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sábado, 3 de diciembre de 2011

Ese estado de flujo (por Anne Carson)

En el esfuerzo que uno hace por hallar su camino entre los contenidos de la memoria

(insiste Aristóteles)

es útil el principio de asociación:

«pasar rápidamente de un punto al siguiente.

Por ejemplo de leche a blanco,

de blanco a aire,

de aire a húmedo,

tras lo cual uno recuerda el otoño en el supuesto de que esté tratando de recordar

esa estación».

O suponiendo,

amable lector,

qué no estés tratando de recordar el otoño sino la libertad,

un principio de libertad

que existió entre dos personas, pequeño y salvaje,

como son los principios, pero ¿cuáles son aquí las reglas?

Como él dice,

la locura puede ponerse de moda.

Pasar entonces rápidamente

de un punto al siguiente,

por ejemplo de pezón a duro,

de duro a cuarto de hotel,

de cuarto de hotel

a la frase encontrada en una carta que escribió en un taxi el día que se cruzó con

su mujer

que iba caminando

por la otra acera, pero ella no le vio, se dirigía

-así de ingeniosas son las combinaciones de ese estado de flujo que llamamos

nuestra historia moral, acaso no son tan claras, casi como las fórmulas matemáticas

salvo que están escritas en el agua-

al juzgado

a presentar los documentos para el divorcio, una frase como

qué sabor entre tus piernas.

Tras lo cual mediante esta facultad absolutamente divina, la «memoria de las

palabras y las cosas»,

uno recuerda

la libertad.

¿Es eso yo? grita irrumpiendo el alma.

Almita, pobre animal incierto:

cuidado con este invento «siempre útil para aprender y vivir»

como dice Aristóteles, Aristóteles,

que no tenía marido,

rara vez menciona la belleza

y es probable que de muñeca pasara rápidamente a esclava cuando trataba de

recordar esposa.

4 comentarios:

F. dijo...

Esto de Anne, más que un poema, es un rudimentario intento de psicoanálisis. Se ve que acababa de leer algo de don Segismundo Freud; mal digerido, en opinión mía.
Porque tantas humedades, pezones de dureza diamantina, cuartos de hotel, lacteos fluyentes, sabores entremuslares..., deben de querer decir algo.
Para mí que lo que pide a gritos la vatesa es un revolcón.
Por mero divertimento voy a hacerme (yo que sé de esto) un somero autopsicoanálisis, al hilo de las ideas asociadas que me sobrevienen tras leer "lo" de Miss Carson:
La veo arrodillada en un cojín rojo, escribiendo unas cuartillas con un grueso boli, tamaño king-size--> lame el capuchón--> enfrente de ella, sentado en una silla de anea, un gigantesco negro desnudo con los muslos entreabiertos--> pero ya no es el hombre negro el que está, sino un enorme Cristo crucificado en la puerta del armario--> le tira de una costilla y, como por sortilegio, se abre la puerta--> ahora Miss Carson está en un coche-cama de un ferrocarril nocturno a Milwokee--> en la litera de abajo, un negro desnudo lee el San Francisco Examiner (las páginas deportivas)--> tiende una mano hacia el hombre--> pero lo que ahora agarra con la diestra es un manojo de puerros verdiblancos--> el Betis tiene sólo trece puntos, a uno del descenso--> le viene un repente: ha quedado en venir a comer a las 13 o´clock Aaron Golblum, y ya son las nine past twelve--> Aaron tiene un feo costurón, por una circuncisión chapucera--> arroja a un lado el boli y va hacia la cocina--> saca del frigo un cuenco de madera y comienza a preparar una mixed salad...
Y no sigo porque, aunque es domingo, tengo cosas más importantes que hacer.

Chao, colegas.

tERESA pANZA dijo...

Sobre gustos y colores no discuten los doctores.

casa de citas dijo...


El lenguaje de la verdad debe ser simple y sin artificios.

(SÉNECA)

tERESA pANZA dijo...

Culillo de mal asiento, no acaba nada y empieza ciento.