lunes, 20 de abril de 2015
Radiografía (por Javier Lostalé)
En la radiografía del paciente
se observan pliegues de soledad
formados por las pinzas de unas manos
que sin duda algún día fueron al encuentro de las suyas.
Por la parte del cuello,
laberinto de brillante maleza,
se percibe una mancha rosa
producida por el falaz incendio de una boca
que sin duda algún día fue al encuentro de la suya.
Cerca del pecho,
hontanar de horas estelares,
se transparenta el esqueleto doblado de una estrella fugaz
fósil respiración de otro pecho
que sin duda algún día descansó en el suyo.
Más abajo, en el vientre,
media luna de yerba, ladera de alta tensión,
hay un desprendimiento de sombras
reinos que nunca pudo amanecer
ese cuerpo que sin duda algún día fue en busca del suyo.
Y si llegamos al pie,
arco voltaico en el que salta la chispa de todo el ser,
éste presenta una difusa veladura blanca:
el alba de frío solo que, sin duda algún día,
tras la engañosa entrega, en su corazón rieló.
Saben lo que les digo:
Esta radiografía nunca debió hacerse.
El paciente está muerto.
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3 comentarios:
El esqueleto, la osamenta que seremos ya está dentro de nosotros.
Todo artista tiene su cuota de originalidad, de magia personal o de genio creativo. Es siempre una cuota limitada, que antes o después se cubre y extingue. Puede pasar con la primera obra o más tarde, pero llega un momento en que su frescura se completa y termina. En que el depósito se acaba. En que el filón se agota. Después el artista puede repetirse en sus obras, imitarse, autocopiarse, volver a decir lo mismo bajo otra aparente envoltura o con otra falsa variante...; pero la originalidad y la impronta de su voz ya se apagaron. No, decididamente no se puede ser un gran artista toda la vida.
(RAFAEL BALDAYA)
Radiografía.
¡Por fin veo mi tibia,
mi peroné!
(CUQUI COVALEDA)
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