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domingo, 12 de abril de 2015

Tampoco yo sé qué es la hierba (por Walt Whitman)


¿Qué es esto?, me dijo un niño mostrándome un puñado de hierba.
¿Qué podía yo responderle?
Tampoco yo sé qué es la hierba.
Tal vez es la bandera de mi amor, tejida con la sustancia verde de la esperanza.
Tal vez es el pañuelo de Dios,
un regalo perfumado que alguien dejó caer con cierta intención amorosa.
Acaso en alguno de sus picos -¡mirad bien!- hay un nombre,
una inicial
por la que podamos averiguar su dueño.
Creo también que la hierba es un niño,
el recién nacido del mundo vegetal.
¿O es un jeroglífico uniforme cuyo significado es nacer en todas partes:
en las zonas pequeñas
y en las grandes,
entre los negros
y los blancos,
para darse a todos
y para recibir a todos?
¡Oh, hierba rizada,
te trataré con cariño!
Ahora me pareces la hermosa cabellera sin cortar del cementerio.
Tal vez eres el vello que nace en el pecho de los adolescentes muertos, a quienes yo hubiera amado,
las barbas de los ancianos,
la pelusilla de los niños arrebatados prematuramente del regazo de las madres…
¡Me pareces el regazo de todas las madres del mundo!
Sin embargo, esta hierba es demasiado oscura para ser la cabellera blanca de las madres cansadas,
es más oscura que la barba incolora de los viejos,
demasiado oscura para surgir de la roja y tierna bóveda de los paladares.
Pero oigo tantas lenguas que gritan,
tantas lenguas que en la boca no se articulan,
tantas voces que no salen de los labios…
¿Qué son estas voces?,
¿cuál es su designio?
Quisiera poder traducir lo que dicen de los jóvenes que se fueron para siempre de mañana,
de los viejos y de las madres que partieron por la tarde,
y de los niños a quienes la muerte arrebató en la aurora. Dime:
¿Qué piensas tú que ha sido de los viejos y de los jóvenes,
de las madres y de los niños que se fueron?
En alguna parte están vivos esperándonos.
La brizna más pequeña de hierba nos enseña que la muerte no existe;
que si alguna vez existió, fue sólo para producir la vida;
que no está esperando ahora, al final del camino, para detener nuestra marcha;
que cesó en el instante de aparecer la vida.
Todo va hacia delante
y hacia arriba.
Nada perece.
Y morir es otra cosa distinta de lo que algunos suponen,
¡y mucho más agradable!

4 comentarios:

agridulce dijo...

Quizá haya un ciclo mortal como hay un ciclo vital. Ahora muertos, ahora vivos... y gira la rueda del existir. Pudiera ser.

Círculo Cultural FARONI dijo...


No hay amor feo ni prisión hermosa.

(proverbio australiano)

Cide Hamete Benengeli dijo...

Cuando me vaya a morir
siéntate a mi cabecera,
que mirándote a los ojos
puede ser que no me muera.

ORáKULO dijo...

A los políticos, como a los calzoncillos, hay que cambiarlos con frecuencia. Y por la misma razón.