lunes, 10 de marzo de 2014
Aunque nunca existieras (por Fernando Pessoa)
Danos Tu paz,
Dios cristiano falso pero consolador, porque todos
nacen hacia la emoción rezada a ti;
Dios anti-científico, pero enseñado por nuestra madre;
Dios absurdo de la absurda verdad, pero poseedor de la verdad de las lágrimas
en las horas de debilidad en que sentimos que pasamos
como el humo y la nube, aunque la emoción no lo quiera,
como la huella en la tierra, aunque el alma es sensible...
Danos Tu paz, aunque nunca existieras,
Tu paz en el mundo que crees Tuyo,
Tu imposible paz tan posible en la Tierra,
en la gran madre pagana, cristiana en nosotros a esta hora
y que ha de ser humana en todo cuanto es humano en nosotros.
Danos la paz como una brisa que brota
o la lluvia por la que se hacen plegarias en los campos,
y llueve por leyes naturales, tranquilizadoramente.
Danos la paz, para que por ella siga y regrese
nuestro espíritu cansado al cuarto del rebujo y la costura
donde en una esquina está la inútil cuna, pero no la madre que arrulla,
donde en la cómoda vieja está la ropa de infancia, desnuda
del poder burlar la vida con el sueño...
Danos tu paz.
El mundo es incierto y confuso,
el pensamiento no llega a parte alguna de la Tierra,
el brazo no alcanza más de lo que la mano puede contener,
la mirada no atraviesa los muros de la sombra,
el corazón no sabe desear lo que desea,
la vida yerra constantemente el camino hacia la Vida.
Danos, Señor, la paz, seas Cristo o Buda,
danos la paz y admite
en los valles olvidados por los pastores ignotos,
en las cumbres de hielo de los eremitas perdidos,
en las callejuelas oblicuas de los barrios apartados de las ciudades,
la paz que es de quienes no conocen y olvidan sin querer.
Materna paz que adormezca la tierra,
durmiente en el hogar sin filosofías,
recuerdo de los cuentos de hadas sin la vida allá fuera,
la canción de cuna revivida a través del niño sin futuro,
el calor, la nana, el niño,
el niño que se va a acostar
y el sentido inútil de la vida,
el antiguo sepulturero de las cosas,
el dolor sin fondo de la tierra, de los hombres, de los destinos,
del mundo...
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3 comentarios:
Queremos un Dios justo que ejerza de Dios justo. No un Dioa pasota y abstencionista. Un Dios que asuma y atienda sus altas responsabilidades. Ven, capitán Trueno, haz que gane el bueno.
Estábamos hablando hace un instante: “dentro de veinte años, cuando yo tenga cuarenta y cinco…” Y de pronto, malestar, la mano por los ojos: y sin saber cómo, nos encontramos diciendo: “Hace veinte años cuando yo tenía veinticinco…”
¿Y qué es lo que ha pasado mientras tanto, en ese dudoso, incogible, incomprendido instante? Nada, eso, tiempo.
(JR JIMÉNEZ)
En el periódico
cada día el culebrón
"Realidad".
(RAFAEL BALDAYA)
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