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jueves, 25 de julio de 2013

Pan duro (por Jaime García-Máiquez)


La madre de mi madre se tomaba
el pan del día anterior o el de hacía dos días
para desayunar, con su café manchado.
Era como un gorrión. Emocionaba ver
a aquella señorita de Alicante
con más de ochenta años de ternura
nutrirse despacito igual que un pobre
cartujo, allí sentada en su butaca.
Mi madre sonreía al verme sorprendido
contemplando a su madre, en una casa
cuya despensa inmensa
se parecía a un bodegón de Snyders.
Y alguna vez, para explicarme aquello
me dijo llanamente: es por la guerra;
no te preocupes, Jaime, es por la guerra.
Dos décadas después, y a casi un siglo
de la Guerra Civil, ahora soy yo
el que coge el pan duro
y lo besa despacio
y se lo come haciéndolo migajas
con un café con leche.
Mi mujer no da crédito, y se queda
alucinada cuando le contesto
completamente en serio que no le dé importancia,
que lo hago por la Guerra.

6 comentarios:

mailconraul dijo...

Del pan duro no deberíamos dejar las migajas ni en la guerra ni en la paz.

casa de citas dijo...

Si tuviéRAmos suficiente voluntad, casi siempre encontraríamos medios.

(LA ROCHEFOUCAULD)

ORáKULO dijo...


Casualidad que se repite, no es casualidad.

TóTUM REVOLùTUM dijo...

La idea del superhombre reduce a los demás humanos a la categoría de infrahombres.

cajón desastre dijo...


Internet es un territorio fabuloso porque nada se respeta en él... Ya no podríamos imaginar la vida sin ese continente que nos abre a horizontes nuevos cada día... Cualquier día de estos, entro yo mismo en el artículo de Wikipedia donde se da cuenta de mi biografía y pongo que me he retirado a una isla griega para quitarme de en medio. Y sin dejar de estar aquí, en alguna dimensión de la realidad me encontraré frente al mar, retirado del tabaco, de la bebida, del deseo, retirado de mí.

(MILLÁS)

Lloviendo amares dijo...

Soñé la muerte y era muy sencillo:
Una hebra de seda me envolvía,
y a cada beso tuyo
con una vuelta menos me ceñía.
Y cada beso tuyo
era un día.
Y el tiempo que mediaba entre dos besos
una noche.
La muerte es muy sencilla.

Y poco a poco fue desenvolviéndose
la hebra fatal. Ya no la retenía
sino por un sólo cabo entre los dedos...
Cuando de pronto te pusiste fría,
y ya no me besaste...
Y solté el cabo, y se me fue la vida.

( Leopoldo Lugones )