viernes, 22 de agosto de 2014
Inmóviles calaveras de caballo (por García Lorca)
Me he perdido muchas veces por el mar
con el oído lleno de flores recién cortadas,
con la lengua llena de amor y de agonía.
Muchas veces me he perdido por el mar
como me pierdo en el corazón de algunos niños.
No hay noche que, al dar un beso,
no sienta la sonrisa de las gentes sin rostro
ni hay nadie que, al tocar un recién nacido,
olvide las inmóviles calaveras de caballo.
Porque las rosas buscan en la frente
un duro paisaje de hueso
y las manos del hombre no tienen más sentido
que imitar a las raíces bajo tierra.
Como me pierdo en el corazón de algunos niños
me he perdido muchas veces por el mar.
Ignorante del agua voy buscando
una muerte de luz que me consuma.
con el oído lleno de flores recién cortadas,
con la lengua llena de amor y de agonía.
Muchas veces me he perdido por el mar
como me pierdo en el corazón de algunos niños.
No hay noche que, al dar un beso,
no sienta la sonrisa de las gentes sin rostro
ni hay nadie que, al tocar un recién nacido,
olvide las inmóviles calaveras de caballo.
Porque las rosas buscan en la frente
un duro paisaje de hueso
y las manos del hombre no tienen más sentido
que imitar a las raíces bajo tierra.
Como me pierdo en el corazón de algunos niños
me he perdido muchas veces por el mar.
Ignorante del agua voy buscando
una muerte de luz que me consuma.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Acabo de ver "Interestelar". Magnífica. No os la perdáis. En ella se recita reiteradamente parte de este poema de Dylan Thomas:
No entres dócilmente en esa quieta noche,
la vejez debería arder y delirar al terminar el día;
rabia, rabia contra la agonía de la luz.
Aunque los sabios reconocen al morir que la tiniebla es justa,
porque ningún relámpago han clavado sus palabras
no entran dócilmente en la noche callada.
Los buenos, que en el último gesto lloran por el brillo
con que sus frágiles actos hubieran podido bailar en una verde bahía,
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Los salvajes, que atraparon y cantaron el sol en vuelo,
y demasiado tarde aprenden que lo han apenado en su camino,
no entran dócilmente en esa quieta noche.
Los solemnes, cerca de la muerte, que ven con mirada cegadora
que los ojos ciegos pudieron brillar igual que meteoros y alegrarse,
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Y tú, mi padre, allí en la triste altura,
maldice, bendíceme ahora con tus lágrimas feroces, te suplico.
No entres dócilmente en la noche callada.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.
(DYLAN THOMAS)
Gira la Tierra
sin importarle ésos
que lleva encima.
(RAFAEL BALDAYA)
Desconfía de las ideas que caben en una pancarta.
Publicar un comentario