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lunes, 24 de septiembre de 2018

Formaba parte de él (por Walt Whitman)


Había un niño que salía cada día,
y lo primero que miraba, en eso se convertía,
y eso formaba parte de él por aquel día o durante parte del día,
o por muchos años o por sucesivos ciclos de años.

Las lilas tempranas formaban parte de aquel niño,
y la hierba y las glorias-de-la-mañana blancas y rojas y los blancos y rojos claveles, y el canto del jilguero,
y los corderos del tercer mes y las crías rosa pálida de la puerca y el potrillo de la yegua y el ternero de la vaca.
Y los alborotadores pollos del corral o los que chapoteaban en la orilla fangosa de la poza,
y los peces suspensos de modo tan curioso allí abajo, y el bello singular líquido,
y las plantas acuáticas con sus gráciles cabezas chatas, todo formaba parte de él.
Los retoños del cuarto mes y del quinto mes formaban parte de él,
los retoños de las mieses invernales y los amarillos claros del maíz, y las raíces comestibles del jardín,
y los manzanos cubiertos de flores y de frutas más tarde, y las moras silvestres y las zarzas más comunes del camino,
y el viejo borracho que tambaleándose volvía a su casa de la taberna de la que tarde se levantara,
y la maestra que pasaba camino de la escuela,
y los muchachos amigos que pasaban y los muchachos pendencieros,
y la nítida niña de rosadas mejillas, y el negrito descalzo y la negrita,
y todos los cambios de la ciudad y el campo en dondequiera que iba,
sus propios padres, el que lo engendró y la que lo concibió en su vientre y lo parió,
le daban de ellos mismos a este niño algo más que eso,
le daban por delante cada día, ellos mismos venían a formar parte de él.

La madre en casa poniendo tranquilamente los platos en la mesa de comer,
la madre con dulces palabras, limpios su gorro y su vestido, sano olor emanando de su cuerpo y de su ropa al caminar,
el padre, fuerte, pagado de sí, varonil, maligno, iracundo, injusto,
el golpe, la rápida dura palabra, el mezquino regateo, la astuta treta,
las costumbres de familia, su lenguaje, las visitas, los muebles, el corazón que añora y se expande,
el afecto que no se escatima, la sensación de lo real, la idea de que si después de todo resultara irreal,
las dudas de día y las dudas de noche, el curioso si será y cómo,
si lo que parece así es así o si por ventura ¿es todo luces y sombras?

Los hombres y mujeres que se apiñan aprisa en las calles, si no son luces y sombras, ¿qué son?
Las mismas calles y las fachadas de las casas, y las mercancías expuestas en los escaparates,
los vehículos, los caballos de tiro, los muelles de gruesas tablas, la afluencia de gente a las barcas que cruzan el río,
la aldea en la falda vista de lejos en el crepúsculo, el río que la separa de aquí,
sombras, aureola y niebla, la luz cayendo sobre los techos y los aleros blancos y rojizos dos millas más allá,
la goleta cercana descendiendo con sueño en la marea con el botecito amarrado por una larga cuerda a la popa,
los rápidos tumbos, las crestas presto deshechas, azotando,
los estratos de nubes coloradas, la larga franja marrón solitaria allá lejos, la extensión de blancura en que inmóvil se tiende,
al borde del horizonte, el vuelo del cuervo marino, la fragancia de las salinas y del lodo en la costa,

todo venía a formar parte de aquel niño que salía cada día y que aún sale y saldrá todos los días.


4 comentarios:

Agridulce dijo...

GRACIAS, amigos, por tantas mañanas de poética felicidad.

casa de citas dijo...

¡Cómo soy yo mi 'obra'; cómo me voy quedando sin mí, de darme a ella!

(JUAN RAMÓN JIMÉNEZ)

ORáKULO dijo...

El día de tu nacimiento y el de tu muerte son los únicos de tu vida que no tienen 24 horas.

todo está en BORGES dijo...

Desconocemos los designios del universo, pero sabemos que razonar con lucidez y obrar con justicia es ayudar a esos designios, que no nos serán revelados.

(BORGES)