Me pregunto si quiere o no que la miren, que la observen con estos ojos cambiados por el tiempo (tornados de otros colores, siempre similares), o si prefiere que la dejen seguir jugando sola, en el difuso patio trasero. Cuando estoy solo y nadie me ve, la miro de reojo y siempre la encuentro diferente. Me cuestiono si seré un mal observador, de seguro mi percepción la altera; ella, de manera perpetua e inusitada, se muestra inmersa en un constante cambio, en incierto devenir eterno. Ciertas veces me guiña un ojo y es mi compañera durante un rato, otras veces me mira de mala manera, descontenta con mi presencia y mi presente, que irrumpe sus infinitos juegos.
Intento imitar sus gestos, hablar su idioma, jugar sus juegos, pero no logro con ello que abandone aquel patio, que ingrese, que haga en mí su morada eterna. Prefiere seguir afuera, disparatando. Yo espío sus sonidos, suerte de alimento mental, los cuales se convierten en grumos de tela y borbotones de viento, desanudando mis recuerdos. Por momentos, a modo de celebración, me regala una lejana alegría que se queda conmigo durante un rato y, ciertos días, en que me encuentro atareado o distraído, suelo escuchar su risa a la distancia, inundando mi casa de algo que creo propio y que, cuando quiero retenerlo, desaparece mansamente.
4 comentarios:
Hay un niño que se esconde siempre detrás de mí.
¡Quién, quién, naturaleza,
levantando tu gran cuerpo desnudo,
como las piedras, cuando niños,
se encontrara debajo
tu secreto pequeño e infinito!
(JUAN RAMÓN JIMÉNEZ)
Los años nos alejan de la infancia sin llevarnos forzosamente a la madurez. Uno de los pocos méritos que admito en un autor como Gombrowicz es haber insistido, hasta lo grotesco, en el destino inmaduro del hombre. La madurez en una impostura inventada por los adultos para justificar sus torpezas y procurarle una base legal a la autoridad. El espectáculo que ofrece la historia antigua y actual es siempre el espectáculo de un juego cruel, irracional, imprevisible, ininterrumpido. Es falso, pues, decir que los niños imitan los juegos de los grandes: son los grandes los que plagian, repiten y amplifican, en escala planetaria, los juegos de los niños.
(RIBEYRO)
El secuestro de Quini por la tele,
pan, aceitunas, queso, mortadela,
los cromos de la liga con olores,
plastilina, cacao, sudor, viruta,
N´Kono en el España 82,
Rincón en el 12-1 contra Malta.
Regresando del pueblo en el Ibiza
mientras un locutor pierde salud;
sueño, calefacción, aire pesado,
vapor en los cristales del domingo,
pasan semanas, cursos y partidos,
Camus y el Deportivo Montpensier,
la bufanda culé, la milanesa,
elegir entre un derbi y esa rubia,
entre la Supercopa y el examen
de Crítica Moderna y Comparada,
cabeza de cerdo a los pies de Figo,
papá llorando porque baja el Cádiz
en la sala de espera para quimio.
(Juan de Dios García)
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