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jueves, 26 de abril de 2018

Tal vez ya haya nacido el Porvenir (por Mihály Babits)


1

Entre las calles de Pest gentes que corren, fusilazos,
policías, vidrios rotos, voz del pueblo, revolución.
Yo aquí cuento los minutos, impotente, solitario
no hay noticias, no hay periódicos, mi tranvía se detuvo.
Vivo yo en mi muda aldea, donde ni los perros ladran,
donde las vacas no mugen y no chillan los lechones.
Bajo el alero de junco hay colgada una mazorca con granos de topacio.
Muro de color de nieve, sombra azul. Silencio, sólo el trinar de golondrinas.
Nada más cuando el tranvía atraviesa trepidando este lugar y como la vaca muge
se siente la cercanía monstruosa de la ciudad.
Pero duerme ahora el paisaje: detenido está un tranvía reventado.
¡Oh, tranvía mío triste! ¡Triste es este mundo mudo!
Triste en la sombría aldea es, soñando, ver los rieles ya vacíos.
¡Oh, rieles advenedizos! ¿me lleváis hoy todavía?
¿Me llevaréis todavía donde ahora tintinea la ventana,
donde chorrea la sangre, hierve la revolución?
Donde a las alborotadas muchedumbres las gobierna ahora el callado Petöfi
y la Idea está parada en la esquina como divina meretriz;
donde, mientras esto escribo, en el gran lecho de enferma de mi Hungría
entre sangre, entre tormentos tal vez ya haya nacido el Porvenir.

2

Porvenir, oh tú que vienes y no presiente ninguno que aquí estás;
vienes y nadie te ve; vienes bajo un denso velo oculto,
¿qué traes, desconocido? ¿qué te llevas?, ¿tienes acaso una meta?
¿o lo mismo que un borracho en tu camino das traspiés?
Ah, borracho estás con vinos de mil ideas dementes.
¡Sueñas y el deseo enfermo enturbia el sabor de tu sueño!
Sueño eres tú mismo: el sueño del pasado que quisiera ya morir
y llora porque le duele todo y ya no puede más de enfermo.
Oh, que venga una mortífera justicia a la vida que se trocó en la mentira,
que en las calles pronto aceche ya muerta vagabunda:
¡Todo da lo mismo ya!, que se derramen los bajíos de los mares,
que todas las purulencias se vomiten: ¡venga la revolución!
¡venga la barbaridad!, venga, al menos, la verdad,
después de tantos engaños y descuidos.
Venga pues este delirio que propale todos, todos los secretos,
el que a uno le dirá: “Cobarde amigo del derecho, ¡tiembla tú!”
Y al otro dirá: “En tus labios se ha gastado la palabra: ¡libertad!,
y era tu puño martillo, y era tu corazón déspota.”
Y al otro: “Tu mano ha sido pérfida e interesada:
tu mano está ensangrentada: ¡puedes lavar tus manos!”
Y a todos: “¡Fuera las supervivencias fanáticas, los forjados ideales!
¡Este mundo no es un juego! Hay que ver y hay que crear”.


4 comentarios:

Fuego de palabras dijo...

Cuando el último eco de mis gritos murió en el silencio, quedé anonadado por largo tiempo: recién entonces parecía tener plena conciencia de mi soledad y de las poderosas tinieblas que me rodeaban. Hasta ese momento, o mejor dicho, hasta el momento que precedió al sueño de la infancia, yo había estado viviendo en el vértigo de mi investigación y sentía como si hubiera sido arrastrado en medio de una loca inconsciencia; y los temores y hasta el espanto sentidos hasta ese instante no habían sido capaces de dominarme; todo mi ser parecía lanzado en una demencial carrera hacia el abismo, que nada podía detener.

Solo en ese momento, sentado sobre el barro, en el centro de una cavidad subterránea cuyos límites ni siquiera podría sospechar, sumergido en la tiniebla, empecé a tener clara conciencia de mi absoluta y cruel soledad.

(ERNESTO SÁBATO)

TóTUM REVOLùTUM dijo...

Ningún hombre conoce toda la amargura que le espera, y si ésta apareciera de repente, como un sueño, la negaría y apartaría la vista de ella. A esto se le llama esperanza.

(ELÍAS CANETTI)

Fuego de palabras dijo...

Tras cada error
y aún tumbado en el suelo

vendrá quien te sacuda
-lo sabía,
-algo así no podía acabar bien,
-mira que te advertí,
-ya te lo dije...

Y si no hay alguien para volcártelo,
arrojártelo,
echártelo encima...,

...si el profeta no aparece,
entonces

una parte de ti
te lo dirá.

(RAFAEL BALDAYA)

Dimes Y Diretes dijo...

Lo peor del matrimonio no son las estipulaciones generales, sino la letra pequeña.

(AGUAYO)