Entra la luz hoy en el cuarto como
entraba la otra tarde. Y no nos ve
aquí juntos de nuevo: no has venido.
Yo puedo recordarte.
Y te recuerdo, a solas, en esta habitación
–llena de nada ahora– que entonces compartimos.
Las palabras que hablamos, la música, tu risa,
y lo que entre nosotros sucedió en esas horas,
siguen viviendo en mí.
Pero la luz no te recuerda, porque
la luz ama el presente. Regresa sin memoria
a la estancia vacía. Y ya no sabe
que se enredó en tu pelo y que brilló en tus ojos,
que, a la vez que mis manos minuciosas, anduvo
despacio por tu cuerpo.
No, la luz no recuerda
haber estado aquí, contigo, con nosotros.
Llega, alegre y dorada,
al lugar en que ardiera la otra tarde la vida.
Y únicamente encuentra en su silencio
a un hombre recordando, recordándote:
un hombre triste, y derrotado, y solo.
5 comentarios:
Lo que llamamos "sólidas convicciones" a menudo es pereza de pensamiento.
Tarde de invierno.
Se viste el cielo con
nubes naranjas.
(CUQUI COVALEDA)
El azar exhibe todo su poderío allí donde no hay otra fuerza o voluntad que lo contrarreste.
Unas veces se gana y otras se aprende.
Cama, fuego y amor nunca dirán "ve a tu labor".
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