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martes, 16 de septiembre de 2014

Visita al museo (por Jesús Montiel)



Niños terrícolas del siglo treinta:



mirad lo que llamaban los antiguos un bosque.

Entonces las especies vegetales

brotaban a su antojo de la tierra,

se hermanaban formando laberintos

rebosantes de vida.

Los árboles crecían, se estiraban

como sueños borrachos de tormenta

y en sus copas el viento cantaba con el pájaro.


—la extrañeza les abre la boca y la mirada—


mirad lo azul que entonces era el cielo

—se escuchan expresiones de sorpresa—

la belleza del campo amanecido.

Observad las estrellas coronando la noche,

flotando como adornos navideños

de un altísimo abeto.


Mirad un hombre de hace nueve siglos

absorto en la visión de unas montañas.

—¿Qué fulge en su mirada? ¿Qué luz hay en sus ojos?-


Es lo que los antiguos llamaban el Asombro…

4 comentarios:

Carlos Cay dijo...

Parecería que el poema quiere decir que en el siglo XXX los niños ya no se asombran. Pero en realidad dice lo contrario, pues sí se asombran. Es decir, se asombran y quedan extrañados al ver cómo se asombraban los niños del siglo XXI. O sea, que diez siglos después siguen asombrándose, aunque ahora la causa del asombro sea otra distinta.

Tragikomedia dijo...

Es verdad, Carlos, el poema es contradictorio. El Asombro sigue existiendo, no se ha extinguido. A nosotros también nos asombraría ver de qué se asombraban los humanos del siglo X.

casa de citas dijo...

Dios existe en la música.

(ÁNGEL GONZÁLEZ)

Lloviendo amares dijo...

Podríamos no estar hechos de carne y hueso: por ejemplo, cuando soñamos, nuestro cuerpo físico no importa, lo que importa es nuestra memoria y las imaginaciones que urdimos con esa memoria. Y eso es evidentemente temporal, y no espacial.

(BORGES)