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jueves, 15 de noviembre de 2018

Mi mano hundida en tu mano gigante (por Graciela Batticuore)


Hoy me han dicho que se muere
mi padre.

Hay ruidos, rumores alrededor.
Yo le tomo una mano,
la beso, la acaricio,
le hablo con la niña que hay en mí.

Es un coloso en esa foto
donde yo tengo siete
en una terraza de Mar del Plata.

Comíamos tostadas
él y yo,
mientras veíamos pasar la gente, las olas,
poblarse la playa.

Teníamos un Fiat rojo.
Yo estoy sentada sobre el capot
con mi flequillo y mi cola de caballo.
Remerita blanca, short, ojotas, piernas desnudas.

El verano envolvía el aire.

Para mirarte
yo tenía que elevar
los ojos,
para tomarte
la mano enorme
tenía que subir
mi brazo.

Y así andábamos por la calle o la arena,
mi mano hundida en
tu mano
gigante,
de pliegues
mullidos y ásperos,
consistentes,
tu mano
firme

mi sostén.



1 comentario:

Isidoro Capdepón dijo...

Un padre es para siempre. Aun después de morir, un padre sigue siendo un padre.