zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

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domingo, 30 de agosto de 2020

Cada colisión fue evitada (por Mary O' Malley)


A esta hora de la noche los objetos de la casa

ya no son inertes o agradables.

Despiden emanaciones cargadas de ceniza.

El frío televisor, el panel de la ventana

y el teléfono tiemblan ligeramente

en sus sueños de baratija.

Hace casi dieciocho años

regresamos del sol

con dos hijos pequeños

a esta, nuestra ciudad universitaria.

Aquí, no lo sabíamos,

planeaban abrir una calle.

En la colina de enfrente

solían pastar dos caballos, Verano e Invierno,

que nuestra hijita adoraba.

Arriba, en las constelaciones,

convergían trayectorias

de estrellas candentes. Pese a las

señales de desastre,

cada colisión fue evitada.

Cuando volví al hogar esta noche

los gatos vinieron hacia mí,

una sombra gris, una nube naranja.

¿Hogar? No hay peligro de elegía.

Ya nunca tendremos treinta años de casados.

Este anillo de bodas

que fue nuestra O de regocijo

y “para siempre” y que está en un

oscuro cajón, todavía me va bien.

Cuando partimos a Ítaca

con rostros radiantes, te di juventud

y fuego, tanto como dolor.

Aunque esa isla desnuda no era

el destino esperado,

compramos ámbar y ébano

y nuestro viaje fue largo.

Los caballos ya no están,

reemplazados por casas.

En cada calle, en cada barrio nuevo,

empieza una vez más.

Esta noche de noviembre

hay una luna

atrapada en una tenue malla

de bruma. Me consuela saber

que podría ir hasta la colina de enfrente

donde pastaban la yegua blanca y el caballo marrón

y la bahía se ensanchaba al oeste,

hacia el agua y la fuga.



jueves, 27 de agosto de 2020

La canción de los murciélagos (por Robert E. Howard)


Anochecía en la montaña
y las estrellas eran tenues y frágiles
cuando los murciélagos llegaron volando,
volando desde el río y el valle
para rodar contra el crepúsculo
y cantar sus cuentos de brujas.

«¡Éramos reyes de antaño! —cantaban—:
gobernantes de un mundo encantado;
cada nación de lo creado
reconocía nuestro dominio sobre los hombres.
Las diademas de poder nos coronaron,
luego se levantó Salomón para confundirnos,
nos dio forma de bestias,
y se rompió nuestro reino».

Girando, girando hacia el oeste,
huyeron en vuelo fantasmal;
¿No fue más que música esas alas moviéndose,
murmurada a través de la noche estrellada?
¿O fue el canto de un clan espectral
susurrando un poder olvidado?



lunes, 24 de agosto de 2020

Donde mis ojos se lavan (por Raquel Sinelli)


Después de la lluvia

los troncos se ven negros,

nítidos

y entre ellos pasa, difusa, la luz del día.

El agua

retenida en la corteza

es el subrayado de un dibujo infantil

donde mis ojos se lavan, inocentes.



viernes, 21 de agosto de 2020

Elegimos procesarlo (por Carolina Soria)


Martes 0:44




un recuerdo enmohecido

se arrastra


prisionero de sombras

se silencia


arriba a los ojos

espera

cae por las mejillas

corre


un recuerdo enmohecido

se arrastra


para morir

en la garganta


Domingo 21:15


si alguna vez hablamos

te diría sí

me lastimaste


quisiera que lo sepas

para que no pases por la vida sin saber

que uno daña


me pregunto a quién dañé


Sábado 01:38


harapientos de basura

abandonados


o de ropaje blanco

con números bancarios


o deshojando margaritas

en la luna valenciana


o simulando ser lo que se debe ser


vestiduras de almas enjauladas

¿pueden elegir otra ropa?


Jueves 19:34



de acuerdo

dejamos atrás el dolor

elegimos procesarlo


perdonamos a nuestros deudores

nos perdonamos


aprendimos de la experiencia

seguimos


pero en lo más interior de la voz

lo real

no miente


Miércoles 22:56



real que retumba en las maneras de ver


donde verse se hace carne

donde la carne se ciñe


y no hay más real

que un adiós


martes, 18 de agosto de 2020

Menos él (por Alfredo Fressia)


Mira el espejo en la vidriera
y todo se refleja menos él.
Se refleja su cuerpo, ve
sus ojos, con ojeras, ve
su ropa, puesta con cuidado,
ve que aprendió finalmente
que el mundo es de los otros,
cuidadosamente de los otros, con ojeras
de los otros, y esta calle y la patria
y las reglas de este enfermo,
este suspecto hijo de nadie, este
anónimo en la calle y en la vida
de los otros que no miran
el espejo en que él se mira
entero y está ausente.



sábado, 15 de agosto de 2020

Inscripción sobre un sepulcro (por Tristan Tzara)


Y sentía tu alma pulcra y triste
como sientes la luna que se desliza calladamente
detrás de los visillos corridos,
y sentía tu alma pobre y encogida,
como un mendigo, con la mano tendida delante de la puerta,
sin atreverse a llamar y entrar,
y sentía tu alma frágil y humilde
como una lágrima vacilando en el borde de los párpados,
y sentía tu alma ceñida y húmeda por el dolor
como un pañuelo en la mano en el que gotean lágrimas,
y hoy, cuando mi alma quiere perderse en la noche,
solamente tu recuerdo la detiene
con invisibles dedos de fantasma.



miércoles, 12 de agosto de 2020

Mi cabeza estadística (por Wislawa Szymborska)


En la fotografía de la muchedumbre
mi cabeza es la séptima desde el margen,
o tal vez la cuarta a la izquierda,
o la veinte desde abajo;

no sé cuál es mi cabeza,
ya no una, no única,
ya parecida a las parecidas,
ni femenina, ni masculina,

las señales que me hace
no son ningún rasgo personal;

tal vez la ve el Espíritu del Tiempo,
pero no la mira;

mi cabeza estadística
que consume acero y cables
tranquilísima, globalísimamente;

sin la vergüenza de ser una cualquiera,
sin la desesperación de ser cambiable;

como si no la tuviera en absoluto
a mi modo y por separado;
como si se hubiera desenterrado un cementerio
lleno de cráneos anónimos
en aceptable estado de conservación
a pesar de su mortalidad;

como si ya hubiera estado allí
-mi cabeza, una cualquiera, ajena-

donde, si recuerda algo,
es quizá el profundo futuro.



domingo, 9 de agosto de 2020

Espera (por Silvina Ocampo)


Cruel es la noche y dura cuando aguardo tu vuelta
al acecho de un paso, del ruido de la puerta
que se abre, de la llave que agitas en la mano
cuando espero que llegues y que tardas tanto.
Crueles son en las calles los rumores de coches
que me dan sueño cuando estoy junto a tus ojos.
Cruel es la lluvia suave, furiosa que fascina,
las enormes tormentas, las nubes con sus islas
cuando espero que llegues y que el reloj enclava
sus manecillas de oro en el corazón ávido.
Cruel es que todo sea precioso hasta el retorno
de la espera, y el lento padecer del amor.
Cruel es rezar sin tregua la promesa olvidada
de volver a ser buena, de sentir que redime
estar bien preparada sólo para la dicha.
Cruel es la luz, perfecta, de la luna y del alba,
el alma de las horas sobre el campo y el mar,
y crueles son los libros, la voluptuosa música,
hasta la anomalía de las caras etruscas.
Y es cruel aún después tener que ser humana,
no convertirme, al verte, en perro, de alegría.


jueves, 6 de agosto de 2020

Intercambiamos un saludo (por Hagar Peeters)


Anoche me crucé con mis padres,
dos pálidas figuras inclinadas
una hacia otra bajo la blanca luz de un farol.
A juzgar por su alegría yo no había nacido
aún. Ambos eran jóvenes y muy enamorados.
A mí me dio mucha tristeza
porque yo sabía el curso que iban a tomar las cosas.
Ella se moría de risa por algo que él le susurró.
Él se reía a carcajadas como suele hacerlo todavía.
Intercambiamos un saludo cortés
y después nos fuimos cada uno por su lado.
“Un momento -les dije a distancia-,
seguramente nos vamos a reencontrar dentro de un tiempo”.
Ellos, tomados del brazo, doblaron en silencio la esquina.



lunes, 3 de agosto de 2020

Insomnio (por Jorge Luis Borges)


De fierro,
de encorvados tirantes de enorme fierro tiene que ser la noche,
para que no la revienten y la desfonden
las muchas cosas que mis abarrotados ojos han visto,
las duras cosas que insoportablemente la pueblan.

Mi cuerpo ha fatigado los niveles, las temperaturas, las luces:
en vagones de largo ferrocarril,
en un banquete de hombres que se aborrecen,
en el filo mellado de los suburbios,
en una quinta calurosa de estatuas húmedas,
en la noche repleta donde abundan el caballo y el hombre.

El universo de esta noche tiene la vastedad
del olvido y la precisión de la fiebre.

En vano quiero distraerme del cuerpo
y del desvelo de un espejo incesante
que lo prodiga y que lo acecha
y de la casa que repite sus patios
y del mundo que sigue hasta un despedazado arrabal
de callejones donde el viento se cansa y de barro torpe.

En vano espero
las desintegraciones y los símbolos que preceden al sueño.

Sigue la historia universal:
los rumbos minuciosos de la muerte en las caries dentales,
la circulación de mi sangre y de los planetas.

(He odiado el agua crapulosa de un charco,
he aborrecido en el atardecer el canto del pájaro.)

Las fatigadas leguas incesantes del suburbio del Sur,
leguas de pampa basurera y obscena, leguas de execración,
no se quieren ir del recuerdo.
Lotes anegadizos, ranchos en montón como perros,
charcos de plata fétida:
soy el aborrecible centinela de esas colocaciones inmóviles.
Alambre, terraplenes, papeles muertos, sobras de Buenos Aires.

Creo esta noche en la terrible inmortalidad:
ningún hombre ha muerto en el tiempo, ninguna mujer,
ningún muerto,
—aunque se oculten en la corrupción y en los siglos—,
y condenarlos a vigilia espantosa.

Toscas nubes color borra de vino inflamarán el cielo;
amanecerá en mis párpados apretados.