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martes, 8 de septiembre de 2020

Grito hacia Roma (por Federico García Lorca)


Manzanas levemente heridas
por finos espadines de plata,
nubes rasgadas por una mano de coral
que lleva en el dorso una almendra de fuego,
peces de arsénico como tiburones,
tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud,
rosas que hieren
y agujas instaladas en los caños de la sangre,
mundos enemigos y amores cubiertos de gusanos
caerán sobre ti. Caerán sobre la gran cúpula
que untan de aceite las lenguas militares
donde un hombre se orina en una deslumbrante paloma
y escupe carbón machacado
rodeado de miles de campanillas.

Porque ya no hay quien reparta el pan ni el vino,

ni quien cultive hierbas en la boca del muerto,
ni quien abra los linos del reposo,
ni quien llore por las heridas de los elegantes.
No hay más que un millón de herreros
forjando cadenas para los niños que han de venir.
No hay más que un millón de carpinteros
que hacen ataúdes sin cruz.
No hay más que un gentío de lamentos
que se abren las ropas en espera de la bala.
El hombre que desprecia la paloma debía hablar,
debía gritar desnudo entre las columnas,
y ponerse una inyección para adquirir la lepra
y llorar un llanto tan terrible
que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante.
Pero el hombre vestido de blanco
ignora el misterio de la espiga,
ignora el gemido de la parturienta,
ignora que Cristo puede dar agua todavía,
ignora que la moneda quema el beso de prodigio
y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán.

Los maestros enseñan a los niños

una luz maravillosa que viene del monte;
pero lo que llega es una reunión de cloacas
donde gritan las oscuras ninfas del cólera.
Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas;
pero debajo de las estatuas no hay amor,
no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo.
El amor está en las carnes desgarradas por la sed,
en la choza diminuta que lucha con la inundación;
el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre,
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas.

Pero el viejo de las manos traslúcidas

dirá: amor, amor, amor,
aclamado por millones de moribundos;
dirá: amor, amor, amor,
entre el tisú estremecido de ternura;
dirá: paz, paz, paz,
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita;
dirá: amor, amor, amor,
hasta que se le pongan de plata los labios.

Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto,

los negros que sacan las escupideras,
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los
directores,
las mujeres ahogadas en aceites minerales,
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,
ha de gritar frente a las cúpulas,
ha de gritar loca de fuego,
ha de gritar loca de nieve,
ha de gritar con la cabeza llena de excremento,
ha de gritar como todas las noches juntas,
ha de gritar con voz tan desgarrada
hasta que las ciudades tiemblen como niñas
y rompan las prisiones del aceite y la música,
porque queremos el pan nuestro de cada día,
flor de aliso y perenne ternura desgranada,
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra
que da sus frutos para todos.

5 comentarios:

Ignatius Reilly dijo...

Los autores del Valle de Lágrimas somos los propios humanos.

Anónimo dijo...

Es genial , pero hacer un comentario decente sobre este poema requiere tiempo y un gran esfuerzo .
CHULI

Lloviendo amares dijo...

¿De qué tamaño tendrá Dios
el corazón?

¿Le late a Dios, o
lo tiene detenido?

Debe ser más impresionante
que la mezquita de
Casablanca por adentro:
ya me figuro el ventrículo izquierdo,
su bóveda celeste tiñéndose de rosa,

las amplias avenidas de aquellas venas cavas

y el abismo de su aorta descendente,
o el sonido de la válvula mitral
abriéndose y cerrando su portazo
de cuatrocientos chelos enfrenando al concierto.
Y la sangre ¿ha de ser transparente?
Si nosotros, pedestres, desplazamos
cinco litros de sangre por minuto,
¿cuántos desplaza Dios, si es que le late?

Si nuestro corazón se mueve
y toca sus tambores al margen de nuestra voluntad,
¿el de Él ha conseguido toda su autonomía?

¿O depende del capricho y del menor descuido?

¿Y si no tiene Dios ni corazón ni páncreas,
ni tejido esponjoso ni cerebro?

¿Y
si Dios está vacío?

(EDUARDO CASAR)

A dijo...

Abriose el balcón sobre la leve escalinata que se desarramaba en la plaza adoquinada ahora vacía. Las farolas barrían el pavimento de la expedita Vía della Conciliacione.
Una brisa de cubierta de curvo paquebote alzó una punta de la esclavina pontificia y le traía los sones del verso de Carriego embebidos en el pulso de Piazzolla. A aquella hora dormirían los sinuosos monseñores que quedaban en la Casa...
Un reflejo fugaz de fósforo rosado acarició entonces la cúpula discreta de Santa Agnese in Agone, tan cercana al plinto de Giordano. Pensó en la ardua artillería que ya habria amanecido en Tierra Santa.
Si al menos le asistiera el sueño... Pero las cinco y cuarto y ni un decaer de los párpados inmensos.

cajón desastre dijo...


Me gusta que haya vida en el cuadrante 777-B de la constelación de Andrípida. A veces les saludo
con la luz de mi linterna.

(BILLY MacGREGOR)