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jueves, 16 de abril de 2020

En tu mudanza (por Diego Medina Poveda)


En todas las mudanzas se nace y resucita,

cuántos recuerdos van a la basura,

nos llevan de la mano a otros momentos,

pero un impulso misterioso logra

-en un alarde estoico

o simplemente por desidia-

borrar las huellas de unos pasos firmes

que creímos perpetuos, pero nada

permanece…


y es en estos instantes

de hipótesis de espacios, de cintas métricas,

de imaginar cocinas donde antes

solo había un salón

con sus estanterías de escayola,

cuando emergen desnudos por la puerta

los nuevos inquilinos:

da igual si el hombre quiso demasiado

o si una vez el miedo inundó sus retinas,

o si ella recorrió medio mundo y ahora

quiere vivir en veintisiete metros cuadrados.

No importa -como digo-,

abunda en paradojas la mudanza,

porque mover un mueble -un simple acto- revela

un éxtasis doméstico:

en un segundo, estando de cuclillas,

levantando la cómoda en volandas,

puede ante ti pasar toda la vida,

y en ese grito interno que callamos con fuerza

hay dioses, sinestesias, melodías,

que transportan el cuerpo a otros lugares.

Imagina si ya, descalzo penitente,

evitas con tus pies mortificados

que un cajón sin soporte toque el suelo…

(No quiero ni pensar el alarido,

pero yo así –recuerdo-

también creí en Dios y en Jesucristo).


No morirás, prometo, en tu mudanza,

aunque simule el ciclo de los días,

aunque una cicatriz dibuje por tus dedos

las horas que pasaste

arrastrando lo antiguo con lo nuevo,

bautizando un olor que era de nadie

para así darle un nombre,

para que exista un mundo,

que sea vuestro mundo y se haga carne.


Después vendrán amigos, no estáis solos.

No olvidéis adquirir aquel felpudo

que da la bienvenida –es importante-,

y que al entrar se quiten los zapatos.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mudar y mutar son actos de valentía, pues para hacerlos hay que saltar sobre uno mismo.

Lloviendo amares dijo...

Como latas de cerveza vacías y colillas
de cigarrillos apagados, han sido mis días.
Como figuras que pasan por una pantalla de televión
y desaparecen, así ha pasado mi vida.
Como automóviles que pasaban rápidos por las carreteras
con risas de muchachas y músicas de radios…
Y la belleza pasó rápida, como el modelo de los autos
y las canciones de los radios que pasaron de moda.
Y no ha quedado nada de aquellos días, nada,
más que latas vacías y colillas apagadas,
risas en fotos marchitas, boletos rotos,
y el aserrín con que al amanecer barrieron los bares

(ERNESTO CARDENAL)