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lunes, 14 de diciembre de 2020

Canción a una dama en las sombras (por Paul Célan)


Cuando la Silenciosa llegue y decapite los tulipanes:
¿Quién gana?
¿Quién pierde?
¿Quién se asoma a la ventana?
¿Quién dirá primero su nombre?

Es alguien que viste mis cabellos.
Los viste como quien sostiene en sus manos a los muertos.
Los viste como el Cielo vistió mis cabellos el año que amé.
Los viste así por vanidad.

Ese gana.
Ese no pierde.
Ese no se asoma a la ventana.
Ese no dice su nombre.

Es alguien que tiene mis ojos.
Los tiene desde que las puertas se cerraron.
Los viste como anillos en sus dedos.
Los viste como pedazos de lujuria y de zafiro:

ya era mi hermano en el otoño;
ya está contando los días y las noches.

Ese gana.
Ese no pierde.
Ese no se asoma a la ventana.
Ese dice su nombre en último lugar.

Es alguien que tiene lo que dije.
Lo viste como un bulto bajo el brazo.
Lo viste como un reloj la peor de sus horas.
Lo viste de umbral en umbral, no lo tira lejos.

Ese no gana.
Ese pierde.
Ese se asoma a la ventana.
Ese dice su nombre en primer lugar.

Ese será decapitado con los tulipanes.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece que esté hablando de la coronavirus , que otra cosa no pero silenciosa si es.

DaniPovedano dijo...

En Las intermitencias de la muerte, de Saramago, la Muerte es una atareada mujer que se enamora de uno de los mortales que vino a llevarse y se queda un año "de permiso" a vivir con él. Durante ese año no muere nadie.

TóTUM REVOLùTUM dijo...



Algunas breves observaciones pueden introducir el tema, el asunto
que nos interesa.

Así, se dice que un hombre con un reloj sabe la hora que es, pero un hombre
con dos relojes ya no está tan seguro.

La segunda observación es clara: demasiado al este es el oeste.
Y la tercera dice que al pájaro se le nota que tiene alas hasta cuando anda.



Ahora tal vez se pueda ir al asunto, que es solamente otra observación que viene a decir
que casi todo lo importante es casi siempre otra cosa, algo insospechado que se va imponiendo
en diagonal o incluso desde el reverso de lo que sucede:
son tantas las vidas llenas de asuntos sin atractivo, de anécdotas recalentadas,
existencias sin riesgo que se reducen a pasar el tiempo en el apestoso bar de Mayer,
donde comen a precio fijo.



Son tantas las vidas deliberadamente malgastadas entre tantas vidas deliberadamente malgastadas.
Como si se tratase de un asunto apresurado que no han tenido tiempo de hacer a su medida,
o un columpio desequilibrado que se descompone en la altura, o un asunto que sucede en pretérito
imperfecto, y todo lo que llena esas vidas nos parece prefabricado, un desperdicio y
una inercia hacia la indignidad, un desmoronamiento sin orillas.



El poeta, como tantas otras veces, lo dijo sin miramientos cuando le pidieron que fuera amable
con esas vidas, con esas existencias que tanto abundan y que envejecen mal porque han vivido
desenfocadas, porque han rehusado ver.



Seguramente, nadie nos dará una segunda oportunidad, y tampoco nos regalarán una bolsa llena de dios,
como esas bolsas de bocadillos que se reparten en las excursiones de los jubilados para que maten
el hambre en el bus durante el viaje.



Si en esta crónica apresurada sobre la vida incluimos la muerte, el tránsito espeluznante al más allá,
tendremos que contar con que nos desharemos, personalmente difuntos, en la mismísima entrada
-o salida, según la lógica de una autopista- del tiempo,
y allí tragaremos noche, una noche inmensa, hasta atragantarnos por pasiva.



Y si es que la muerte fuese repetir un nombre sin cesar, sin cesar,
desde la nada de la conciencia, estaremos entonces abrazados al suelo,
repitiendo un nombre, sin cesar.

(BUKOWSKI)

Fuego de palabras dijo...

Bajo la luz quemada
tienen frío los ojos con que buscas
estas horas de octubre
y su jardín manchado de ginebra,
hojas secas, silencios
que de nosotros hablan al caerse.

Porque si ya no existe,
aunque nadie se ocupe de sus solemnidades,
hay noches en que llega la verdad,
ese huésped incómodo,
para dejarnos sucios, vacíos, sin tabaco,
como en un restaurante de sillas boca arriba
ya a punto de cerrar.
—Nos están esperando.
Nada sé contestarte,
sólo que soy consciente de mi propia ironía,
porque el hombre es un lobo también consigo mismo
—Nos están esperando.

Negras y en alto, buitres silenciosos,
nos esperan las nubes en la calle.

(GARCÍA MONTERO)