domingo, 6 de abril de 2014
Un anciano y un niño (por Fernando Ortiz)
Los pasos de mi abuelo eran muy lentos.
Me enseñaba los nombres de los astros y las constelaciones:
Osa Mayor, Menor, Orión, El Arquero,
Venus siempre brillante.
El negro terciopelo del campo de Sevilla en mitad de la noche
y un anciano y un niño cogidos de la mano.
¿Qué pensaba aquel viejo de la vida?
Andan mis hijas junto a mí.
Hablan de sus deseos y memorias.
Absorto en mis problemas
quizá les hablo para no escucharlas.
Rito que se renueva, a veces las escucho
y contesto como el anciano
con palabras pausadas de un oculto sentido.
Qué importan las palabras; lo que importa es el tono
y atender a quien pone su vida en nuestras manos.
Mi padre, un pobre hombre,
por pequeñas cuestiones acosado,
hubo de solventarlas para darme la vida,
y yo lo despreciaba.
Su muerte fue tan gris como sus días.
Disipados los sueños, destruida la fe,
quizá tú únicamente, padre mío,
rodees, sabiendo, con tus brazos mis hombros.
Blanda nos sea.
Esa mujer fue dulce
y siempre creyó en mí –era mi madre–.
Cantaba por las tardes con una voz suave.
A la hora de la siesta
se dormía a sus pies el aire del verano.
Murió gritando, la razón perdida.
Perdida la esperanza, quebrada ya la fe,
permanecen los nombres de los astros y las constelaciones.
Un anciano y un niño cogidos de la mano.
Me enseñaba los nombres de los astros y las constelaciones:
Osa Mayor, Menor, Orión, El Arquero,
Venus siempre brillante.
El negro terciopelo del campo de Sevilla en mitad de la noche
y un anciano y un niño cogidos de la mano.
¿Qué pensaba aquel viejo de la vida?
Andan mis hijas junto a mí.
Hablan de sus deseos y memorias.
Absorto en mis problemas
quizá les hablo para no escucharlas.
Rito que se renueva, a veces las escucho
y contesto como el anciano
con palabras pausadas de un oculto sentido.
Qué importan las palabras; lo que importa es el tono
y atender a quien pone su vida en nuestras manos.
Mi padre, un pobre hombre,
por pequeñas cuestiones acosado,
hubo de solventarlas para darme la vida,
y yo lo despreciaba.
Su muerte fue tan gris como sus días.
Disipados los sueños, destruida la fe,
quizá tú únicamente, padre mío,
rodees, sabiendo, con tus brazos mis hombros.
Blanda nos sea.
Esa mujer fue dulce
y siempre creyó en mí –era mi madre–.
Cantaba por las tardes con una voz suave.
A la hora de la siesta
se dormía a sus pies el aire del verano.
Murió gritando, la razón perdida.
Perdida la esperanza, quebrada ya la fe,
permanecen los nombres de los astros y las constelaciones.
Un anciano y un niño cogidos de la mano.
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13 comentarios:
Los círculos se cierran en esas manos juntas. En medio tantas cosas...
La hermosura de lo auténtico.
Es muy buena , pero las primeras frases me parece ya las escribió JRJ ,
Invierno: el tren
abre la cremallera.
Campos desnudos.
(RIVERO TARAVILLO)
Vienen los celos
y al amor resucitan
aunque esté muerto.
Aquellos grandes fuelles que unían los vagones de los trenes de mi infancia eran los grandes acordeones que a lo largo del viaje y de la noche iban gimiéndole al alma del viajero que se alejaba de todo lo querido el desgarrado tango de la separación y la distancia.
(FERLOSIO)
El hombre para ser hombre
necesita tres partidas:
hablar poco, y hacer mucho,
y no alabarse en la vida.
Con alguacil descuidado, ladrones en el mercado.
Crecía hermoso,
pero alguien taló el árbol.
Desolación.
(SUSANA BENET)
Me dices que moriré
como las flores que tanto amé
Nada de mi sombra quedará
Nada de mi fama se recordará
Pero los árboles que he plantado
aún son jóvenes
Las canciones que canto
aún seguirán cantándose.
(JOHNNY CASH)
Todo en la tierra es sagrado. No lo hagas servir a un fin impuro.
(JOSÉ LUIS PARRA)
habíamos combatido en la misma zona
del frente, él del lado francés y yo del alemán, y oíamos, desde flancos opuestos, el repicar de las campanas de la misma iglesia.
(JÜNGER)
INTRAHISTORIA
El hongo de Hiroshima.
El ENIAC, con sus 16.000 lámparas de vacío.
La fulgurante Guerra de los Seis Días.
El Voyager planeando sobre Júpiter.
La caída del Muro de Berlín.
Y gira y gira el tiempo como una campana enloquecida:
años, años, años
hacia atrás.
Y se detiene
en España. Castilla. Era del Señor
de 1376:
“Doy fee de los averes de la defuncta
Antonia Huete:
una sillica,
un crucifixo,
una tinaxa de agua”.
(VICENTE SABIDO)
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