zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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domingo, 30 de septiembre de 2018

Allá pasa yo (por Robert Rivas)


allá pasa yo con su bicicleta
anda rápido pedaleo con todas sus fuerzas
porque sí por sentir
no porque vayas a algún lado
entre ruedas
pasado y futuro
aferrado al manubrio
agachado
pedalean
con todas sus piernas
para escaparse del mundo
sin lograr pero
abriéndole un tajo
al entretanto
después por saberse estaba y estuvo
que no habría otra cosa
que el otro tampoco tenía el viaje
destino final de llegada
era eso: pedalearse con saña
(sólo) sea
demostrando
(algo)


sábado, 29 de septiembre de 2018

Con un viejo guerrillero (por Jess Ørnsbo)


He caminado por
la ciudad con un viejo guerrillero

Incesantemente ráfagas de ametralladora le abrían
los tejidos dentro de él incesantemente

los cruces de calles lo colmaban de inquietud
el asfalto despejado para el francotirador
y su tambor de plomo

Como si se hubiera estado desangrando los últimos
veinte años entraba sin cesar
a comprar algodón

Los pasos de peatones lo llenaban
de terror en vano
trataba de convencer a la gente para que
se dispersara

Los patios traseros por el contrario ponían en orden
sus pensamientos

Él hubiera preferido cerrar las tiendas
para que las existencias
durasen más tiempo

Vista y no vista
allí una vieja guerra arrinconada
detrás de la argamasa y aquí
dentro del marco de las ventanas
futura guerrilla urbana y chabolas
en vertical

Quién entre la multitud de por allí
en la zona de operaciones de la City
lleva las manos de la enfermera y
quién la transparente
caja torácica

A favor o en contra
tu opinión como las marcas
de la diana

Grupos sanguíneos de confianza
allí cerca
el político todavía tranquilo en el coche
el guardaespaldas bostezando en mitad
del punto de mira

Así
30 años después
el autobús prosigue su camino balanceándose un poco
y el bolso abandonado
sin tic-tac en el asiento
de atrás.


viernes, 28 de septiembre de 2018

Sobre la mesa (por Piedad Bonnett)



Aquí golpeaba airadamente el padre sobre la mesa causando un temblor de cristales, una zozobra en la sopa,
volcaba el jarro de su autoridad aprendida, de sus miedos,
de su ternura incapaz de balbuceos.
Adelantaba su dedo acusador y el silencio
era como una puerta obstinada que defendía a los niños del llanto.
Aquí sólo hay ahora una mesa de cedro, unos taburetes,
un modesto frutero que alguien hizo
con doméstico afán.
¿Dónde los niños,
dónde el padre y la madre arrulladora?
La tarde esplendorosa asoma añil y roja detrás de los vitrales.
Y pareciera que tanta paz, tanto silencio pesaroso
fuera el golpe de Dios sobre la mesa.



jueves, 27 de septiembre de 2018

El chasquido del látigo (por Alejandro Cesario)


Se parte con escarcha del suburbio,
con ahogo correoso,
con bocas de tormenta tapadas,

el oído percibe
el olor del chiflido sordo,

la canilla de cálidos veranos aún está goteando,
me empecino en entrar.

A metros de la puerta de mi casa,
pequeñas criaturas beben la leche cuarteada de sus madres.

A la madrugada cruzamos
al Gran Buenos Aires,
los pastos de los terrenos baldíos están crecidos
y los perros flacos,
una vaca se inclina a beber el moho
y una mujer panzona con sus siete niños a un costado.
El chasquido del látigo golpeando
sobre el lomo del caballo.

Expulsada criatura
juega en los canales de desagüe.

En el portón de la exfábrica la exalgodonera
se amanece golpeado y meado.

Aquí se calló la voz
y calló sin convicción,
aquí se orina sin resurrección.

Pábilo aliento se desase en el puño del deseo,
en el intento de ser un barrio.

En la casilla de madera del guardabarrera se apagó la luz.

Los pastizales bordean las vías.
Tres vagabundos sentados se pasan la ginebra, también el cigarrillo,
lentamente se duermen en un entramado de pobreza.

Sobre la loza, la única loza negra de la cuadra,
tres pibes juegan, remontan ilusiones.

Un hombre corre por el puente que cruza el arroyo,
intenta alcanzar el tren que llega a la estación.



miércoles, 26 de septiembre de 2018

Quién (por Sylvia Plath)


Floreal término. Cayó la fruta,
se pudrió o fue comida. Sólo boca
soy. En octubre, mes de almacenaje.

El cobertizo huele a tripa rancia
de momia: herramientas, colmillos, moho.
En casa estoy, entre cabezas muertas.

Dejadme que me siente en este tiesto,
ninguna araña lo verá, se paró
mi corazón como un geranio.

Ojalá el viento deje mis pulmones.
Los pétalos nasales. Boca abajo
las flores, sonoras como hortensias.

Cabezas putrescentes me consuelan,
ayer clavadas a las vigas: de estos
pupilos no será el invierno.

Repollos: plata mate, agusanada
púrpura, piel comida, oreja aguda,
corazón verde. Venas de tocino.

¡Oh, belleza del hábito! No tiene
ojos la calabaza. Estas estancias
hierven de chicas que se piensan pájaros.

Monótono colegio. Soy raíz,
piedra, plumón de búho,
vivo sin sueños de ninguna clase.

Madre, tú eres el mes único
de quien yo fuera aire. Madre de aire,
cómeme. Sombra de dinteles vanos.

Dije: me acordaré, pues soy pequeña.
Había flores tan enormes,
bocas rojas y púrpura, bellísimas.

Los tallos de las moras me hacen daño.
Ahora me encienden como una bombilla.
Desde hace días no recuerdo nada.



martes, 25 de septiembre de 2018

Pensar en un hombre (por Roberto Juarroz)


Pienso que en este momento
tal vez nadie en el universo piensa en mí,
que sólo yo me pienso,
y si ahora muriese,
nadie, ni yo, me pensaría.

Y aquí empieza el abismo,
como cuando me duermo.
Soy mi propio sostén y me lo quito.
Contribuyo a tapizar de ausencia todo.

Tal vez sea por esto
que pensar en un hombre
se parece a salvarlo.



lunes, 24 de septiembre de 2018

Formaba parte de él (por Walt Whitman)


Había un niño que salía cada día,
y lo primero que miraba, en eso se convertía,
y eso formaba parte de él por aquel día o durante parte del día,
o por muchos años o por sucesivos ciclos de años.

Las lilas tempranas formaban parte de aquel niño,
y la hierba y las glorias-de-la-mañana blancas y rojas y los blancos y rojos claveles, y el canto del jilguero,
y los corderos del tercer mes y las crías rosa pálida de la puerca y el potrillo de la yegua y el ternero de la vaca.
Y los alborotadores pollos del corral o los que chapoteaban en la orilla fangosa de la poza,
y los peces suspensos de modo tan curioso allí abajo, y el bello singular líquido,
y las plantas acuáticas con sus gráciles cabezas chatas, todo formaba parte de él.
Los retoños del cuarto mes y del quinto mes formaban parte de él,
los retoños de las mieses invernales y los amarillos claros del maíz, y las raíces comestibles del jardín,
y los manzanos cubiertos de flores y de frutas más tarde, y las moras silvestres y las zarzas más comunes del camino,
y el viejo borracho que tambaleándose volvía a su casa de la taberna de la que tarde se levantara,
y la maestra que pasaba camino de la escuela,
y los muchachos amigos que pasaban y los muchachos pendencieros,
y la nítida niña de rosadas mejillas, y el negrito descalzo y la negrita,
y todos los cambios de la ciudad y el campo en dondequiera que iba,
sus propios padres, el que lo engendró y la que lo concibió en su vientre y lo parió,
le daban de ellos mismos a este niño algo más que eso,
le daban por delante cada día, ellos mismos venían a formar parte de él.

La madre en casa poniendo tranquilamente los platos en la mesa de comer,
la madre con dulces palabras, limpios su gorro y su vestido, sano olor emanando de su cuerpo y de su ropa al caminar,
el padre, fuerte, pagado de sí, varonil, maligno, iracundo, injusto,
el golpe, la rápida dura palabra, el mezquino regateo, la astuta treta,
las costumbres de familia, su lenguaje, las visitas, los muebles, el corazón que añora y se expande,
el afecto que no se escatima, la sensación de lo real, la idea de que si después de todo resultara irreal,
las dudas de día y las dudas de noche, el curioso si será y cómo,
si lo que parece así es así o si por ventura ¿es todo luces y sombras?

Los hombres y mujeres que se apiñan aprisa en las calles, si no son luces y sombras, ¿qué son?
Las mismas calles y las fachadas de las casas, y las mercancías expuestas en los escaparates,
los vehículos, los caballos de tiro, los muelles de gruesas tablas, la afluencia de gente a las barcas que cruzan el río,
la aldea en la falda vista de lejos en el crepúsculo, el río que la separa de aquí,
sombras, aureola y niebla, la luz cayendo sobre los techos y los aleros blancos y rojizos dos millas más allá,
la goleta cercana descendiendo con sueño en la marea con el botecito amarrado por una larga cuerda a la popa,
los rápidos tumbos, las crestas presto deshechas, azotando,
los estratos de nubes coloradas, la larga franja marrón solitaria allá lejos, la extensión de blancura en que inmóvil se tiende,
al borde del horizonte, el vuelo del cuervo marino, la fragancia de las salinas y del lodo en la costa,

todo venía a formar parte de aquel niño que salía cada día y que aún sale y saldrá todos los días.


domingo, 23 de septiembre de 2018

Ese momento (por Sharon Olds)


Casi hace demasiado tiempo para recordarlo,
sucedió cuando era una mujer sin hijos,
una persona de verdad, como una figura de pie en el campo,
solitaria, oscura frente a la cosecha tenue.
Los niños estaban allí, eran figuras sombrías
fuera de la valla, indistinguibles como
masas informes y lejanas con rostros en el crepúsculo.
No recuerdo, una vez más,
el momento en que me giré para llevármelos, el talón
que gira en la tierra, aplastando las cabezas de los
tallos de trigo bajo el pie, el
cuerpo que oscila súbitamente alrededor como la
figura plana de una veleta al
girar cuando el viento cambia. No
recuerdo el viaje desde el centro del campo hasta el límite
o el chasquido de la valla como la rotura de las
fronteras del mundo, o mi salida por
completo del campo roturado y el llevármelos
en los brazos como tú te llevarías
las claras y las yemas de los huevos en los brazos cayendo
pegajosas sobre ti, con manchas, limosas,
glaseándote. No puedo recordar ese
instante en que les entregué mi vida
como alguien que de pronto entregara su vida a Dios
y permanecí con ellos fuera del universo
y después como un dios me di la vuelta y los traje al mundo.



sábado, 22 de septiembre de 2018

Hay que nombrarlo (por Adalber Salas)


Al recién nacido hay que darle
de inmediato
un nombre.

Al que ha salido
de la negra violencia del parto,

todavía húmedo
de no existir,

hay que nombrarlo,
para borrar de sus manos y
de su respiración
el susurro de otro océano,

para contener
el barro incierto
de su carne,

hay que conjurar
ese lugar del que ha venido,
la marea brutal
que lo ha abandonado
entre nosotros,

sobre esta tierra que
deberá caminar,
cuyo vientre espeso
está repleto de palabras

que nadie recuerda.



viernes, 21 de septiembre de 2018

Sentirte en lenta huida hacia la tarde (por Leopoldo de Luis)


Es como levantarte con los ojos,
con las húmedas alas de los ojos,
al imborrable cielo del recuerdo.
Pasan nubes oscuras, tristes pájaros.
Lentamente tu nombre al fin se queda
solo, desnudo, inmóvil, imposible,
como estrella varada.

Y nombrarte es dolor. Reconocerte
después de cada tarde, como el sueño,
es el dolor diario. Cruzo absorto
calles hacia la angustia de la nada,
entro en casas desnudas,
hablo a seres extraños, torpemente.

Reconocerte es triste, como es triste
siempre identificarnos lo más nuestro
inútilmente cerca, naufragando
en la luz impiadosa de los días.
Entramos y salimos de nosotros

abandonando siempre lo que somos,
esa sola verdad que nos habita,
apaleado perro en las veredas
por las que transitamos sordamente.

Sentirte cerca duele, como duele
siempre palpar la herida que no cura.
Sentirte en lenta huida hacia la tarde
con un dolor solar sobre los párpados.

Veo a veces tu cuerpo como un río,
como un río pasando mudamente
el puente de mis años, por mi pecho.
Y en un heroico cielo, siempre inmóvil,
solo tu nombre, herido de memoria.

En esta soledad me estoy poblando,
haciéndome de bosque y fronda hirviente.

Una renunciación acaso sea,
más que segar la pretendida rosa,
brotar oscuros árboles de sueño.


jueves, 20 de septiembre de 2018

Se debe a una rotura (por Han Yü)


Las hierbas son silenciosas,
pero si el viento las agita, silban.
El agua calla,
pero si el aire la mueve, repica;
las olas mugen: algo las oprime;
la cascada se precipita: le falta suelo;
el lago hierve: algo lo calienta.
Son mudos los metales y las piedras,
pero si algo los golpea, rechinan.

Así el hombre.
Si habla,
es porque no puede contenerse;
si se emociona, canta;
si sufre, se lamenta.
Todo lo que sale de su boca
se debe a una rotura…
Cuando el equilibrio se fragmenta,
el cielo escoge entre los hombres
aquellos más sensibles y los hace hablar.


miércoles, 19 de septiembre de 2018

Qué mundo de mentiras construimos (por Claudio Portiglia)


Leo
"Las redes sociales son virtuales pero el daño es real"
leo
acoso grooming hostigamiento amenazas persecución ensañamiento suicidio
leo
"¿Qué es la realidad?"
leo
"Los chicos recurren a estas redes cuando no encuentran referentes de carne y hueso"
me pregunto
qué son la carne y los huesos
qué son los referentes
qué sin la conciencia y sin los límites
leo
"Lo ideal sería que no hubiese consumidores de espacios"
me pregunto
se puede distinguir entre consumos
qué difiere entre consumir espacios consumir sustancias consumir materia consumir recetas consumir ideas
qué sería por lo tanto "lo ideal"
leo
"Lo que pasa en Internet es tan real como lo que ocurre en el espacio físico"
leo
"Las consecuencias pueden ser muy graves"
me pregunto
qué son las consecuencias
ideas o efectos materiales
"¿Qué es la realidad?" esta vez se preguntaban Oliveira y los miembros de "el club" mientras Rocamadour yacía muerto en la cama desde hacía varias horas
ficción realidad rayuela
qué mundo de mentiras construimos con el único propósito de llegar al cielo


Los ríos (por Giuseppe Ungaretti)


Me apoyo en este árbol mutilado
abandonado en esta hondonada
que tiene la languidez
de un circo
antes o después del espectáculo
y miro
el pasaje tranquilo
de las nubes sobre la luna

Esta mañana me he tendido
en una urna de agua
y como una reliquia
he reposado

El Isonzo fluyendo
me pulía
como a una de sus piedras

He levantado
mis cuatro huesos
y me fui
como un acróbata
sobre el agua

Me he arrodillado
junto a mis ropas
sucias de guerra
y como un beduino
me he inclinado para recibir
el sol

Este es el Isonzo
donde mejor
me he reconocido
una dócil fibra
del universo

Mi suplicio
es cuando
no me creo en armonía

Pero aquellas ocultas
manos
que me amasan
me regalan
la rara
felicidad

He repasado
las épocas
de mi vida

Estos son
mis ríos

Este es el Serchio
al cual están unidos
dos mil años casi
de mi gente campesina
y mi padre y mi madre

Este es el Nilo
que me ha visto
nacer y crecer
y arder de inconsciencia
en las extensas llanuras

Este es el Sena
y en su turbulencia
me he mezclado
y me he conocido

Estos son mis ríos
reunidos en el Isonzo

Esta es mi nostalgia
que en cada uno
me vislumbra
ahora que es de noche
que mi vida me parece
una corola
de tinieblas



martes, 18 de septiembre de 2018

NOF4: Nannetti, de Volterra (por Robert Rivas)


Suelos que fueran de tierra
pisos
apisonados por millones de pasos anónimos
de los insomnes diurnos
hasta volverlos minerales
despojados de tierra
"de aquí la vida ha migrado
como el sueño de los árboles"

'Parecemos pisar el hueso fósil de la tierra
(del mundo)'

'he pelado los muros con las uñas'
'he fabricado nieve con los ojos'
'he mordido los barrotes hasta oxidarme los dientes'
'he despellejado el viento pegado a las paredes'
'he visto remolinos detenidos
y he penetrado en esos remolinos
y he sido remolineado
hasta la orilla de la muerte'
'he barrido su zócalo'
'he abierto su puerta de piedra'

'Soy Nannetti Oreste Fernando, NOF4,
el de la hebilla,
31 de diciembre en Roma, 1927'

'el vuelo del viento alpino,
su turbión de nieve,
¿nadie más lo vio?
estaban todos enterrados en sus catres
sábanas de hielo y óxido'

'he lamido el agua del piletón negro
la lámina de agua del piletón
era la verdad:
si la pisabas
si la tocabas
sí, la he lamido muchas noches'

'todos parlotean o se callan
yo he arrancado mi voz y la de los otros'
'las voces tocan y huelen'
'he visto enjambres de voces
clavados en los muros de Volterra'

'alguien me dijo: "si un loco te dice que está loco,
no está loco"
y palpé el peligro de esa frase
y decidí que la astrofísica era un lugar más seguro'

'comí la caca de los pájaros
cuando estaba caliente'
'la dejaban caer en mis brazos,
en mi espalda, sobre mi cráneo,
en mi cara'
'comí algunas plumas
y había encontrado un lugar
oculto en la tierra
que me proveía de unos grandes
tréboles morados
que junto con la caca de los pájaros
y las pequeñas escasas plumas que juntaba,
eran una fiesta sin plato'

'nunca he tocado la felicidad'
'la vi pasar de lejos y me aterraba
más que el electroshock,
más que la recorrida de sala de los médicos
una vez al año'

'he habitado diversos terrores
durante tantos muchos años
y nunca supe separarlos'

'la corriente eléctrica entra en el cuerpo
y éste tiene que emplear una gran violencia
para desalojarla
y la agonía es un gran cansancio'

'yo he sentido el cansancio de la piedra en las paredes
y el cansancio del hierro en las rejas
y el cansancio del tiempo sin tiempos
[¿pasado/presente/futuro?]
y sin embargo tantos cansancios
no han logrado secarme'

El Volterra fue construido en la Toscana en 1887.
Entre 1902 y 1909 se agregaron nuevos pabellones:
el Verga, el Charcot, el Ferri.
Nannetti Oreste Fernando fue trasladado a ese Hospital
en 1958. Antes de eso había pasado 10 años en el Hospital Psiquiátrico Santa María della Pietá en Roma.
En el 59 fue trasladado a la sección judicial Ferri. Luego
pasa al Charcot (del 61 al 67). Cuando fue Franco Basaglia a ese Hospital, el Ferri solo contenía 6 mil pacientes,
con 2 inodoros por cada 200 pacientes.

'creo que querían secarme
como a las legumbres, los hongos, los frutos, las nueces,
los tomates'
'pero no me secaba'
'eso que ellos llamaban mi locura
me mantuvo mojado a salvo'
'y me ha condenado'

'"el Volterra es un lugar del que nadie sale",
me decían,
pero yo veía desde las ventanas de arriba
el cementerio
y a esos los veía salir y entrar
de noche
entre rocas lunares fosforescentes
e irse corriendo por los pastizales'

'he caminado desnudo hasta la ciudad de las torres,
he orinado contra la Torre Grossa,
pero nadie me ha visto
y a nadie se lo he contado'

'viví escondido
de todo
no para vivir
sino para que no me encontraran'

'sin saber por qué
necesitaba expresarme,
aunque nunca hablé con nadie
desde el primer día en esta cárcel'
'lo raro es que no sentía que fuese raro
necesitar eso
cuando habría tantas muchas cosas
que necesitaba'

'no sé si ha sido fácil
vivir ocultándome
o si nunca me han mirado'

'con este silencio
de hierro
que duerme entre los ruidos
y que espera el silencio de la noche
para atacar'

"este frío vacío debe ser la Eternidad"

'este patio que alguna vez fue de tierra
y que ahora era una protuberancia ósea del planeta,
este cementerio
porque el otro, entre árboles y pasto y yuyos altos
es un jardín,
y este otro es el verdadero,
nuestra tumba-casa
la gran bóveda en la que se tuercen día a día
una multitud de seres a los que se les extirpara
la esperanza'
'una bóveda es un lugar del que nadie sale
ni siquiera los astrofísicos
ni siquiera sus espíritus'

el Jefe de Guardia del Hospital
patina por las noches por los pasillos vacíos
con las manos a la espalda,
sembrando en el tufo del Hospital
una cancioncilla tenue
e irónica
patina hasta altas horas
mientras la niebla humedece los vidrios donde
hay vidrios
o ingresa de contrabando al cerebro
de los durmientes-muertos
donde no los hay
el Jefe de Guardia nocturna
se pasa la lengua por los labios secos,
piensa en una amante a la que verá mañana,
y gira varias veces
como un vórtice al final del pasillo,
para retomar su marcha deslizante

tenía el cablerío húmedo
tenía el cablerío de tripa porque en aquellos tiempos
había -lógicamente- escaseado el material
tenía el cablerío obsoleto
o, también, tenía el cablerío inadecuado: ese cablerío
no era para él
¿le habían puesto un cablerío equivocado?
¿el que le tocaba a otro?
¿o uno usado, usado ya por muchos demasiados otros?
¿otros que los habían descuidado, desgastado?
pensó en ropa vieja, ropa que no era de su talle,
en ropa sucia, gastada, deshecha,
ropa en la que las fibras ya habían entregado todo
lo que tenían para dar

pensó, también, en cableríos nuevos, brillosos,
lustrados, precisos, correspondientes, adecuados,
certeros: sacados de la caja con todo su potencial
intacto, nunca usados por nadie más; listos para
iniciar una vida útil, varias vidas útiles (cierto que
cada una un poquito menos útil que la anterior)

pensó que habría cableríos apenas usados
y que habría cableríos extenuados, desnaturalizados
por el desgaste
incluso podía haber cableríos desenterrados
cableríos extraídos de pilas de cableríos herrumbrados
cableríos que se habrían vuelto a usar sin siquiera limpiarlos, aunque sea a golpes de electricidad
o a golpes contra el metal, sin pulido alguno,
y puestos, puestos a andar-
arrancar con la máquina ya arruinada
y tener que atravesar la vida con un juego de cablerío
absolutamente 'estragado'
remarla, pedalearla, arrastrarla,
una vida contra natura por un cablerío inútil
del cual debía sin embargo extraer energía,
ideas, deseos, perspectivas, sentimientos, anhelos,
alma

'momentos en los que sé que estoy encerrado en mí
mismo;
en los que estoy encerrado en mí mismo'
'el terror de afuera
el terror de adentro
terror como terrón
como terrón de tierra seca'

'a veces es llegar a tiempo
cavarse un agujero
en la pared de tierra seca
para respirar'

'el terror es una máquina rota
que ponen en tus manos
una máquina rota que no se puede
reparar'

'tuve que prestarme fuerzas a mí mismo,
fuerzas cuyo origen es más oscuro que cualquier origen,
fuerzas que no sé de dónde vienen ni a qué,
si a asistirme o a aniquilarme'
'y más adelante tuve que comprar fuerzas,
sin tener nada con qué pagarlas, por supuesto,
y entonces debí endeudarme
endeudarme hasta lo irremediable'

'deuda progresiva, impagable, inmensa,
que no me permite siquiera la salida-escape
de la muerte'

'de esa clase de lucha
es que he estado hablando sin decir una palabra'

'como si para avanzar tuviese que ir
poniéndome piedras en los bolsillos'
"¡qué bolsillos tan grandes!"
'sí, muchos bolsillos, por todas partes,
bultos, jorobas, montones, tumores'

aún así, si se pertenece a un sistema astrofísico
si, ausente Dios,
(porque de esa ausencia se trata,
y de cualquier sustituto terreno de Dios)
se pertenece sin embargo a un sistema astrofísico
cualquiera
se forma parte, aunque sea del culo
de un telar astrofísico
extendido en el incomprensible espacio
entonces
todo esto que ocurre, que ocurría
y que seguirá ocurriendo,
no es más que una minucia,
un punto cualquiera de una red intergaláctica
y tal vez infinita
y este cablerío estragado que carga como una armadura
fija
este pedrerío que lleva
como una lenta avalancha,
tiene explicación y sentido
tiene razón y motivo
¿ah, maravilla de pertenecer
a un misterio insondable!
qué poca cosa el pedrerío
qué insignificante el cableado
inútil y aborrecido:
ha encontrado al fin su fuerza
entre lo oscuro
su fuerza
su verdadera fuerza
por más interminablemente absurda
que parezca

y
entonces
graba señales



lunes, 17 de septiembre de 2018

El mundo es un hermoso lugar (por Lawrence Ferlinghetti)


El mundo es un hermoso lugar
para nacer
si no te importa que la felicidad
no siempre sea
tan divertida
si no te importa un toque de infierno
de vez en cuando
justo cuando todo está bien

porque hasta en el cielo
no cantan
todo el tiempo

El mundo es un hermoso lugar
para nacer
si no te importa que algunos mueran
todo el tiempo
o quizá sólo pasen hambre
parte del tiempo
lo cual no es ni la mitad de malo
si no te toca a ti

¡Oh! el mundo es un lugar hermoso
para nacer
si no te importan mucho
unas pocas mentes muertas
en los puestos más altos
o una bomba o dos
de vez en cuando

en las caras vueltas hacia arriba
o algunas otras incorrecciones

de las que nuestra sociedad
de Marca Registrada
es presa
con sus hombres de distinción
y sus hombres de extinción
y sus sacerdotes
y otros patrulleros

y sus diversas segregaciones
e investigaciones parlamentarias
y otras constipaciones
de las que nuestra tonta carne
es heredera

Sí, el mundo es el mejor lugar de todos
para muchas cosas como
hacer la escena divertida
y hacer la escena de amor
y hacer la escena triste
y cantar canciones en voz baja y tener
inspiraciones
caminar por ahí
mirando todo
y oliendo flores
y toquetear a las estatuas
y hasta pensar
y besar gente y
hacer bebés y usar pantalones
y agitar sombreros y
bailar
y nadar en los ríos
en picnics
a mediados del verano
y por lo general
‘darse la gran vida’


pero justo entonces en la mitad de todo
llega el sonriente
funebrero.


domingo, 16 de septiembre de 2018

Por siempre (por Sara Teasdale)


Habrá estrellas sobre el lugar por siempre.
Aunque la casa que amamos y la calle que nos encantó se pierdan,
cada vez que la tierra recorra su órbita
en la noche en que se atraviesa el equinoccio de otoño
dos estrellas que sabíamos, posadas en el pico de la medianoche
llegarán a su cénit. Profunda será la quietud.
Habrá estrellas sobre el lugar por siempre.
Habrá estrellas por siempre, mientras nosotros dormimos.


sábado, 15 de septiembre de 2018

¿A qué piso vas? (por Billy MacGregor)


¿No te ha pasado alguna vez
que
subes a un ascensor y no se para nunca?
Piso 2337.
Estratosfera, ropa de bebés.
Vía Láctea: atención, ciclistas.
Constelación Canis Majoris, cuidado con el perro.
Planeta OGLE-2005-BLG-390Lb.
Y no pones el dedo. No haces nada.
Te quedas ahí, mirando por la ventanilla cómo nadan los peces naranjas.
Invitas a un par de amigos, abrís unas cervezas...
Ha venido Clohé. Da igual si lleva veinte años muerta. Y ha traído ese disco
-joder-
de la primera vez que le toqué una teta.
La gente está bailando, se abrazan como árboles.
Y ha empezado a llover y mamá ha salido a la puerta diciendo
que ya está la merienda.
Ahí vive el Principito, le digo a un gnomo de jardín
justo cuando pasamos por delante
del asteroide B-612.

¿No te ha pasado? ¿Que de pronto sonríes y sabes por qué?


viernes, 14 de septiembre de 2018

Instante (por Cecilia Moscovich)


Este instante
este frágil instante
como la huella de un pie mojado en la piedra caliente
resplandece tenue y firme
entre todos los demás.

El río fluye lento
los perros brillan contra el pasto
al atardecer.
El aire es un globo caliente
que se llena de sonidos.

Yo me siento a la orilla
y estoy en calma
y casi casi puedo tocar el tiempo
este instante
tibio y tenue
resplandeciendo para siempre entre todos los demás. 


jueves, 13 de septiembre de 2018

Siempre otra cosa (por Inger Christensen)


Lo que se escribe es siempre otra cosa
Y lo que se describe es de nuevo otra cosa
Entre ambos está lo indescrito
que tan pronto como es descrito
abre nuevos territorios indescritos
Es indescriptible
Aunque la oscuridad esté definida por luz
y la luz por oscuridad
siempre queda un resto fuera.
Y aunque este resto "sea definido"
como jardines arrasados
detrás de las verjas de hierro que crecen
siempre queda la lógica
Pero aunque la lógica no esté definida
sino oculta bajo capas de jardines
pintada de jardín a jardín
queda siempre una inquietud
una desesperación
un pulso sin cuerpo
Esto es una crítica del cuerpo
porque es una crítica de la vida


miércoles, 12 de septiembre de 2018

La bella de Sâo Paulo (por René Palacios)


Qué pudo arriesgar tu madrugada espesa
entre aquel mi desorden que construía y desandaba palabras hasta
desgastar los objetos
los insanos objetos que supieron rodearnos con bulliciosa inquietud.
Mujer de madréporas y ataques a mansalva en la noche
yo he visto tu fantasmal agonía tras hallarte entre feroces ráfagas de locura
suicidios, escándalos e infatuación.
Mi corazón se cubrió de algas
para luego abrirse a la amplia parábola de las tormentas que se sucedieron
al desgaire.
(Y habría de colarse por las hendijas de las habitaciones
en que deambulan los goces que conocí
y el pesar que me entrega lo mejor de mí mismo).
Estas, que son también tus agallas,
nacieron contigo para alcanzar el clamor de los habitantes de la urbe
que te sonreía agradecida por tu presencia.
Hoy, que en tus piernas conoces el regocijo y la tristeza habitual de
los insomnes,
el delirio de la ciudad en que abandono mi orfandad te mesa los cabellos
y en tu seno
(antiguo con la antigüedad de las antiguas fotografías rebosantes de alfileres
en el regazo de aquella adivina negra dispuesta a presagiar tu felicidad)
se hamaca el vertiginoso paso de mi paso.
Tu belladona se deslizó por las calles en que amanecía nuestra piedad
y en que, a veces, hasta el desprecio supo de nosotros.
Esplendente, entre gritos desenfrenados,
hubo quienes te bendijeron desde sus más serias pasiones
pero tu historia continuaba desde donde provienes y hacia donde te
encuentras.

Nosotros, que cobijamos el silencio para sólo depredarlo ante la firme
resolución de no hallar sustitutos al verano,
nos encaminamos, a veces con excesiva lentitud,
a los mares cálidos de ese norte de tus tierras en que hoy te encolerizas.
Deberíamos preguntarnos
hasta dónde se unirán en tu cuerpo las sucesivas caídas al mar,
las del regocijo para venero de tus fecundas sementeras en el azar de
un hallazgo de oro y manías.
Tu cuerpo, primogénito en la pulpa de los demonios
que adquieren en ti forma y color de bonanza.
Asperga tus metales en el ojo de la escolopendra que devora sin consideración
a su propia especie para deslizarte luego por el dominio
de las avenidas
en que el légamo
es un trozo de lucidez contra el cielo lejano de las inmoladas en las
altas horas de la noche.
Los que te entregan sus dineros
ignoran que en sus rostros se leen fragmentos de tus fabulosos sueños.



martes, 11 de septiembre de 2018

Mediterráneo (por Eugenio Montale)


Se abate en remolinos,
sobre mi cabeza reclinada, el alboroto
de una acre algarabía.
Quema la tierra atravesada
por sombras retorcidas de pinastros y, más lejos,
vela del mar la vista,
más que las ramas, el bochorno
que irrumpe a ratos de la tierra que se agrieta.
Cuando más sordo o menos
hasta mí llega el rebullir del agua
encajonada en los bajíos,
o es el retumbo a veces de rociones
de espuma sobre los peñascos.
Al levantar el rostro cesan los rebuznos
sobre mi cabeza y vuelan en picada
hacia las aguas estruendosas,
flechazos blanquiazules, dos rendajos.

Antiguo, me embriaga la voz
que sale de tus bocas cuando se abren
como verdes campanas y se impulsan
otra vez hacia atrás y se deshacen.
La casa de mis veranos juveniles
estaba junto a ti, lo sabes,
allá donde la resolana quema
y el aire se oscurece de mosquitos.
Igual que entonces, mar, hoy frente a ti enmudezco,
pero sabiéndome
ya digno de la grave admonición
de tu respiro. Fuiste el primero que me dijo
que el menudo fermento de mi corazón
no era más que un instante del tuyo;
que estaba en mí
tu ley riesgosa: ser vasto y cambiante
y al mismo tiempo fijo:
para vaciarme así de toda suciedad
como haces tú que arrojas a las playas,
entre estrellas de mar, algas y corchos,
las inútiles sobras de tu abismo.

Bajando alguna vez
las áridas pendientes que el cambiante
otoño hinchaba y dividía,
dejaban de pesarme
la rueda de las estaciones
y el tiempo que gotea inexorable;
sólo el presentimiento de tu cercanía,
traído por el susurrar
del aire hace un momento inmóvil
sobre las rocas que orlaban el camino,
me llenaba el alma.
Ahora, me daba cuenta, la piedra
quería arrancarse del declive
para entregarse a un invisible abrazo;
latía la dura materia
sintiendo la vorágine tan cerca;
las matas del cañaveral sediento
al sacudirse daban su aquiescencia
a las aguas ocultas.
Tú rescatabas, vastedad, incluso
el sufrimiento del guijarro:
por tu regocijo era justa
la inmovilidad de los finitos.
Inclinado entre las rocas
llegaban a mi corazón
tus ráfagas saladas;
se dilataba en aros sucesivos
la lisa planicie del mar.
Con ese mismo regocijo escapa
de la zanja entre dos olas
la extraviada avefría hacia la playa.

He descansado a veces en las grutas
que te secundan, vastas
o angostas, umbrías y amargas.
Miradas desde lo recóndito sus bocas
trazaban interiores poderosos
con fondo de cielo.
Surgían templos aéreos
de tu pecho fragoroso,
pináculos radiantes:
una ciudad de vidrio en el más puro azul
se desnudaba poco a poco de caducos velos
y su bramido se volvía un susurro apenas.
Nacía de la rompiente la patria soñada.
Del tumulto emergía la evidencia.
El exiliado volvía al país incorrupto.
Así, padre, de tu desenfreno
se afirma, para el que mira, una severa ley.
Y es inútil rehuirla: me condena,
si lo intento, hasta un guijarro
roído en mi camino,
calcáreo padecer sin nombre,
o la informe escoria que la henchida
creciente del vivir echó del cauce en un rimero
de hierba y ramas secas.
En el destino que se anuncia,
tal vez hay para mí sosiego,
ninguna otra amenaza.
Esto repite el oleaje con su furia descompuesta
y esto reitera el mar al filo de su calma.

Llega a veces de pronto una hora
en que tu corazón cruel nos sobrecoge
y del nuestro se separa.
Discrepa entonces de mi voz tu música
y cada movimiento tuyo nos condena.
Absorto en mí, sin fuerzas,
tu voz parece sorda.
Me afianzo en el pedrisco
que desciende
hasta la escarpada orilla que te domina,
quebradiza, amarilla, surcada por regueros
de agua de lluvia.
Mi vida es esta seca pendiente,
medio y no fin, vía abierta a escurrimientos,
lento deslave.
Y también es esta planta que nace
de la devastación,
expuesta a los embates del mar y suspendida
entre erráticas ráfagas de viento.
Este trozo de suelo sin hierba
se quebró para dar pie a una margarita.
En ella titubeo ante el mar que me ofende,
mi vida todavía carece de silencio.
Miro a la tierra que refulge,
el aire, de tan quieto, se oscurece.
Y esto que crece en mí
tal vez es el rencor que todo hijo
siente, mar, hacia su padre.

Cómo saber qué oscuro o grato
mañana nos aguarda;
tal vez nuestro camino
nos lleve a claros vírgenes
donde murmure eterna el agua
de juventud,
o acaso nos conduzca a la hondonada
última, en plena oscuridad, perdido
el recuerdo del día.
Tal vez tierras ignotas nos acojan:
perderemos la memoria
del sol, caerá de nuestra mente
el tintinear de las rimas.
La fábula que expresa nuestra vida
¡de golpe se convertirá en la historia
sombría que no se cuenta!
Mas de una cosa, padre, asegúranos,
y es ésta: que un poco de tu don quede en las sílabas
que llevamos a cuestas, abejas zumbadoras.
Lejos iremos conservando una reliquia
de tu voz, como del sol se acuerda
la hierba gris que crece en patios
oscurecidos, entre las casas.
Y un día estas palabras sin ruido
que antaño junto a ti criamos
nutridas de cansancios y silencios,
a un corazón fraterno
sabrán a sal antigua.

¡Ah, ser escueto y esencial
como las gujijas que volteas,
comidas por la sal y el yodo,
astilla fuera del tiempo, testigo
de una fría voluntad que no pasa!
Nada de eso he sido, sino alguien que mira
en sí mismo y en los otros
el hervor de la vida fugaz
– hombre tardío en sus actos, que nadie, después, destruye.
Quise encontrar el mal
que mina el mundo, la leve torcedura
de una palanca que detiene
el artefacto universal
y vi todos los hechos del minuto
listos a colapsarse en un derrumbe.
Seguido el trazo de un sendero tuve
otro en el corazón que me llamaba.
Tal vez necesitaba el tajo del cuchillo,
la mente que decide y labra su camino.
Otros libros me hacían falta
y no tu atronadora página.
Pero no guardo ya remordimientos:
tú todavía derrites
los nudos más ocultos con tu canto
y tu delirio alcanza ya los astros.

¡Si pudiera al menos constreñir
en este ritmo mío entrecortado
un poco de tu devaneo,
armonizar mi hablar atrabancado
con tus voces!:
yo que soñaba con robarte
las salobres palabras
en que naturaleza y arte se confunden,
para gritar más alto mi melancolía
de niño envejecido que no debía pensar.
Y en cambio sólo tengo las gastadas letras
de los diccionarios, y la oscura voz
que inspira amor ya desfallece,
se hace literatura lamentosa.
Sólo tengo estas palabras que se ofrecen
como mujeres públicas
a los que las requieren;
no tengo más que estas frases cansadas
que mañana podrán robarme
los estudiantes canallas en versos de verdad.
Y tu estrépito se agranda
y se dilata azul la sombra nueva.
Me abandonan a porfía mis pensamientos.
Rasgos no tengo, ni sentido. No tengo límite.

Disipa tú si quieres
esta débil existencia plañidera,
como la esponja el trazo efímero
de una pizarra.
He de volver, lo sé, a tu círculo,
para cumplir mi travesía confusa.
Mi venida era testimonio de una orden
que se me olvidó en el viaje,
estas palabras mías dan fe
de un suceso imposible, y lo ignoran.
Pero siempre que oí tu dulce
resaca en las riberas,
fui presa de un trastorno como quien,
perdida la memoria,
recuerda su país. Aleccionado
por el jadear apenas perceptible
de alguno de tus desolados
mediodías, no por tu abierta gloria,
me rindo a ti con humildad. No soy
más que la pavesa de un tirso. Bien lo sé: arder,
éste y no otro es mi significado.


lunes, 10 de septiembre de 2018

Te preguntas (por Saiz de Marco)


Si de nuevo nacieras

(hoy te preguntas)

no qué suprimirías
qué harías de otra manera
qué evitarías

sino

qué reproducirías

en qué persistirías

repetirías qué opciones erróneas pero amadas
qué feliz desvarío
qué equivocación dulce

qué sendas seguirías otra vez
paso por paso
sabiendo como sabes el sitio a donde llevan

en qué piedras
(ahora conscientemente, ya no por un descuido)
tropezarías de nuevo

qué curvas
o qué atajos
volverías a tomar
como tomaste

qué harías igual
porque así estuvo bien

qué copiarías
en tu segunda vida
de la primera



domingo, 9 de septiembre de 2018

El olivo (por Vicente Gallego)


En su hábito oscuro, con los brazos abiertos, 
como un monje que al cielo le dirige
su plegaria obstinada por la vida del alma,
el olivo difunto permanece de pie
mientras la tarde dobla sus rodillas.

Enhebrado en la luz que se adelgaza,
su severo perfil
cose el cielo a la tierra,
vertebra el espinazo de la tarde.
Y un saber de lo nuestro
en su reserva humilde sospechamos.

Encallecida mano codiciosa
cuyos dedos se tuercen arrancándole al aire
un pellizco de vuelo,
algo extraño nos hurta el viejo olivo:
un secreto inminente, temperatura extrema
de un decirse que clama en su lenguaje mudo.

Y el hombre le dirige su pregunta.

Con su carga de hormigas y de soles,
con el misterio a cuestas
que buscamos cifrar en su oficio sencillo,
este tronco orgulloso es sólo eso:
sugestión arraigada de las cosas
que quedarán aquí cuando partamos,
contundente respuesta
que a la luz de la luna nos aturde el oído
con su seco zarpazo de silencio.

sábado, 8 de septiembre de 2018

El mayor vacío (por Kiri Piahana-Wong)


Llovía el día en que me dejaste.

La gente estaba afuera, en las calles, bebiendo

y jugando, usando pelucas y sombreros ridículos,

robando conos de tránsito y vandalizando los

autos de otras personas. Todos los limpiaparabrisas

de los autos de mi calle estaban rotos y apuntando

hacia arriba. Francia iba a jugar contra

Gales más tarde ese día.


Llovía la tarde en que me dejaste.

Estaba en la cama sangrándote en pedazos

pidiéndote que te quedaras un minuto más

pidiéndote que volvieras

en otro día

en otro año

en otro tiempo que te acomodara más.


Había un gorrión en el árbol fuera de

mi ventana, gorjeando, y el viento soplaba

pétalos rosas sobre todo el césped. Vi a Gretchen

afuera, en el jardín, cantando a sus guisantes.


Te he hablado todos los días, te he llevado tan

cerca de mí. He imaginado que tendrías

los verdes ojos de tu padre, mi cabello oscuro, y

toda nuestra excesiva creatividad, pero naturalmente

sin nuestras temerarias cualidades que te habrían

hecho un niño fastidioso de criar.

Incluso te he hablado de cosas inconsecuentes

Comerías tus vegetales o prefieres

McDonalds como tu madre

Me disculpé contigo por nuestra dieta imparable de Cajitas

Felices mezcladas con cafeína y pays cubiertos de papas fritas

Me he preguntado si te gustaría más la vegemite o la marmite

Si tendrías un amigo imaginario


Pero en este día

me acurruco, sosteniendo la sangre coagulada

que queda de ti, y digo―

Por favor vuelve

Siento incluso haber dicho que no te quería

Que deseé por un segundo que no estuvieras ahí

Por favor vuelve a mí


La ambulancia vino y por un momento me desmayé

y cuando regresé, Kayla estaba ahí.

Me trajo un libro de poesía femenina

y angustiada, la biografía de Slash (para recordarme

por qué es una mala idea salir con músicos), una manta

rosa con corazones, una manzana, un plátano,

una revista banal, un paquete de Grainwaves y

galletas de jengibre. Siempre es buena idea llamar

a una madre cuando tienes una emergencia.


Después de un largo rato el día terminó. El sol

se ocultó. Eventualmente salió de nuevo. Hay

tantas aves llamando, temprano en la mañana, y

el sol en mi rostro se siente como una bendición.

Mucho después en ese día, caminé hacia la playa y

vi que la marea se acercaba. Me recosté en la playa

y enterré mis dedos en la rasposa arena, y

pensé en todas las maneras en que algo que

nunca quisiste puede dejar el mayor

vacío cuando te abandona, y ojalá

pudiera decir que la visión del mar llenando

la playa alivió algo ese vacío, pero

todo lo que hizo fue recordarme que cada día la

marea entra, sólo para irse de nuevo.



viernes, 7 de septiembre de 2018

Nuestra parte de noche, nuestra parte de alba (por Emily Dickinson)


Nuestra parte de noche soportar —

nuestra parte de alba —

Nuestro hueco de dicha completar,

nuestro hueco de escarnio —

Aquí una estrella, allí una estrella,

¡hay quienes se extravían!

Aquí una niebla, allí una niebla,

Después de todo — el Día.


jueves, 6 de septiembre de 2018

Mitad aire mitad hombre somos (por Jairo Rojas)


nos tenemos que ir (afuera)

por su bien / por el bien de todos

ella ha sufrido un nuevo paro cardíaco

en mi corazón

todos hemos muerto de esa manera alguna vez

sólo que después cuenta nos hemos dado

creyéndonos finados


y que el mentado órgano rojo

se lo han llevado

sin guantes, sin amor en las manos


y duele el viento atravesado


mitad aire mitad hombre somos


bajaremos pues

de la casa materna que suena sola

al valle que se da cabezazos contra los muros

por el bien del aire prójimo


duele ser anémico, mentiroso, indeciso, irresponsable

además frente a un paisaje tan frío

irnos lejos en el cuerpo hecho viento

ya nos dirán, luego, para qué sirve el bendito

corazón:


-la cena de los cerdos

-paciente para un hospital

-para que lo guarden en un envase

-por alguna bruja solitaria que se acuerda

de uno cuando está en el cementerio / con gatos

-para que alguien lo sueñe


ya se hablará claro, sencillo y directo

como Raimundo, como mamá, como papá

en vez de huir, otra vez, queridos insufribles

óigame bien José Gregorio Hernández,

San Benito, San Valentín

aunque estén muy ocupados en pensar en otros

que no se olviden de la gente de la balanza tirada al aire

que le guarden un saludo, una postal amarillenta siquiera


fuera de aquí hay latidos de enamorado


se terminó el tiempo de las sombras desganadas

todo por culpa del aire y de su agua que cae adentro

todo por culpa de una familia que se conmueve

varias veces al día por lo más conocido

todo por las reinas de la angustia, ladronas,

y el aire atravesado que suena a frío en el pecho


no habrá que decir adiós

entonces

y salir por la puerta de atrás con chaqueta, bufanda y lentes

a mirar frente a frente el camino

¿de ida? / ¿de vuelta?

que suena latidos que enamoran

que mueven las montañas que hablan, Dios mío, que nombra


miércoles, 5 de septiembre de 2018

Al amanecer (por Agostinho Neto)


Hay un tibio susurro

en la tierra.

Pelean

la luz y la oscuridad

por la posesión del universo.

Se siente penetrar en las venas

la existencia

que viene de fuera

a través de la ventana.

Crece la alegría en el alma,

la vida nos murmura fantasías dulces.

Tañen las campanas al amanecer.

Va a nacer el sol.


martes, 4 de septiembre de 2018

Excepto la transformación y la fuga (por Hermann Hesse)


Toda flor desea su fruto,
todo amanecer se encamina al crepúsculo,
nada eterno hay en la tierra
excepto la transformación y la fuga.

También el más bello verano
quiere sentir alguna vez el otoño y lo caduco.
Detente, hoja, sé paciente y silenciosa
cuando el viento desee llevarte.

Sigue jugando tu juego, no te detengas,
deja, tranquila, que las cosas ocurran.
Permite que el viento que te arranca
sople y te conduzca a casa.


lunes, 3 de septiembre de 2018

Casi aún con placer (por Mercedes Carranza)


Como llegar a la casa
al final de un día despiadado
y sumergirse en ese sillón
que ya es cuerpo de mi cuerpo,
entre los olores conocidos
y nuestros libros: así
después de años, tú y yo.
Las caricias de siempre
y las respuestas tan repetidas.
Decimos los mismos murmullos
y nos movemos plácidos
casi aún con placer:
el amor, parásito del deseo.
Costumbre de los dos
hecha a pulso de encuentros
en esta tibia cama,
donde yacen los sueños
las lágrimas y todas las mentiras
de nuestra larga historia.


domingo, 2 de septiembre de 2018

De esto (por Billy MacGregor)


Así que la vida está hecha de esto...
Del día que pasé la lengua por el suelo,
de aviones e Himalayas, de turba, de consuelo, del culo de la Paca.
De todas las moscas del verano,
de mi madre y el queso y los bautizos,
de cosas redondas, ovaladas, parabólicas,
de isósceles, pentágonos, camadas
de ñúes y laureles de César. De humo. De canallas.
De un día veintisiete y de otro nublado.
De un as de corazones en mitad del asfalto.
De violines y tablas de náufrago y de fresas y mangos
de sartén.
De bisturís y de anclas de barco.
De túes y de yoes y naranjas y útiles del campo y de toallas y
toneles de vino.
De pis en las farolas, de granizo y de limo y
a veces
de estrellas fugaces, de un eco, de una llama
-¿recuerdas aquel faro?-
en mitad del espacio.
De perros y de nietos y onzas de chocolate y abedules
de una sombra infinita.
De ya no te quieros. De perdonamés.
De culos de botella y de tazas del té.
De trenes que se pierden, de cartas que se ganan,
de paraguas abiertos y de puertas cerradas.
De cal y de arena y en la orilla castillos que las olas se tragan.
De abrazos y de entierros y de bares y gatos.
De ahoras.
De me voy a poner a cocer papas.
De quítate las bragas.
De voy a por tabaco o de esto ¿cómo se llama? Putadas.
De se ha muerto mi padre, de estás más delgada, de sís pero nos.
De ositos de peluche. De sábanas blancas.
De limones y efectos mariposas y pelos de pincel.
Del buuuu de las ballenas y del croac de los sapos y del cri de los grillos y de glops y de chis y de huys y de oe
oe
oe.
Y tal vez de mañana tal vez.
Nadie lo sabe.
Por eso es tan... emocionante.


sábado, 1 de septiembre de 2018

Haber sido de fuego (por Saiz de Marco)


habría sido bonito ser de fuego
vivir pasionalmente y escribir

así
con emoción
sin reparar en párrafos, sin contar cuántas sílabas
¿qué más da la cadencia, el ritmo de las frases
si el sentimiento inflama los pronombres, los verbos, los puntos suspensivos?

habría sido bonito ser de fuego
sentir que mi sentir enciende las palabras
como si dentro de ellas hubiera un corazón haciéndolas vibrar, resonar
disponiéndolas sin la mano de nadie
sin mi ayuda

dejar que la emoción se escriba sola
sin la corta atadura de lo externo 

ni lenguaje capaz de sujetarla

no estos versos orfebres pero helados

que corren pero no echan a volar
sin peligro ni venda ni aventura

que no rompen la jaula del idioma
que no escapan del texto
que no erizan la piel, que a nadie queman

ser la pasión buscando propagarse

y arder también por fuera

ser yo en llamas
-¡haber sido de fuego!-
habría sido bonito