miércoles, 19 de febrero de 2014
¿Dónde estuvo? (por Eugenio Montejo)
Tan altos son los edificios
que ya no se ve nada de mi infancia.
Perdí mi patio con sus lentas nubes
donde la luz dejó plumas de ibis,
egipcias claridades,
perdí mi nombre y el sueño de mi casa.
Rectos andamios, torre sobre torre,
nos ocultan ahora la montaña.
El ruido crece a mil motores por oído,
a mil autos por pie, todos mortales.
Los hombres corren detrás de sus voces
pero las voces van a la deriva
detrás de los taxis.
Más lejana que Tebas, Troya, Nínive
y los fragmentos de sus sueños,
Caracas, ¿dónde estuvo?
Perdí mi sombra y el tacto de sus piedras,
ya no se ve nada de mi infancia.
Puedo pasearme ahora por sus calles
a tientas, cada vez más solitario;
su espacio es real, impávido, concreto,
sólo mi historia es falsa.
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8 comentarios:
La infancia está dentro de nosotros, agridulce y alegritriste, pero por suerte manriqueña cualquiera tiempo pasado fue mejor.
Tragi, sólo A NUESTRO PARESCER
Ese "parescer" debe de haberlo parido el Bachiller, pues sólo otro hidalgo (bueno, Carrasco no lo era) es capaz de decir aquí tal lindeza; y como el hidalgo soy YO y tal "parescer" no escribí, pues es cosa baladí, descubrir al jabalí que en tal verbo se empleó.
Y sean todos con dio.
¿Quien asignó
al 7 su guarismo,
al 3 su forma?
(CUQUI COVALEDA)
Me suena que los pitagóricos. Aunque más propiamente los árabes. Averroes o uno de esos. En fin, no sé.
Cuando esté muerto
no sabré que estoy muerto.
Qué paradoja.
la memoria sigue negándome el acceso allá donde deseo ir, dejándome acceder únicamente a otros lugares y nunca a los que deseo. Estúpida puerta cerrada con llave. Máquina soberana estúpidamente preocupada con su función y su tarea: recordar, preservar indeleblemente, permanentemente. Aunque eso tampoco es cierto. Morirá conmigo, guardián fanático, mísero tirano, burlón, rebelde, duro de mollera, tan invariable y al mismo tiempo tan incierto, despiadado y a la vez sensible, como una masa de carbón con la delicada impronta de una hoja. ¿Cómo puedo entender la memoria? ¿Cómo puedo aceptarla? ¿Redes neuronales, sinapsis, circuitos de McCulloch? No, no hay explicación en este sabio y absurdamente científico sentido; es inútil, hay que dejar que la memoria siga siendo lo que es. La memoria y yo somos un par de caballos que se observan con suspicacia, que tiran del mismo carruaje. Así que vamos allá, inseparable y desconocido compañero mío, mi enemigo, mi amigo.
(STANISLAW LEM)
Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo.
(OSCAR WILDE)
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