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viernes, 27 de septiembre de 2019

El coloso (por Sylvia Plath)


Nunca conseguiré recomponerte del todo,

armarte, encolarte y ensamblarte adecuadamente.

De tus enormes labios surgen

rebuznos, gruñidos y cacareos obscenos.

Esto es peor que vivir en un corral.


Supongo que te crees un oráculo,

el portavoz de los muertos o de algún que otro dios.

Treinta años llevo ya luchando

por drenar el cieno de tu garganta,

y aún no sé por qué.


Trepando por mis escalerillas, con botes de pegamento

y cubos de desinfectante, me arrastro como una hormiga

enlutada por los herbazales de tu ceño

para arreglar tus inmensas placas craneales y limpiar

los blancos, vacíos túmulos de tus ojos.


Un cielo azul, como de la Orestíada,

se arquea sobre nosotros. Oh, Padre, tú mismo

ya eres tan retórico y arcaico como el Foro Romano.

Saco mi almuerzo en una colina de cipreses negros.

Tus huesos estriados y tus cabellos de acanto se confunden


esparcidos en su viejo caos hasta el horizonte.

Haría falta algo más que la descarga de un rayo

para crear una ruina semejante.

De noche, me acurruco en la cornucopia

de tu oído izquierdo, resguardada del viento,


contando las estrellas rojas y esas otras de color ciruela.

El sol sale por detrás del pilar de tu lengua.

Mis horas se han desposado con la sombra,

y ya he dejado de escuchar el roce de una quilla

contra las piedras lisas del muelle.


2 comentarios:

Carla dijo...

Incluso despues de morir, un padre sigue ejerciendo de padre.

Fuego de palabras dijo...

De profesión: fantasma.

era alto y delgado no tenía ojos,

para lo que hay que ver, decía.

Venía a visitarme con frecuencia,

nunca pude saber qué fue de vivo,

a veces me parecía hombre y a veces mujer.

Cantar cantaba.

Nunca se estaba quieto,

oscilaba su luz tan pronto debajo de la puerta

como en el lecho, como en el pasillo;

se sentaba en todas las sillas de mi casa

y leía mi correspondencia,

salíamos a pisar hojas las tardes de otoño,

luego le invitaba a cenar y en un descuido se bebía mi sueño,

entendía de arte y he de confesaros,

que muchos de mis cuadros los hemos pintado entre los dos.

(GLORIA FUERTES)