Desciendes del gran camino
y te domina un cielo
azul de verano. Una nube
blanca de linos refresca
a tu llegada la canícula.
Nos sentamos en el banco habitual.
Después de un rato un soplo de viento
y tu sombrero de paja empieza a remolinear.
Lo sostienes, vuelves a sentarte.
El ala del gran pino marino
como vela desplegada nos arrastra.
Quisiéramos bordear
de este litoral toda la costa,
llegar en un dueto de nombres, de recuerdos,
hasta Nervi.
Pero el sol ya declina,
difunde su esplendor en rayos oblicuos,
dispar, regresa, y la memoria de tardes
iguales duplica los horizontes,
traduce en otros días
aquel momento fugaz que desaparece.
Ahora también el viento calla.
2 comentarios:
Sobre antibióticos
el doctor Paracelso
nunca oyó hablar.
(CUQUI COVALEDA)
Sermón, discurso y visita, como mucho media horita.
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