lunes, 2 de marzo de 2015
Cenizas del olvido (por Muahmmud ibn Al-Mahadee)
Dentro del mundo perceptible
hay otro cosmos que se mueve
como la garra del tigre
entre las hojas que agonizan.
Dentro de un simple grano de arena
muchos desiertos nacen de continuo
y de cada grano que así se produzca
otros desiertos habrán de nacer:
pero toda eternidad desprecia
aquello que pretende limitarla.
Un hueso de rojo dátil
se quema
en las arenas del mediodía.
Recuerdo así a este corazón
entre las cenizas del olvido.
Debajo de la primera piel de la amada
puedes lamer con tus menguados ojos
algo apenas de la hermosura de sus huesos:
pétalos transparentes
que una suavísima sangre sostiene.
Por qué esos pétalos ahí
te preguntas.
Por qué envueltos en tan cálidas sustancias
que al igual que tu muriente cuerpo
fueron forjadas con agua y con tierra.
Te preguntas quién se abrazará
a esos pétalos blancos
quién entre su aroma quemante
habrá de nacer respirar y morir.
Al-Mahad, escucha las voces:
Para qué te exiges ahora una respuesta
si jamás pudiste contestar una sola pregunta.
La amada se aleja a través
de las grandes dimensiones del mundo:
sus sandalias surcan el desierto negro
su cuerpo atraviesa las aguas salobres
sus cabellos mueven finísimas plumas
en las alturas del aire.
¿Qué permanece en el sitio de la amada:
Un fuego gris unos papeles muertos
un polvoriento pedazo de sombra?
¿Qué queda de la amada
en tus manos y en tu boca?
Ni una brizna de su piel
ni una gota de su saliva terrenal.
Ni siquiera su ausencia ni su nombre:
Te has engañado, Al-Mahad:
Ella nunca estuvo aquí.
hay otro cosmos que se mueve
como la garra del tigre
entre las hojas que agonizan.
Dentro de un simple grano de arena
muchos desiertos nacen de continuo
y de cada grano que así se produzca
otros desiertos habrán de nacer:
pero toda eternidad desprecia
aquello que pretende limitarla.
Un hueso de rojo dátil
se quema
en las arenas del mediodía.
Recuerdo así a este corazón
entre las cenizas del olvido.
Debajo de la primera piel de la amada
puedes lamer con tus menguados ojos
algo apenas de la hermosura de sus huesos:
pétalos transparentes
que una suavísima sangre sostiene.
Por qué esos pétalos ahí
te preguntas.
Por qué envueltos en tan cálidas sustancias
que al igual que tu muriente cuerpo
fueron forjadas con agua y con tierra.
Te preguntas quién se abrazará
a esos pétalos blancos
quién entre su aroma quemante
habrá de nacer respirar y morir.
Al-Mahad, escucha las voces:
Para qué te exiges ahora una respuesta
si jamás pudiste contestar una sola pregunta.
La amada se aleja a través
de las grandes dimensiones del mundo:
sus sandalias surcan el desierto negro
su cuerpo atraviesa las aguas salobres
sus cabellos mueven finísimas plumas
en las alturas del aire.
¿Qué permanece en el sitio de la amada:
Un fuego gris unos papeles muertos
un polvoriento pedazo de sombra?
¿Qué queda de la amada
en tus manos y en tu boca?
Ni una brizna de su piel
ni una gota de su saliva terrenal.
Ni siquiera su ausencia ni su nombre:
Te has engañado, Al-Mahad:
Ella nunca estuvo aquí.
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5 comentarios:
Más vale pan con amor que gallina con dolor.
Si quieres ser universal, habla de tu pueblo.
Me encanta el trabajo. Me pasaría todas las horas del mundo viendo trabajar a los demás.
(SHAW)
Quien fuerza algo para un fin, obtiene su contrario.
Nadie ha entendido al querer:
es dulce como el almíbar
y amargo como la hiel.
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