zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

Ver una entrada al azar

jueves, 28 de febrero de 2019

Vas a ser (por Saiz de Marco)


Vas a sembrar la tierra. Vas a devastar pueblos. Vas a alzar acueductos. Vas a erigir murallas. Vas a trazar caminos. Vas a bombardear ciudades desde el cielo. Vas a hacer hospitales. Vas a arrasar cultivos. A otros humanos vas a esclavizar. Vas a inventar la rueda, la pólvora, el teléfono… Vas a cuidar a enfermos, desvalidos. El dolor de los otros no te va a dar igual. El sufrimiento ajeno no te va a ser ajeno. Vas a cortar cabezas. Tus manos vas a usar para ayudar a otros. Vas a recluir a gente en campos de exterminio. Vas a ser bondadoso. Vas a ser despiadado. Vas a ser egoísta. Vas a ser solidario… Vas a ser Fleming. Vas a ser Gandhi. Vas a ser Hitler. Vas a ser Buda. Vas a ser Marx. Vas a ser Cristo… Vas a hacer todo eso, simio de erguido andar. Todo eso vas a ser, mono desnudo.


miércoles, 27 de febrero de 2019

Plegaria (por Delmira Agustini)

—Eros: ¿acaso no sentiste nunca
piedad de las estatuas?
Se dirían crisálidas de piedra
de yo no sé qué formidable raza
en una eterna espera inenarrable.
Los cráteres dormidos de sus bocas
dan la ceniza negra del Silencio;
mana de las columnas de sus hombros
la mortaja copiosa de la Calma,
y fluye de sus órbitas la noche;
víctimas del Futuro o del Misterio,
en capullos terribles y magníficos
esperan a la Vida o a la Muerte.
Eros: ¿acaso no sentiste nunca
piedad de las estatuas?

Piedad para las vidas
que no doran a fuego tus bonanzas,
ni riegan o desgajan tus tormentas;
piedad para los cuerpos revestidos
del armiño solemne de la Calma,
y las frentes en luz que sobrellevan
grandes lirios marmóreos de pureza,
pesados y glaciales como témpanos;
piedad para las manos enguantadas
de hielo, que no arrancan
los frutos deleitosos de la Carne
ni las flores fantásticas del alma;
piedad para los ojos que aletean
espirituales párpados:
escamas de misterio,
negros talones de visiones rosas...
¡Nunca ven nada por mirar tan lejos!

Piedad para las pulcras cabelleras
«místicas aureolas»
peinadas como lagos
que nunca airea el abanico negro,
negro y enorme de la tempestad;
piedad para los ínclitos espíritus
tallados en diamante;
altos, claros, extáticos
pararrayos de cúpulas morales;
piedad para los labios como engarces
celestes, donde fulge
invisible la perla de la Hostia;
«labios que nunca fueron,
que no apresaron nunca
un vampiro de fuego
con más sed y más hambre que un abismo».
Piedad para los sexos sacrosantos
que acoraza de una
hoja de viña astral la Castidad;
piedad para las plantas imantadas
de eternidad, que arrastran
por el eterno azur
las sandalias quemantes de sus llagas;
piedad, piedad, piedad
para todas las vidas que defiende
de tus maravillosas intemperies
el mirador enhiesto del Orgullo:
apúntales tus sales o tus rayos...

Eros: ¿acaso no sentiste nunca
piedad de las estatuas?...



martes, 26 de febrero de 2019

Cuando llueve así (por Claudia Masin)


¿Viste cómo llueve?
Llovió así toda la noche
y a cada cierto tiempo yo te hablaba, estuvieras donde estuvieras,
aunque fuera en el extremo más inalcanzable
de la tierra. Cuando llueve así, toda la noche, te decía
pareciera que el mundo fuera a desprenderse de su eje,
pero la sorpresa más inmensa es que el vendaval termina
y todo permanece como estaba, apenas un poco de desorden
que lentamente se transforma en armonía.

Desde niños, vivimos sobreviviendo a catástrofes como ésa,
a los efectos de lo que tendría que haber pasado y no pasó:
que la casa se inunde y nuestras cosas se pierdan
arrastradas por la marea sucia, entre piedras y palos
y restos de animales, un desperdicio más lo que hasta entonces
ha sido nuestra historia, los objetos
que confirman que somos seres físicos y no un soplo
filtrándose desde afuera de esa vida brutal de la materia
que no se detiene jamás para incluirnos.

¿Soñaste alguna vez,
cuando llega la violencia del aguacero,
con que el río se salga de su cauce para siempre y nos empuje,
soñaste con la noche en que el rayo finalmente nos alcance,
descalzos bajo la luz, como esperando saber algo
que sólo el impacto de una fuerza sobre el cuerpo
podría revelarnos?

Pero el rayo no cae, no cayó
y al día siguiente todo sigue a salvo en el mismo lugar.
Ese es el mayor desastre que conozco: haber estado al borde,
una noche, de que nos fuera concedida una verdad
extraordinaria, y al amanecer darnos cuenta
de que somos los mismos y no sabemos nada.



lunes, 25 de febrero de 2019


Plaza de San Martín, en Buenos Aires.

A ella aluden los dos poemas, de Benedetti y Borges, que siguen.


Plaza de San Martín (por Mario Benedetti)


En este espacio cada uno es capaz
de zurcir sus vislumbres y tinieblas
árboles me rodean con sus patas de elefante
tengo un gong en las sienes memoriosas

en un banco como éste cubierto de ramitas
mi adolescencia aprendió a Dostoievsky
y gracias a Fernández Moreno en Chascomús
pensó el equivalente de anch’io son’pittore

tozudo como la cadencia de un molino
latigazo del aire desairado
sé del barro prolijo los segmentos de cielo
las hojas muertas y el gemido o la brisa

no es un refugio pero da amparo
oasis ecológico con vista a la jornada
sin la miseria huésped en los lindes
pero con frisos de jactancia y humo

siempre me anima su propuesta de verdes
y la disfruto como si fuera un insomnio
de esos que transitan por los amores de la piel
proclive a tantas otras ceremonias

también me conforta su condición de isla
eco querellante del simulacro organizado
por fortuna libre de viejas simetrías
ya que sus canteros fingen otra retórica

lujo del pobre entre los opulentos 

galaxia de jubilados y niñeras
y seminaristas autoflagelados
que salen a respirar con los gorriones

siempre acudo a vos en peregrinación
plaza san martín de los pastitos elegantes
y de las muchachas que aprenden a besar
con los ojos cerrados como en el cine


domingo, 24 de febrero de 2019

Plaza de San Martín (por Jorge Luis Borges)


En busca de la tarde
fui apurando en vano las calles.
Ya estaban los zaguanes entorpecidos de sombra.
Con fino bruñimiento de caoba
la tarde entera se había remansado en la plaza,
serena y sazonada,
bienhechora y sutil como una lámpara,
clara como una frente,
grave como ademán de hombre enlutado.

Todo sentir se aquieta
bajo la absolución de los árboles
-jacarandas, acacias-
cuyas piadosas curvas
atenúan la rigidez de la imposible estatua
y en cuya red se exalta
la gloria de las luces equidistantes
del leve azul y de la tierra rojiza.


¡Qué bien se ve la tarde
desde el fácil sosiego de los bancos!

Abajo el puerto anhela latitudes lejanas
y la honda plaza igualadora de almas
se abre como la muerte, como el sueño.


sábado, 23 de febrero de 2019

Es sólo eso (por Elvira Sastre)


Es sólo que el tiempo avanza,
como avanzan los trenes
en los raíles vacíos,
pero avanza también en quien no conozco,
en quien conozco y no distingo,
en quien distingo y no recuerdo,
en quien recuerdo y no conozco.

Es sólo que este tiempo que no es mío
crece a pasos agigantados sobre las canciones,
bajo las carreteras asfaltadas,
entre las palabras extranjeras,
dentro también de todo aquello
que no alcanzo a comprender.

Es sólo eso, mi vida,
este tiempo incansable,
y tus huellas que lo siguen,
y mis pies quietos, estáticos, incapaces,
deseando deteneros.


viernes, 22 de febrero de 2019

Hierro y carne (por Inger Cristensen)


Me apoyo tiernamente en la noche,
con ayuda de una balaustrada oxidada,
encuentro el camino de mi mejilla y mi hombro,
encuentro el camino de mi ternura:
hierro y carne.
El resto son banderas
que ondean silenciosas, interrogando fuera y dentro,
en el espacio de la noche, en el espacio del alma:
¿muerte?
pongo la mano sobre el rostro palpitante
de la noche,
quito un poco de óxido de mi mejilla.



jueves, 21 de febrero de 2019

Rendición (por Gerard Smyth)


Tu viejo vestido de chiffon
cuelga como el fantasma de Emily Dickinson,
triste y desdichado en el cuarto del fondo.

Un cuarto al que rara vez entramos.
Evoca recuerdos de una noche en los conciertos,
un día en Rávena.

Ahí consignamos
a la pila de trapos y el revoltijo de cosas
tu ropa elegante, mi traje de tweed
grueso como una armadura.


Ahí en el armario con perchas de madera
está el sombrero de paja
de tantos viajes, el ala estropeada;

y la chaqueta suelta, que perdió algunos botones:
en otro tiempo de moda,
ahora anticuada como el echarpe de Aran
o la camisa con vuelos, deshilachada lo mismo
que una bandera de rendición.


miércoles, 20 de febrero de 2019

Quién está debajo de ustedes (por Carl Sandburg)


¿A quiénes pertenecen, sombreros?
¿Quién está debajo de ustedes?
Desde el borde de la frente de un rascacielos
miré y vi: sombreros: cincuenta mil,
hormigueando con un rumor de abejas y de rebaños, 

de hacienda y de cascadas,
parándose con un silencio de musgo marino, 
un silencio de trigo en la llanura.
Sombreros: contadme vuestras grandes esperanzas.


martes, 19 de febrero de 2019

Esto no cambiará (por Sara Teasdale)


Esto no cambiará ahora
después de tantos años;
la vida no lo ha desgastado
con la despedida o las lágrimas;
esto no será vencido por la muerte;
esto vivirá para ti en todas mis canciones
cuando yo me haya ido.


lunes, 18 de febrero de 2019

Salmo del sueño mutilado (por Tadeusz Nowak)


Por las noches en la boca besado en la boca
mi sueño duerme junto a mí Los ojos del sueño abiertos
Una lanza se clava en el costado Mi mano en la lanza
Una guinda que presiente por nosotros sangra

Arrímate al sueño cabeza mía arrímate
manos entrad en su costado perforado
Se tornan blancas las emplumadas estacas de la valla
y en la aldea cantan tres veces los gallos

Arrímate a mí oh arrímate a mí
sueño mío sumergido en la suplicante mutilación del pobre
Ungiré con aceite tu costado perforado
y tus atravesadas manos y tus piernas



domingo, 17 de febrero de 2019

Sentado en esta sombra (por Álvaro Valverde)


Abro la verja del jardín sin nadie.
Espera mi llegada el viejo limonero
y al verlo me parece
que no hubiera pasado en parte alguna
todo este largo tiempo,
que siempre hubiera estado
sentado en esta sombra, silencioso,
viendo pasar los días
con la mirada turbia de los que nada esperan,
pero al fin sobreviven.
Con tanta asiduidad he recordado
este mismo lugar
que no es extraño
sentir la vuelta a casa
como un hecho casual como si ahora
volviera una vez más y simplemente
cerrara una vez más la misma puerta.
La casa es hacia dentro el laberinto
que siempre he perseguido. Permanece
sitiada por los muros
azules de la infancia,
por ecos de una edad sobrevenida.
En la azotea,
el puerto sigue siendo un sueño antiguo
y arriba en las estrellas
leo de nuevo
el rumbo del viaje que comienza.



sábado, 16 de febrero de 2019

Sin conocer sus grietas (por Saiz de Marco)


Cómo vas a juzgarle sin conocer sus grietas

sus secretos profundos que a él mismo se le ocultan
su propio no entenderse
su erosión
sus derrumbes
sus heridas precoces
sus viejas cicatrices
su miedo
sus arrastres
sus sueños amputados
su humillación
su rabia
su gritar hacia dentro
sus dolores silentes
su ira
sus decepciones
su temblor subterráneo
su niebla
su extravío
su
   su
      su
         su

sin saber nada de eso 
cómo vas a juzgar a quien ignoras


viernes, 15 de febrero de 2019

Libro con río (por Robert Rivas)


Abrió un libro con río
enseguida la casa se llenó de intrusos
que atravesaban las paredes
como si fuesen invisibles
enseguida también y además se prepara un viaje
¿colectivo?
y la gente de la casa
arma valijas
numerosas
y baúles cubiertos de etiquetas
con manglares y serpientes
con placas robadas
de calles que muy posiblemente
hayan dejado de existir
al perder el nombre
mientras tanto giran los clientes
en esas tiendas
sobre pequeñas plataformas
circulares
que los llevan de una punta a la otra
exponiéndolo todo a su mirada
y giran como muñecos
¿y quién está vivo en esas
dependencias que imitan
lo fastuoso
y presentan infinidad de objetos
nuevos y brillosos
que anhelan ser tocados
en su espera codiciable?
mientras la noche
gira afuera como una cinta transportadora
cambiando los personajes
las mujeres de piernas como obuses
los señores que creen saber quesloquebuscan
los autos hacen chirriar las cubiertas
en las cintas de asfalto
manos en los volantes
manos creyentes
¿no dirigen el rumbo, acaso?
en este momento
alguien sale de ese salón iluminado
para arrojarse al tren, al río, a la soledad
inmensa de su cuarto
el cuarto insoportable en su cabeza
todo esto, Señor
todo esto, sí, Señor
¿por qué nos has dado?
y todo el resto
y todos los que duermen
y todos los que sueñan
y todos los que no pueden dormir
y están sentados a la espera
del desistimiento de sus preocupaciones
y están aquellos que se disfrazan una última vez
ante el espejo grande
antes de desparramarse en una cama
que podría ser un bote desmayado
en un océano
de olvido
y de rabia


jueves, 14 de febrero de 2019

Extranjero en la propia alma (por Fernando Pessoa)


Nadie me conoció bajo la máscara de la identidad ni supo nunca que era una máscara, porque nadie sabía que en este mundo hay enmascarados. Nadie supuso que junto a mí estuviera otro que, al fin, era yo. Siempre me juzgaron idéntico a mí.

Vivimos todos lejanos y anónimos; y disfrazados sufrimos, desconocidos. Para unos esta distancia entre un ser y ellos mismos jamás se revela; para otros resulta de cuando en cuando iluminada, con horror o dolor, por un relámpago sin límites; para algunos ésta es la penosa constancia y cotidianidad de la vida.

Saber bien que quienes somos no nos atañe, que lo que pensamos o sentimos es siempre una traducción, saber todo eso a cada minuto, sentir todo eso en cada sentimiento, ¿no será ser extranjero en la propia alma, exiliado en las propias sensaciones?


miércoles, 13 de febrero de 2019

Habla bien de los muertos (por William Hope Hodgson)


Habla bien de los Muertos en tu corazón,
habla bien de los Muertos,
quienes ahora están mirando, tristes;
habla bien del barro silencioso,
del espíritu apenado y amargo que tiembla
en cada epíteto que arrojas
sobre la cabeza indefensa.

Habla bien de los Muertos con tu lengua,
habla bien de los Muertos,
si es que puedes, y si no, arremete mudo
contra el barro silencioso,
con respeto, sin virulencia desbocada
o palabras que puedan aplastar
la triste alma de los Muertos.

Habla bien de los Muertos en tu alma,
habla bien de los Muertos;
si la memoria te sugiere algo
para avergonzar al barro silencioso,
recuérdalo como un viejo carbón, y nada más,
que las cenizas no hieren a los Muertos.



martes, 12 de febrero de 2019

Carcaj (por Esther Ramón)


Un perro que se abalanza
sobre mí en plena calle
desnuda, el perro abierto
sobre mí
y sus dientes fuertemente
agarrados a mi ropa
a la mía
y reconozco el collar,
aún llevo puestas
las manos que lo cerraron
mis manos
y el perro es mi perro
al que olvidé al que
nunca nunca nunca
dimos de comer,
ninguna tienda abierta y los
escaparates llenos de carne,
lo están devorando
parásitos que no vemos
y su mordisco es el único
abrazo que merezco.



lunes, 11 de febrero de 2019

La suma de ellos (por Tomas Tranströmer)


Siempre nos sentimos más jóvenes 
de lo que somos. 

Llevo dentro de mí 
mis rostros anteriores, 
como un árbol contiene sus anillos. 

La suma de ellos soy yo. 

El espejo no ve más que 
mi último rostro, 
mientras que yo conozco 
todos los anteriores.


domingo, 10 de febrero de 2019

Veleta (por Federico García Lorca)


Viento del Sur,
moreno, ardiente,
llegas sobre mi carne,
trayéndome semilla
de brillantes
miradas, empapado
de azahares.

Pones roja la luna
y sollozantes
los álamos cautivos, pero vienes
¡demasiado tarde!
¡Ya he enrollado la noche de mi cuento
en el estante!
Sin ningún viento,
¡hazme caso!,
gira, corazón;
gira, corazón.

Aire del Norte,
¡oso blanco del viento!
Llegas sobre mi carne
tembloroso de auroras
boreales,
con tu capa de espectros
capitanes,
y riyéndote a gritos
del Dante.
¡Oh pulidor de estrellas!
Pero vienes
demasiado tarde.
Mi almario está musgoso
y he perdido la llave.

Sin ningún viento,
¡hazme caso!,
gira, corazón;
gira, corazón.

Brisas, gnomos y vientos
de ninguna parte.
Mosquitos de la rosa
de pétalos pirámides.

Alisios destetados
entre los rudos árboles,
flautas en la tormenta,
¡dejadme!
Tiene recias cadenas
mi recuerdo,
y está cautiva el ave
que dibuja con trinos
la tarde.

Las cosas que se van no vuelven nunca,
todo el mundo lo sabe,
y entre el claro gentío de los vientos
es inútil quejarse.
¿Verdad, chopo, maestro de la brisa?
¡Es inútil quejarse!

Sin ningún viento.
¡hazme caso!
gira, corazón;
gira, corazón.



sábado, 9 de febrero de 2019

Desde las nueve (por Konstantino Kavafis)


Doce y media. Rápidamente el tiempo
pasó desde las nueve, cuando encendí mi lámpara
y me senté aquí. Estoy sentado
sin hablar o leer. ¿A quién podría hablar
en la casa desierta?

La imagen de mi cuerpo joven,
cuando encendí mi lámpara a las nueve,
vino a mi encuentro despertando
un perfume de cámaras cerradas
y pasado placer. ¡Qué audaz placer!
También trajo a mis ojos
calles ahora no reconocibles,
lugares de otro tiempo donde la vida ardió,
viejos teatros o cafés difuntos.

La imagen de mi cuerpo joven vino
y me trajo también memorias tristes:
las penas familiares, los adioses,
los sentimientos de los míos,
los sentimientos de los muertos
apenas atendidos.

Doce y media. Cómo pasan las horas.
Doce y media. Cómo pasan los años.



viernes, 8 de febrero de 2019

Salvaje (por Claudia Masin)


Un cachorro de jaguar abre los ojos

cuando la luz empieza

a retirarse y es la hora del hambre, de aprender

a procurarse el alimento

por sí mismo. Cierra

los ojos cuando el sol aparece,

en medio de las hojas filtrándose,

tocándolo como se toca a un animal salvaje

aún pequeño: con suavidad,

con miedo, con prudencia. Yo te dije:

un jaguar no es hijo

de nadie, es siempre huérfano. Pero quisiste

darme casa y alimento, la domesticidad

que cura y tranquiliza a los serenos, que enloquece

y esclaviza a las fieras. No quiero

la familia, la casa, la luz demasiado brillante

sobre el cuero. Duele. El cuero está curtido

pero debajo hay lastimaduras y el calor

las trae de vuelta, me hace volver

a retorcerme, es la soga que me encorva

y me entristece. Yo te dije que no puedo.

No puede la bestia calmarse y condolerse

de sí misma, no puede desprenderse ya

de su fiereza que es amor

aunque aterre a todo el que se acerca: amor a la inestable

y violenta vida que encrespa los nervios,

amor a las silenciosas

ramas del álamo que espera la estampida

porque en su interminable estarse quieto es el momento

más precioso: el momento en que despiertan

las criaturas del bosque y se aparean y se matan

y se lamen las heridas mutuamente, una vez

terminada la batalla que siempre,

pero siempre, recomienza.



jueves, 7 de febrero de 2019

Soy forastera (por Inger Christensen)


He tratado de relatar un mundo que no existe
para que existiese. 
El aire que está inmóvil en el aire
sobre los campos de los alrededores de la ciudad 
a los que ya no voy.
La alegría de una distancia a la que te has acostumbrado. 
El sosiego de una desazón a la que te has acostumbrado. 
Como durante la fiebre alta
el júbilo de que no significas nada.

He tratado de mantener al mundo a distancia. 
Ha sido fácil.
Estoy acostumbrada a mantener el mundo a distancia. 
Soy forastera. 
Como mejor me encuentro es siendo forastera. 
De esa manera me olvido del mundo. 
De esa manera no lloro ni me encolerizo más. 
De esa manera el mundo se vuelve blanco e indiferente.

Y camino por cualquier parte. 
Y permanezco completamente inmóvil.
De esa manera me acostumbro a estar muerta.

Esto es un crítica del poder del hombre sobre el idioma
porque es una crítica del poder del idioma sobre el hombre.


miércoles, 6 de febrero de 2019

Y no intentes atar la mariposa (por Emily Dickinson)


No te acerques demasiado a una casa de rosa,

pues los estragos de una brisa

o la inundación de una gota de rocío

derrumbarán su pared, amedrentada.


Y no intentes atar la mariposa,

ni escalar los setos de la consecución.

Hallar descanso en lo inseguro

está en el mismo ser de la alegría.


martes, 5 de febrero de 2019

El día que ella se fue (por Nandeo Dhasal)


El día que ella se fue
pinté mi cara de negro.
Abofeteé duramente en su cara al salvaje viento demenciado.
Recogí los pequeños pedazos de mi vida
y me quedé desnudo ante un espejo agrietado.
Me permití hacer venganza sobre mí.
Miré condescendientemente el sol y dije '¡estúpido!'.
Lancé selectas maldiciones sobre todos los artistas que pintan sueños.
Caminé desde el este hacia el oeste.
Tomé piedras que encontré en el camino y las lancé contra mí mismo.
Cómo fluye rápidamente esta agua en su ataque de risa
a través de montañas y gargantas,
¿qué océano persigue encontrar?,
¿o se filtrará
en el suelo al nivel del mar?
¿Alguna vez pertenecí a mí mismo?
No pude ni abrazar su cuerpo muerto
y desahogar mi corazón.
El día que ella se fue
pinté mi cara negra.


lunes, 4 de febrero de 2019

Las noches recuerdan (por Sara Teasdale)


Los días recuerdan y las noches recuerdan
las nobles horas que una vez hiciste grandes.
Ocultas en su esplendor, en lo profundo de mi corazón yacen,
enterradas como soberanos en sus ropas reales.

Que no despierten de nuevo, mejor que se queden encerradas,
envueltas en recuerdos, adornadas con joyas y arreglos;
muchos reyes fantasmales han despertado del sueño de la muerte
y encontraron sus tronos decaídos y sus coronas robadas.


domingo, 3 de febrero de 2019

Porque no dijimos nada (por Vladimir Maiakovski)


La primera noche se acercan 
y cortan una flor de nuestro jardín, 
pero no decimos nada.

La segunda noche ya no se esconden 
y pisan las flores, matan nuestro perro 
y no decimos nada.
Hasta que un día, el más débil de ellos 
entra solo en nuestra casa, 
nos roba la luna y, 
conociendo nuestro miedo,
nos arranca la voz de la garganta.

Y porque no dijimos nada 
ya no podemos decir nada.


sábado, 2 de febrero de 2019

La letanía de los siete besos (por Clark Ashton Smith)



I

Beso tus manos, tus manos, cuyos dedos son delicados y pálidos como los pétalos del loto blanco.


II

Beso tu cabello, que tiene el lustre de negras joyas, y es más oscuro que el Leteo, floreciendo a medianoche a través del sueño sin luna de tierras con fragancias de amapola.

III

Beso tu frente, que se asemeja a la luna creciente en un valle de cedros.

IV

Beso tus mejillas, donde persiste un leve rubor, como el reflejo de una rosa sostenida en una urna de alabastro.

V

Beso tus párpados, los comparo con las flores veteadas de púrpura y me cierro bajo la opresión de una noche presente, en una tierra donde los ocasos son tan brillantes como las llamas del ámbar ardiente.

VI

Beso tu garganta, cuya ardiente palidez es la del mármol calentado por el sol de otoño.

VII

Beso tu boca, que tiene el sabor y el perfume de las frutas humedecidas con el rocío de una fuente mágica, en el paraíso secreto que solo nosotros encontraremos; un paraíso donde los que vienen nunca más se irán, ya que sus aguas son las del Leteo, y su fruto es el del árbol de la Vida.


viernes, 1 de febrero de 2019

Sin mí (por Susana Benet)


Por un instante he visto
la terraza, sin mí.
Mi pequeño sillón, vacío.
Sobre la mesa, una taza de té
y un libro abierto.
Los gatos dormitando;
las tórtolas, ociosas.
Abriéndose la flor,
sola, en el aire perfumado.
Las ramas de la acacia
levemente mecidas
por la brisa de otoño.
Las nubes deslizándose
con calma por el cielo.
Y he sentido la súbita nostalgia
de vivir el instante que ahora vivo.