domingo, 19 de enero de 2014
Para guarecerme del frío (por Alejandra Pizarnik)
Entonces llegas tú, con ojos, con miradas, contemplándome hasta quemar mi edad y mi historia. Me regresas, me trasladas al tiempo sin números, me zambulles en el mar de sangre y cielo. Yo duermo y oficio de contemplada. Mis ojos arrojan fuego verde por los párpados cerrados. Sonrío como un pájaro que muere en medio de su canto. Me deshago en tu mirada: en tus ojos hay la seguridad y el orden, hay la creación, hay la poesía seria como una invocación a la lluvia. Habito tus ojos para guarecerme del frío y del peligro conocido. En tus ojos hay aventuras que siempre finalizan con manos entrelazadas. Llega a mí.
Entonces la Gran Sombra encarnó y me abrazó.
-Mi niña –dijo-, ¿hace cuánto que me esperas?
Yo lloré y me dejé abrazar.
-¿No sabes hablar? –dijo.
Yo la miré confundida. ¿Cómo se habla a una sombra?
-Tengo miedo –dije-. Tengo tanto miedo.
La Sombra me abrazó más fuerte como si yo fuese una viajera asfixiada. Yo lloré más: sentía piedad por mí, como si yo no fuera yo.
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6 comentarios:
Alejandra. Poesía con mayúsculas.
En casa del jabonero, el que no cae resbala.
Hubiera preferido cantar blues en cualquier pequeño sitio lleno de humo, en vez de pasarme las noches de mi vida escarbando en el lenguaje como una loca.
(PIZARNIK)
Nunca llovió tanto que no parara.
Una gran inteligencia en la cabeza de un malvado es como un cuchillo afilado en las manos de un loco.
Sermón, discurso y visita, como mucho media horita.
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