zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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martes, 29 de diciembre de 2020

Pero no es de esta tierra (por Milo De Angelis)


Subes al tranvía número catorce y estás destinado a bajar

en un tiempo que ya mediste miles de veces

pero que no conoces de verdad,

observas arriba los cables tendidos y abajo el asfalto húmedo,

el asfalto que recibe la lluvia y llama desde lo profundo,

nos recoge en un respiro que no es de esta tierra, y entonces

miras el reloj, saludas al conductor. Todo es como siempre

pero no es de esta tierra y con la palma de la mano

limpias el vapor del vidrio, escrutas los espectros que corren

por las vías y cuando le sonríes a ella vestida de amaranto

que baja rápido los dos escalones, haces con la mano un gesto

que parecía un saludo pero que es un adiós.


martes, 22 de diciembre de 2020

Yendo donde estoy yendo (por Ada Limón)

 

Cada vez que estoy en un aeropuerto,

pienso que debería cambiar

drásticamente mi vida: Matar las niñerías,

empezar a portarme según mis números, prender fuego

al desorden y reptar por debajo

del radar como un can que escapó

escabulléndose a lo largo de la cerca.

Estaría tejida en ochos hasta el cuello,

más bella que comprándolo, confiaría

en el creador y arreglaría mis problemas

con rezos y propiedades.

Luego, pienso en ti, en casa

con el perro, el campo lleno

de brotes púrpuras —somos pequeños

y defectuosos, pero yo quiero ser

quien soy, yendo donde

estoy yendo, todo de nuevo.


domingo, 20 de diciembre de 2020

Y hablamos de las lluvias (por Vinko Kalinić​)


Teníamos frío en aquella noche de verano; nos

abrazamos y hablamos de las lluvias. De las lluvias que caían

a torrentes. Caían como si el propio cielo cayera sobre nosotros.

Caían en gotas enormes que luego desaparecían para siempre.

Con ellas nos empapamos hasta los huesos.

Y hoy estamos en lo seco.

Pero hay gotas que nunca dejaron de caer.

Aunque son muy pequeñitas, tan pequeñitas que aun hoy no las vemos.

Todavía caen y caerán por mucho mucho tiempo aún.

En realidad cayeron siempre.

¡Oh, si pudiéramos resistir!

y evitar la ruina del tiempo en que caeremos un día y

desapareceremos en alguna primavera ajena.

Dejando apenas un aroma de otoño caído hace mucho tiempo.

Hablamos de las lluvias y nos empapamos ese verano.

Toda la noche, juntos, pegados uno al otro, gota a gota.


viernes, 18 de diciembre de 2020

Y todo el cielo azul china (por Richard Wilbur)

 

"Bastante más abajo está China", dijo alguien.
"Cava lo suficientemente hondo y podrás ver el cielo
tan claro como el fondo de una fuente.
Excepto que en realidad sería un cielo diferente.
¡Entonces podrías cavar hasta que llegases
a China! Oh, no se parece a New Jersey.
Hay gente, árboles y casas, y todo eso,
pero muy diferentes. Nada parece igual."

Fui y saqué la pala del galpón
y sudé como un jornalero toda la mañana,
cavando un pozo junto al arbusto de lilas,
apoyado en mis manos y mis rodillas. Fue una especie
de rezo, sospecho. Observaba mi mano
cavar hondo y más oscuro, y traté y traté
de soñar con un lugar donde nada fuese lo mismo.
La pala nunca logró abrir un paso al azul.

Antes de que el sueño se cansase de sí mismo
mis ojos ya estaban fatigados de mirar en la oscuridad,
mi cabeza, cocinada por el sol, de colgar sobre un agujero.
Me alcé en un lugar que había olvidado,
parpadeando y pasmado mientras la tierra daba vueltas
y me mostraba graneros de plata, los campos dormitando
en mantos de esplendor, lo evidente vistiéndose y
desapareciendo
en mareas de hojas, y todo el cielo azul china.
Hasta que recuperé el equilibrio
y todo lo que vi era China, China, China.


miércoles, 16 de diciembre de 2020

Todo lavado (por Janina Degutyté)


Qué blanca la ciudad en diciembre:

altos campanarios de azúcar,

ventanas con pájaros de plata,

y los árboles, ajenjos con nieve

elevándose hacia las altas nubes.

Festiva la ciudad: parece irreal

tan blanca

como si nunca pasaran por ella

sangre

ni hollín.

Todo lavado y justificado.

Ninguna inscripción.

Como si todo estuviera aún por suceder.

Por suceder aún.



lunes, 14 de diciembre de 2020

Canción a una dama en las sombras (por Paul Célan)


Cuando la Silenciosa llegue y decapite los tulipanes:
¿Quién gana?
¿Quién pierde?
¿Quién se asoma a la ventana?
¿Quién dirá primero su nombre?

Es alguien que viste mis cabellos.
Los viste como quien sostiene en sus manos a los muertos.
Los viste como el Cielo vistió mis cabellos el año que amé.
Los viste así por vanidad.

Ese gana.
Ese no pierde.
Ese no se asoma a la ventana.
Ese no dice su nombre.

Es alguien que tiene mis ojos.
Los tiene desde que las puertas se cerraron.
Los viste como anillos en sus dedos.
Los viste como pedazos de lujuria y de zafiro:

ya era mi hermano en el otoño;
ya está contando los días y las noches.

Ese gana.
Ese no pierde.
Ese no se asoma a la ventana.
Ese dice su nombre en último lugar.

Es alguien que tiene lo que dije.
Lo viste como un bulto bajo el brazo.
Lo viste como un reloj la peor de sus horas.
Lo viste de umbral en umbral, no lo tira lejos.

Ese no gana.
Ese pierde.
Ese se asoma a la ventana.
Ese dice su nombre en primer lugar.

Ese será decapitado con los tulipanes.


viernes, 11 de diciembre de 2020

Fragmentaria (por Robert Rivas)



"¿Hay que ponerla junto a las otras?"

Te juro, no entienden. No entienden y ya no van a entender

Les dije: "el huevo se abre de esta manera"

Los huevos azules, pescados como de casualidad

en la bahía de Iskrenko, de noche,

como corresponde, entre tormentas inmensas


Recoger una tormenta más o menos entera

y trasladarla en el vetusto ferrocarril de Nilin

¡te la regalo!

trabajamos día y noche,

jornada tras jornada

¿y todo para qué?

Para que al entregarle la tormenta

al comisionado, este pretenda almacenarla

en un depósito de chapa en las afuera de Sumnirsky

Después te mira con cara de desgraciado

¡el hombre está agobiado!

¡Agobiado! Te juro que usó esa palabra,

la tengo grabada en la mente como una cuña metálica


"¡No importa la cara que pongas!", le gritamos

precisamente en su cara de desgraciado,

"¡No te vamos a traer otra!"


Pero puede ordenarlo, y el buró central se hará cargo

Suyas son las órdenes, que se superponen

y contradicen y anulan recíprocamente

pero que mejor cumplirlas como sea


Mientras tanto, las chapas del imbécil depósito de Sumnirsky

vuelan ya como grandes pájaros mecánicos, cercenando

cabezas (¿no era eso lo que querían?) de vacas y de campesinos,

sembradíos de lino y cebada, cabañas miserables,

bosques umbríos íntegros, bajo los cielos eternamente

helados


Hace un mes trajimos -casi completo- un lago desde las congeladas estepas de Ajmetev

Como de costumbre, no nos pagaron lo convenido

"Vivimos de eso", le dijimos en voz baja al comisario

"Es lo que aprendimos a hacer"

El comisario sonríe despectivo. No sabemos si le causamos risa o asco.


Ahora pretenden que empecemos a traer porciones de países vecinos

¿Cómo de grandes? "Todo lo que puedan transportar"


No, no preguntamos dónde van a ponerlos

pero sí dijimos, "¿y la paga, cuándo?"

"¡No son tiempos para andar fijándose en la paga!",

respondió con furia revolucionaria el comisario


Aprenderemos a comer piedras

y luego nos las deducirán del sueldo


lunes, 7 de diciembre de 2020

Nómada (por Rafael Baldaya)


Siempre de paso

de un lugar hacia otro

nómada

itinerante

nunca quieto en un sitio

nunca estatua de sal

nunca enmohecido

nunca estancado

siempre de viaje

rotando

rodando

continuamente en ruta

camino

carretera

en tránsito

en trasbordo

mudándote

mutándote

residiendo en la senda

sin domicilio

solo paradero

sin más armario que una maleta

No hay edén en el mundo

ni arcadia

ni vergel

No hay ningún paraíso

pero existe la dicha

de estar siempre de paso


viernes, 4 de diciembre de 2020

Abedules (por Robert Frost)

 

Cuando veo abedules oscilar a derecha

y a izquierda, ante una hilera de árboles más oscuros,

me complace pensar que un muchacho los mece.

Pero no es un muchacho quien los deja curvados,

sino las tempestades. A menudo hemos visto

los árboles cargados de hielo, en claros días

invernales, después de un aguacero.

Cuando sopla la brisa se les oye crujir,

se vuelven irisados cuando se resquebraja

su corteza esmaltada. Pronto el sol les arranca

sus conchas cristalinas, que mezcla con la nieve…

Esas pilas de conchas esparcidas se diría 

que son la rota cúpula interior de los cielos.

La carga los doblega hacia los mustios

matorrales cercanos, pero nunca se quiebran,

aunque jamás podrán enderezarse solos:

durante muchos años las ramas de sus troncos

curvadas barrerán con sus hojas el suelo,

igual que arrodilladas doncellas con los sueltos

cabellos hacia atrás y secándose al sol.

Pero cuando la Verdad se me interpuso

en la forma de un hecho como la tempestad,

iba a decir que quizás un muchacho,

yendo a buscar las vacas, inclinaba los árboles…

Un muchacho que por vivir lejos del pueblo

sólo sabe jugar, en invierno o en verano,

a juegos que ha inventado para jugar él solo.

Ha domado los árboles de su padre uno a uno

pasando por encima de ellos tan a menudo

que nada les dejó de su esbeltez.

A todos doblegó; no dejó ni uno solo

sin conquistar. Aprendió la manera

de no saltar de un árbol sin haber conseguido

doblarlo contra el suelo. Conservó el equilibrio

hasta llegar arriba, trepando con cuidado,

con la misma destreza que uno emplea al llenar

la copa hasta el borde, y aun arriba del borde.

De un empujón entonces disparaba los pies

hacia fuera y saltaba del aire hasta la tierra.


Yo fui también, antaño, un columpiador de árboles;

muy a menudo sueño en que volveré a serlo,

cuando me hallo cansado de mis meditaciones,

y la vida parece un bosque sin caminos

donde, al vagar por él, sentimos en la cara

ardiente el cosquilleo de telarañas rotas 

y un ojo lagrimea a causa de una brizna,

y quisiera alejarme de la tierra algún tiempo,

para luego volver y empezar otra vez.

Que jamás el destino, comprendiéndome mal,

me otorgue la mitad de lo que anhelo

y me niegue el regreso. Nada hay, para el amor,

como la tierra; ignoro si existe mejor sitio.

Quisiera encaramarme a un abedul, trepar,

por las ramas oscuras del tronco blanquecino 

y subir hacia el cielo, hasta que el abedul,

doblándose vencido, me devolviera al suelo.

Subir y regresar sería muy hermoso.

Pues hay cosas peores en la vida que ser

un columpiador de árboles. 


jueves, 3 de diciembre de 2020

A qué distancia estabas (por Ou-yang Hsiu​)


Una vez que te fuiste, ¿cómo podía saber a qué distancia

estabas?

Lo único que podía ver eran frías sombras de melancolía

Cómo, por grados, te ibas interminablemente, más y más

sobre aguas tan vastas que aun los peces se hunden -¿quién

sabe dónde?


Tarde, por la noche, el viento a través del bambú toca música

de otoño

Diez mil hijas, mil sonidos -todos de lamento

Trato de dormir para encontrarte en un sueño

Pero los sueños todavía me eluden, y la luz de la lámpara

arde hasta las cenizas.


miércoles, 2 de diciembre de 2020

Una canción en blanco (por Constantino Molina)




Si alguna vez callásemos 

como callan los árboles, las nubes

y las piedras, podrían escucharse

los árboles, las nubes y las piedras.

También en estas cosas se escucha una canción.

Y desde su silencio nos invitan

a creer en la voz que sin verbo habla.

Así,

mientras alguien fabula estrategias que calmen

su incertidumbre,

un lúgano le canta a la mañana

y el cielo le regala los colores del bosque.

Mientras alguien disfraza con plegaria su miedo,

un milano dibuja su vuelo entre las nubes

y esparce libertad.

Y mientras alguien busca con palabras

la respuesta que salve su alegría,

la primavera llega, tan callada,

y expande los secretos de la dicha.

El mundo nos entona su canción.

Una canción en blanco,

sin dictado ni acorde, sin ciencia ni conciencia,

que de la nada viene y en todo se refleja.

Basta callar, dejar cantar al mundo

y oír su voz fugaz para entenderlo.