zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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sábado, 31 de diciembre de 2016

Ha muerto el último año (por Philip Larkin)


Los árboles empiezan ya a brotar

como algo casi a punto de ser dicho;

los nuevos tallos posan y se extienden,

su verdor es una especie de tristeza.

¿Entonces, es que ellos renacen

y nosotros nos hacemos más viejos? 

No, ellos también mueren.

Su truco anual de parecer nuevos

se inscribe en sus fibras en forma de anillos.

Sin embargo, los infatigables castillos desgranan

su gruesa madurez cada primavera.

Ha muerto el último año -parecen decir-,

otra vez empecemos: otra vez, otra vez.

viernes, 30 de diciembre de 2016

Pero yo te amaba (por Pär Lagerkvist)


Estás muerta.

Puedo mirarte en paz con toda facilidad. Tu frente es

pequeña y redonda. Antes no la había visto. Eres torpe.

Ahora veo que eres torpe.


Tienes pequeños ojos guiñadores. Ahora los veo. Todo

es pequeño e insignificante en tu casa.

Tus cabellos son re­beldes, gruesos, groseros. Ahora lo veo. Tu labio pende

como el de una muchacha de cocina.

Ahora todo lo veo.

Estás muerta. No eres nada.


Tú sólo eras una muchacha de cocina, una entre la suciedad. Una

que debía morir.

Pero yo te amaba. Era eso.


Ahora esto ha concluido. Ahora has muerto.

Me agradaba tanto acariciar tus cabellos, cuando

estaban vivos. Yo amaba todo lo que había de feo en tu

casa, tanto cuanto esa fealdad estaba viva.


Ahora ha concluido. Ahora has muerto.

Acariciaba tu cabellera, aunque fuera gruesa,

grosera. Amaba tus pequeños ojos, cuando miraban ante sí en el mundo la mañana.

Entonces amaba todo en tu casa.

Ahora esto ha terminado. Ahora has muerto.

Ama­ba tus pies grandes. Y amaba también tus manos agrietadas.

Ahora están muertas. Ahora ya no existe nada. Es

preciso que continúe mi camino, que marche, que mar­che.

Has muerto.

Ahora nada existe.

Ahora has muerto.

Ahora en el mundo entero ya no existe nada.


jueves, 29 de diciembre de 2016

Traducir mis sentimientos (por Fernando Pessoa)


El arte consiste en hacer sentir a los demás lo que nosotros sentimos, en liberarlos de ellos mismos, proponiéndoles nuestra personalidad como una especial liberación. Lo que siento, en la verdadera sustancia con que lo siento, es absolutamente incomunicable; y cuanto más profundamente lo siento, tanto más incomunicable es. Para que yo, pues, pueda transmitir a otro lo que siento, tengo que traducir mis sentimientos a su lenguaje, es decir, que decir tales cosas como si fueran las que yo siento, de modo que él, al leerlas, sienta exactamente lo que yo he sentido. Y como este otro es, por hipótesis de arte, no esta o aquella persona, sino todo el mundo, es decir, aquella persona que es común a todas las personas, lo que al final tengo que hacer es convertir mis sentimientos en un sentimiento humano típico, aunque lo haga pervirtiendo la verdadera naturaleza de aquello que he sentido.

Todo cuanto es abstracto resulta difícil de comprender, porque es difícil de conseguir para ello la atención de quien lo lea. Pondré, por eso, un ejemplo sencillo en que se concretizarán las abstracciones que he formado. Supóngase que, por un motivo cualquiera, que puede ser el cansancio de hacer cuentas o el tedio de no tener qué hacer, cae sobre mí una tristeza vaga de la vida, una angustia de mí que me perturba e inquieta. Si voy a traducir esta emoción en frases que la ciñan de cerca, cuanto más de cerca la ciño, más la doy como propiamente mía, menos, por lo tanto, la comunico a los demás. Y, si no se da el comunicar a otros, es más justo y más fácil sentirla sin escribirla.

Supóngase, sin embargo, que deseo comunicarla a otros, es decir, hacer de ella arte, pues el arte es la comunicación a otros de nuestra identidad íntima con ellos; sin lo que no hay comunicación ni necesidad de hacer. Indago cuál será la emoción humana general que tenga el tono, el tipo, la forma de esa emoción que siento ahora, por las razones inhumanas y particulares de ser un contable cansado o un lisboeta aburrido. Y compruebo que el tipo de emoción vulgar que produce, en el alma vulgar, esta emoción es la añoranza de la infancia perdida.

Tengo la llave de la puerta de mi tema. Escribo y lloro mi infancia perdida; me detengo conmovidamente en los pormenores de personas y muebles de la vieja casa provinciana; evoco la felicidad de no tener derechos ni deberes, de ser libre por no saber pensar ni sentir; y esta evocación, si está bien hecha como prosa y visiones, va a despertar en mi lector exactamente la emoción que yo he sentido, y que nada tenía que ver con mi infancia.

¿He mentido? No, he comprendido. Que la mentira, salvo la que es infantil y espontánea y nace del deseo de estar soñando, es tan sólo la noción de la existencia real de los demás y de la necesidad de armonizar con esa existencia la nuestra, que no se puede armonizar con ella. La mentira es simplemente el lenguaje ideal del alma, pues, así como nos servimos de palabras, que son sonidos articulados de una manera absurda, para traducir a un lenguaje real los más íntimos y sutiles movimientos de la emoción y el pensamiento, que las palabras por fuerza no podrán traducir, así nos servimos de la mentira y de la ficción para entendernos los unos a los otros, lo que con la verdad, propia e intransmisible, no se podría hacer nunca.



miércoles, 28 de diciembre de 2016

Han tenido que sortear alguna roca (por Raymond Carver)


Levanto la vista y los veo acercarse

por la playa. El hombre joven

lleva al bebé en una mochila.

Eso le permite tener las manos libres,

así puede coger con una la de su mujer

y balancear la otra. Cualquiera se daría cuenta

de lo felices que son. Y la intimidad. Cuánta armonía.

Son más felices que nadie, y lo saben.

Se sienten agradecidos por ello, son humildes.

Caminan hasta el final de la playa

y desaparecen de mi vista. Eso es, me digo,

y vuelvo a lo que rige

mi vida. Pero a los pocos minutos


vuelven caminando por la playa.

Lo único distinto

es que se han cambiado de lado.

Ahora él va al otro lado de ella,

al lado del océano. Ella, de este lado.

Pero todavía andan de la mano. Parecen incluso,

si cabe, más enamorados. Y es así.

Yo mismo paseé por allí muchas veces.

El suyo es un paseo modesto, quince minutos

de ida y quince minutos de vuelta.

Han tenido que sortear a su paso

alguna roca y rodear enormes troncos,

moverse deprisa cuando se acercaban con fuerza las olas.


Caminan tranquilos, despacio, cogidos de la mano.

Saben que el agua es imprevisible,

pero son tan felices que la ignoran.

El amor en sus rostros jóvenes. Su encuadre.

Puede que dure siempre. Si tienen suerte,

si son buenos, y lúcidos. Y prudentes. Si siguen

amándose sin límites.

Si son sinceros el uno con el otro, sobre todo eso.

Están seguros de que lo serán.

Vuelvo a mi trabajo. Mi trabajo vuelve a mí.


Del agua se levanta un leve viento.


martes, 27 de diciembre de 2016

Tiembla como temblaba (por Wislawa Szymborska)


Nada ha cambiado.
El cuerpo es doloroso,
necesita comer, respirar y dormir,
tiene piel delgada y, debajo, sangre,
tiene buenas reservas de dientes y de uñas,
huesos quebradizos, articulaciones dúctiles.
Para las torturas todo se tiene en cuenta.

Nada ha cambiado.
El cuerpo tiembla como temblaba
antes y después de la fundación de Roma,
en el siglo veinte antes y después de Cristo,
las torturas son como fueron, aunque la tierra ha menguado
y diríase que todo sucede a la vuelta de la esquina.

Nada ha cambiado.
Salvo el número de habitantes por metro cuadrado,
a las viejas culpas se suman nuevas,
reales, imputadas, momentáneas y nulas,
pero el grito del cuerpo que las avala
era, es y será un grito de inocencia
según baremo y escala seculares.

Nada ha cambiado.
Quizá los modales, las ceremonias y las danzas,
pero el gesto de brazos protegiendo una cabeza
sigue siendo el mismo.
El cuerpo se retuerce, forcejea para liberarse,
cae postrado, dobla las rodillas,
lividece, se hincha, babea y sangra.

Nada ha cambiado.
Salvo el curso de los ríos,
la línea de los bosques, costas, desiertos y glaciares.
Por esos parajes el alma yerra,
desaparece, vuelve, se acerca y se aleja,
ajena a sí misma e inasequible,
ora segura, ora insegura de su existencia,
mientras el cuerpo es, es y sigue siendo,
y no tiene donde cobijarse.


lunes, 26 de diciembre de 2016

Tiraron abajo nuestras noches (por Sargon Boulus)


Un camino
señalado por techos encalados
por memorias
bajo un un cielo azul perfecto -donde yo soy un cautivo,
donde mis palabras desean elevarse como las escaleras de una fortaleza,
como voces ensayando subir por una escala perdida
nota tras nota,
en el libro de mi amigo, el que tocaba el laúd, el que murió
de silencio en un exilio solitario-.

Yo di con el sonido, encontré el edificio,
abrí la puerta.
¡En nuestro tiempo las memorias se han desvanecido!
¡Las voces de quien no tiene ya voz
suenan como pequeñas ruedas de una noria en la oscuridad!
Me dicen
que han demolido el cine Simbad.
¡Qué tristeza!

¿Quién navegará los mares de ahora en adelante?, ¿quién verá las focas?
Tiraron abajo nuestras noches,
nuestras camisas blancas, los veranos de Bagdad,
Espartaco, el Jorobado de Notre Dame, Sansón y Dalila.
¿Cómo vamos a poder soñar con viajar
a una isla?
¡Han demolido el cine Simbad!

El ahogado, los cabellos totalmente empapados,
retornaba a la fiesta
después de que apagaban las luces,
apilaba las sillas en la costa vacía
y encadenaba las olas del Tigris.



domingo, 25 de diciembre de 2016

Si nos recuerdo (por Antonio Manilla)


Presente en fuga
o leño ardiente unido
a la insensata juventud
en la hoguera del tiempo

fuimos.
Y no fuimos

futuro proyectado
más allá del estío,
desfalleciente llama,
nostalgia de idos días.

A veces siento
orgullo de nosotros,
felices e inconscientes,
jóvenes y felices,
si nos recuerdo.

Aquel rayo que fuimos
iluminó un instante
la vida entera.

sábado, 24 de diciembre de 2016

Se erguía solo (por Walt Whitman)


Vi crecer un roble en Louisiana,
se erguía solo y el musgo colgaba de las ramas,
crecía allí sin compañero, desplegaba hojas alegres de un verde oscuro,
y su aspecto, rudo, sólido, vigoroso, me hizo pensar en mí,
pero me pregunté cómo podría desplegar hojas alegres parado allí solo,
sin su amigo o amante cerca, porque sabía que yo no podría,
y rompí una ramita con algunas hojas y envolví en ellas un poco de musgo,
y me la llevé y la puse a la vista en mi habitación.
No necesito que me recuerde a mis amigos queridos
(creo que últimamente no pienso en otra cosa),
pero persiste ante mí como una señal curiosa, me hace pensar en el amor viril;
con todo, y aunque el roble brilla allí en Louisiana solitario en un amplio espacio abierto,
y despliega hojas alegres toda su vida sin su amigo o amante cerca,
sé muy bien que yo no podría. 


viernes, 23 de diciembre de 2016

Una hoja (por Bronislaw Maj)


 
Una hoja, una de las últimas, se soltó de una rama de arce,
gira en el claro aire de octubre, cae
sobre una pila de otras hojas, se vuelve oscura y quieta. Nadie
admiró su entusiasta batalla con el viento,
nadie siguió su vuelo, nadie la distinguirá ahora
yaciendo entre otras hojas, nadie había visto
lo que yo vi, nadie. Estoy
solo.


jueves, 22 de diciembre de 2016

Alguien ha muerto en mí (por Antonio Gamoneda)


Quizá me sucedo en mí mismo. No sé quién pero alguien ha muerto en mí. También ayer olía la desaparición y estaba amenazado por la luz, pero hoy es otro el cuchillo delante de mis ojos.

No quiero ser mi propio extraño, estoy entorpecido por las visiones. 


Es difícil poner luz todos los días en las venas y trabajar en la retracción de rostros desconocidos hasta que se convierten en rostros amados y después llorar porque voy a abandonarlos o porque ellos van a abandonarme.

Qué estupidez tener miedo al borde de la falsedad, qué cansancio
abandonar la inexistencia y morir después todos los días.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

He visto a un ojo moribundo (por Emily Dickinson)


He visto a un ojo moribundo

dar vueltas y más vueltas en un cuarto

buscando algo —parecía—.

Luego empezó a nublarse

y luego a oscurecer de niebla.

Luego a cerrarse en soldadura

sin revelar qué era aquello

que le hubiera salvado, de ser visto.


martes, 20 de diciembre de 2016

Luces apagadas (por Roberto Juarroz)



Ciertas luces apagadas

iluminan más

que las luces encendidas.


Hay lugares donde no es preciso

que algo esté encendido para que alumbre.

Pero además hay cosas

que se aclaran mejor con las luces apagadas,

como algunos estratos oblicuos del hombre

o algunos rincones que se instalan subrepticiamente

en los espacios más abiertos.


Y hay también una intemperie de la luz,

una zona despojada y ecuánime

donde ya no hay diferencia

entre las luces encendidas

y las luces apagadas.



lunes, 19 de diciembre de 2016

Cómo habrían estado juntos (por T. S. Eliot)


Yérguete en el más alto rellano de la escalera

apóyate en un ánfora de jardín,

teje, teje la luz del sol en tu pelo,

aprieta tus flores contra ti con dolorida sorpresa,

tíralas al suelo y vuélvete

con una fugaz ofensa en los ojos:

pero teje, teje la luz del sol en tu pelo.


Así le habría hecho yo marcharse a él,

así le habría hecho a ella quedarse inmóvil y afligirse,

así la habría dejado él

como el alma deja al cuerpo, desgarrado y arañado.

como la mente abandona el cuerpo que ha usado.

Yo encontraría

algún modo incomparablemente leve y hábil,

algún modo que ambos entendiéramos,

sencillo y sin fe como una sonrisa y un apretón de manos.


Ella se apartó, pero con el tiempo otoñal

obligó a mi imaginación muchos días,

muchos días y muchas horas:

el pelo por los brazos y los brazos llenos de flores.

¡Y me pregunto cómo habrían estado juntos!

Me habría perdido un gesto y una actitud.

A veces estas vacilaciones aún asombran

la turbada medianoche y el reposo de mediodía.



domingo, 18 de diciembre de 2016

A quienes no pude salvar (por Czeslav Milosz)


Vosotros, a quienes no pude salvar,
escuchadme.
Intentad entender estas simples palabras, ya que de otras me avergonzaría.
Os juro que en ellas no hay superchería.
Os hablo en silencio como una nube, como un árbol.

Aquello que me fortaleció a mí, para vosotros fue mortal.
Confundisteis el adiós a una época con el advenimiento de una nueva.
Odio confabulado de belleza lírica.
Fuerza completamente ciega.

He aquí un valle polaco de ríos anémicos. Y un inmenso puente
perdiéndose en la niebla. He aquí una ciudad vencida,
y el viento arroja alaridos de gaviotas sobre vuestra tumba
mientras os hablo.

¿Qué clase de poesía es aquella que no salva
naciones o pueblos?
Una conspiración de mentiras oficiales.
Una tonadilla de borrachos cuyas gargantas serán cortadas de inmediato,
una conferencia para señoritas.
He deseado la buena poesía sin saberlo,
he descubierto, ya tarde, su saludable objetivo.
En ella y sólo en ella, encuentro salvación.

Se solía esparcir mijo o alpiste sobre las tumbas
para alimentar a los muertos que volvían disfrazados de pájaros.
Aquí os dejo este libro, a vosotros que alguna vez vivisteis
para que nunca más volváis.


sábado, 17 de diciembre de 2016

Sola (por Kabita Shina)


Sola,

la pronunciación profunda de esta palabra
rompe ventanas y puertas con ruido,
se va sonando sonando

hacia lo eterno

queda la resonancia fría.

Sola,
el andar

el balcón señorial
crece poco a poco en la boca del atardecer
¡el suelo brillante amortigua el sonido de los movimientos!

No habrá instituto desde mañana
no habrá reunión desde mañana
no habrá acto de música feudal desde mañana
el Sarengui, el perfume islámico, el tabaco aromático

como las huidizas estaciones del tren,
nos abandona la niñez, parte luego la adolescencia, la juventud,
queda el tren fantasmal.

Los ratones que esperan los residuos desde el
barco náufrago son compradores insignificantes.
Los hijos, los amigos, los compañeros, las amantes gruesas
van hacia el infierno deseado.
La pronunciación sigue rompiendo las ramas con ruido.

La flor cae desde el árbol, el cuerpo del árbol desde la flor
¡caen los cometas!
cae el cielo entero desde el lado de las estrellas.

Sigue el sonido y la resonancia con mucho bullicio
a veces se marcha la memoria, el compañero del fin.

Cuando se vaya la memoria
me iré de todas las partes.
Todas las partes se van de mi lado.

yo
¡quedo sin religión, sin el perro obediente de la memoria, sola!

Sola
Los balcones señoriales
extienden sus sombras grandes poco a poco,
desde un asteroide a otro asteroide en la galaxia,
los movimientos lentos
sin sentido, sin memoria, sin infierno-paraíso.

Sola
la niñez, la adolescencia, la juventud, la vejez.      

La niña
queda lejos como puntos
Sahadeva, Draupadi, Arjuna, Bhima,

el cuarto Pandava.

Sola
va el sonido rompiendo la pronunciación con ruido
rompe mi vacío

mi vacío



viernes, 16 de diciembre de 2016

¿Un día te entenderemos? (por Saiz de Marco)


el azar
diseñado
trazado con escuadra
medido hasta el detalle
el azar
programado
puntual
sincronizado
el impecable azar que seguro acontece
en el preciso instante
el azar
disfrazado de fatal coincidencia
de encuentro fortuito
de aleatorio suceso
de ha sido un accidente
de ay qué suerte la mía
de qué casualidad
el azar
planeado
por qué cosa
por quién
según qué opacas leyes
por qué raros criterios
siguiendo los dictados de qué ética insondable
con qué geometría oculta de más allá de dónde
ajustado al milímetro
sin dejar cabos sueltos
sin conceder espacio a la improvisación
el azar
soberano
señor de cuanto ocurre
su exacta maquinaria de apariencia caótica
su motor que no cesa
ruedas de la fortuna girando infatigables
sus cilindros
sus émbolos
conscientes o inconscientes
ciegos o lúcidos
detrás de las paredes del taller enigmático
el azar
con sus largas correas de transmisión
con su entrelazamiento de efectos y de causas
el ingeniero jefe y su secreta lógica
¿un día te entenderemos?
el artífice máximo
la fábrica de todo
el minucioso azar



jueves, 15 de diciembre de 2016

Divorcio (por Anne Sexton)



He matado nuestra vida juntos,

he cortado cada cabeza,

con sus tristes ojos azules atrapados en una pelota de playa,

rodando por separado afuera del garaje.

He matado todas las cosas buenas

pero son demasiado tercas.

Se cuelgan.

Las pequeñas palabras de tu compañía

se han arrastrado hasta su tumba,

el hilo de la compasión,

como una frambuesa querida,

los cuerpos entrelazados

cargando a nuestras dos hijas,

tu recuerdo vistiéndose

temprano,

toda la ropa limpia, separada y doblada,

tú sentándote en el borde de la cama

lustrando tus zapatos con un cepillo,

y yo te amaba entonces, eras tan sabio desde la ducha,

y te amé tantas otras veces

y he estado por meses

tratando de ahogarlo,

presionando,

para mantener su gigantesca lengua roja

por debajo, como un pez.

Pero a donde quiera que yo vaya están todos en llamas,

el róbalo, el pez dorado, sus ojos amurallados flotando

ardiendo entre plancton y algas marinas

como tantos otros soles azotando las olas,

y mi amor se queda amargamente brillando,

como un espasmo que se niega a dormir,

y estoy indefensa y sedienta y necesito una sombra

pero no hay nadie para cubrirme,

ni siquiera Dios.



miércoles, 14 de diciembre de 2016

Puedo cantar (por Ida Vitale)


Sigo esta partitura
de violentos latidos,
inaudible,
esta alocada médula
escandida por dentro,
canto sin música,
sin labios.
Canto.
Puedo cantar
en medio del más cauto,
atroz silencio.
Puedo, lo descubro,
en medio de mi estrépito,
parecer una callada playa
sin sonidos,
que atiende, suspensa,
el grito permitido de un pájaro
que llama a amor
al filo de la tarde.


martes, 13 de diciembre de 2016

Querer es un lugar (por Joan Margarit)



Sentado en un tren miro el paisaje

y de pronto, fugaz, pasa una viña

que es el relámpago de alguna verdad.

Sería un error bajar del tren

porque entonces la viña desaparecería.

Querer es un lugar, y siempre hay algo

que me lo revela: una azotea lejana,

aquel estrado vacío de un director de orquesta,

solo con una rosa, y los músicos tocando solos.

Tu habitación cuando se levantaba el día.

Por supuesto, el canto de aquellos pájaros

en el cementerio, una mañana de junio.

Querer es un lugar.

Perdura en el fondo de todo: de allí venimos.

Y es el lugar donde la vida va quedando.



lunes, 12 de diciembre de 2016

Ningún lenguaje (por Fernando Pessoa)


Si digo a veces que las flores sonríen

y si dijera que los ríos cantan

no es porque crea que hay risas en las flores

y cantos en el correr de los ríos…

Es porque así hago mejor sentir a los hombres falsos

la existencia verdaderamente real de las flores y los

ríos.

Porque escribo para que ellos me lean, me sacrifico a

veces

a la estupidez de los sentidos…

No estoy de acuerdo conmigo pero me absuelvo

porque sólo soy esa cosa seria, un intérprete de la

Naturaleza,

porque hay hombres que no perciben su lenguaje,

porque ella no es ningún lenguaje.



domingo, 11 de diciembre de 2016

Tus manos y la noche (por Antonio Gamoneda)



Yo sentía que la noche era dulce

como una leche silenciosa. Y grande.

Mucho más grande que mi vida.

Madre,

eran tus manos y la noche juntas.

Por eso aquella oscuridad me amaba.


No lo recuerdo pero está conmigo

donde yo existo más, en lo olvidado.




sábado, 10 de diciembre de 2016

Piano oscuro (por César Vallejo)



Este piano viaja para adentro,

viaja a saltos alegres.

Luego medita en ferrado reposo,

clavado con diez horizontes.


Adelanta. Arrástrase bajo túneles,

más allá, bajo túneles de dolor,

bajo vértebras que fugan naturalmente.


Otras veces van sus trompas,

lentas ansias amarillas de vivir,

van de eclipse,

y se espulgan pesadillas insectiles,

ya muertas para el trueno, heraldo de los génesis.


Piano oscuro ¿a quién atisbas

con tu sordera que me oye,

con tu mudez que me asorda?


Oh pulso misterioso.



viernes, 9 de diciembre de 2016

Nunca sabrán (por Wallace Stevens)


Los niños que recojan nuestros huesos

nunca sabrán que fueron algún día

ágiles como zorros en el monte;

y que en otoño, tiempo en que las viñas

afilan con su aroma un aire ya afilado,

fueron un ser, respiraban escarcha;

y menos intuirán que con los huesos

dejamos mucho más, como la forma

que aún conservan las cosas, al sentirlas

y al verlas. Nubes primaverales

flotan sobre la casa clausurada

más allá de la puerta y del ventoso

cielo que grita una culta desesperación.

Hace tiempo sabemos que el aspecto

de esa mansión y lo que de ello hablamos

se volvió parte de ella… Los niños,

mientras tejen aureolas de retoños,

hablarán nuestras frases sin saberlo,

dirán de esta mansión que parecía

que su habitante dejó tras marcharse

un espíritu enérgico y austero,

una casa sucia en un mundo reventado,

un jirón de sombra que blanquea

manchado con el oro del sol opulento.


jueves, 8 de diciembre de 2016

Una frontera (por Joaquín Giannuzzi)


Marcelo Mastroiani busca una mujer en la oscuridad.

Si se observa bien la escena, vemos

cómo ha sido planeado el máximo de angustia

en cada fragmento de sombra, pero ha respetado una frontera,

tras de la cual puede estallar el corazón.

Así que irrumpe la luz en una calle clamorosa.

Si se supone que hay vida en todo esto

me pregunto

qué están tratando de hacer con nuestras historias,

hurgando impunemente en las tripas, rescatando

desde una cuidadosa perspectiva

el esqueleto íntimo de la comedia humana, estirando

hasta una tensión insoportable

el simulacro de la imagen, agujas

para el ojo temporal.

Se asegura que el poder del misterio y la belleza corren por su cuenta

y que, de paso, son fieles al drama que anda por la tierra;

y nosotros, violados por una especie de abuso de confianza

jadeamos de este lado de la pantalla.



miércoles, 7 de diciembre de 2016

La muerte de los amantes (por Charles Baudelaire)


Tendremos camas de olores suaves,

y divanes tan profundos como tumbas,

y en los estantes flores extrañas abriéndose

para nosotros bajo cielos más puros.


Con su calor postrero y usándolo a porfía,

nuestros corazones serán dos grandes antorchas,

sus luces dobles se reflejarán

en nuestras dos almas, espejos gemelos.


Y en un atardecer de color rosa y azul místico

intercambiaremos un relámpago, uno tan sólo,

henchido de adioses, como un largo sollozo;


y luego, un Ángel, al entreabrir las puertas,

fiel y jubiloso acudirá a reavivar

los espejos turbios y las llamas muertas.


martes, 6 de diciembre de 2016

La aguja se detuvo (por Emily Dickinson)


La muerte da significado a cosas
en las que el ojo apenas se detuvo
a menos que un difunto
nos pida con ternura
que contemplemos sus pequeñas obras
al lápiz, o de lana,
«Fue lo último que hizo con sus dedos»
diligentes hasta el momento
en que el dedal pesaba demasiado
la aguja se detuvo —por sí misma—
y fueron colocados entre el polvo
en las estanterías del armario

Tengo un libro —que me entregó un amigo—
Con el lápiz —aquí y allá—
había señalado donde le apetecía
Descansan ya sus dedos
Y ahora no leo cuando leo
pues las intrusas lágrimas
destruyen los grabados
irreparablemente


lunes, 5 de diciembre de 2016

Luz de la tarde (por José Hierro)


Me da pena pensar que algún día querré ver de nuevo este espacio,
tornar a este instante.
Me da pena soñarme rompiendo mis alas
contra muros que se alzan e impiden que pueda volver a encontrarme.

Estas ramas en flor que palpitan y rompen alegres
la apariencia tranquila del aire,
esas hojas que mojan mis pies de crujiente hermosura,
el muchacho que guarda en su frente la luz de la tarde,
ese blanco pañuelo caído tal vez de unas manos,
cuando ya no esperaban que un beso de amor las rozase...

Me da pena mirar estas cosas, querer estas cosas, guardar estas cosas.
Me da pena soñarme volviendo a buscarlas, volviendo a buscarme,
poblando otra tarde como ésta de ramas que guarde en mi alma,
aprendiendo en mí mismo que un sueño no puede volver otra vez a soñarse.



domingo, 4 de diciembre de 2016

No la veré ya nunca (por Jacobo Cortines)


Los tejados, la torre, el castillo, la orilla

con vacas y caballos, eucaliptos y juncos.

El pantano celeste y al final la montaña,

de cumbres pedregosas con reflejos de plata.

Alcanzan los confines los ojos deseosos:

Villamartín al fondo, Puertollano a lo lejos,

y más cerca cortijos y alguna torre vieja,

todo envuelto en el oro de la tarde que cae.

Me ofreciste esta vista que alegraba tus días.

No la veré ya nunca, pues ha muerto contigo.

sábado, 3 de diciembre de 2016

En el cristal frío (por Joan Margarit)


Ha apoyado la frente en el cristal
frío, empañado, con trasluz de invierno.
Escribe el nombre de ella y, a través
de las líneas que traza con el dedo,
la ha visto en un paraje solitario
con el mar y las rocas en la noche.
Al fondo, las estrellas: de pronto, las gaviotas
alzan el vuelo como un resplandor
al paso de un falucho. Se ha engañado:
detrás de la ventana hay una calle
que el alba hace más triste, sin un alma,
con coches aparcados.
Tras las líneas comienza a amanecer:
el sol naciente borrará ese nombre
en la escarcha rosada del cristal.


viernes, 2 de diciembre de 2016

Sobreviviente (por Cristina Peri Rossi)


Y ahora se inicia
la pequeña vida
del sobreviviente de la catástrofe del amor:

Hola, perros pequeños,
hola, vagabundos,
hola, autobuses y transeúntes.

Soy una niña de pecho
acabo de nacer
del terrible parto del amor.

Ya no amo.

Ahora puedo ejercer en el mundo
inscribirme en él
soy una pieza más del engranaje.

Ya no estoy loca.


jueves, 1 de diciembre de 2016

El infinito (por Giacomo Leopardi)


Siempre amé esta colina solitaria,
y esta espesura que me oculta en parte
esa línea final del horizonte.
Pero, mirando a lo lejos, imagino,
más allá de estas frondas,
espacios insondables, sobrehumanos silencios,
y una quietud tan honda
que calma y estremece.
Y al oír, dentro de este silencio infinito,
el susurro del viento entre las plantas,
pienso en la eternidad y en los tiempos que han muerto,
y en el presente vivo, que hoy me deja su música.
Y en esta inmensidad se abisma el pensamiento,
y naufragar en este mar me es dulce.