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lunes, 8 de diciembre de 2014

Ni tiene por qué saber (por Juan Manuel Inchauspe)


Un prolongado ulular me despertó durante la noche.
Tuve una visión fugaz de luces rojas y amarillas, intermitentes.
Con los ojos recién abiertos en la oscuridad
escuché el sonido giratorio por las calles desiertas.
Instintivamente estiré mi mano por entre las varillas
y palpé el cuerpo de mi pequeño hijo:
suave, cálido,
pacificado como un animalito.

Él no sabe nada de estas cosas.
No sabe nada del sueño cortado
en la fría madrugada.
Ni tiene nunca tampoco por qué saber
cómo brotan del sueño estas visiones;
cómo giran, intermitentes, en la memoria,
y flotan con sus ojos de vidrio alrededor del corazón.


5 comentarios:

tragikomedia dijo...

No sepas lo que pasa ni lo que ocurre. Ojalá no tuvieras que saberlo nunca.

hAiKu dijo...


¿Cómo soltarme,
cómo desenredarme
de tu recuerdo?

(CUQUI COVALEDA)

Cide Hamete Benengeli dijo...


Tus manos son palmas reales,
tus dedos, diez azucenas,
tus labios son un clavel,
tus dientes, pequeñas perlas.

Dimes Y Diretes dijo...


Este poema nada dice, sólo
te contempla en silencio.

(JOSÉ BLANCO)

Cide Hamete Benengeli dijo...


Más bien en las acciones
que en las palabras
se descubre lo oculto
que hay en el alma.