Ya no estamos esos cuatro que viajamos
en busca de la claridad y la salvación.
La vida apegándose a sus muros de cal, a su paso.
Mi padre no tenía aún mi edad, mi madre era muy joven.
Como una burbuja de esperanzas íbamos
en peregrinaciones hacia el norte.
Houston, Nueva York, Montreal, trenes, aviones,
hoteles metafísicos con vacas alzadas a la entrada,
albercas en los pies de la cama,
cuerpos negros brillantes y sedosos,
y todo novedad.
Ana Luisa en su jirafa con ruedas, pequeñita,
persiguiendo un mundo que ya no alcanzaría
y en el que nos conduce.
Íbamos cruzando el cañón hacia el Empire,
arreando un sol por los desfiladeros de Nueva York,
hasta caer dormidos entre cabezales oscuros.
Y en el envés mis padres
relucientes en vida adulta
hacia el amanecer juntos de nuevo.
Agua de infancia.
Todo el itinerario en mi regazo.
Como el tren a Montreal,
en un último vagón por bosques aprehendidos,
abrazados,
viendo cómo se iba el paisaje
desde la barandilla
y venía siempre.
4 comentarios:
Sólo con "tierra prometida" (aunque sea imaginaria) se tienen fuerzas para atravesar el desierto.
Me pareciera ir de camino a casa, a veces,
en las buenas conversaciones con amigos,
pero siempre están de paso, peregrinos,
y me encuentro en tierra extraña, nuevamente.
No es casa ningún sitio, siempre es búsqueda,
no sé bien qué es casa, mas no es esto,
pero sé que es verdad porque la extraño,
y que aún no está aquí, porque aún duele.
(MARCELA DUQUE)
Recuerdo aquella frase tan hermosa de Robert Louis Stevenson, que dijo: «Sí, el arte es un juego, pero hay que jugar con la seriedad de un niño que juega».
Es decir, el niño juega gravemente, el niño no se ríe de su juego; y está bien eso, ¿no?
Sí, es un juego serio; ahí están unidas las dos ideas: la idea del juego, de homo ludens, y al mismo tiempo la idea de que todo juego exige ciertas reglas para existir.
Y la literatura tiene también sus leyes; aunque a diferencia del juego de ajedrez, por ejemplo, sus leyes no están del todo definidas.
En literatura todo es tan misterioso, es como una especie de magia. Uno está jugando con palabras, y esas palabras son dos cosas, ante todo, o varias cosas: cada palabra es lo que significa, luego, lo que sugiere, y luego, el sonido. Y ahí ya tenemos esos tres elementos que hacen que cada palabra sea muy compleja.
Y luego, como el arte, como la literatura consiste en combinar esas palabras, tiene que haber una suerte de equilibrio entre esos tres elementos: el sentido, la sugestión, la cadencia. Ésos son tres elementos esenciales, y sin duda podremos encontrar otros, ya que la literatura es tan secreta; evidentemente la retórica no la agota.
(BORGES)
El antagonismo es la raíz de toda identidad. Sin ellos, no hay nosotros.
(FERLOSIO)
Publicar un comentario