domingo, 3 de agosto de 2014
Al pasar la barca (por Lola Mascarell)
Qué lejos se oye hoy aquella letra,
qué distancia en el aire,
los frágiles compases,
la vieja cantinela de la comba.
Qué quieta permanece en el recuerdo
la niña de las trenzas,
qué inmóvil en su orilla va contando
las vueltas uniformes,
los giros casi mágicos del cabo.
Y el dulce cosquilleo que le sube
trepando por las tripas
apenas la arrebata de ese trance.
Muñeca embelesada, se ha lanzado
al eco persistente de la cinta,
al hueco que dibuja sobre el cielo
el ritmo sincopado de la cuerda.
Qué quieta permanece en el recuerdo
la niña de las trenzas,
sumida en ese círculo vacío
que juega a recogerla en sus entrañas:
el látigo del tiempo
que llega y que se marcha mientras ella
sortea los vaivenes de su envite
con técnica cadencia.
Y así pasa la tarde entre las brisas,
pretérita y absorta. Qué lejana
su voz y su distancia.
Qué inmóvil permanece en el recuerdo
su dicha sin objeto.
La barca impetuosa de las horas,
azota su minúscula alegría,
su cándida ignorancia
de niña tan bonita,
que salta y se detiene y va cantando
que no paga dinero todavía.
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4 comentarios:
Aves de paso:
Nos vamos sin saber
si volveremos.
(CUQUI COVALEDA)
Tu madre tuvo la culpa
por dejar la puerta abierta,
y yo por meterme dentro,
y tú por estarte quieta.
Es que la madre se llamaba Celestina Cifuentes, Cide.
Salú.
Está hoy la Tierra
vacía, despojada,
falta de ti.
(RAFAEL BALDAYA)
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