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lunes, 25 de febrero de 2019

Plaza de San Martín (por Mario Benedetti)


En este espacio cada uno es capaz
de zurcir sus vislumbres y tinieblas
árboles me rodean con sus patas de elefante
tengo un gong en las sienes memoriosas

en un banco como éste cubierto de ramitas
mi adolescencia aprendió a Dostoievsky
y gracias a Fernández Moreno en Chascomús
pensó el equivalente de anch’io son’pittore

tozudo como la cadencia de un molino
latigazo del aire desairado
sé del barro prolijo los segmentos de cielo
las hojas muertas y el gemido o la brisa

no es un refugio pero da amparo
oasis ecológico con vista a la jornada
sin la miseria huésped en los lindes
pero con frisos de jactancia y humo

siempre me anima su propuesta de verdes
y la disfruto como si fuera un insomnio
de esos que transitan por los amores de la piel
proclive a tantas otras ceremonias

también me conforta su condición de isla
eco querellante del simulacro organizado
por fortuna libre de viejas simetrías
ya que sus canteros fingen otra retórica

lujo del pobre entre los opulentos 

galaxia de jubilados y niñeras
y seminaristas autoflagelados
que salen a respirar con los gorriones

siempre acudo a vos en peregrinación
plaza san martín de los pastitos elegantes
y de las muchachas que aprenden a besar
con los ojos cerrados como en el cine


2 comentarios:

Isidoro Capdepón dijo...

Qué golpe de efecto! Dos excelentes poemas sobre la misma materia física y sintiente: la plaza de San Martín en Buenos Aires. Un cordial saludo.

TóTUM REVOLùTUM dijo...

En Buenos Aires las plazas —nobles piletas abarrotadas de frescor, congresos de árboles patricios, escenarios para las citas románticas— son el remanso único donde por un instante las calles renuncian a su geometralidad persistente y rompen filas y se dispersan corriendo como después de una pueblada.
Si las casas de Buenos Aires son una afirmación pusilánime, las plazas son una ejecutoria de momentánea nobleza concedida a todos los paseantes que cobija.

(BORGES)