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lunes, 23 de diciembre de 2013

Acá está mi hijo (por Sylvia Plath)


¿Qué, quién nos arroja estas almas inocentes?
Miren, están exhaustas, consumidas
en sus cunas de lona, con sus nombres atados en las muñecas,
pequeños trofeos de plata por los que vinieron desde tan lejos.
Hay algunos con el pelo negro y duro, otros son pelados.
El color de su piel es rosado o amarillento, marrón o rojo;
están empezando a recordar sus diferencias.

Creo que están hechos de agua; no tienen expresión.
Sus rasgos duermen como la luz en el agua quieta.
Son los verdaderos monjes y monjas en sus atuendos idénticos.
Veo caer, derramados como estrellas en el mundo
-en India, África, América-, a estos milagros,
a estas puras, pequeñas imágenes. Huelen a leche.
Las plantas de sus pies están intactas. Han caminado por el aire.

¿Puede ser tan abundante la nada?
Acá está mi hijo.
Tiene los ojos de ese azul general, plano.
Se gira y me mira como una pequeña, ciega, radiante planta.
Un llanto. Es el gancho. Resisto.
Soy una colina cálida.

2 comentarios:

hAiKu dijo...



Cuántas palabras
dicen los que no van
a decir nada.

(PÉREZ)

Círculo Cultural FARONI dijo...


Los defectos son muchos cuando el amor es poco.

(proverbio griego)