Tomaremos las cuerdas,
las maderas mojadas,
la brújula caída,
el timón arrancado…:
los trozos,
los destrozos,
lo que no se haya hundido,
lo que el mar nos devuelva.
Curaremos la herida profunda de su casco,
coseremos las velas,
secaremos las tablas
-las iremos juntando,
las enderezaremos-,
reajustaremos luego el timón y la brújula.
¿Quién diría que está hecho con ruinas ensambladas:
con lo que a la tempestad sobrevivió?
De la costa Desguace zarparemos de nuevo
y el naufragio
ya no será un naufragio:
será una playa,
un amarre de paso,
una escala en el viaje,
un puerto más de nuestro navegar.
2 comentarios:
Ojalá ningún naufragio nos lleve a la deriva y sin fuerzas para autorremolcarnos. Hay que sacar fuerzas de flaqueza , de los restos del naufragio, también cuando el barco se hunde.
A menudo somos tenidos por lo que tenemos.
Publicar un comentario