En la encañada
había piedras como huesos de un animal prehistórico
que se desbarató
antes de alcanzar nuestro valle.
Un gran cráneo
quedó detenido en la pendiente con la boca abierta
y el resto del cuerpo se dispersó hacia el río.
Yo trepaba la pendiente
y me detenía frente a esa boca, una oquedad
donde el viento se huracanaba,
y escuchaba
murmullos, palabras que se formaban a medias
y luego, sin decir nada, se diluían.
Nunca hubo una frase clara. La boca
como un oráculo piadoso
trababa sus propias frases ante el niño:
lo sé ahora
y le agradezco la vida ciega.
2 comentarios:
No parece que vayamos a enterarnos nunca de los principios primeros de las cosas. Los ratones que viven en algunos agujeritos de un edificio inmenso no saben si ese edificio es eterno ni quién es el arquitecto ni por qué ese arquitecto lo edificó: somos esos ratones.
(VOLTAIRE)
Bocca della verità
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