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lunes, 24 de febrero de 2020

En la víspera de mi cumpleaños 32 (por Gregory Corso)


Tengo 32 años
y finalmente los aparento, si no más.

¿Es bello un rostro que no es ya el de un muchacho?
Parece más relleno. Y mi pelo
no tiene más rizos. ¿Es grande mi nariz?
Los labios están iguales.
Y los ojos, ah, los ojos se ponen cada vez mejor.
32 y sin mujer, sin chicos, sin dolencias de chicos,
pero hay tiempo de sobra.
Ya no hago estupideces.
Y por eso tengo que escuchar a mis supuestos amigos:
“Estás cambiado. Eras tan delirante tan genial”.
No están cómodos conmigo cuando estoy serio.
Que se vayan al concierto del Radio City Music Hall.
32. Recorrí toda Europa, conocí un millón de gente;
para algunos fui genial, tremendo para otros.
Recuerdo que en mi cumpleaños 31 exclamé:
¡Pensar que acaso llegue a vivir 31 años más!
No me siento así en este cumpleaños.
Ahora querría ser un sabio de pelo blanco en una gran biblioteca
hundido en un sillón frente a la estufa.
Un año más sin robar nada.
¡8 años van sin robar ni una sola cosa!
¡Dejé de robar!
Aunque todavía miento a veces,
y sigo siendo un caradura pero se me cae la cara
cuando tengo que pedir dinero.
32 años y cuatro arduos sinceros divertidos tristes malos y
maravillosos
libros de poesía:
- el mundo me debe un millón de dólares.
Creo que han sido 32 años bastante raros.
Y no fueron a mi antojo, ni uno solo.
No hubo dos caminos para elegir; de lo contrario,
no dudo que habría elegido ambos.
Me gusta creer que el azar quiso que fuera el que repica las campanas.
La clave está quizá en mi insolente declaración:
“Soy un buen ejemplo de que existe esa cosa llamada alma”.
Amo la poesía porque me hace amar
y me muestra la vida.
Y de todos los fuegos que se extinguen en mí
hay uno que arde como el sol.
Puede que no ilumine mi vida personal,
mis vínculos con la gente,
ni mi conducta hacia la sociedad,
pero sí me dice que mi alma proyecta una sombra.


4 comentarios:

M.H dijo...

Nació para ser un gángster y acabó siendo uno de los grandes escritores norteamericanos , es un autor que me gusta mucho , muy potente y extravagante

M.H.

Lloviendo amares dijo...

¿Qué puede saber uno sobre el pasado, sobre su propio pasado? Yo puedo imaginarme, quizá, que los años de mi adolescencia en Europa fueron dolorosos. La prueba está en que alguna vez, como todos los jóvenes, pensé en el suicidio —creo que todos los jóvenes han pensado en eso alguna vez, ¿eh?, todos han pronunciado el monólogo de Hamlet: «To be or not to be» (ser o no ser). Sin embargo, yo recuerdo aquellos años como si hubieran sido años muy felices, aunque me consta que no lo fueron; pero no importa: ha pasado tanto tiempo —el pasado es tan plástico— que yo puedo modificarlo. Y, ¿qué es la historia sino nuestra imagen de la historia? Esa imagen siempre mejora; es decir, propende a la mitología, a la leyenda. Además, cada país tiene su mitología privada; la historia de cada país es una cariñosa mitología, que quizá no se parezca en nada a la realidad.

(BORGES)

Fuego de palabras dijo...

Pero desde el minuto exacto,
yo creí que eras el portazo.
Ese portazo, que dan los enojados,
los sumisos encrespados.
Pero ese portazo, el tuyo, es el del cambio.
Camino eterno, bordado, plateado, brilloso, tormentoso.
Desde el minuto exacto.

(SHARON VIDAL)

ORáKULO dijo...


Nadie es profeta en su espejo.