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lunes, 22 de julio de 2019

Seré mi sueño (por Jorge Luis Borges)


No quiero ser quien soy. La avara suerte
me ha deparado el siglo diecisiete,
el polvo y la rutina de Castilla,
las cosas repetidas, la mañana
que, prometiendo el hoy, nos da la víspera,
la plática del cura y del barbero,
la soledad que va dejando el tiempo
y una vaga sobrina analfabeta.
Soy hombre entrado en años. Una página
casual me reveló no usadas voces
que me buscaban, Amadís y Urganda.
Vendí mis tierras y compré los libros
que historian cabalmente las empresas:
el Grial, que recogió la sangre humana
que el Hijo derramó para salvarnos,
el ídolo de oro de Mahoma,
los hierros, las almenas, las banderas
y las operaciones de la magia.
Cristianos caballeros recorrían
los reinos de la tierra, vindicando
el honor ultrajado o imponiendo
justicia con los filos de la espada.
Quiera Dios que un enviado restituya
a nuestro tiempo ese ejercicio noble.
Mis sueños lo divisan. Lo he sentido
a veces en mi triste carne célibe.
No sé aún su nombre. Yo, Quijano,
seré ese paladín. Seré mi sueño.
En esta vieja casa hay una adarga
antigua y una hoja de Toledo
y una lanza y los libros verdaderos
que a mi brazo prometen la victoria.
¿A mi brazo? Mi cara (que no he visto)
no proyecta una cara en el espejo.
Ni siquiera soy polvo. Soy un sueño
que entreteje en el sueño y la vigilia
mi hermano y padre, el capitán Cervantes,
que militó en los mares de Lepanto
y supo unos latines y algo de árabe...
Para que yo pueda soñar al otro
cuya verde memoria será parte
de los días del hombre, te suplico:
mi Dios, mi soñador, sigue soñándome.


3 comentarios:

Isidoro Capdepón dijo...

VIVÍA UN HIDALGO (Saiz de Marco)


Puerto Lápice (Ciudad Real, La Mancha). En el horizonte, molinos de viento.

En un mesón antiguo convertido en restaurante: se llama Venta del Quijote. Tiene vigas de madera, paredes de cal, patio empedrado, bodega, tinajas, pozo… Todo evoca el sitio donde don Alonso veló las armas, se hizo investir caballero.

Llega un autobús turístico. Sus ocupantes bajan y el guía describe el lugar. Habla en español y un traductor lo vierte al japonés.

Tras la visita alguien pregunta y el intérprete, profesionalmente, traduce su duda:

-¿Viven en este pueblo descendientes de don Quijote o Sancho?

Por un momento el guía se dispone a sacarle de su error, decir “Son pura ficción, nunca existieron”; pero se arrepiente a tiempo. Nadie del grupo interviene. Yo, que presencio la escena, tampoco. El guía, por fin, contesta:

-Quizás viva algún descendiente, pero no puedo asegurarlo.

Y el traductor lo repite en japonés.

Lloviendo amares dijo...

Estratos de visión.
En una de esas capas
el tiempo se convierte en círculos,
en lunares concéntricos,
en turgentes islotes.

También el tiempo es visible.

¿Hay algo invisible que no sea visible?

(JUARROZ)

casa de citas dijo...

Toda idea unidimensional del ser humano (regido por la razón, regido por el interés económico, regido por la comodidad, regido por los instintos...) se da de bruces con la realidad. El ser humano es una mezcla de múltiples elementos. En toda persona hay un raro, cambiante e inestable equilibrio entre razón y emoción, entre realidad y fantasía, entre consciencia y subconsciencia, entre agresividad y ternura... Sus actos y decisiones no pueden entenderse sin esa heterogénea mezcla de factores, que además pueden manifestarse de diferentes formas.

(J. A. MARINA)