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domingo, 5 de enero de 2014

Chillan las tablas (por Zvonimir Balog)

Pongo orden a mi cabeza,
limpio el polvo, quito las telarañas,
ubico cada cosa en su lugar,
hay tantas y todas las habitaciones están llenas,
chillan las tablas bajo el peso de los objetos,
rechinan los peces misteriosos en pesados armarios
escondidos de la luz y las miradas,
pongo cada cosa en su lugar,
de vez en cuando encuentro
difícilmente
un sitio para cualquier cosa,
encuentro difícil cualquier cosa para un sitio,
pongo orden en mi cabeza llevando las gavetas
hasta una repisa que no se desajuste y los cajones vuelen
y todo se venga abajo y se confunda febrilmente
se entrelace y rompa.
Entonces, por un momento, espero hasta que se calme el polvo
para ver dónde está. ¿Qué?

9 comentarios:

victor saltero dijo...

Todos tenemos la cabecita hecha unos zorros, un cajón desastre, y pobre del que quiera poner orden en el batiburrillo.

Anónimo dijo...

A quien tiene un objetivo en la vida, la cabeza se le ordena sola.

Anónimo dijo...

Movida en crisis de papel , un tal Campana está acusando al Lejano de ser cómplice de AT en una historia truculenta y muy interesante

hAiKu dijo...


"Eh, Fútbol, gústame".
Le he mandado gustarme.
No me ha hecho caso.

(CUQUI COVALEDA)

Dimes Y Diretes dijo...


El mejor militar no es marcial. El mejor guerrero no es violento.

(LAO TSE)


casa de citas dijo...


Nadie sabe de antemano si va a ser cobarde o valiente cuando llegue la hora.

(JOSÉ LUIS PINILLOS)

Dimes Y Diretes dijo...


La mejor política criminal es una buena política social.

(PALME)

Cide Hamete Benengeli dijo...


¿Quién canta para ti desde que no estoy?
¿Con quién bebes tequila cuando no te sientes bien?
¿Quién te dice al oído “quédate”?
¿Con quién compartes ese calendario de la pared?
¿Quién te espera al salir cuando dan las diez?
¿Quién se ríe contigo delante de un café?
¿Con quién escucharás esa canción?
¿Quién es el encargado de amueblarte el corazón?

¿Quién te enseña París, Venecia, Nueva York?
¿Quién te arranca la ropa dentro de ese ascensor?
¿Con quién subes la cuesta de cada fin de mes?
¿Quién hace lo que hice yo, pero al revés?
¿Quién tiembla cuando lloras?
¿Quién te recuerda que no estás sola?
¿Quién es tu nuevo vicio?
¿Quién te ha salvado de mis precipicios?

Alguien se ríe ahí fuera,
hay ruido de pisadas cerca de mi habitación.
Estoy en las afueras de una ciudad cualquiera
dando vueltas a un colchón,
botellas por el suelo nos sirven de consuelo
y tras la cortina el sol.
Es hora de largarse,
última llamada urgente desde recepción.

Fuego de palabras dijo...

Ellos dicen "mío"

de todas las cosas, tan pacientes.

Son como el viento que roza las ramas

y que dice: mi árbol.


Apenas notan cómo

cuanto coge su mano, se pone incandescente:

así que ni en su borde más externo

podrían sujetarlo sin quemarse.


Dicen "mío", como uno que

llamara amigo al príncipe, al hablar con labriegos,

si ese príncipe es grande y está muy lejos.

Dicen "mío" de los externos muros

pero no conocen nada del dueño de la casa.

Dicen "mío" y lo llaman propiedad,

cuando todo a lo que ellos se acercan se cierra,

igual que un charlatán

llama "míos" al sol y a los relámpagos.


Así dicen: mi vida, mi mujer,

mi perro, mi hijo, y saben, sin embargo, muy bien

que todo: mujer, vida, perro y niño,

son extrañas imágenes que palpan,

ciegos, con manos extendidas.

Certidumbre, en verdad, sólo hay para los grandes,

los que anhelan ver. Pues los otros

no quieren oír que su caminar mísero

no se integra con nada de lo de alrededor,

y que, apartados de sus bienes,

sin ser reconocidos por su propiedad, poseen

tan poco a la mujer como a la flor,

que tiene una vida ajena para todos.

(RILKE)