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domingo, 19 de mayo de 2019

Barrios mentales (por Robert Rivas)


digamos (¿para simplificar un poco?) que había un solo
libro. uno solo para tener, para comprar, para pedir prestado, para leer. uno solo.
digamos (¿para jugar un poco?) que ese libro se llamase
de una manera simple pero a la vez indescifrable si se intentase traducirlo
por ejemplo, que en inglés fuese algo como "there, there"
¿"ahí, ahí"?
¿"ahí ahí"?
¿"bueno, bueno"?
¿"algo así"?
el presunto lector de un solo libro
queda entre embrujado y atascado en el título
por más que lee y avanza las páginas, el título
vuelve a retraerlo al principio, como si cada intento de lectura fuese en realidad un intento de escapar del título que
lo mantiene maniatado
atrapado como un chicle pegado al cerebro (en lugar del
zapato... y ahí viene, claro: "pero qué... ¿tenés un zapato
en la cabeza?"
escucha decir a una de esas voces interiores que fueran de
otros y que sólo precisan de un leve empujón para soltar su
grabada y única cancioncilla
para después apagarse
en algunos casos para siempre; si no vuelve a surgir un
empujoncito, un toque preciso con el bordecito del taco,
en ese barrio de la mente
sí, la mente es como calles, con amplias secciones que
uno siente que por prevención o rechazo, no recorrerá
nunca
su superficie está siempre en ciernes
es una ciudad que en realidad no está todavía
y tal vez nunca

digamos que el lector de ese único libro
se siente
un poco más cerca del borde de la muerte
no de la muerte como al final del camino,
sino de la muerte como al costado del camino,
a los dos costados del camino
y arriba y abajo del camino, también
(como si el mármol gastado dejase ver su interior de carmesí)

cuando el vehículo ara al haber perdido la huella
en un camino de tierra
puede pasarse lo que queda de rosca
buscando esa huella
que tal vez no es que la haya 'perdido'
como creía,
sino que se terminó,
que no existe más

se había terminado esa huella y
entre como venía y la noche,
no había manera de darse cuenta
de que la huella en verdad
se había acabado
aca-ba-do

la noche árida
-noches, también, de terciopelo-
pero noche de yuyales ásperos
sólo habitados por indiferentes alimañas

el pulso, el pulsar
de esas páginas de vida
que corren como un guión invisible
que el viento hace pasar
las páginas, ¡cuidado! demasiado

deprisa
o bien hacia atrás
a raudales
o demasiado despacio
clavado en un párrafo
que no se llega a leer
por el idioma desconocido
o la letra borroneada
o el velo de las lágrimas

no, tampoco es la historia de tu vida
-que es un libreto inhallable

es el pasaje del mundo al mundo
el mundo pasa a través
tuyo
(y de los otros, claro)
pasa... sin cambiar de estado
el mundo, indiferente como los yuyales
y como sus alimañas
y como el resto de la noche
y las estrellas
y los olores y sonidos
que vuelven tan inocentemente creíbles
sus decorados

no, no es que estás solo
sino que sólo estás
cuando te das cuenta de esa soledad
de ese botón desabrochado
o faltante
que desata el raudal de la pérdida
la hemorragia de realidad
¡a la que no le interesa ni podría interesarle
si es o no fatal!

el raudal
rauda
se diría
si lo inorgánico fuese también un lenguaje
un lenguaje para apagar al fin
los destellos que arden, las fogatas
lejanas del cuerpo, los recuerdos crudos
y los cocinados
la batería completa de artilugios
para seguir pensando y creyendo
pensando y creyendo
que se existe
que hay algo, hay alguien
en lugar de la película muda
que rueda en un cine inexistente
de un barrio ilocalizable

sí, me tomo esto, me fumo esto otro
conversamos,
apaciguo, revierto, despejo
suelto al fin el botón
el tornillo la clave
el armisticio 'secreto'
el eco de la infancia
la tela que simula eficazmente
¡y cuánto!
ser un camino
una línea
dirigida
de trazos


5 comentarios:

todo está en BORGES dijo...

Voltaire imaginó que no era imposible suponer cien sentidos; y ya con uno más cambiaría toda nuestra visión del mundo. Por lo pronto, la ciencia ya lo ha cambiado, porque lo que para nosotros es un objeto sólido, es para la ciencia un sistema de átomos, de neutrones y electrones; nosotros mismos estaríamos hechos de esos sistemas atómicos y nucleares.

(BORGES)

Lloviendo amares dijo...

Aire gélido

en tus mejillas rojas.

Sabes a ginebra,

derrota

y llanto.

Perdimos las llaves del destino

y la noche no es hospitalaria.

(Aunque el día, a decir verdad,

tampoco lo fue nunca).

Se vende por partes y a plazos

pareja desgastada en buen uso.

Dos citas con imanes opuestos

harán falta para concluir

que lo que necesitamos en realidad

es un experto cerrajero.

(LAURA CARO)

ORáKULO dijo...

La realidad no precisa ser realista, y a menudo no lo es.

TóTUM REVOLùTUM dijo...

¿QUÉ CORAZÓN NO ES NIEBLA?

Fuego de palabras dijo...


Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes. No importa lo que diga, no importa con qué argumentos trate de defenderse. Al final, al final de todo, uno responde a todas las preguntas con los hechos de su vida: a las preguntas que el mundo le ha hecho una y otra vez. Las preguntas son éstas: ¿quién eres?, ¿qué has querido de verdad?, ¿qué has sabido de verdad?, ¿a qué has sido fiel o infiel?... ¿Con qué y con quién te has comportado con valentía o con cobardía?... Estas son las preguntas. Uno responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo: eso no importa. Lo que sí importa es que uno al final responde con su vida entera.

(SÁNDOR MÁRAI)