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miércoles, 1 de mayo de 2019

En el largo viaje de salida del yo (por Theodore Roethke)


En el largo viaje de salida del yo

hay muchos rodeos, tramos interrumpidos sin asfaltar

donde la roca resbala peligrosamente

y las ruedas traseras casi cuelgan sobre el abismo

al virar de pronto, el momento de dar la curva.

Mejor mantenerse pegado, cauteloso con los cascotes y las piedras

que caen.

El arroyo que agrieta la carretera, las colinas mordidas por el viento,

los cañones,

los torrentes crecidos en pleno verano por las repentinas inundaciones

que rugen dentro del estrecho valle.

Las cañas completamente abatidas por el viento y la lluvia

grises del largo invierno, quemadas hasta la raíz al final del verano.

—O el sendero que se estrecha

y sube serpenteando hacia la corriente de afiladas piedras,

las tierras altas de alisos y abedules,

a través de la ciénaga viva de arenas movedizas,

el camino finalmente bloqueado por un abeto caído,

los matorrales que se oscurecen,

los inquietantes barrancos.



4 comentarios:

Isidoro Capdepón dijo...



En realidad ningún yo, ni siquiera el más ingenuo, es una unidad, sino un mundo altamente multiforme, un pequeño cielo de estrellas, un caos de formas, de gradaciones y de estados, de herencias y de posibilidades. Que cada uno individualmente se afane por tomar a este caos por una unidad y hable de su yo como si fuera un fenómeno simple, sólidamente conformado y delimitado claramente: esta ilusión natural a todo hombre (aun al más elevado) parece ser una necesidad, una exigencia de la vida, lo mismo que el repirar o el comer.

(HESSE)

Pentapolín del Arremangado Brazo dijo...

Marchamos la noche entera
haciendo nuestro camino
sin más rumbo que el destino
que nos lleve adonde quiera.

ORáKULO dijo...

Miedo es eso que te pasa por dentro cuando estás a punto de hacer lo que tienes que hacer.

Fuego de palabras dijo...

¿Qué va a quedar de mí cuando me muera
sino esta llave ilesa de agonía,
estas pocas palabras con que el día,
dejó cenizas de su sombra fiera?

¿Qué va a quedar de mí cuando me hiera
esa daga final? Acaso mía
será la noche fúnebre y vacía
que vuelva a ser de pronto primavera.

No quedará el trabajo, ni la pena
de creer y de amar. El tiempo abierto,
semejante a los mares y al desierto,

ha de borrar de la confusa arena
todo lo que me salva o encadena.
Más si alguien vive yo estaré despierto.

(JOSÉ EMILIO PACHECO)