jueves, 17 de abril de 2014
El maratonista (por José Watanabe)
Te has metido solo en esto, muchacho,
pero tu lentitud nos angustia a todos.
Después de tantos kilómetros, se acabaron tus fuerzas,
pero todavía insistes en llegar a donde ya no importa.
Esto ya no tiene sentido, no abuses
de nuestra piedad: anda a tu casa
y comprende que alcanzarte una esponja con agua
fue lo único que pudimos hacer por ti.
(Pero ama al niño que cree que puede
lanzar su energía como un rayo al centro de tu cuerpo
y a la vieja
que se santigua como si viera pasar un santo lastimado.)
Tus piernas son cada vez más pesadas.
Conozco cómo es eso: también sé
lo que es ansiar desesperadamente aire
para durar un poco más.
Al dar la curva encontrarás una calle solitaria.
Cambia el paso allí, disimula tu fracaso y camina
lentamente
pisando las hojas amarillas de la morera
como hago yo cada día, ya libre de toda competencia.
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7 comentarios:
Probablemente todos somos maratonistas fracasados. Pero otra forma de verlo es que la meta no era la meta, sino el intento de correr esos 43 kilómetros (o por ahí) a riesgo de sucumbir en el intento. Esa gota gorda que (con la lengua fuera y el corazón galopante)..., esa gota gorda que nos cae cuando al fin nos retira la UVI móvil... ésa era la meta.
Los celos nacen del amor, pero no mueren con éste.
(LA ROCHEFOUCAULD)
Pablo de Tarso
no tuvo tele. Buda
nunca fue al cine.
(CUQUI COVALEDA)
Las crías de la cigüeña que abandonan el nido son preadolescentes que salen por primera vez de casa con tacones.
(GARCÍA-MÁIQUEZ)
Con la primera copa el hombre bebe vino; con la segunda el vino bebe vino; y con la tercera, el vino bebe al hombre.
(proverbio nipón)
Igual que los pajaricos
que anidan en el barbecho,
con qué gusto anidaría
yo en el canal de tus pechos.
Como la yerbabuena,
prende en el suelo,
así prende en el alma
amor primero.
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