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jueves, 25 de abril de 2019

Campanas (por Howard Phillips Lovecraft)


Escucho las campanas de aquella torre majestuosa;

las campanas del esplendor de Yule en una noche turbulenta;

repicando con sorna en una hora lúgubre

sobre un mundo sacudido por la codicia y el espanto.


Sus melodiosos tonos resuenan en miríadas de tejados;

un millón de almas insomnes asiste al juego de los carillones;

sin embargo su mensaje cae sobre un suelo pedregoso...

Su espíritu es cercenado por la espada del Tiempo.


¿Por qué suenan, remedando los años felices

cuando la paz y el sosiego reinaban en la plácida llanura?

¿Por qué sus acordes familiares provocan las lágrimas

de aquellos que quizá no vuelvan a conocer la dicha?



Hace años os conocía bien..., hace muchos años...,

cuando el antiguo pueblo dormía en la ladera;

entonces vuestras notas resonaban sobre la nieve iluminada por las estrellas

en medio de la alegría, la paz y la eterna esperanza.


Mi imaginación evoca el modesto chapitel;

el tejado puntiagudo, negra sombra contra la luna;

los góticos ventanales, ardiendo con un fuego

que presta la magia a los cínicos tonos.


Venerable cada seto cubierto de nieve bajo los rayos

que añadían plata a la plata del valle;

encantadora cada choza, cada vereda, cada arroyo,

y alegre el espíritu del aire perfumado por los pinos.


Los pastores profesaban un simple credo;

vivían en inocente beatitud entre las montañas;

sus corazones joviales, sus almas honestas en paz,

animados por las sencillas alegrías de los mortales.


Pero una horrible plaga aparece en escena;

un fantástico nimbo se cierne sobre la tierra;

formas demoníacas flotan por encima de los bosques,

y ante cada puerta se alzan malignas sombras.


El Tiempo, siniestro bufón, avanza por la pradera;

a su paso la alegría se extingue.

Corazones joviales se desangran con angustia inexplicable

y almas atormentadas proclaman su influencia funesta.


Conflicto y cambio acosan al mundo vacilante;

pensamientos salvajes y quimeras ciegan la razón;

la confusión se apodera de una raza senil

y el crimen y la locura merodean impunemente.


Escucho las campanas..., las campanas burlonas y malditas

que despiertan recuerdos que obsesionan y paralizan;

suenan y resuenan sobre un millar de infiernos...

Demonios de la noche... ¿por qué no permanecéis tranquilos?



4 comentarios:

Alifanfarón de la Trapobana dijo...

Las campanas de mi pueblo
sí que me quieren de veras:
cantaron cuando nací,
cantarán cuando me muera.

Lloviendo amares dijo...

Creedme que todo depende de esto: haber tenido, una vez en la vida,
una primavera sagrada que colme el corazón de tanta luz que baste para
transfigurar todos los días venideros.

(RILKE)

todo está en BORGES dijo...

Una buena traducción mejora el texto original. Si alguien que desconoce el original lo lee después de leer el texto traducido, puede concluir que el original es infiel a la traducción.

(BORGES)

casa de citas dijo...

Si hubiera tantos Ganges como hay granos de arena en el Ganges y otra vez tantos Ganges como granos de arena en los nuevos Ganges, el número de granos de arena sería menor que el número de cosas que ignoro.

(BUDA)