lunes, 18 de agosto de 2014
Como quien deja un libro (por Sergio Manganelli)
Para ser claro
renuncio a las frases alusivas,
a la caligrafía pálida
sobre el cuaderno mudo de las tumbas,
rechazo el podio hipócrita
de la bondad post mortem,
y a esa memoria tan desmemoriada.
Yo no quiero que apunten
en mi lápida la palabra yace,
me niego espeluznado.
No anhelo ese cheque grosero
con el que expían de mármol de hospital
lo que siempre te negaron avaros.
Ni acepto que se luzca
bajo una lluvia
de mierda de palomas
ese verbo impiadoso
en tercera persona.
No le abro los postigos,
ni a sus endebles secuaces
el adjetivo inerte
el absurdo abatido
menos aún al implacable muerto
-auxiliares morbosos de crónicas de sangre-
prefiero que sentencien
se pudre
se funde
se disuelve
pero jamás
yace.
Porque la muerte
puede ser otra cosa,
menos sucia y severa,
mejor que la tapa biselada y sorda,
quizás algo tan simple
como tumbarse al sol,
sobre el pasto o la arena
en una tarde franca y sin ruinas,
con vino y con regazo,
y sonrisas con huella
y dialecto de besos
y un murmullo entrañable
que recite poemas.
Quizás yacer
no sea esa quietud
de corazones secos,
ni el sueño, ni el olvido,
sino un íntimo zafarrancho,
un arrebato de vida sin permiso,
un insomnio de goce,
con marea de lluvia
y peces sin abismo.
Una muchacha fresca,
pechos de hierbabuena,
que te besa la ausencia
sin placebo y sin pena.
Ojalá no sea
el hartado celeste
de los castos y pulcros,
tampoco el infierno ceniza,
el hoyo de un ambiente
con renta anticipada,
sino jugar rayuela
hasta llegar al cielo,
y que don dios gorrión
disponga tiernamente:
“levántate y vuela”.
Puede que signifique
cerrar la vida apenas,
como quien deja un libro,
hasta que en una noche
de miedo a la tormenta,
o duda desvelada,
lo hojeen conmovidos
esos ojos más nuevos
que guardan mi mirada.
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6 comentarios:
Como cuando sacas agua del mar con un cubo no queda huella en el agua, así finalmente nosotros. A la larga o.a la corta, ni una traza o rastro de nuestro transitar.
Dependerá en tal caso de como cada uno transite. Amalia
Libro de Historia.
Tapaos la nariz,
que hiede mucho.
(RAFAEL BALDAYA)
Mejor burro que me lleve, que caballo que me vuelque.
El hombre inteligente debe emplearse en adquirir el dinero necesario para no depender de nadie; si una vez adquirido pierde su tiempo en aumentar su fortuna, no es más que un pobre hombre.
(STHENDAL)
Soñé que el mar era una sola palabra,
y que yo debía pronunciar su millón de sílabas.
De estertores de azul cobalto encandilado,
se me salía el mar por los ojos
y el nácar que lucían las muchachas,
manchados sus cuellos de efélides
en las que el sol había tejido sus mejores mariposas,
se vio ceñido por lágrimas duras como granos de arroz.
Yo debía, también, pronunciar el millón de muertos
que tiene el mar, y hablar de sus descascarados fuselajes.
(FERNANDO DEL PASO)
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