Las nubes y las estrellas no libraron esta guerra
los arroyos no informaron a nadie
si las montañas arrojaron piedras de fuego en el río
fue sin tomar partido
la gota de agua que se balanceaba ligeramente bajo la hoja
no tenía opiniones políticas
y si aquí o allí una casa
se inundó de aguas residuales
o envenenó a los que allí vivían
con humos lentos, durante años
las casas no estuvieron en guerra
ni los edificios tapiados
quisieron negar su cobijo
a las ancianas sin hogar o a los niños vagabundos
no siguieron una política para dejarlos errar
o morir, no, las ciudades no fueron el problema
los puentes no eran partidistas
las autopistas ardieron, pero sin odio
Incluso los kilómetros de alambrada
que rodearon los estrechos y temporales barracones
concebidos para mantener a los indeseables
a distancia segura, fuera de la vista
incluso los tablones que tuvieron que absorber
año tras año, tantos sonidos humanos
tantas intensidades de vómito, lágrimas
sangre lenta y calada
no se brindaron a esto
Los árboles no se ofrecieron para que los cortaran en tablones
ni las espinas para desgarrar carne
Mira a tu alrededor
y pregunta de quién es la firma
impresa en las órdenes, trazada
en la esquina de los planes preparatorios
Pregunta dónde estaban los analfabetos, las mujeres
panzudas, los borrachos y los locos,
aquéllos a los que temes más que a nada:
2 comentarios:
El hombre perezoso, por no dar un paso al final da ocho.
Nunca termina
el cuento real. Siempre un
“(continuará)”
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