zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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viernes, 29 de enero de 2021

No me tengas en cuenta (por Raúl Sánchez Alegría)


Amigable borrón:


ser

que a palabra no llegaste,

idea

que nació muerta,

la sensatez detuvo

tu "debe ser",

la gravedad te impulsó

a estrellarte.


Amable y discreto borrón,

-tachón que no fuiste,

quizá sí arrepentimiento,

accidente, descuido, ira,

temblor inefable-:


no me tengas en cuenta

hoy,

no me afees la insolencia

de nombrarte.


Pues,

¿quién en su expediente

no te tiene?,

¿quién no quisiera hacer

cuenta nueva

y olvidarte? 


miércoles, 27 de enero de 2021

Frente a esa boca (por José Watanabe) ​


En la encañada

había piedras como huesos de un animal prehistórico

que se desbarató

antes de alcanzar nuestro valle.

Un gran cráneo

quedó detenido en la pendiente con la boca abierta

y el resto del cuerpo se dispersó hacia el río.

Yo trepaba la pendiente

y me detenía frente a esa boca, una oquedad

donde el viento se huracanaba,

y escuchaba

murmullos, palabras que se formaban a medias

y luego, sin decir nada, se diluían.

Nunca hubo una frase clara. La boca

como un oráculo piadoso

trababa sus propias frases ante el niño:

lo sé ahora

y le agradezco la vida ciega.


lunes, 25 de enero de 2021

Noche secreta (por Eloy Sánchez Rosillo)


En este cuerpo mío que envejece 
habita el hombre sin edad que soy.
Cuánta melancolía. Y cuánta dicha.
No sabría decir si, de las dos,
una descuella, pues ninguna acaso
quiere imponerse: se entrelazan ambas
en un sentir más hondo y sin origen.
Los años han caído uno tras otro
—o de golpe tal vez— sobre mi espalda,
pero no sobre mí, que estoy a salvo
en el ser interior que me sustenta.
Miro la noche cálida y silente,
cuajada de luceros que rebullen
allí arriba, remotos, y transforman
en luz también, en lumbre de sosiego,
cuanto se acoge a sus rediles altos.
Noche, noche secreta, noche oculta.
¿Tan secreta? Sí, hermética, enclaustrada
en su abrirse ante todos, en su darse.
Quien en mí la contempla no soy yo
—que ando perdido en mis meditaciones
y no sé cómo estoy balbuceándola—;
es el de siempre y el de nunca, ese
que fue muchacho y hombre adulto y ahora
atisba ya el declive, sin edad,
alguien que está en el mundo y que lo canta
desde un asombro sucesivo y quieto.


viernes, 22 de enero de 2021

Donde fueron los dioses (por Ron Padgett​)


El hombre ha perdido sus dioses.

Si pierde su dignidad

todo ha terminado.


Yo dije eso.

¿Qué quise decir?


Primero, que la creencia

en la divinidad casi ha

desaparecido.


Por "dignidad"

me refiero al respeto

mutuo, la idea

de que nos acoge algún derecho

a estar aquí y que ello

tiene un valor.


(Valores es donde

fueron los dioses

cuando murieron.)


Mi perra Susie no parece

tener valor alguno, pero

nos tiene a Pat y a mí, dioses

que ha conseguido para jugar

y a los que ladrar.



lunes, 18 de enero de 2021

Y dile tus adioses (por Véronique Tadjo)

 

preciso es que partamos

por las pistas de los viajeros

reúne lo que andas buscando

y tente preparado

allá adonde vayamos

siempre habrá caravanas


será preciso

continuar recorriendo las pistas

y los caminos sin fin

aprender de nuevo

el canto de un calao

no buscar más en vano

brazos que se tiendan

o mirar sin cesar

la sombra de nuestros pasos


como ayuda tendrás

el tan-tan locuaz

y la belleza de los campos

rebosantes de sol y lluvia


matar tu soledad

al fondo de tu retiro

y pisotear las palabras

perjuras y sacrílegas.


¿y sabrás en esta hora

renunciar a los rencores

a la amargura

de los días soñolientos y morosos

sabrás decir no

a los campos últimos estériles?


sabes que todo pasa

la sequedad poderosa

las hierbas amarillentas

la chatarra destripada

repodrida de insectos

y ya solo en la cabeza

el ruido de las fuentes

y el agua clara del silencio

pronto

en tu corazón solo tendrás

un puñado de tierra quemada.


en la negra noche desierta

brujos ocultos

y sacrificios rituales

los dioses ahí están

acechando lo ignoto.

¿qué haces bajo la luna

descifrando la arena?

¿desconoces acaso

que akissi ha muerto

con su niño en brazos?


he sentido

la desesperación

cambiar de rumbo

y resurgir la envidia

como una inmersión

inmensa

en el mar atormentado.

he sentido

al sol

reconducir mi ternura

y bajo el frescor de las arcadas

he vuelto a ver la casa

en la que yo nací.


está en cualquier lugar

donde te encuentres

en el rincón donde te ocultaste

sol inviolado

de la fuerza ardiente

es esperanza en pie

en las fronteras eternas.


en cualquier lugar

donde el tiempo se ocultaba

en cualquier lugar

donde se leían

las palabras de ayer

donde los gestos guardaban

sus movimientos efímeros

en cualquier lugar

donde las palabras susurradas

guardaban algún perfume


allí los hombres

viven con mil secretos

y el aliento de las sabanas

sopla la larga marcha

de las pistas entrelazadas

el grito del cielo es azul

y la flauta que escuchamos

viene derecha

del poro


ve por delante del tiempo

y dile tus adioses

si quieres conocer

tu alma

preciso es que te alíes

con los dioses. 


domingo, 17 de enero de 2021

A veces salgo y te llamo (por Raúl Campoy)


Vamos a pensarnos padre.

Vamos a reírnos de los ojos que todo lo quieren reunir.

¿Has visto el almendro?

Mira su pueblo de corolas.

Allí está mi nervio primero.

Hemos llorado:

no debemos.

Las nubes nos hacen sombra y el aire muerde nuestras mañanas.

No estés triste padre.

Yo te miro en el brote que reverdece que nos rememora.


A veces salgo y te llamo. Sales de las raíces

donde siempre me enredo. Paseamos hasta

que somos sólo palabras y nuestros corazones

bañan las peñas, riegan la huerta, y la amargura,

según crecemos, se va escurriendo de nuestras lenguas

Entonces te miro y veo a ese padre tan valioso,

y me pregunto de dónde vienes lleno de brillos de laguna,            

lleno de años que ya cumpliste

y que ahora llegan, quebrando amaneceres como escarchas,

clavando tus espinas de miel; y estallas en azúcar 

y nos haces ver una rosa dos veces rosa 

y ríes como dos planetas frotándose

y lloras cientos de olores y suspiras

como el viento entre una grieta, y allí estoy yo:

asqueado de carnes, de llaves, de coches

de ciudades,

queriendo alcanzar la yerba

que tú multiplicas,

intentando ser inoloro, incoloro, invisible,

indetodo,

para no partir el tallo de tu brisa por el campo,

para poder seguir tus pasos de ropa vieja.


No estés triste padre.

No rompas esa sonrisa en agujas.

No te embarres de queratina,

que el dolor ha cambiado su billete.

La presencia de nuestra ausencia no dolerá.

Deja que los cuchillos reboten,

que cambie el sonido:

abre una ventana en el sur

y cierra la del norte,

o como tú quieras,

tienes veinte articulaciones en el cráneo

y eres triste de médula como una red a la deriva

(como diría Neruda).

Llora tus soledades en las mías, padre.

Suda entero como el rocío.

No hagas fragoso lo permeable.


Ha llegado la hora de penetrar nuestro cuerpo de roca,

de almacenar con tósigo nuestra ira de colmena,

de visitarnos en la distancia

donde las horas no dictan

ni separan a un hijo de un padre,

donde las palabras no rebotan

ni hay paredes que raspen

ni puertas que podamos cerrar. 


martes, 12 de enero de 2021

Se me cayó una parte mía (por Roberto Juarroz)


En una noche que debió ser lluvia

o en el muelle de un puerto tal vez inexistente

o en una tarde clara, sentado a una mesa sin nadie,

se me cayó una parte mía.


No ha dejado ningún hueco.

Es más: pareciera algo que ha llegado

y no algo que se ha ido.


Pero ahora,

en las noches sin lluvia,

en las ciudades sin muelles,

en las mesas sin tardes,

me siento de repente mucho más solo

y no me animo a palparme,

aunque todo parezca estar en su sitio,

quizá todavía un poco más que antes.


Y sospecho que hubiera sido preferible

quedarme en aquella perdida parte mía

y no en este casi todo

que aún sigue sin caer.



lunes, 11 de enero de 2021

Una puerta (por Francis Ponge)


Los reyes no tocan las puertas.
No conocen esta dicha:

empujar ante sí con suavidad o rudeza
uno de esos grandes paneles cotidianos,
volverse hacia él para colocarlo de nuevo en su lugar,
tener entre sus brazos una puerta.

La dicha de empuñar por el vientre, por su nudo de porcelana,
uno de esos altos obstáculos de una pieza;
ese cuerpo a cuerpo rápido mediante el que,
detenido el paso un instante,
los ojos se abren y el cuerpo entero se acomoda
a su nueva estancia.

Con una mano amistosa retenerla todavía,
antes de empujarla decididamente y cerrar

-lo que el ruido del gozne,
poderoso pero bien aceitado,
agradablemente asegura.


domingo, 10 de enero de 2021

Desde fuera (por Fernando Pessoa)


Siempre me ha preocupado, en esas horas ocasionales de desprendimiento en que tomamos conciencia de nosotros mismos como individuos de que somos otros para los demás, la imaginación de la figura que haré físicamente, y hasta moralmente, para aquellos que me contemplan y me hablan, o todos los días o por casualidad.

Estamos todos acostumbrados a considerarnos como primordialmente realidades mentales, y a los demás como directamente realidades físicas; vagamente nos consideramos como gente física, para efectos en los ojos de los demás; vagamente consideramos a los demás como realidades mentales, pero sólo en el amor o en el conflicto adquirimos verdadera conciencia de que los demás tienen sobre todo alma, como nosotros para nosotros.

Me pierdo, por eso, a veces en un imaginar fútil de qué especie de gente seré para quienes me ven, cómo es mi voz, qué tipo de figura dejo escrita en la memoria involuntaria de los demás, de qué manera mis gestos, mis palabras, mi vida aparente, se graban en las retinas de la interpretación ajena.

No he conseguido nunca verme desde fuera.

No hay espejo que nos dé a nosotros mismos como fueras, porque no hay espejo que nos saque de nosotros mismos. Sería precisa otra alma, otra colocación de la mirada y del pensamiento.

Si yo fuese actor prolongado de cine o grabase en discos audibles mi voz alta, estoy seguro de que del mismo modo quedaría lejos de saber lo que soy del lado de allá, pues, quiera lo que quiera, grábese lo que de mí se grabe, estoy siempre aquí dentro, en la finca de muros altos de mi conciencia de mí.

No sé si los otros serán así, si la ciencia de la vida no consistirá esencialmente en ser tan ajeno a uno mismo que instintivamente se consiga un alejamiento y se pueda participar de la vida como extraño a la conciencia; o si los demás, más ensimismados que yo, no serán del todo la brutalidad de no ser más que ellos, viviendo exteriormente merced a ese milagro por el que las abejas forman sociedades más organizadas que cualquier nación, y las hormigas se comunican entre sí con un habla de antenas mínimas que excede en los resultados a nuestra compleja ausencia de entendernos. 


sábado, 9 de enero de 2021

Esto es lo que hemos aprendido (por Adrienne Rich)


El barómetro ha estado bajando toda la tarde,
y como sé más que los instrumentos
qué vientos caminan en lo alto y qué zonas
de nebulosas inquietudes cruzan la tierra,
abandono el libro sobre una butaca mullida
y camino de ventana en ventana cerrada, y observo
las ramas extenderse
contra el cielo.

Y de nuevo pienso, a menudo cuando el aire
se interna en el alma silenciosa de la espera,
cómo el tiempo va con un único propósito
por las corrientes secretas de lo no percibido
hasta este dominio polar. El tiempo exterior
y el tiempo del corazón avanzan por igual
indiferentes a los
pronósticos.

Entre el prever e impedir los cambios
yace el poder sobre los elementos
que no alteran relojes ni barómetros,
el tiempo en las manos no es dominar el tiempo,
ni los restos destrozados de un herraje
son prueba contra el viento; el viento ascenderá,
sólo nos resta
asegurar postigos.

Corro las cortinas al ennegrecerse el cielo
y enciendo las velas envainadas en cristal
a espaldas de la corriente de la cerradura,
insistente gemir, tiempo cruzando el ojo desellado.
Éste es nuestro único amparo de la estación.
Esto es lo que hemos aprendido a ejercitar
aquellos que habitamos
áreas atormentadas.


viernes, 8 de enero de 2021

Milagro encarnado (por György Somlyó)


Cada uno de nuestros encuentros


Como si

por error

fueras a esperar el tren

al que se ha subido

por error

el otro

que habría debido llegar en otro tren


Chasco de la probabilidad


Rayo omega desconocido


El siendo en el no-pudiendo-ser


Milagro encarnado

ante el cual

arrodillarte


jueves, 7 de enero de 2021

Todavías (por Isidro Saiz de Marco)


Todavía las olas del mar yendo y viniendo.
Todavía los árboles, la hierba.
Todavía los pájaros.
Todavía los peces.
Todavía la luz del sol cada mañana.
Todavía la lluvia, la nieve, las montañas.
Todavía los gatos y su ronronear.
Todavía los ojos.
Todavía el sonido,
la articulada voz para nombrar el mundo…

Dio la Tierra otra vuelta
e inmerecidamente aguantan,
sobreviven,
nos quedan Todavías.



miércoles, 6 de enero de 2021

Los oyentes (por Walter de la Mare)


¿Hay alguien ahí? —preguntó el Viajero, llamando a la puerta iluminada por la luna;
su caballo en el silencio pisaba la hierba
del suelo del bosque;
un pájaro voló desde la torreta
sobre la cabeza del Viajero:
Entonces golpeó la puerta de nuevo:
—¿Hay alguien ahí?
Pero nadie le abrió al Viajero;
ninguna cabeza se asomó por el alféizar
bordeado de hojas ni miró sus ojos grises,
perplejo e inmóvil.
Pero una multitud de fantasmales oyentes
que habitaban en la casa solitaria
escuchaban en la quietud de la luz de la luna
esa voz del mundo de los hombres:
quietos bajo los tenues rayos de luna
en la escalera oscura
que baja al salón vacío,
escuchando en el aire agitado,
sacudido por la llamada del Viajero.
Y sintió en su corazón su extrañeza,
su quietud respondiendo a su llamada,
mientras su caballo se movía, cortando los pastos
bajo el cielo estrellado;
porque de repente golpeó la puerta, aún más fuerte,
y levantó la cabeza:
—Diles que vine y nadie respondió, que cumplí mi palabra —dijo.
No hubo ni un movimiento entre los oyentes,
aunque cada palabra resonaba
a través de la penumbra de la casa,
cada palabra del único hombre vivo.
Ay, oyeron su pie en el estribo,
y el sonido del hierro sobre la piedra,
y cómo el silencio regresó suavemente
cuando los cascos hundidos desaparecieron.


lunes, 4 de enero de 2021

En su éxtasis por no sentir nada (por Sharon Olds)


Después de derrotar al ejército de Espartaco

Marco Licinio Craso

crucificó 6000 hombres.

Eso dicen los documentos,

como si hubiera clavado los 18.000

clavos él mismo. Me pregunto cómo

se sintió ese día, si salió a la intemperie

entre ellos, si caminó por esos bosques

humanos. Creo que se quedó en su tienda

y bebió, y quizás copuló,

oyendo las canciones en su honor,

la sintonía de instrumentos de viento

que estaba haciendo él de una sola vez, elevado a la potencia de seis mil.

Y quizás se asomó, a veces,

para ver las filas de instrumentos,

su huerto, la tierra erizada con eso

como si un parche en su cerebro le picara

y ésta fuera su manera de rascarse

directamente. Quizás le dio placer,

y un sentido de equilibrio, como si hubiera sufrido

y ahora encontrara una compensación

y una voz. Hablo como un monstruo,

alguien que hoy día ha pensado largamente

en Craso, en su éxtasis por no sentir nada

cuando otros sienten

tanto, su ardiente levedad de espíritu

por ser libre de caminar por ahí

mientras otros son crucificados sobre la tierra.

Puede haber sido el día más feliz

de su vida. Si se hubiera cortado

la mano con una copa de vino, dudo que hubiera

tomado conciencia de lo que estaba haciendo.

Es aterrador pensar en él que ve de repente

lo que era, pensar que corre

hacia afuera para tratar de bajarlos,

un hombre para salvar 6000.

Si hubiera podido bajar uno

y verle los ojos cuando el nivel de dolor

caía como en un vuelo repentino hacia el placer,

¿no habría eso abierto en él

el terror feroz de entender al otro? Pero entonces habría tenido

5999

más. Posiblemente casi nunca

pasa, que un Marco Craso

tome conciencia. Creo que durmió, y se despertó

al sueño de su conciencia, levantó la abertura de su carpa

y miró lentamente hacia afuera, a los susurros y crujidos

de su prado viviente —suyo, como un órgano

externo, un corazón.


viernes, 1 de enero de 2021

Sin ti pero tampoco conmigo (por Edna St. Vincent Millay ​)


Si ser dejados fuese también ser dejados
en paz para enclaustrados reencontrarnos, y huraños
alzar, desempolvándolos, los dioses del hogar
arrinconados ya por bastantes años,

leer a Brahms, leer a Chaucer, sacar las piezas de ajedrez
situándolas en clásico problema, los ya estrechos
cajones del pensamiento de nuevo extender lejos,
se diría que la pérdida rinde algunos provechos.

Pero el diálogo estéril con los juicios vacíos
que van a los barbudos pros y contras sin más
enlista la neutral luz diurna, y turba bríos
ya demasiado débiles para luchar por la paz.

Sin ti pero tampoco conmigo. He consumido
ruidosos días carentes de fin y de sentido.