zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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viernes, 30 de octubre de 2020

El sueño debe venir (por Louise Glück)

 

Como una niña, la tierra se va a dormir,
o al menos así dice el cuento.

Pero no estoy cansada, dice,
y la madre responde: Puede que tú no estés cansada pero yo sí.

Lo puedes ver en su rostro, todo el mundo puede.
Así que la nieve debe caer, el sueño debe venir.
Porque la madre está mortalmente harta de su vida
y necesita silencio.


miércoles, 28 de octubre de 2020

A ese sitio (por Isidro Saiz de Marco)



tu zona que no puede abrirse con mentiras
-solo con mi verdad clara y pequeña-

tu parcela imposible de alcanzar por la fuerza
-suavemente tan solo-

tu espacio al que no lleva ningún atajo turbio
ni oblicuo
ni tramposo
-solo un camino limpio

aunque haga falta a veces coraje para andarlo-

a ese recinto tuyo
a ese sitio y no a otro
es al que quiero ir


lunes, 26 de octubre de 2020

Te deseo (por Sergio Jockymann)


Te deseo primero que ames, y que amando, también seas amado.
Y que, de no ser así, seas breve en olvidar
y que después de olvidar, no guardes rencores.
Deseo, pues, que no sea así, pero que si es,
sepas ser sin desesperar.
Te deseo también que tengas amigos,
y que, incluso malos e inconsecuentes
sean valientes y fieles, y que por lo menos
haya uno en quien confiar sin dudar.

Y porque la vida es así,
te deseo también que tengas enemigos.
Ni muchos ni pocos, en la medida exacta,
para que, algunas veces, te cuestiones
tus propias certezas. Y que entre ellos,
haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro.

Te deseo además que seas útil,
mas no insustituible.
Y que en los momentos malos,
cuando no quede nada más,
esa utilidad sea suficiente
para mantenerte en pie.

Igualmente, te deseo que seas tolerante,
no con los que se equivocan poco,
porque eso es fácil, sino con los que
se equivocan mucho e irremediablemente,
y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que siendo joven no
madures demasiado deprisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer
y su dolor y es necesario dejar
que fluyan entre nosotros.

Te deseo de paso que seas triste.
No todo el año, sino apenas un día.
Pero que en ese día descubras
que la risa diaria es buena, que la risa
habitual es sosa y la risa constante es malsana.

Te deseo que descubras,
con urgencia máxima, por encima
y a pesar de todo, que existen,
y que te rodean, seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices.

Te deseo que acaricies un perro,
alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero
erguir triunfante su canto matinal,
porque de esta manera,
sentirás bien por nada.

Deseo también que plantes una semilla,
por más minúscula que sea,
y la acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuántas vidas
está hecho un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero,
porque es necesario ser práctico,
Y que por lo menos una vez
al año pongas algo de ese dinero
frente a ti y digas: "Esto es mío".
solo para que quede claro
quién es el dueño de quién.

Te deseo también que ninguno
de tus defectos muera, pero que si
muere alguno, puedas llorar
sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.

Te deseo por fin que, siendo hombre,
tengas una buena mujer, y que siendo
mujer, tengas un buen hombre,
mañana y al día siguiente, y que cuando
estén exhaustos y sonrientes,
hablen sobre amor para recomenzar.

Si todas estas cosas llegaran a pasar,
no tengo nada más que desearte.


jueves, 22 de octubre de 2020

Al mismo tiempo (por José Luis Parra)


Soy uno y soy multitud.Quiero vivir, quiero morir.
No: no quiero vivir, ni tampoco morir.
No puedo renunciar ni al Todo ni a la Nada.
Ser y no ser al mismo tiempo.
He aquí el auténtico problema.



martes, 20 de octubre de 2020

Sin para qué (por Rafael Baldaya)


sin objetivo

sin un fin o un propósito

sin para qué

los engranajes se insertan unos en otros

las bielas no se paran

giran los rodamientos

algún motor secreto debe propulsar todo

se diría que la máquina

la gran máquina inútil 

sin más finalidad que estar en marcha

sin otra producción que automoverse

el supremo armatoste al servicio de nada

funciona bien


lunes, 19 de octubre de 2020

Volveremos a vernos (por Luis Alberto de Cuenca)


Volveremos a vernos donde siempre es de día
y los feos son guapos y eternamente jóvenes,
donde los poderosos no abusan de los débiles
y cuelgan de los árboles juguetes y tebeos.

En ese hogar de luz que no hiere los ojos
volveremos tú y yo a decirnos bobadas
cogidos de la mano, viendo morir las olas
sin agobios ni prisas, donde el sol no se pone.

Y viviré en tus labios el amor que la Tierra
sintiera por el Cielo cuando el mundo era un niño,
y el tiempo dejará de salmodiar su lúgubre
canción de despedida mientras nos abrazamos.


lunes, 12 de octubre de 2020

Los gallos (por Eugenio Montejo)


¿Por qué se oyen los gallos de pronto a medianoche
si no queda ya un patio en tantos edificios?
Filtrados por muros de piedra
y rectos paredones
nos llegan sus ecos;
no se puede dormir, es más terrible
que en el tedio de las aldeas
cuando llenan el mundo de gritos.
Cruzan el empedrado,
la niebla de la calle,
alzan sus crestas de neón,
entran cuando el televisor borra sus duendes.
Pero no hay troja que los guarde
sino sombra de asfalto y sellados postigos;
¿de qué rincón vidrioso en los espejos
saltan
y se sacuden aleteando
las soledades de sus lejanías?
Gallos ventrílocuos donde me habla la noche,
¿son mi parte de abismo?
Gallos en el sonambulismo de las cosas,
roncos a causa de la ausencia
en caminos de polvo
cuyas voces creímos extintas,
¿qué hacen a medianoche en la ciudad
tan lejos?,
¿qué lamento los va acercando a mis oídos?


jueves, 8 de octubre de 2020

Manadas (por Robert Rivas)


No, otra vez no cabía error alguno: se escuchaban claramente los bufidos. El pequeño pasillo, si se ubicaba uno convenientemente, nos permitía empezar a verlos: eran todos ejemplares grandes y se movían como empujados desde atrás por una fuerza cuyo origen quedaba fuera de nuestro campo visual, que iba de derecha a izquierda del pasillo. Búfalos, mayormente. Tal vez eran bisontes. Cualquier mayoría automáticamente cansa un poco. Pero había también un toro negro, y alcancé a ver la cornamenta de un reno, que parecía, dentro de la relativa lentitud apareada con desenfreno con que se movía esta tropa venida de quién sabe dónde, el más asustado de todos; aunque entre las bestias no se distinguía ningún caballo, se observaban en cambio algunos ejemplares robustos de tapir y estoy casi seguro de que eso otro que avanzaba por el medio era un hipopótamo de piel húmeda, además de un terrible rinoceronte de piel escamosa y tan seca, como si nunca hubiese estado en contacto siquiera con el agua de la lluvia. Todos los animales emitían fortísimos sonidos, que se confundían entre sí, gruñidos, rugidos guturales, bufidos sobre todo; como si el apuro que movía la corriente de derecha a izquierda por momentos se hiciera más intensa y este verdadero vendaval de bestias no terminaba de pasar, a pesar de que el lugar -lo conozco bien de día- es bastante angosto; retumban sus patas como un galope espantoso, o al menos espantado, pero ya dije que se veían moverse de forma lenta, por la falta de espacio, intercambiando, eso sí, sus posiciones en la manada, y en un momento vi caer a uno de los animales, con el consiguiente revuelo de enormes e incómodos cuerpos alrededor.

Me di cuenta entonces de que en la mayoría de los casos estos animales debían luchar toda la vida con esos cuerpos inadecuados, demasiado determinados y determinantes, sea en lo húmedo o en lo seco, en la marcha o en la quietud, en los momentos de paz o en los momentos de guerra, en los días de andar simplemente por ahí y en los días de su muerte. Y eso volvía a aprender cada noche, cuando empezaban los bufidos, los gruñidos, los olores inconfundibles del regreso de la manada, aunque me siento capaz de asegurar que nunca se trataba de las mismas especies, ni de los mismos ejemplares.



martes, 6 de octubre de 2020

Un peregrino (por Malcolm Lowry)



Un peregrino atraviesa el pueblo de noche;

un ignorante, un insignificante hombre.

Era ya un peregrino cuando el mundo empezó

a vislumbrar extraños cazadores en el infinito.

Los acantilados están a izquierda y a derecha.

El mar es como el mar cuyo rumor corrió

en su infancia por la llanura del trueno.

El mar, entonces, era esperanza y murmullo alegre;

los desfiladeros eran altos, el mar era profundo.


El pueblo es solo una mentira llena de mentiras.

Ojalá tuviera el valor de no dormir.

No puedo seguir, ¿cuándo podré levantarme?

Enséñame a navegar por los fiordos del azar

mientras esquivo mi abisal ignorancia.



sábado, 3 de octubre de 2020

Dedicatoria (por Adrienne Rich)


Sé que estás leyendo este poema

tarde, antes de dejar la oficina

esa de la intensa luz amarilla y la ventana en penumbras

en el cansancio de un edificio que se diluye en la quietud

mucho después de la hora punta. Sé que estás leyendo este poema

en una librería, de pie, lejos del mar

una tarde gris a inicios de la primavera, con débiles copos de nieve

llegados desde el enorme espacio de praderas que te rodean.

Sé que estás leyendo este poema

en un cuarto donde tuviste que tolerar demasiado

las sábanas se ven revueltas, paralizadas sobre la cama

y la maleta abierta habla de un vuelo

pero no puedes partir todavía. Sé que estás leyendo este poema

mientras el Metro pierde impulso y antes de correr

escaleras arriba

hacia una clase de amor desconocido

que tu vida aún nunca permitió.

Sé que estás leyendo este poema a la luz

del televisor donde imágenes sin sonido irrumpen y se suceden

mientras esperas noticias de la Intifada.

Sé que estás leyendo este poema en una sala de espera

entre ojos conocidos y hostiles, llena de empatía con extraños.

Sé que estás leyendo este poema bajo una luz fluorescente

con el aburrimiento y la fatiga de los jóvenes excluidos,

que se excluyen a sí mismos de la vida con excesiva rapidez. Sé

que estás leyendo este poema con la vista que te falla, que gruesos

lentes agigantan estas letras hasta borrar todo sentido, y aun así

persistes porque el abecedario mismo es valioso.

Sé que estás leyendo este poema mientras esperas que en la cocina

se caliente la leche, con un niño que llora en tus brazos, un libro en la mano

porque la vida es breve y tú también estás sedienta.

Sé que estás leyendo este poema escrito en un idioma que no es el tuyo

adivinando ciertas palabras mientras otras te fuerzan a seguir

y yo quiero saber cuáles son esas palabras.

Sé que estás leyendo este poema con el deseo de oír algo, desgarrada

entre la amargura y la esperanza.

como quien regresa una vez más a la tarea indispensable.

Sé que estás leyendo este poema porque no queda

ya nada que leer ahí donde llegaste, desnuda como estás.


viernes, 2 de octubre de 2020

Intenta forzar estas bisagras (por Emily Dickinson)


Cuántas veces estos cansados pies han tropezado,
sólo mi boca amortajada puede decirlo.
Intenta arrancar esta horrible tapa de ataúd.
Intenta forzar estas bisagras de acero.

Acaricia la fría frente, antes ardiente,
levanta si quieres el cabello deslucido,
palpa los dedos diamantinos
que ya nunca usarán el dedal.

Zumban las moscas indolentes en la ventana del cuarto,
valiente brilla el sol a través del cristal agrietado,
sin miedo la telaraña se balancea desde el techo,
ama de casa indolente, sobre margaritas acostada.