto menos se diga, situarme
en el ángulo preciso y hurgar bajo el aura
paranormal del mito, adonde hay demasiado frío
como para argüir algo contraproducente, detenerme
y revelar su calaña: sus buenas acciones
obedecen a la suerte.
Su único mérito fue detectarla cerca.
Resistir su soporífero hedor de flor de ruda
de acuerdo a la estrategia establecida
para convertirse en cliente después
de persuadirla con sentidas confesiones
sobre su mala fortuna. Justo cuando la suerte
estaba por aquí, con el espacio suficiente para
ofrecer un beneficio, me distraje observando
la desmedida ambición de mi enemigo. No discuto
la repercusión de un ideal estético, para nada.
Pero supeditar nuestras acciones a la conquista
de alguno no me basta para hacer frente a ciertas
exigencias implícitas en la vida doméstica.
El pago de las cuentas no cede al armisticio.
Y, sin embargo, él solo suspira como un lagarto
después de haber mordido el ábaco, orondo.

Pero la suerte no merece todo el crédito.

Hay otros factores —fuera de la singular alineación
de los astros en su día natal.

Pensaba en el espacio donde las semillas parecen
alinearse por el cauce del surco sin calcular
los probables efectos de una ola de calor o la sequía.

En los amigos, si consiguen saltar diversos significados
después de considerar que todos representan solo un límite.
O en su mujer, quien no merece perderse en medio de
tantas confusiones cuando él la observa inquisitivo.
No por un error. Sino a través del miedo
de no encontrarla más allí.

En ocasiones convengo que la muerte debiera arrastrarlo
aun cuando no sea el momento. Y me afiebra la ansiedad
por patear su cráneo.
Partirle en dos el plexo y después
colocar una vela detrás de cada ojo.
Luego embozarlo con tal de ver cómo
se tuerce mientras asfixia lentamente.

En otras diseño diversas estrategias
y así perpetrar el crimen perfecto.
Pero cuando encuentro su rostro sobre
la superficie del espejo descubro que
tal asesinato es imposible. No por piedad.
O cierto grado de compasión.
Me resulta imprescindible mantenerlo vivo.

Son las 7 y 35.
Brinca velocísima la liebre por el monte.
Los árboles adivinaron el eco
de una música decepcionante
si es que la traducimos al violín. Ahora él tendrá
que injertarse en el paisaje productivo
cargando al hombro su propia cárcel sin
abandonar la sonrisa negligente, tan necesaria
para volver al punto que le vise la mazmorra
después de recorrer un campo minado
por las dudas con el propósito
de rehacer todo lo que hicimos mal.

No es la historia.
Mañana le ocurrirá otra vez.
Me culpará.

Yo soy el enemigo.



viernes, 12 de octubre de 2018

A los que amamos como eran (por Derek Walcott)


La mitad de mis amigos están muertos.
Te daré otros nuevos, dijo la tierra.
No, en vez de eso, devuélvemelos como eran,
con defectos y todo, grité.

Puedo robar esta noche sus palabras
al confuso rumor del oleaje
entre los juncos, pero no andar a solas

sobre las hojas del océano que la luna baña
por aquel blanco camino,
ni mantenerme en el vuelo, propio de un sueño,

de los búhos ya libres del peso de la tierra.
Los amigos que guardas, oh tierra,
son más que aquellos que dejaste para amar.

Al pie del acantilado brillan los juncos, verdes, plateados;
fueron lanzas seráficas de mi fe,
pero de eso que está perdido crece algo más fuerte

que irradia el resplandor racional de la piedra,
tenaz claro de luna, más allá de la desesperación,
resuelto como el viento, que entre divisores juncos

trae delante de nosotros a los que amamos, como eran,
con defectos y todo, no más nobles, pero aquí.



jueves, 11 de octubre de 2018

La senda antigua (por H.P. Lovecraft)


No hubo una mano amiga que me sostuviera
la noche que encontré la senda antigua
sobre la colina, cuando creí vislumbrar
los campos que acechaban mis recuerdos.
Ese árbol, aquel muro: los recordaba bien,
y todos los tejados y bosques
eran familiares en mi mente,
como si poco antes los hubiera visto.
Supe aquello que las sombras moldearían
cuando la perezosa luna ascendiera
detrás de la colina de Zaman, y supe
cómo se iluminaría el valle unas horas después.
Y cuando la senda subió, alta y agreste,
y parecía perderse entre los cielos,
no temí lo que pudiera ocultarse
tras aquellas laderas informes.
Caminaba decidido mientras la noche
se tornaba pálida en su brillo fluorescente;
los muros y tejados de la granja lucían
espectrales cerca del escarpado camino.
Allí estaba el conocido letrero:
«Dos millas a Dunwich»,
y ahora la visión de los techos y campanarios
se asomó delante de mí unos pasos más arriba...

No hubo una mano amiga que me sostuviera
la noche que encontré la senda antigua,
cuando alcancé la cima y descubrí
aquel valle de muerte y desolación:
sobre la colina de Zaman emergió
la mole enorme de una maligna luna,
alumbrando malezas y enredaderas que crecían
sobre ruinosos muros nunca antes vistos por mí.
Los fuegos fatuos resplandecieron sobre ciénagas y campos
y aguas desconocidas arrojaron vapores,
cuyas ondulaciones se burlaban de la idea
de que alguna vez hubiera conocido aquel lugar.
Y bien supe, desde aquella horrible región,
que mi pasado cariño nunca había sido,
que me había alejado del camino
que desciende hacia el valle de la muerte.
A mi alrededor la niebla se escurría,
arriba, luminosa, brillaba la Vía Láctea.
No hubo mano amiga que me sostuviera
la noche que encontré la senda antigua.



miércoles, 10 de octubre de 2018

Quémalas (por Mary Oliver)


Cuando me mudaba de una casa a otra
había muchas cosas para las que no tenía espacio.
¿Qué podía hacer? Alquilé un trastero.
Y lo llené. Los años pasaron.
De vez en cuando iba allí y miraba,
sin que nada ocurriera, ni una sola
punzada en el corazón.
Cuantos más años cumplía, las cosas que me importaban
eran cada vez menos, pero más
importantes. Así que un día rompí el candado
y llamé al basurero. Se lo llevó
todo.
Me sentí como el burrito al que
finalmente le quitan la carga de encima. ¡Cosas!
¡Quémalas, quémalas! ¡Haz un hermoso
fuego! ¡Habrá un espacio en tu corazón para el amor,
para los árboles! Para los pájaros
que nada poseen – la razón por la que pueden volar.



martes, 9 de octubre de 2018

Si puedo enfrentar lo oscuro con los ojos abiertos (por May Sarton)


Si puedo dejarte ir como los árboles dejan ir a sus hojas,
tan fácil, una por una.
Si llego a saber lo que ellos saben,
que la caída es sosiego, es consumación;
entonces el miedo al tiempo y a la fruta incierta
no turbará los grandes cielos lúcidos,
este otoño tan raro, apacible y sutil.
Si puedo enfrentar lo oscuro con los ojos abiertos,
llamarlo estacional en vez de extraño o cruel
(porque incluso el amor requiere un tiempo de sueño)
y, ante el cambio, quedarme quieta como un árbol,
perder lo que pierda para guardar lo que pueda,
con la raíz sólida, viva bajo la nieve,
el amor permanecerá - si puedo dejarte ir.


lunes, 8 de octubre de 2018

El infinito (por Giacomo Leopardi)


Siempre me fue querido este monte yermo
y este seto que tanta parte

del horizonte último oculta a la mirada.
Pero sentado y mirando, un infinito
espacio tras aquélla, un sobrehumano
silencio y una calma profundísima
imagino en mi mente, con lo que casi
me tiembla el corazón. Oyendo el viento
murmurar en las ramas me descubro
comparando su voz con el silencio
infinito, y entonces pienso en lo eterno,
en las estaciones muertas, y en la actual,
viva, y en sus sonidos. Y así
en esta inmensidad mi pensamiento se hunde:
y naufragar me es dulce en este mar.


domingo, 7 de octubre de 2018

La ignorancia se emparienta con la eternidad (por Claudio Portiglia)


Hoy murió un hombre cuyo nombre desconocía

no así su persona

lo supe cuando vi su foto reproducida por los medios

¿este hombre murió? me dije

y de inmediato se me representaron caras de tanta gente cuyos nombres desconozco

¿vivirán? ¿se habrán muerto?

¿cuándo vemos una cara por última vez?

¿intuimos que esa vez será la última?

la ignorancia de alguna manera se emparienta con la eternidad

desconocer el destino de las personas y las cosas

nos permite un precario aunque confortable refugio

un lugar que nos protege de la fugacidad desoladora

un campo de acción que es eterno mientras dura

y después

cuando el golpe nos siegue

quién sabrá dónde estamos o qué fuimos


sábado, 6 de octubre de 2018

Y tú no estabas allí (por Fayad Jamís)


Abrí la verja de hierro,
sentí cómo chirriaba, tropecé en algún tronco
y miré una ventana encendida,
pero la madrugada devoraba las hojas
y tú no estabas allí diciéndome
que el mundo está roto y oxidado.
Entré, subí en silencio las escaleras, abrí otra puerta,
me quité el jersey, me senté, me dije estoy sudando,
comencé a golpear mi pobre máquina de hablar,
de roncar y de morir
(tú dormías, tú duermes, tú no sabes cuánto te amo),
me quité la corbata y la camisa,
me puse el alma nueva que me hiciste esta tarde,
seguí tecleando y maldiciendo,
amándote y mordiéndome los puños.
Y de pronto llegaron hasta mí otras voces:
iban cantando cosas imposibles y hermosas,
iban encendiendo la mañana,
recordaban besos que se pudrieron
en el río,
labios que destruyó la ausencia.
Y yo no quise decir nada más:
no quiero hablar,
acaso en el chirrido de la verja rompí
cruelmente el aire de tu sueño.
Qué importa entrar o salir o desnacer.
Me quito los zapatos
y los lanzo ciego, amorosamente, contra el mundo.



viernes, 5 de octubre de 2018

Me llevaré a la oscuridad tus ojos (por Julio Martínez Mesanza)


Lirio en el agua, inaccesible lirio,

y agua que escapa, luz inaccesible.

Me llevaré a la oscuridad tus ojos,

la hermosura terrible de este mundo,

la culpable hermosura de esta tarde,

la luz inaccesible de tus ojos.

Porque la tarde es última y oscura,

una hermosura sin después, un pozo

en el que va a ahogarse un niño, un pozo

con un lirio en su fondo inaccesible.

Todo se apaga alrededor y queda

sólo un pozo en el centro de la tarde

y un lirio inaccesible y, en mis ojos,

la luz que mataré cuando me vaya.



jueves, 4 de octubre de 2018

Alguien tendrá que oírnos (por Juan Rulfo)

I


Ustedes dirán que es pura necedad la mía,


que es un desatino lamentarse de la suerte,


y cuantimás de esta tierra pasmada


donde nos olvidó el destino.






La verdad es que cuesta trabajo


aclimatarse al hambre.






Y aunque digan que el hambre


repartida entre muchos


toca menos,


lo único cierto es que aquí


todos


estamos a medio morir


y no tenemos ni siquiera


dónde caernos muertos.






Según parece


ya nos viene de a derecho la de malas.


Nada de que hay que echarle nudo ciego a


este asunto.


Nada de eso.


Desde que el mundo es mundo


hemos andado con el ombligo pegado al espinazo


y agarrándonos del viento con las uñas.






Se nos regatea hasta la sombra,


y a pesar de todo


así seguimos:


medio aturdidos por el maldecido sol


que nos cunde a diario a despedazos,


siempre con la misma jeringa,


como si quisiera revivir más el recoldo.


Aunque bien sabemos


que ni ardiendo en brasas


se nos prenderá la suerte.






Pero somos porfiados.


Tal vez esto tenga compostura.






El mundo está inundado de gente como nosotros,


de mucha gente como nosotros.


Y alguien tiene que oírnos,


alguien y algunos más,


aunque les revienten o reboten


nuestros gritos.






No es que seamos alzados,


ni le estamos pidiendo limosnas a la luna.


Ni está en nuestro camino buscar de prisa la covacha


o arrancar pa’l monte


cada que nos cuchilean los perros.






Alguien tendrá que oírnos.






Cuando dejemos de gruñir como avispas en


enjambre,


o nos volvamos cola de remolino,


o cuando terminemos por escurrirnos sobre


la tierra


como un relámpago de muertos,


entonces


tal vez


nos llegue a todos


el remedio.






II


Cola de relámpago,


remolino de muertos.


Con el vuelo que llevan,


poco les durará el esfuerzo.


Tal vez acaben deshechos en espuma


o se los trague este aire lleno de cenizas.


Y hasta pueden perderse


yendo a tientas


entre la revuelta obscuridad.






Al fin y al cabo ya son puro escombro.






El alma se la han de haber partido a golpes


de tanto darle potreones a la vida.


Puede que se acalambren entre las hebras


heladas de la noche,


o el miedo los liquide


borrándoles hasta el resuello.






San Mateo amaneció desde ayer


con la cara ensombrecida.


Ruega por nosotros.






Ánimas benditas del purgatorio.


Ruega por nosotros.






Tan alta que está la noche y ni con qué velarlos.


Ruega por nosotros.






Santo Dios, Santo Inmortal.


Ruega por nosotros.






Ya están todos medio pachiches de tanto que el sol


les ha sorbido el jugo.


Ruega por nosotros.






Santo san Antoñito.


Ruega por nosotros.






Atajo de malvados, punta de holgazanes.


Ruega por nosotros.






Sarta de bribones, retahíla de vagos.


Ruega por nosotros.






Cáfila de bandidos.


Ruega por nosotros.




Al menos éstos ya no vivirán calados por el hambre.



miércoles, 3 de octubre de 2018

Por qué rendija hemos resbalado (por Sylvia Plath)


Hace diez años que fuimos en bote a la Isla de los Niños.
El sol llameaba vertical aquel mediodía en el agua a la altura de Puntamármol.
Aquel verano llevábamos los ojos ocultos tras gafas negras.
Siempre llorando, en nuestros cuartos oscuros, hermanitas oprimidas,
en las dos casas de Swampscott, grandes, blancas, hermosas.

Cuando llegó la niña de Inglaterra, con su piel crema y cosméticos caros,
yo tuve que dormir en el mismo cuarto que el bebé, en su cuna demasiado exigua,
y el niño de siete años rehusaba irse hasta que las listas de su jersey
hiciesen juego con sus calcetines.

¡Qué abundancia! Once habitaciones y un yate
cuya escala de caoba pulida conducía al agua,
el grumete sabía adornar pasteles de seis pisos con escarcha de azúcar.
Pero yo no sabía cocinar, y los niños me ponían nerviosa.
Por la noche escribía mi Diario, mis dedos, rojos,
chamuscados a fuerza de planchar mangas de vuelo y camisas de encaje.
Cuando la esposa deportista y su médico esposo salieron de crucero
me dejaron una doncella llamada Elena, "para que la protegiese", y un perrito.

En tu casa, la principal, se vivía mejor.
Tenías rosas en el jardín, y un jardín para invitados, y una botica de juguete
y cocinera y doncella, que sabían dónde estaba guardado el whisky.
Recuerdo tus juegos, con tu vestido de piqué rosa.
En el piano del cuarto de jugar, cuando "los mayores" se iban,
y la doncella fumaba y jugaba al billar bajo la luz verde.
La cocinera era estrábica y dormía mal, de puro nerviosa.
Llegada de Irlanda, a prueba, quemaba siempre las pastas y acabaron despidiéndola.

¡Qué ha sido de nosotros, hermana!
Aquel día libre, las dos llorábamos constantemente
y cogimos un jamón en dulce y una piña de la nevera
y alquilamos el viejo bote verde. Yo remaba y tú leías
alto, con las piernas cruzadas, en la popa, Una generación de víboras.
Y así llegamos a la isla. Estaba desierta:
una perspectiva de pórticos crujientes e interiores silenciosos,
quieta y deprimente como la foto de alguien que ríe,
muerto diez años antes.

Las gaviotas, audaces como dueñas de todo, buceaban.
Recogimos ramas y las espantamos,
luego bajamos la empinada cuesta hacia la playa, y agua adentro
pateamos, charlamos. La sal espesa nos animaba.
Aún nos veo, flotando, inseparables: dos muñecos de corcho.
¿Por qué rendija hemos resbalado, qué puerta se cerró?
Las sombras herbosas se inclinaban como manecillas de reloj,
y desde dos continentes opuestos nos llamamos, saludándonos.
Todo ha ocurrido.


martes, 2 de octubre de 2018

Teníamos un par de ases (por Frank O' Hara)


Te olvidaste de cómo éramos entonces

cuando aún éramos de primera

y el día engordaba con una manzana dentro de su boca


es inútil preocuparse por el Tiempo

pero teníamos un par de ases bajo la manga

y tomábamos ciertas curvas cerradas


el pastizal entero parecía nuestra cena

no necesitábamos de velocímetros

podíamos hacer cócteles con hielo y agua


no desearía ser más veloz

ni más vivaz que ahora si estuvieras junto a mí Oh tú

fuiste el mejor de todos mis días


lunes, 1 de octubre de 2018

Ya no sé andar solo (por Fernando Pessoa)


El amor es una compañía, 
ya no sé andar solo por los caminos,
porque ya no puedo andar solo.
Un pensamiento visible me hace andar más a prisa y ver menos,
y al mismo tiempo gustar de ir viendo todo.
Aun la ausencia de ella es una cosa que está conmigo,
y yo gusto tanto de ella que no sé cómo desearla.
Si no la veo, la imagino y soy fuerte como los árboles altos,
pero si la veo tiemblo, 
no sé qué se ha hecho de lo que siento en ausencia de ella.
Todo yo soy cualquier fuerza que me abandona.
Toda la realidad me mira 
como un girasol con la cara de ella en el medio.