Como un predicador iluminado
me aproximo a ti,
me voy aproximando.
Los ojos abiertos,
devoradores,
para que nada quede fuera de la mirada.
El soplo y la respiración: ya no hay distancia.
Ahora el tacto,
la múltiple, la repetida caricia de los dedos
que se curvan, exploran, reconocen.
La piel contra la piel.
¡Eternidad, instante fugitivo
guardado en la memoria!
Después la chispa, la explosión, el fuego,
las voces, las palabras, el silencio.
2 comentarios:
Hoja de arce,
otoñocemos.
Pero yo
¿en qué árbol?
(LEÓN MOLINA)
Este poema nada dice, sólo
te contempla en silencio.
(JOSÉ BLANCO)
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